RELACIONES ENTRE PENSAMIENTO Y LENGUAJE
I. INTRODUCCIÓN
“Sobre el alma se cierne desde el comienzo una maldición: estar ‘gravada’ por la materia, que se manifiesta en este caso en forma de capas de aire en movimiento, de sonidos, en una palabra: en forma de idioma. La lengua es tan antigua como la conciencia; la lengua es la conciencia real, práctica, existente para otras personas y sólo con ello para mí mismo; como la conciencia, el lenguaje surge tan solo de la necesidad, de la imperiosa necesidad de relacionarse con otras personas”.
CARLOS MARX
Continuando consecuentemente con la tradición idealista de considerar lo espiritual como algo completamente desligado de la materia, contraponiendo pensamiento y lenguaje, creando el falso problema de “¿qué es primero, lenguaje o pensamiento?”, escuelas lingüísticas más o menos contemporáneas han tratado de manera errónea el problema de la relación entre pensamiento y lenguaje.
Esto es más notorio, entre ellas, en el estructuralismo norteamericano —encabezado por Bloomfield— que plantea que el objeto de la lingüística es únicamente el de las formas de la lengua y que nada puede analizarse, a partir de ellas, sobre los procesos mentales que dan origen al lenguaje.
Uno de los más “calificados” exponentes de las teorías idealistas en el campo de la lingüística es Fernando de Saussure, creador del estructuralismo europeo. Saussure define la lengua como conformada por dos elementos, ambos “síquicos en la misma medida”. Por otra parte, al considerar que la lengua debe ser estudiada “en sí y para sí”, este lingüista aísla el fenómeno del lenguaje de todos los demás factores sociales que lo explican y determinan, negando así que, como dice Mao Tsetung, “la actividad productora del hombre constituye la actividad práctica más fundamental, que es la que determina toda otra actividad”.
Considera Saussure, y en ello es secundado por todo tipo de escuelas idealistas, que no es posible conocer el conjunto total del acto de hablar debido a su carácter heterogéneo. Por el contrario, creemos que no es posible conocer totalmente el proceso del lenguaje si se lo aísla del proceso total del pensar y que es precisamente estudiándolos conjuntamente como es posible llegar a conocer lo que constituye la esencia del lenguaje.
Consideramos, pues, que para tratar correctamente la relación que existe entre lenguaje y pensamiento es necesario partir de una acertada teoría sobre el proceso de conocimiento —una etapa del cual la constituye el pensamiento— y que esa teoría es la materialista dialéctica, enunciada por primera vez por Carlos Marx y Federico Engels, desarrollada posteriormente por Lenin, para alcanzar su más clara síntesis en la obra Acerca de la práctica, escrita por Mao Tsetung en 1937.
Tomado este punto de partida, es posible adelantar algunas teorías acerca del origen del pensamiento y del lenguaje en la historia de la humanidad, es decir, sobre el proceso en el cual los primates superiores se hicieron hombres.
Paralelamente podremos ver el papel de pensamiento y lenguaje en la vida del ser humano y en el proceso de satisfacción de sus necesidades. Con estas bases es posible describir de una manera materialista dialéctica las etapas más generales del desarrollo del pensamiento y del lenguaje en el niño. Para esta parte nos hemos basado en las experiencia de más de 40 años del psicólogo francés Jean Piaget, que consideramos se han realizado aplicando la dialéctica materialista, pese a las reiteradas negaciones del autor en este sentido. Pero, si bien tomamos como base sus experiencias, nuestras conclusiones y deducciones se apartan un poco de las suyas, principalmente en lo que atañe a la calificación de algunas de las etapas del desarrollo mental del niño.
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II. TEORÍA MATERIALISTA DIALÉCTICA DEL PENSAMIENTO
“La única finalidad del proletariado en su conocimiento del mundo es lograr la transformación de éste”.
MAO TSE-TUNG
La teoría materialista dialéctica del conocimiento expresa que éste va de lo material a lo espiritual, de lo simple a lo complejo, que el conocimiento está basado y tiene su origen en lo material, en la realidad que existe objetivamente.
Así, Mao Tsetung nos dice que en la primera etapa del conocimiento el hombre se pone en contacto con la naturaleza, con la realidad objetiva, a través de sus órganos de los sentidos. Este contacto produce las sensaciones que son trasmitidas al cerebro por el sistema nervioso. Ella produce en aquél impresiones. Es decir, que “los hombres no ven al comienzo más que el aspecto exterior de las diferentes cosas y fenómenos… ven aspectos aislados de las cosas y de los fenómenos, la relación entre los diferentes fenómenos”.
En el cerebro del hombre se establecen relaciones entre las distintas impresiones. Esta es la llamada etapa del conocimiento sensorial.
Por medio de la práctica continuada, inmerso en las diferentes formas que reviste la práctica social, el hombre acumula nuevas sensaciones e impresiones. Esta acumulación (cuantitativa) produce en la conciencia humana un salto, un cambio (cualitativo), dando origen a los conceptos.
