INTRODUCCIÓN
En algunas ocasiones he conocido personas europeas, especialmente francesas y alemanas, que han venido a Colombia y que sienten y se dan cuenta de algo que nosotros no percibimos: que ellos son portadores de una tradición cultural y de procesos de identidad de miles de años de duración y, cuando llegan a América, sienten que aquí no encuentran un equivalente, una cultura como la suya con la cual relacionarse, como que aquí todo está indefinido, fluido, cosa perfectamente lógica porque el proceso de conformación de nuestra identidad nacional como colombianos comenzó hace apenas 160 años y empezó a erosionarse desde su propio inicio.
El proceso de creación de una cultura nacional colombiana comenzó también en 1810-1820 y desde ese mismo momento se vio sometido al bombardeo de la influencia inglesa, de la influencia francesa y de la influencia norteamericana. Hasta el punto que en un congreso de Antropología que se realizó hace algún tiempo y que trabajó sobre la identidad nacional cultural colombiana, la conclusión general que sacaron fue que no existe una cultura nacional colombiana. Como decía Laureano Gómez hace casi 70 años, nosotros no somos ni café ni leche, somos café con leche, un poquito de todo.
Esa misma reacción de estos europeos frente a Colombia, la sentí yo en forma contraria, y creo que la sentimos muchos antropólogos cuando nos relacionamos con las sociedades indígenas. De pronto descubrimos que hay procesos de conformación cultural y de identidad milenarios y que frente a ellos nosotros no tenemos con qué pararnos. Por eso nos queda tan difícil entender ese problema de la identidad a nosotros que, como tenemos tan poco, no dudamos en cambiarlo de la noche a la mañana por un plato de lentejas o de hamburguesas o de latas de sardinas o de cualquier cosa y no logramos entender cómo hay pueblos que sí se aferran a sus tradiciones porque las tienen, cuando nosotros no. Sentimos y comprendemos eso y por tal motivo aparecemos frente a la gente de nuestra propia sociedad como conservadores que nos oponemos al cambio. No es que nos opongamos al cambio; respetamos el derecho de los pueblos a conservar su identidad, mientras nosotros tenemos tan poco para conservar.
Después de esta introducción, quiero decir algunas cosas acerca de los guambianos, necesariamente breves y como cortadas, quizás no todas muy conexas en la manera de expresarlas, pero sí con una ligazón con lo que ha sido la lucha y la situación guambiana de los últimos tiempos.
HIJOS DEL AGUA
Me llama la atención lo que dice Lucila acerca de las diferencias entre los dos pueblos: guambianos y kogis. Precisamente pensaba en eso, mirando el mar mientras hablaban los demás, porque para los guambianos también el agua es la madre, pero no el agua del mar, como para los kogi, sino el agua de las montañas, el agua de los páramos, el agua de las lagunas, que es el agua original.
Los guambianos no comienzan diciendo: en el principio era la madre, era el mar. Los guambianos comienzan diciendo: en el principio era el agua en las lagunas de las grandes montañas; y el agua corría de las lagunas hacia abajo, y así se formó el mar.
Los guambianos, entonces, son hijos del agua, pero del agua de los páramos, del agua fresca, de la gente de lo frío, del Pishimisak, como dicen ellos. Son también hijos de Aroiris, porque también este existía en el páramo; nosotros, con nuestra mentalidad, no vemos sino lo que tenemos frente los ojos y entonces no percibimos sino el arco, pero ellos que también ven con el pensamiento, ven el aro completo. Y esto tiene muchas implicaciones.
ALIMENTACIÓN Y AUTONOMÍA
Una de ellas, parte de su identidad milenaria como pueblo, está, para referirme a lo que se hablaba anoche, en la comida, en el hecho de que la comida guambiana sea una comida líquida: sopas, en donde está revuelto el líquido con el contenido, con la papa, el ulluco, la mauja, etc. Y que se ha ido transformando en seco como resultado de la relación con las instituciones y la sociedad nacional colombiana. De pronto, nosotros, que somos comedores de seco, jamás hemos reflexionado en lo que quiere decir seco; seco es sin líquido, sin agua. Se está secando la comida de la gente del agua.
