Pese a la gran variedad de denominaciones de tribus y de lugares que marcan las relaciones de los españoles, los chamí de hoy parecen corresponder a los Chocó, ubicados ya desde esa época en el curso medio y superior del río San Juan.
Hoy día, sin embargo, hay una clara diferencia entre los embera (es esta su autodenominación étnica y literalmente quiere decir “la gente”), distinguiéndose aquellos que habitan la llanura selvática de la costa Pacífica de aquellos de vertiente, ubicados sobre todo en las estribaciones occidentales de la Cordillera Occidental, en valles transversales o semitransversales del San Juan o afluentes suyos. Cabe anotar que en Antioquia, Risaralda y Caldas es posible hallarlos ya sobre las vertientes orientales de la Occidental. Es posible que esta diferencia venga desde la época precolombina. Son sobre todo estos últimos, los de vertiente, los que se han denominado chamí.
Su gran dispersión actual, -es posible encontrarlos aun en sitios tan distantes como La Uribe (Meta), Honduras (Caquetá), Orito (Putumayo), Cimitarra (Santander)-, se inicia con la conquista sin que termine todavía.
Durante la colonia se les aplica, en el curso superior del San Juan y sus afluentes, de Santa Cecilia hacia arriba, la política de reducciones, fundándose los pueblos de San Juan de Chamí, en las cercanías de la desembocadura del Agüita en el San Juan, y Chamí, bastante más arriba, cerca a los nacimientos del río Chamí, afluente del San Juan por su margen izquierda. El primero ha desaparecido hoy completamente; los restos del segundo todavía pueden encontrarse en las cercanías de Aribató y su recuerdo está fresco aún en las mentes de los actuales pobladores de la zona, indios y blancos.
Los documentos de ese período abundan en referencias a sublevaciones, destrucción de fundaciones españolas o huidas masivas hacia las cabeceras más alejadas de los ríos.
La última de tales sublevaciones y huidas puede ser ubicada a finales del siglo XVIII y está documentada tanto por los archivos de Popayán, que mencionan la armada y envío de un ejército para someterlos (hacia 1798), como por la actual tradición oral de los chamí.
Si hemos de creer a los archivos, los indios huyeron después de los primeros choques armados y muchos de ellos lograron ser reducidos de nuevo a sus obligaciones y tributos.
Si hemos de creer a la tradición oral, el ejército enviado atacó y destruyó el pueblo de San Juan de Chamí, en donde los indios habían sido reunidos para una misa por el cura del lugar, dando muerte a muchos de los encerrados en la capilla, en tanto que los demás huyeron hacia la selva.
La tradición relata sus sufrimientos, en especial por la carencia de sal, hasta que los “libertó Simón Bolívar, que echó a los españoles”, pudiendo salir de nuevo a los pueblos y a vivir sin miedo, “en relación con los blancos”.
De este período y los años inmediatamente posteriores datan los poblamientos actuales de la zona del chamí: Humacas, Purembará, etc. La tradición oral los hace remontar a unas cinco generaciones, lo cual coincide con la información anterior.
La llegada de los primeros pobladores, los cuales se establecieron por veredas e hicieron alianzas entre “familias” mediante intercambios matrimoniales, abriendo montaña, está bien documentada en los recuerdos de los ancianos de hoy, quienes pueden seguir su genealogía desde ese momento.
Ya a finales del siglo pasado, viajeros que atravesaron por el Chamí, como Brisson, encontraron a los indios bien establecidos, compartiendo su territorio con algunos blancos dedicados a la ganadería en pequeña escala y al cultivo del cacao.
A comienzos de este siglo, el remate de las tierras del resguardo, como resultado de un pleito con un buscador de títulos coloniales, una secuela de la ley 89 de 1890, abrió el Chamí a una colonización blanca bastante más intensa que la ocurrida hasta entonces. Los compradores, empresarios de Ríosucio que no llegaron a conocer las tierras que habían adquirido, vendieron lotes a cazadores, guaqueros y comerciantes que conocieron y apreciaron las tierras del Chamí en desarrollo de sus andanzas.
Y con ellos llegó el comienzo del desalojo masivo de los indígenas, quienes vieron llegar a sus fincas a blancos portadores de papeles que determinaban su propiedad sobre ellas.
La tradición, y aun la memoria de los más viejos, recuerda el acontecimiento y hasta los nombres de aquellos expoliadores, así como de los indios que se les enfrentaron en esa desigual lucha.
A finales de los años veinte, el establecimiento del internado misionero, con su incidencia etnocida sobre los Chamí, marca el comienzo de una nueva etapa que no termina aún, la de la integración definitiva de los indios de los indios y de su territorio a la sociedad colombiana.
La historia del último poblamiento recuerda a algunos indígenas que remontaron el río San Juan hasta sus fuentes, cruzaron el nudo de San Fernando y cayeron al suroccidente antioqueño, municipios actuales de Jardín y Andes, estableciéndose allí. Todavía hoy, los indígenas de las cercanías de Purembará y, en menor medida, los de San Antonio del Chamí, realizan esporádicas visitas a sus familiares del otro lado de la cordillera.
Esto establece una de las fuentes del poblamiento embera-chamí en esta parte de Antioquia, aunque es posible que otros provengan del alto Andágueda, y que hasta haya quienes, descendiendo por el río Cauca a lo largo de décadas, hayan terminado por ubicarse también en la misma región. Un estudio de la tradición oral de Cristianía podría, quizás, establecerlo.
(Ponencia para el Seminario Regional sobre Historia Indígena, Secretaría de Desarrollo de Antioquia, Medellín, junio de 1986)
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