Manejando tales conceptos, el hombre hace juicios y con base en ellos extrae deducciones y hace planes. Esta es la etapa del conocimiento racional o lógico. Es la etapa del pensamiento. Es decir, que podemos definir el pensamiento como la operación intelectual realizada por el hombre mediante el manejo de conceptos para extraer juicios y deducciones y hacer planes, todo esto orientado a un fin: transformar el mundo, la realidad. El pensamiento es, pues, la segunda etapa del proceso del conocimiento.
Hemos hablado de que la etapa del pensamiento comienza, se presenta con la aparición de los conceptos. Pero, ¿qué son estos?
Si las impresiones reflejan lo externo de los fenómenos y las relaciones exteriores de las cosas, los conceptos, en cambio, son el reflejo en la mente del hombre, en su cerebro, “de la esencia del fenómeno, de las cosas en su conjunto, de la relación entre los fenómenos” (Mao); es ello estriba su diferencia de cualidad con las impresiones. Es obvio, además, que este concepto no puede existir independiente de la materia, pues ella es la que le da origen.
Ya hemos visto que para los marxistas el conocimiento no tiene otro objetivo que no sea el de transformar el mundo. Es decir, que luego de haber elaborado los juicios, deducciones y planes, el hombre los lleva nuevamente a la práctica. Y es aquí en donde se encuentra el criterio para determinar la validez de los conceptos y del pensamiento.
Como reflejo de la realidad, el conocimiento solamente puede perfeccionarse en contacto con ella. En sus primeras etapas, el conocimiento es necesariamente imperfecto, e incluso puede llegar a ser erróneo. Esto porque los individuos están sometidos a una serie de restricciones a causa de las condiciones de desarrollo de la ciencia y de la técnica, del desarrollo del proceso que se estudia y “por el grado en que éste se manifiesta”. Y, como dice Engels, “sólo podemos llegar a conocer bajo las condiciones de la época en que vivimos y dentro de los ámbitos de estas condiciones”.
Es, repetimos, mediante la confrontación con la práctica de transformar activamente el mundo que los conceptos se van haciendo cada vez más correctos, van reflejando la realidad objetiva de una manera cada vez más acabada. Pese a ello, no podemos considerar que los conceptos alcanzan un nivel definitivamente acabado. Hacerlo así sería caer en la posición idealista de considerar el mundo como algo estático, sin cambios. Por el contrario, sabemos que el mundo, que los fenómenos y procesos están en constante cambio y desarrollo. Por esta razón, los conceptos no pueden ser considerados como acabados sino en forma relativa, es decir, con relación a un momento determinado del proceso de desarrollo de los fenómenos a los cuales se refieren.
Bases fisiológicas de la aparición de los conceptos
El materialismo dialéctico afirma que todos los fenómenos espirituales tiene una base material sin la cual no pueden existir. También para los conceptos es válida esta afirmación.
Al entrar en contacto con el mundo que lo rodea a través de sus sentidos, el hombre recibe un conjunto de estímulos que provienen del objeto. Estos son transmitidos al cerebro por el sistema nervioso y al llegar a aquel producen impresiones. Estas constituyen una estructuración en determinada forma de los componentes químicos de las células nerviosas. La repetición de la experiencia produce en el cerebro la formación de otras estructuras similares. La acumulación de ellas crea la base para el salto. Al alcanzar cierta cantidad, todas estas estructuras específicas y del mismo tipo se agrupan en una estructura mayor y cualitativamente diferente de ellas. Esta nueva estructura es la base física, en el cerebro, para el concepto y está estrechamente relacionada con él.
Cuando el proceso de conocimiento es llevado nuevamente a la práctica social, nuevas impresiones, nuevas estructuras químicas se forman y se agregan a las ya existentes. En caso de corresponder a datos diferentes, modifican la estructura original. Así se da la base física para la afinación de los conceptos., para hacer que estos reflejen de una manera cada vez más adecuada la realidad.
Otra de las razones por la que es necesario ir a la práctica de nuevo en una segunda etapa es el desarrollo de los fenómenos, que hace que estos difieran del nivel que tenían en el momento en que se inició el proceso de conocimiento; por esto, el conocimiento debe ir no solamente de la práctica social a la teoría, sino de la teoría a la práctica, es decir, de lo general a lo particular; y sólo así puede profundizar en nuevos aspectos de lo ya conocido y conocer cosas nuevas.
Ahí reside la base social del conocimiento humano. Porque si bien la capacidad cognoscitiva del individuo es limitada, la de la humanidad es ilimitada. Además, esto da como resultado que el conocimiento tenga un carácter acumulativo. Como dice Mao Tsetung: “La contradicción entre la ilimitada e interna facultad humana de conocer y su realización práctica sólo en personas individuales, limitadas por las condiciones externas y limitadas también en su capacidad de conocer, se resuelve por la sucesión… de las generaciones, en un movimiento progresivo infinito”.
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III. ORÍGENES DEL LENGUAJE
El hombre “descubrió en los objetos naturales nuevas y nuevas propiedades, que hasta entonces desconocía. Y, de otra parte, el desarrollo del trabajo contribuyó necesariamente a acercar más entre sí a los miembros de la sociedad, multiplicando los casos de ayuda mutua y de acción en común y esclareciendo ante cada uno la conciencia de la utilidad de esta cooperación. En una palabra, acabaron comprendiendo que tenían algo que decirse los unos a los otros. Y la necesidad creó su órgano correspondiente”.