Claro, es fácil decir que se trata de una decisión autónoma suya, sin tener en cuenta que se trata de un pueblo que durante quinientos años perdió su autonomía y que está empezando a andar de nuevo con ella, a dar los primeros pasos. Muchos de nosotros tenemos hijos y creemos que deben ser autónomos, pero no los dejamos a su libre decisión y autonomía desde que nacen y empiezan a caminar, no; la autonomía es un proceso que se va ganando y sería irresponsable cualquiera de nosotros que dejara que nuestro hijo pequeño se tirara de cabeza en ejercicio del derecho de su libre autonomía y decisión.
ORGANIZACIÓN TERRITORIAL
El territorio guambiano es un territorio que está organizado teniendo como ejes los flujos del agua y también con la visión de un territorio sexuado. Hay una parte femenina del territorio a la izquierda del río Piendamó y una parte masculina a su derecha. La invasión de los terratenientes se apropió de lo fundamental de la parte femenina. Todo el proceso de lucha, entonces, se orientó a recuperar esa parte de su territorio, para volver a reconstituir el par.
EL CONCEPTO DE PAR
Este concepto es fundamental en el pensamiento guambiano. No el concepto de igualdad, sino el concepto de par. Para ellos, par no son dos, o sí son dos, pero no dos iguales sino dos distintos, de esos que a nosotros nos dicen que no se pueden sumar. No podemos sumar: 1, 2, 3 de cosas diferentes. Los guambianos sí lo hacen; para poder contar, para que las cosas puedan tener un papel en la generación y reproducción, deben agruparse en pares, a la vez distintas y complementarias.
Nosotros también tenemos pares, aunque no tenemos noción clara de lo que son. Por ejemplo, un par de zapatos; nadie compra un par de zapatos y exige que le den dos iguales; y si lo hacen, se queja: no, me dieron dos izquierdos; claro, le dieron dos iguales, no le dieron un par. Nosotros hemos perdido la noción y ella no hace parte de nuestra identidad ni de nuestros procesos de reproducción, pero sí en Guambía. Nos queda incluso la noción de que uno es incompleto y en nuestro lenguaje, en nuestro vocabulario y en nuestra vida quedan vestigios de eso, como cuando uno dice: una media para los pies, y sin embargo está completa; ¿cómo es eso de llamarla media, si está completa? Porque sola no es completa, pues no cumple su papel.
Entonces, el territorio guambiano tenía que ser completo; y parte de la guía y de la orientación del proceso de recuperación iba dirigida a completar el par, masculino y femenino, que permitiera generar y reproducir la vida.
EL CONCEPTO DE HORQUETA
Hay otros elementos que son claves en el proceso de conformación territorial, otros conceptos: el de horqueta, utik, y el de caracol, srurrapo. Voy a referirme al primero. Pero eso nos representa otro problema: nosotros no pensamos con cosas, lo hacemos con ideas abstractas; entonces, si se dice: el concepto de horqueta o el de caracol, como hacen los guambianos, no entendemos qué es eso.
En el territorio guambiano hay varias utik, horquetas. Una de ellas es fundamental: el lugar donde desemboca el río macho principal, el río Cacique, en el río hembra, el Piendamó; y esa utik, que es el elemento generador de la territorialidad, había quedado en las haciendas de los terratenientes y había que recuperarla.
Esa territorialidad es dinámica y se vive y se relaciona recorriéndola, porque el territorio no se puede pensar sin la gente. La palabra guambiana para territorio, pirau, implica el espacio geográfico más la gente, no es sólo un espacio geográfico; este, tomado sin la gente, puede ser suelo, tierra o alguna otra cosa, pero no territorio. No se puede pensar el territorio sin gente, ni se puede pensar la gente sin territorio. Y ese territorio hay que recorrerlo. Cuando se recorre una horqueta, es decir, cuando se desciende por uno de sus ramales, se llega al punto de encuentro y se devuelve por otro, allí hay un proceso de generación. Cuando una muchacha se va de su casa, se vuela, y regresa embarazada, los guambianos dicen: se fue por un lado de la horqueta y volvió por el otro. Y esos recorridos generadores no los podían hacer los guambianos porque las tierras hembra estaban bajo control de los terratenientes.