FEDERICO ENGELS
De la manera más general, podríamos decir que el lenguaje es “la realidad más inmediata del pensamiento” (Marx), incluyendo tanto la lengua oral como los lenguajes no articulados.
Se han dado muchas otras definiciones del lenguaje, algunas incluso adecuándolas artificialmente a realidades que no correspondían a ellas. Tales definiciones tenían como objetivo justificar un conjunto de teorías que más tarde mostraron ser erróneas.
En su trabajo “El marxismo y los problemas de la lingüística”, Stalin caracterizó así al lenguaje: En un medio, un instrumento, gracias al cual los individuos se comunican entre sí, intercambian sus pensamientos y se comprenden mutuamente”. Creemos que esta definición es correcta pero parcial. Que deja de lado la relación esencial entre pensamiento y lenguaje. Enunciado así, podría creerse que existe un pensamiento propiamente dicho anterior a la aparición del lenguaje y que fue más tarde que éste apareció, para que el hombre pudiera comunicar a otros tal pensamiento. Creemos, por tanto, que es necesario expresar la función que cumple el lenguaje y su relación con el pensamiento en la forma en que lo hace Marx, transcripta más arriba. Es claro que, de acuerdo con su concepción, la caracterización de Stalin se remite a uno de los aspectos principales del lenguaje, su función de comunicación. Pero se olvida el fundamental, su papel en la aparición y existencia del pensamiento mismo.
Para aclarar mejor este problema es necesario intentar un esbozo de teoría que aclare los albores del surgimiento del lenguaje, y en especial del lenguaje articulado, en la historia de la humanidad. Se verá en este desarrollo que la aparición de éste está indisolublemente ligada a la formación de los conceptos y a la aparición del conocimiento mismo.
Formas primitivas del lenguaje
Los primates superiores que dieron origen al ser humano se vieron enfrentados a solucionar la contradicción existente entre sus necesidades y la naturaleza que debía satisfacerlas. Es claro que la naturaleza por sí sola, con su mera existencia, no podía hacerlo, que su capacidad para ello es solamente potencial. Para resolver esa contradicción, el primate prehomínido creó el trabajo mediante la utilización de la mano.
Entre las características de estos primates estaba la de ser gregarios. Es así como satisfacían sus necesidades mediante acciones realizadas en común. Esto los llevó a la necesidad de comunicarse de alguna manera, necesidad que originó las formas primitivas de lenguaje.
Esta primeras formas no se diferenciaban cualitativamente de las diversas maneras de comunicación animal y estaban conformadas, fundamentalmente, por señales de dos clases: fónicas y motoras. Estas últimas altamente ligadas con las emociones, con las acciones y con los objetos de ellas.
Las fónicas fueron inicialmente una serie de gritos instintivos que eran emitidos simultáneamente con la realización de diferentes actividades. La repetición fue creando asociaciones mediatas entre sonidos y acciones. Cuando tal cosa sucedió, podemos decir que se dio la etapa del lenguaje inarticulado, superior a la de la simple signalización. Al parecer, esto ocurrió inicialmente en el momento de la elaboración de los primeros eolitos.
Es decir que, como dice Engels, el conocimiento y el lenguaje humanos se desarrollaron parcialmente con el desarrollo de los instrumentos de trabajo y estrechamente condicionado por éste.
Hace aproximadamente 1.700.000 de años, los prehomínidos no tenían todavía un desarrollo cerebral que les permitiera el lenguaje, pero sí habían adquirido la capacidad de usar socialmente los gritos instintivos. Los primeros elementos fueron los llamados y las imitaciones. Al no bastar los primeros crearon las segundas. Unos y otras producían desarrollos cerebrales que les permitían alcanzar mayor complejidad y, también, irse haciendo convencionales.
La elaboración de nuevos y más finos útiles de trabajo estrechó el contacto entre aquellos seres. El mayor contacto con la naturaleza que esos útiles permitían, posibilitó el aumento de los datos conocidos sobre ella y la cantidad de cosas que era necesario comunicar. Así, se amplió la gama de los sonidos y se agregaron a los instintivos nuevos sonidos tomados de la naturaleza y de los otros animales, por imitación básicamente.
La repetición lleva a que se desechen algunos sonidos inútiles. Por el contrario, los que son útiles se graban en el cerebro, estableciéndose “conexiones reflejo-condicionadas” entre un sonido (oído y pronunciado), un movimiento muscular, la imagen del objeto que lo provocó y las consecuencias del sonido.
Estas formas de lenguaje, aunadas con los gestos y la mímica se dieron en el Pitecantropo y el Sinántropo.
Durante esta etapa, el homínido tenía un conocimiento elaborado con base en la acumulación de sensaciones e impresiones y en el establecimiento de relaciones externas entre ellas. Es decir, que se encontraban en el momento del conocimiento sensorial. El material que era comunicado en esta etapa de la humanidad era, pues, de sensaciones e impresiones y no alguna clase de pensamiento abstracto. Hasta aquí, la comunicación formaba parte del proceso de producción y respondía a necesidades específicas surgidas de este proceso. El habla tenía aún una relación inmediata con los objetos y las acciones y era dependiente de ellos.
El hombre de Neandertal llevó el lenguaje inarticulado a su nivel más alto. En él, el cerebro alcanzó un mayor desarrollo, que hubiera posibilitado la aparición del lenguaje articulado. Pero el desarrollo del aparato fonador y de la mandíbula inferior no lo permitieron.
En un lento proceso, el habla se fue desligando poco a poco del objeto y haciéndose paulatinamente independiente.
En el hombre de Cromañón, el desarrollo cerebral y el de los aparatos del habla habían alcanzado ya un nivel que permitía la articulación. El alto desarrollo de los instrumentos de trabajo lo había colocado en una muy estrecha relación con la naturaleza y aumentado en alto grado sus conocimientos sensibles sobre ella; por otra parte, las relaciones entre los hombres se habían hecho muy estrechas y aparecían ya las primeras formas de organización gentilicia entre ellos.
La acumulación del conocimiento sensible había suministrado ya la materia prima que daba la base para la aparición del concepto. El nivel de desarrollo cerebral lo hacía igualmente posible. Se podría decir que los conceptos ya existían “en potencia”, pero aún se expresaban únicamente por la descripción de los elementos que ya se conocían.
La producción de medios de producción, la división del trabajo y otros factores introdujeron un cambio radical, cualitativo, en las relaciones entre los hombres. De este modo, el lenguaje inarticulado que servía para resolver las contradicciones entre el conocimiento que el hombre tenía de las sensaciones e impresiones y su necesidad de comunicarlas a los demás, se hizo inútil para comunicar los nuevos contenidos del conocimiento, para efectuar las nuevas formas de trabajo colectivo y de vida social. En realidad, el proceso había superado ya la etapa de la antigua contradicción y llevado a primer plano una nueva, cualitativamente diferente. Podríamos decir que en esta etapa el hombre debía comunicar cosas cualitativamente diferentes de sensaciones e impresiones. Como dice Mao Tsetung: “las contradicciones cualitativamente diferentes pueden ser resueltas sólo por métodos cualitativamente diferentes”.
Y para resolver la nueva contradicción, el hombre creó el método específico que lo hiciera posible: el lenguaje articulado. Este proceso se dio en forma acabada en la época del Solutrense y del Magdaleniense.
La aparición del lenguaje articulado posibilita que la comunicación se dé por fuera del proceso directo de producción y que se haga independiente de los objetos y de las acciones, tanto espacial como temporalmente. La cualidad generalizadora y de abstracción de la palabra permite la conformación del concepto en cuanto tal, le da su forma material, sin la cual aquél no podría existir.
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IV. FORMACIÓN DEL PENSAMIENTO EN EL NIÑO
Durante cuarenta años, Jean Piaget se dedicó a la observación y a la investigación de los procesos psicológicos. Su campo de trabajo fue la observación empírica y el contacto más estrecho con la realidad.
Aunque en sus comienzos se oponía en forma decidida a la teoría materialista dialéctica y orientaba sus trabajos no sólo por fuera, sino aún en contraposición al marxismo, la objetividad con la cual realizó su trabajo lo llevó, cuarenta años más tarde, a reconocer que sus estudios se habían desarrollado por el camino de la dialéctica materialista y que era ella la que daba pie firme a sus deducciones y teorías, que era la dialéctica la que las recorría totalmente, constituyéndose en su espina dorsal, en el esqueleto que les daba una estructuración y una conformación científica.
Por ello, hemos tomado como base sus teorías para exponer lo referente al desarrollo del pensamiento en el niño, mostrando, al mismo tiempo, la correspondencia que sus teorías guardan con las expuestas en el segundo apartado de este trabajo, es decir, con la teoría materialista dialéctica del pensamiento, expuesta en su forma más elevada por Mao Tsetung.
“Todo movimiento, todo pensamiento o todo sentimiento, en general toda acción, responde a una necesidad (…) que es siempre la manifestación de un desequilibrio y que existe cuando algo, fuera de nosotros o en nosotros (…) ha cambiado (…) La acción termina en cuanto las necesidades están satisfechas, es decir, desde el momento en que el equilibrio se ha restaurado”.
JEAN PIAGET
Estadios de desarrollo mental del niño
Piaget considera que, en su desarrollo mental, el niño recorre seis estadios: 1) el de los reflejos o montajes hereditarios, 2) el de los primeros hábitos motores y percepciones organizadas, 3) el de la inteligencia sensorio-motriz o práctica, 4) el de la inteligencia intuitiva, 5) el de las operaciones intelectuales concretas, 6) el de las operaciones intelectuales abstractas. Nos interesan para nuestro trabajo los cuatro primeros estadios, que analizaremos.
Etapa de los reflejos, de las primeras tendencias instintivas y las primeras emociones
Vimos que para los marxistas el pensamiento depende de la práctica social y que la actividad práctica más fundamental es la actividad productora. Definimos actividad productora como las acciones encaminadas a lograr la satisfacción de las necesidades del hombre. O sea, que dichas actividades están en la base del pensamiento, son la etapa inicial de la cual se parte. Vimos, también, que estas actividades tienen un carácter social y que son un medio para resolver la contradicción que existe entre el medio que rodea al hombres, medio que puede resolver sus necesidades pero que está en potencia, y la necesidad.