ECONOMÍA VERTICAL
Ese territorio tiene también una verticalidad. Las sociedades americanas de las zonas de cordillera tenían una economía vertical, es decir, una economía que se fundamentaba en el uso de las peculiaridades de los distintos pisos térmicos, que eran también, en ese sentido, complementarios, y que se oponía a la especialización de utilizar un único piso térmico o sólo un tipo de alimento.
Con la conquista, los guambianos perdieron las tierras del Valle de Pubenza, pero reorganizaron su economía conservando y adecuando la verticalidad: korrak yu o páramo, las tierras altas; kausro, la zona intermedia, tierra de papa y ullucu; kurak yu, la parte baja —pese a que queda más alta que Bogotá—, tierra de maíz y trigo. La invasión terrateniente les arrebató la tierra del maíz y el trigo, obligándolos a una nueva reestructuración de la verticalidad.
Pero en ella, habían tenido que comenzar a usar el páramo para la producción económica, introduciendo procesos que llevan a su destrucción y, por lo tanto, a la del agua. Por eso, los procesos de recuperación implican el acceso de nuevo a tierras más bajas que permitan que el conjunto de la vida guambiana pueda descender de donde ha estado arrinconada durante siglos.
LA DESMEMBRACIÓN
Eso nos lleva a otro problema. Como los mismos guambianos dicen, su sociedad era una sociedad completa y los españoles la repartieron, —por eso se habla de “repartimientos de indios”—, creando las parcialidades, y sobre esa base se erigieron después los resguardos, consagrando la desmembración. Es decir, se descompuso una sociedad, que era una totalidad, en un conjunto de comunidades dispersas y aisladas. Se descabezaron sus autoridades, los caciques principales; se sometieron los segundos niveles de autoridad, los caciques secundarios, y finalmente se eliminaron las autoridades propias y se introdujo una nueva forma de autoridad, el “pequeño cabildo” de cada parcialidad, como lo consagra la ley. Los mismos españoles fueron conscientes de la pequeñez de esas unidades.
PUEBLOS INDÍGENAS
Esta atomización no impide que permanezca en el pensamiento de muchos indígenas la idea de su unidad. Por eso, cuando en 1974, en Medellín, enfrentando el Congreso de ASCOIN que los misioneros hicieron, en la celebración del 12 de octubre, —que en esa época se llamaba todavía el día de la raza y no el día de la colombianidad, como lo han maquillado ahora—, para oponerse al proceso de organización y lucha indígena, un guambiano se levantó y afirmó: “los indígenas no somos razas, somos pueblos”. Lo que no evita que hace pocos días, cuando visitaba una escuela guambiana en donde se hace etnoeducación, en donde vienen trabajando los guambianos desde hace mucho tiempo, haya encontrado en la pared una de esas dotaciones escolares que entrega el gobierno, con un cartel cuyo título dice: “RAZAS INDÍGENAS DE COLOMBIA”.
La caracterización guambiana como pueblo indígena fue ratificada en la Primera Gran Asamblea del Pueblo Guambiano en el año de 1980, cuando plantearon: los guambianos somos un pueblo, y lanzaron, para identificarse a su alrededor, la bandera guambiana, una bandera que es soñada.
EL SUEÑO
Esta mañana yo saludaba a Agustín: está caliente, ¿cierto? Y él me contestó: sí, está caliente. Porque el primer contacto de cada mañana entre los guambianos se establece entre frío y caliente. Pero, luego, él me dijo: ¿soñó anoche? El sueño es uno de los principales elementos de conocimiento entre los guambianos, pero es absolutamente desconocido por los procesos educativos, incluyendo la actual etnoeducación.