De igual manera, vimos que en las primeras etapas del surgimiento de la humanidad esta contradicción se resuelve mediante mecanismos instintivos, que funcionan en base a reflejos inherentes a la naturaleza misma del hombre.
Nos dice Piaget que en la primera etapa del niño, inmediatamente luego del nacimiento, “la vida mental se reduce al ejercicio de aparatos reflejos (…) hereditarios que corresponden a tendencias instintivas”.
Estas “coordinaciones sensoriales y motrices” son, pues, los mecanismos concretos que el niño emplea para satisfacer sus necesidades elementales. Sonidos instintivos, como los producidos en el llanto, hacen que el mundo que lo rodea satisfaga sus necesidades, tarea que en este caso cumple la madre o quien haga sus veces. De esta manera, dichas actividades son, desde el nacimiento, sociales y tendientes a un fin. Aunque es obvio que esto no tiene aún nada de conciente.
Estos reflejos nada tienen de mecánicos. Son activos y éste es uno de sus caracteres fundamentales. Nos dice Piaget que existe “una asimilación sensorio-motriz precoz” y que los reflejos “se afinan, conducen a reconocimientos prácticos y permiten una especie de generalizaciones de la actividad”. Es decir, que se van estableciendo en el cerebro conexiones reflejo-condicionadas que modifican las instintivas originales y las perfeccionan. Con el tiempo, incluso, se crean nuevas. Como dice Mao Tsetung: “solos las cosas comprendidas pueden ser percibidas aún más profundamente”.
Todas las explicaciones de Piaget están guiadas por el principio de que “las acciones [son] el punto de partida de las futuras operaciones de la inteligencia”, es decir, “que el conocimiento depende la práctica social”.
La principal actividad en esta etapa es la de succión, tendiente a satisfacer la necesidad de nutrición. En su sentido más amplio podríamos considerar que hay aquí un trabajo muy incipiente. El mundo es para el niño recién nacido una “realidad susceptible de ser chupada”. Más tarde, el desarrollo de los órganos de los sentidos amplía grandemente su conocimiento del mundo, porque le permite recoger nuevas y diferentes sensaciones o datos del mundo objetivo, porque constituyen nuevos factores de contacto con la realidad.
Etapa de los primeros hábitos motores, de las primeras percepciones organizadas y los primeros sentimientos diferenciados
El marxismo nos dice que luego de haber acumulado un cierto número de sensaciones e impresiones en la etapa del conocimiento sensorial, se establecen en el cerebro relaciones externas entre las diferentes percepciones y sensaciones. Relaciones que permiten realizar toda una gama de conductas orientadas hacia un fin y resolver una serie de problemas prácticos.
Para Piaget, en esta segunda etapa, los ejercicios reflejos se integran “en hábitos y percepciones organizadas (…) que constituyen el punto de partida de nuevas conductas”. Es claro que la coincidencia entre los dos puntos de vista es aquí completa. Este desarrollo comienza a partir de la quinta semana y adquiere su forma más completa entre los 3 y los 6 meses, cerca de los 4 y medio generalmente. A esta edad, el niño comienza a coger todo lo que ve, a reconocer a ciertas personas por oposición a otras y a sonreírles. Especialmente imperante es la capacidad de coger porque posibilita la creación posterior de nuevos hábitos.
Por otra parte, esta capacidad de prensión coloca al niño en un contacto mucho más amplio y directo con el mundo que lo rodea, multiplicando extraordinariamente la fuente de sus percepciones y el número de ellas. O sea, que el campo del conocimiento sensorial se amplía en forma considerable.
Etapa de la inteligencia sensorio-motriz o práctica
Piaget considera que existe en este momento, desde los 18 meses, una inteligencia práctica que opera no con palabras sino con “esquemas de acción”.
Habíamos dicho que en la etapa inmediatamente anterior al surgimiento de la palabra existían ya en el cerebro todos los elementos que daban la base para la conformación de los conceptos y que el hombre operaba con ellos de una manera global, sin que estuvieran todavía diferenciados. Dijimos que podía decirse que el concepto existía ya en potencia y que la aparición del lenguaje le permitía concretarse, materializarse.
Según Piaget, en este momento ya el niño está en capacidad, y la emplea, de utilizar diferentes medios como instrumentos de una manera coordinada con un “objetivo propuesto de antemano”. Proceso que implica haber comprendido la relación entre el instrumento y el objetivo. Vemos que aquí el instrumento se aparece completamente con la calidad de un útil de trabajo que es empleado mediante la utilización de la mano, que se constituye en una prolongación de ella. Esta utilización de instrumentos permite al niño establecer una estrechísima relación con el medio, con el mundo objetivo y modificarlo de una mayor manera.
Estos “actos de inteligencia” se conforman mediante “una flexibilidad suficiente para registrar los resultados de la experiencia”. Ya el niño no solo reproduce los movimientos anteriores sino que “los varía intencionalmente para estudiar los efectos de esas variaciones”. Esta es una forma de práctica social, así se dé todavía de una manera muy rudimentaria y poco compleja.