Nosotros, para referirnos a que alguien está totalmente despelotado y no sabe dónde está parado, le decimos: no, usted está soñando, despiértese. Entre los guambianos, la significación de esa frase sería absolutamente contraria. Si está soñando, está sabiendo cómo son las cosas. La bandera guambiana fue soñada por un guambiano, y los sueños vienen del Pishimisak, es decir, que se afincan en la raíz más profunda de su cultura.
LA PALABRA
Otro elemento fundamental en la organización de la sociedad guambiana es la palabra, la palabra mayor, la palabra de los mayores. Ellos son los que tienen el derecho a la palabra o dan la palabra. La educación ha trastocado eso completamente y le ha dado la palabra a los maestros, desde fuera, sin tener derecho a darla, porque ellos no lo tienen en la comunidad, porque ni son mayores, ni tienen la experiencia, y muchos de ellos ni siquiera son casados, son gente incompleta, medio gente.
Para hacerlo, se ha quitado la palabra a los mayores, se les ha expropiado la palabra; los mismos guambianos dicen: la palabra de los mayores quedó silencio. Se dijo en la escuela: los mayores no saben, son ignorantes, ¡ah!, eso que le dicen su papá y su abuelo son supersticiones. El que sabe es el maestro, no porque ha soñado, sino porque ha leído, porque pasó por la escuela.
Ese proceso de desposesión de la palabra ha llegado a tal nivel que cuando en Guambía se tradujo la constitución colombiana al guambiano, la palabra que se usó para llamarla, nu wamwan, significa palabra mayor, la palabra de los mayores. O sea que se ha interiorizado ya la subordinación; es como si un indígena de la Sierra Nevada de Santa Marta apareciera un día tratando a un blanco como hermanito mayor.
Se ha volteado el mundo; esta traducción es un proceso de reconocimiento de la lengua wam, que al mismo tiempo consagra en ella la dominación y la subordinación; en ese sentido es un caballo de Troya. Por supuesto, esa es la situación, los guambianos están subordinados, pero no es conceptualizando en su lengua la subordinación como se puede contribuir para que esta desaparezca.
UNIDAD, AUTORIDAD Y PLAN DE VIDA DEL PUEBLO GUAMBIANO
Ayer empezábamos a discutir el Plan de Vida Guambiano, y yo preguntaba: ¿de cuáles guambianos? Para entenderlo, me voy un poquito atrás. Durante toda la lucha, los guambianos afirmaron: somos 17.000. Después, Cencoa, la Central de Cooperativas Agrarias, hizo un censo con la comunidad y resultaron 8.000 guambianos; y ellos no aceptaron el censo. Después de muchos regateos, se ajustó el censo y llegaron a 10.000; se esfumaron 7.000 guambianos, que habían luchado, que habían recuperado y que, a la hora de contarlos, no aparecieron por ninguna parte.
EL HILO QUE ATA A LA RAÍZ
La identidad, desde el punto de vista guambiano, se transmite de una manera peculiar: cuando un niño nace, su ombligo se entierra cerca al fogón, y eso lo ata con un hilo a ese lugar, marca su raíz, —nosotros no tenemos raíz, somos unos pobres y tristes desarraigados, los guambianos nos tienen lástima y nos llaman los hijos del viento, los que no tienen raíz en ninguna parte, lo que todo se los lleva y los trae, para allá y para acá; pobrecitos, sopla una brisita y nos lleva; pueda ser que no nos pase como decía Porfirio Barba Jacob, que seamos una llama al viento y que el viento nos apague un día—.
Toda la vida de un guambiano es un desenrollar ese hilo que está enraizado ahí, en ese centro. Y también enrolla, porque el guambiano vuelve; pero, aun cuando no vuelva, aunque haya emigrado hace 30 ó 40 años, viva en Bogotá o en cualquier otra parte y jamás regrese a Guambía, a la hora de hacer un censo, los guambianos toman la punta del hilo, y lo cuentan: es guambiano, de esa raíz, de esa sangre, como dicen ellos, no importa donde esté. Por supuesto, Cencoa no cuenta hilos ni raíces, ni las ve, ni cree que existan. Quizás piense que son supersticiones de los indios, pero que, afortunadamente, ya se van civilizando.