Esta “experimentación” multiplica los “esquemas de acción” y los coordina entre sí. Para Piaget, este proceso es esencialmente similar al que se realiza en el pensamiento “verbal”, simplemente que aquí el niño lo realiza sin palabras.
Los llamados “esquemas de acción” no son conceptos, sino solamente percepciones y movimientos organizados, pero contienen ya todos los elementos constitutivos de los futuros conceptos.
Así, los nuevos elementos adquiridos por el niño mediante el conocimiento sensorial son incorporados a los esquemas de acción, estructuras ya constituidas. Este es el mismo proceso mediante el cual la práctica perfecciona y afina los conceptos mediante la adquisición de nuevas experiencias. O sea que en este momento los nuevos conocimientos no se acumulan a otros anteriores sino a una estructura ya formada: los “esquemas de acción”, que podríamos llamar de una manera amplia “conceptos no verbalizados”.
Hasta este momento, la inteligencia del niño, su conocimiento, estrechamente ligado a los objetos del mundo exterior, depende de ellos, sólo puede operar en su presencia.
Aparecen desde ahora las categorías “del objeto y del espacio”, de la causalidad y el tiempo, todas ellas, naturalmente, como categorías prácticas o de acción pura, y no todavía como “nociones del pensamiento”.
Es claro que esto se ajusta a lo que veíamos en el apartado segundo, que lo fundamental que conforma el pensamiento y los conceptos existe ya antes de la aparición del lenguaje, pero no todavía como pensamiento y como conceptos en el sentido estricto de los términos.
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V. APARICIÓN DEL LENGUAJE EN LOS NIÑOS
“El lenguaje es el instrumento más importante de la comunicación humana”.
LENIN
Hemos anotado ya que en el niño se dan generalizaciones iniciales cuyo carácter principal es el de no ser concientes. Estas generalizaciones le permiten resolver problemas prácticos utilizando medios para alcanzar fines. Es el proceso que Piaget muestra detalladamente. Generalizaciones que, por otra parte, están estrechamente ligadas a la experiencia sensorial y no pueden ser independientes de ella.
Inicialmente, y para resolver la contradicción que crean sus primeras necesidades, el niño emplea sonidos instintivos y algunas actividades motoras no concientes. Más tarde, con base en la necesidad, desarrolla otras formas de acción, entre ellas las de comunicación. Es así como aparece la imitación. Con base en ella, el niño desarrolla formas de simbolización marcadamente individuales y que son elementos importantes en la formación del pensamiento, ya que son una fuente de representaciones individuales para el niño. Estas formas de simbolización suministran también esquematizaciones representativas con una cualidad de individualidad.
El llamado “juego simbólico” es la principal de estas fuentes y surge casi al tiempo con el lenguaje, pero independiente de este. Por medio de este “juego simbólico” el niño logra expresar algunos de los contenidos que existen en su mente. Por medio suyo, el niño comienza a “evocar” algunas situaciones anteriores. Es decir, que el juego simbólico da las primeras bases para que la mente del niño se vaya independizando de la realidad, de los objetos inmediatos. Estos “juegos simbólicos” son imitaciones de acciones determinadas o de los gestos que las acompañan. Para que se dé este tipo de imitación en necesario que esté presente un “símbolo lúcido” que el niño pueda asociar con la acción o con los gestos que va a repetir.
Más tarde, pero casi simultáneamente, aparece la “imitación diferida”, como la denomina Piaget. Se diferencia del anterior tipo de imitación en que se efectúa “sin la presencia del modelo correspondiente”. Representa un avance por el camino de la separación de la mente con respecto a la realidad objetiva inmediata.
El tercer tipo de símbolos individuales está dado por la “imaginería mental”, que no es otra cosa que el conjunto de imágenes interiorizadas. Se presentan ya en el cerebro del niño significaciones sistematizadas, pero que son expresadas por las señales.
La utilización repetida de estas tres formas de simbolización va diferenciando los significantes de los significados y abriendo paso a la aparición del concepto y del lenguaje.
El niño, hasta aquí, puede comunicar por medio de las señales, de los gestos, de la imitación todo lo que necesita comunicar; también por medio de ellos puede relacionarse con los demás, incidir sobre ellos.
El desarrollo físico y mental del niño le crea nuevas necesidades, que para poder ser resueltas precisan de una socialización más avanzada, de los conocimientos que son patrimonio de la humanidad, de la cultura, y que el niño no puede adquirir únicamente con base en su propia práctica social.
Es aquí cuando, y para resolver esta contradicción y permitir que el desarrollo mental del niño continúe, aparece el lenguaje verbal o articulado.
Su aparición permite al niño “desarrollar” su pensamiento al darle la capacidad de generalizar y de asimilar, la primera de las cuales es inherente a la palabra. Por otra parte, permite al niño asimilar los conceptos que son propiedad de su cultura. Pero es necesario anotar que esta asimilación es activa y que está determinada por las condiciones específicas de la práctica social del niño. Podemos afirmar que el contenido del concepto asimilado por el niño no es igual al de su cultura, sino que las condiciones de vida del niño y sus peculiaridades individuales introducen modificaciones que a veces son substanciales.
Mediante el lenguaje verbal, el niño puede transmitir los conceptos y asimilar otros. De esta manera se afina su conocimiento del mundo y entra en posesión de su herencia cultural. Su proceso de socialización se acelera de manera notable. Podríamos decir que el lenguaje verbal permite al niño alcanzar en pocos años el desarrollo que, sin el lenguaje articulado, alcanzó el hombre durante miles de años de su historia.
Por otro lado, “el niño adquiere (…) la capacidad de reconstruir sus acciones pasadas en forma de relato y de anticipar sus acciones futuras mediante la representación verbal”.
Dice Piaget, repitiendo con otras palabras el pensamiento de Lenin que encabeza este apartado: “El resultado más claro de la aparición del lenguaje es que permite un intercambio y una comunicación continua entre los individuos”.
Es de anotar que en la primera etapa del lenguaje verbal el niño expresa nociones generales, conceptos relativamente difusos e indiferenciados y lo hace por medio de complejos sonidos, que Piaget llama “palabras-frases”. Es con el desarrollo del lenguaje y mediante la internalización de la palabra que el niño va diferenciando y dividiendo los conceptos y también expresándolos con palabras aisladas y específicas.
Hace notar Piaget que la aparición del lenguaje articulado o verbal no es un hecho aislado sino que es la continuación y la etapa más alta de un proceso que se ha iniciado, desde el nacimiento del niño, con la utilización por parte de éste de sonidos y reflejos instintivos y cuyo desarrollo es paralelo al desarrollo físico y mental del niño, desarrollos estos que están interconectados.
Finalmente, es preciso destacar la importancia que para ambos tipos de desarrollo, físico y mental, ha tenido la acción de la mano del niño. Ya vimos que con ella realiza sus primeros contactos con el mundo exterior, que mediante ella comienza a reconocerse como individuo, como algo diferente del mundo que lo rodea, que ella tiene un papel principalísimo en el desarrollo y realización de las tres formas de simbolización individual.
Nuevamente, en el niño como en los primates superiores prehomínidos, la mano juega un papel fundamental en la aparición del pensamiento lógico, forma superior de desarrollo de la materia y característica esencial que hace al hombre diferente del animal.
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VI. RELACIÓN PENSAMIENTO-LENGUAJE
Con base en lo expuesto a lo largo de los apartados anteriores podemos intentar, a manera de conclusiones, plantear algunos puntos relacionados con el vasto tema de la relación que existe entre pensamiento y lenguaje.
Anotamos como, pese a existir ya todos sus elementos constitutivos, su base física, los procesos que le dan origen y lo conforman, el concepto no existe en cuanto tal antes de la aparición del lenguaje.
También hemos visto como, a pesar de haber alcanzado el desarrollo cerebral un grado suficiente para permitirlo, el lenguaje no aparece antes de un determinado avance del proceso de conocimiento, de las relaciones del hombre con otros hombres y con la naturaleza.
Estos dos fundamentos nos dan una idea general de la relación que existe entre pensamiento y lenguaje. Vemos que uno de ellos no puede existir sin el otro.. Pero que ninguno de ellos se presenta antes que el otro.
El concepto, preexistente en sus elementos fundamentales, aparece como tal únicamente cuando la aparición del lenguaje lo materializa y le da una forma externa. Así, el lenguaje es una exteriorización y un afianzamiento de los resultados del conocimiento humano. Como dice Mao Tsetung: “lo espiritual se transforma en lo material”.
Son los idealistas quienes propugnan la existencia de elementos espirituales desligados en forma total de la materia. Por el contrario, el materialismo dialéctico parte de la base de que lo material produce lo espiritual y que lo espiritual no puede existir sin una base material que lo sustente.
Por otra parte, cuando el lenguaje es interiorizado por el hombre se integra a su conciencia en forma de conceptos.
De estas dos anotaciones podemos deducir que otra de las características de la relación que existe entre pensamiento y lenguaje es la de que cada uno de ellos se transforma en el otro en determinadas circunstancias.
Se ha dicho, igualmente, que “la operación del lenguaje permite (…) la transformación de cualquier hecho psíquico en conciencia” y, al mismo tiempo, “pone de manifiesto el origen de los fenómenos psíquicos”.
Los elementos del pensamiento racional son carentes de imagen y de forma. Es decir, los elementos cualitativamente nuevos que surgen a partir del conocimiento sensorial carecen de una forma material que les dé existencia. Al aparecer el lenguaje, les “confiere objetividad, les da un género de realidad” y posibilita que se fijen en la conciencia.
De todas las anteriores afirmaciones podemos concluir que lenguaje y pensamiento son los dos términos de una unidad contradictoria, de una contradicción, pues poseen las características que constituyen una contradicción, según las establece Mao Tsetung. Éste nos dice que “cada uno de los dos aspectos contradictorios tiende a transformarse, en condiciones determinadas, en el otro”, y agrega: “cada uno de los dos aspectos de una contradicción (…) presupone la existencia del otro”. Es fácil apreciar que esto se corresponde con claridad con lo que acabamos de anotar acerca de las relaciones entre pensamiento y lenguaje.