Esa sangre no es sólo de la mamá que lo tuvo, sino que es también la sangre de la tierra que lo parió. Porque la sociedad guambiana y la cultura salieron de los derrumbes que en las grandes montañas producen las crecientes; de esa agua y de esa sangre vienen ellos; dicen: “cuando hay un gran derrumbe que trae un hijo del agua, allí en ese lugar huele a sangre, queda un olor a sangre”.
En su lucha, los guambianos han ido tratando de recoger los hilos, para hacer que enrollen de nuevo para dar un redondeo, como plantean, y al hacerlo se encuentran con que el pueblo guambiano está disperso en comunidades, en unidades familiares, y hasta en individuos sueltos. Hay varios resguardos guambianos, hay varias comunidades que ni siquiera son resguardos, hay muchos guambianos aislados, y han ido relacionando a todos para recoger los hilos.
Y surgen obstáculos de distinta índole. Por ejemplo, el gobierno se casa con el Plan de Vida Guambiano que hizo sólo una comunidad guambiana, la del resguardo de Guambía, con la asesoría de Cencoa, y en el cual, extrañamente, no se incluye el proceso de reconstitución de la unidad guambiana. El Plan de Vida de todos los guambianos lo hace una sola comunidad y en él no aparece el proceso de reconstitución étnica, como algunos lo llaman, es decir, volver a recoger los hilos y dar el redondeo. Y los guambianos de Mondomo, de Buenos Aires, de Morales, de San Vicente (en el Huila), etc., etc., ¿hacen otro plan de vida guambiano en cada sitio?
LA AUTORIDAD DEL CABILDO
Y las instituciones lo estimulan. Se dice que participaron los mayores; Agustín nos contaba ayer cómo habían participado todos los mayores, coordinados por el Cabildo, la máxima autoridad indígena, dicen algunos. Pero, en la época de la lucha, siempre hubo dentro de las comunidades, incluyendo a los paeces, sectores que impugnaron que se caracterizara a los cabildos como la máxima autoridad, porque los cabildos no dejan de ser una autoridad de origen blanco, hecha para atender al interior de la comunidad —como decía Juan Guevara— los asuntos blancos y los intereses de los blancos, para reemplazar a las autoridades propias; durante mucho tiempo fueron gobiernos títeres, como se llamaron después estos tipos de autoridades en Vietnam, en Corea y en otras partes; sin embargo, hubo un proceso de apropiación gradual y los guambianos lo narran: cómo se fue del cacique del agua, del tata, al señor gobernador, y cómo, incluso, el propio gobernador y el cabildo, a medida que la comunidad se los va apropiando, van siendo, al mismo tiempo, cada vez más ajenos; cosa que les permite, además, cumplir su papel.
A los primeros gobernadores, los guambianos los llamaron tata, el papá de la comunidad, y de pronto hubo gobernadores que empezaron a decir: no, yo no soy tata, su papá véalo allá, yo no soy, yo soy el gobernador. Entonces, lo llamaron tata goberna. Y pasó el tiempo y el tata le seguía chocando a los nuevos gobernadores, cada vez más metidos con nosotros, más capacitados para ser gobernadores. Entonces, ahora se lo llama señor gobernador.
Pero, ¿qué clase de señores gobernadores son los de hoy? Este es otro proceso de cambio que se está viviendo, y no sólo en Guambía, sino en muchas partes. ¿Son mayores, taitas? No; ahora muchos son jóvenes maestros o funcionarios del gobierno, que pasan de una oficina a la gobernación del cabildo y de la gobernación a una fundación o a una asociación o a una oficina con rótulo que diga “dirección de proyectos”, en fin, algo con sueldo que les permita no volver a trabajar con la pala y con la tierra.
Todo ese proceso implica, además, la descomposición de una red de autoridad propia, invisible para nosotros, que es la que ha mantenido la armadura de la sociedad guambiana hasta este momento, —por lo menos en el resguardo de Guambía—; son autoridades de los grupos familiares alrededor de las cuales se agrupa el conjunto de la sociedad; en ellas, en su participación, se fundamentó la lucha; en ellas se basó el Cabildo para dirigir a la comunidad en las recuperaciones.
Estas autoridades funcionan a nivel de las veredas, aunque esta forma de organización es otro disfraz, una imposición de afuera. En algunas veredas hay pugnas muy fuertes entre grupos familiares, porque cada uno quiere tener su acueducto, su escuela, su camino, y la manera de conseguirlo es hacer una nueva vereda y una nueva junta de acción comunal, dividiendo cada vez más la comunidad, aunque este proceso está cambiando en la actualidad.
En el año de 1984, el proceso de recuperación tuvo un quiebre, que los mismos guambianos relatan y del cual son conscientes. Dicen: “taita Segundo pisó hacienda, —y dan el nombre del hacendado—; taita Ricardo pisó terrateniente, —y dicen su nombre—; taita Abelino pisó terrateniente, —y dan el nombre—”; y luego llegan al taita Mario y dicen: “taita Mario recuperó las instituciones”.
Y al año siguiente, como resultado de la recuperación de las instituciones, esas que habían abandonado a Guambía a su “triste suerte”, diciendo que los guambianos iban a desaparecer por la salida de todos los funcionarios del gobierno porque los estaban tratando muy mal durante la lucha por la tierra, volvieron a caer a Guambía; y el nuevo gobernador dejó de consultar a los dirigentes de las veredas, dejó de hablar con las gentes de las veredas y perdió el apoyo del grueso de la comunidad, apoyo que no se ha podido recuperar plenamente desde entonces.
Y mientras más se refuerza desde afuera la idea de que el cabildo es la máxima autoridad del conjunto de la comunidad, menos autoridad real en el conjunto de la comunidad han tenido los últimos cabildos.
Entonces, ¿por qué funcionan? Hay muchísimas razones. La caracterización que hacen Juan Guevara y su equipo me parece perfecta: son otra vez y cada vez más las oficinas de Asuntos Blancos al interior de las comunidades y de allí reciben su fuerza.
El cabildo guambiano tiene una peculiaridad: también funciona en par. En las elecciones hay dos candidatos, aquel que gana es gobernador principal, quien pierde es gobernador suplente. Pero, ha habido intentos de especializar el trabajo del gobernador; que el principal se entienda con lo de afuera y el suplente con los asuntos internos. Pero eso no ha funcionado ni puede funcionar, porque no son dos, sino un par. Y para que funcionen tienen que estar los dos. De todos modos está habiendo cambios y ahora se elige por planchas de principal y suplente y aquella que gana obtiene los dos cargos. También se van modificando las funciones de cada uno para adaptarse a las exigencias de afuera y de los nuevos proyectos que se hacen en la comunidad.
En todo caso, el cabildo está cada vez más lejano de esa red de autoridades reales, que son las que se vinculan con la gente de la comunidad, trabajan con ella y concretan sus intereses. Al contrario, está cada vez más alto, como ocurre con nuestras autoridades; se trata de un proceso de avance en esa dirección que en unos cuantos años va a llegar en su desarrollo, no me queda la menor duda, a que ya ni siquiera sea el señor gobernador, sino el doctor gobernador, señalando cada vez más ese alejamiento.
LO QUE ES SER GUAMBIANO
Existen tres principios fundamentales en la sociedad guambiana. Según los mayores, ser guambiano es vivir de acuerdo con ellos, aunque hay gente que dice que ya no están vigentes, que son de los guambianos de antes.
MAYAELO
Este concepto no se pude traducir al castellano en todo su sentido; la idea es la del ser comunitario; es todos juntos, es de todos y no excluye a nadie, es todo el pueblo guambiano; también quiere decir que hay para todos. En alguna ocasión, alguien decía: “esto es de nosotros y para ustedes también”. Es ser de los mismos wam y vivir conjuntamente agrupados alrededor de la autoridad propia. Al mismo tiempo da un sentido de compartir y de la casa, la gran casa guambiana, y es un identificador.