Cosa semejante ocurre con el planteamiento de que “un aspecto contradictorio no puede existir aisladamente. Si no hay un aspecto opuesto, cada aspecto pierde lo que condiciona su existencia” (Mao). O sea que ni pensamiento ni lenguaje pueden existir el uno sin el otro, como ya hemos mostrado.
Pero sabemos también que entre los dos aspectos de la contradicción existe oposición. Vemos cómo ésta se presenta entre pensamiento y lenguaje en su mutua calidad de significado y significante. Existe contradicción pues el lenguaje no expresa total y completamente el contenido del concepto. De igual manera, el lenguaje expresa en determinadas circunstancias cosas que no están contenidas en el concepto. Por eso siempre se pierde parte del sentido en una traducción, pues aunque dos palabras expresen el mismo concepto en dos idiomas distintos, el significado de ambas no es exactamente el mismo.
Nos dice Mao Tsetung que “es la contradicción interna existente en todas las cosas la causa del cambio de ellas” y que es “por la contradicción que las cosas se desarrollan”. Ya hemos observado que esto se da también entre los dos elementos que nos ocupan. Que es precisamente esa contradicción entre significado (concepto) y significante (lenguaje) la que permite al concepto progresar, afinarse, generalizarse más y ampliar su contenido. Y que es el desarrollo del conocimiento humano el que enriquece al lenguaje al crear nuevos contenidos, nuevos conceptos que dan origen a nuevas palabras.
Al permitir la asimilación a la conciencia de toda la cultura de los resultados del conocimiento de otros hombres, la palabra enriquece también notoriamente al pensamiento. Al permitir la confrontación del contenido de los conceptos en las diversas personas, la palabra aumenta el contenido del concepto de cada una de ellas. Al mismo tiempo y por la misma razón, es el lenguaje el que posibilita la existencia de la conciencia social al permitir el conocimiento indirecto y la acumulación de los conocimientos. Aquí entendemos conciencia social como la “comprensión de la realidad por parte de una sociedad dada”.
Otra de las formas como el lenguaje influye en el desarrollo del conocimiento es como vehículo que convierte al propio pensamiento en un estímulo material que impresiona los sentidos produciendo a veces efectos más importantes que los que producen otros estímulos físicos. Esto porque una sensación solamente comunica una cantidad muy pequeña de información respecto de un objeto determinado. La palabra, en cambio, hasta puede comunicar la esencia del objeto y de sus relaciones con los otros objetos del mundo objetivo.
A través del lenguaje, el individuo asimila en su conciencia individual la conciencia social de su sociedad y, al mismo tiempo, hace que su conciencia individual pase a formar parte de la conciencia social.
Por último, debemos analizar también “cuál es el aspecto principal de la contradicción” (Mao), para comprender en forma más acabada el proceso de desarrollo de los dos elementos que venimos tratando.
Consideramos que en una primera etapa, la de la aparición del pensamiento y del lenguaje en la humanidad, fue el concepto el aspecto fundamental y el que regía la contradicción. Si partimos de la observación de Engels anotada más arriba, el lenguaje surgió de la necesidad ineludible del hombre de comunicar algo. Por ello, al ser el concepto cualitativamente diferente del simple conocimiento sensorial, determinó la existencia de una forma también cualitativamente nueva de expresión y comunicación.
Por ello, consideramos errónea la tesis de considerar que el lenguaje es arbitrario en el sentido de pensar que en la escogencia de tal o cual sonido o series de sonidos es independiente de los contenidos que debe expresar. No hemos profundizado lo suficiente en este tema como para esclarecer totalmente este punto, pero pensamos que si el hombre sólo puede pensar dentro de las condiciones de su época y de su medio y teniendo en cuenta las relaciones entre pensamiento y lenguaje que hemos establecido antes, podemos afirmar que el hombre tampoco puede hablar con independencia de esas mismas condiciones y que, por lo tanto, aunque debió haber un cierto grado de arbitrariedad, lo fundamental de los sonidos estuvo determinado por el contenido del pensamiento y, secundariamente, por las condiciones sociales y ambientales en las que se originó cada diversidad lingüística.
En cambio, posteriormente y hasta ahora, el lenguaje es el elemento dominante en la contradicción y podría decirse que moldea el pensamiento de los hombres, pero todo ello determinado en primera instancia por la práctica social. Esto porque, al nacer, el niño está sometido a la asimilación de conocimientos indirectos, que le son comunicados por medio de lenguajes ya conformados. Pero sería necesario analizar cada caso y cada proceso concreto en los cuales intervengan lenguaje y pensamiento.
Por ejemplo, con el desarrollo de la lucha por la producción y la experimentación científica, se producen en la ciencia y en la técnica adelantos que dan origen a nuevos conceptos. Aquí se podría creer que es este contenido conceptual el que determina totalmente la palabra que lo va a expresar. Pero no es así, porque en su primera etapa y antes de la aparición del nuevo término, el nuevo concepto se expresa generalmente en forma descriptiva por medio de la unión de varias palabras cada una con su contenido propio, lo que no puede dejar de tener influencia en la conformación del concepto mismo. Esta es una clara muestra de la complejidad de la relación y del por qué no es posible llegar en este trabajo a conclusiones más precisas al respecto.
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