LINCHAP
Es acompañamiento, acompañarse; es el que se pone en acción, entre otras cosas, en los trabajos comunitarios, en las mingas, y en las asambleas. También marido y mujer se acompañan en la vida.
Hoy, muchos de esos acompañamientos, las mingas del cabildo por ejemplo, se han ido desnaturalizando porque ahora se paga la asistencia. Estaba una vez en la oficina del Cabildo, cuando llegó la gente del Instituto de Bienestar Familiar a preguntar cuánto había que pagar de salario diario para que la gente volviera a las mingas, que ellos darían ese presupuesto para hacer de nuevo grandes mingas de cabildo y esa institución se renovara. En ese momento, los guambianos reaccionaron y rechazaron la oferta.
Ahora, se observa que en muchas mingas del Cabildo la gente va y comparte la comida que da el Plan Mundial de Alimentos; le dan su harina y su arenque, —no lomito, por supuesto, el lomito lo venden en Canadá, para acá mandan cabezas y colas—, el pago por haber participado. Pero eso no ha revitalizado la minga; cada vez más los adultos dejan de asistir y mandan niños a que coman ese día y recojan la comida que dan para llevar para la casa. Se va perdiendo el acompañamiento.
LATÁ-LATÁ
Es por igual para todos, pero no es igual porque todos no son iguales, son diferentes y cada uno debe recibir de acuerdo con su diferencia; todos tienen derecho, pero no el mismo derecho; hay derechos mayores y derechos menores.
SER Y NO SER
Quien vive de acuerdo con esos principios, es guambiano; quien no vive de acuerdo con ellos, no es guambiano. Quien no piensa y vive en comunidad, quien no acompaña, quien no da a cada quien el derecho que le corresponde, no es guambiano; eso piensan los guambianos. Entonces, viene el problema. Hay gentes a quienes, como dicen en la Sierra Nevada de Santa Marta, se les mestiza la mente y los tradicionales empiezan a no reconocerlos como miembros de la comunidad, pero, curiosamente, es a esos a quienes más reconoce el gobierno como sus interlocutores en las comunidades.
Así ocurrió el año pasado en algunos sitios de la Sierra Nevada de Santa Marta, cuando, mirando los resultados de las primeras transferencias, los mamos dijeron: no más proyectos. Pero, están los mestizos que sí quieren vivir de los proyectos, aquellos que pasaron por las escuelas de los misioneros, los huérfanos que estudiaron en el Orfelinato de Nabusímake, no porque no tuvieran padre o madre, sino porque los misioneros los robaron a sus padres para convertirse ellos en sus nuevos padres. Entonces, con esos se hacen los proyectos, a esos llegan las transferencias, esos se van nombrando en los comités. Lo mismo empieza a pasar en Guambía.
Nace un doble reconocimiento: el de la comunidad, que dice a quién reconoce como guambiano con base en sus criterios, y el de las instituciones, que hacen lo mismo con criterios diferentes. No hay un desfase enorme todavía, pero empieza a haberlo, y lo que uno nota es eso: mientras menos lo reconoce la comunidad, más lo reconocen las instituciones oficiales. Y se hacen todos los proyectos. Siempre habrá 15 ó 20 personas con quienes hacer un proyecto. Pero, ¿es para la comunidad? Ahí es cuando la comunidad se vuelve como una esponja. Los funcionarios dicen: la comunidad recibió, la comunidad hizo, la comunidad decidió, el proyecto se hizo con la comunidad. Pero, ¿quién es la comunidad? Para ellos, la comunidad es cualquier cosa, cualquier número de personas; dos, tres, cinco resultan ser la comunidad.
Entonces, esto plantean los guambianos: quien vive en Máyaelo, quien hace Linchap, quien reconoce los derechos en Latá-latá, ese es guambiano. Algún guambiano decía en alguna ocasión: esta es la Carta Constitucional de los guambianos. Nosotros tenemos que decidir si la reconocemos o no. Los guambianos tendrán que decidir si en un momento determinado la cambian. Pero, que yo sepa, no la han modificado hasta ahora.
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