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SEMBRAR Y VIVIR EN NUESTRA TIERRA
VI. FORMAS DE CULTIVO Y ACTIVIDADES RELACIONADAS > Primera parte
Todos sabemos que para tener éxito en los cultivos y obtener buenas cosechas no es suficiente con seguir las "prescripciones" del calendario agrícola, sino que tenemos que tener en cuenta otras actividades también indispensables. En general, nuestro trabajo agrícola está marcado por una muy amplia variedad de tareas, en muchas de las cuales intervienen factores cuya naturaleza no es meramente material. Veamos algunos ejemplos.
Shi tusr kopen ponsreik lata (Siembra mixta o asociada)
Una de las más notables y antiguas particularidades de la práctica de nuestra agricultura es el cultivo mixto o asociado, es decir, la siembra simultánea y ordenada de varios cultivos en un mismo ellmarik yu o huerta, para obtener el máximo provecho de los recursos y nutrientes del suelo, de las tareas agrícolas y de las propiedades de las diferentes plantas, así como para controlar de un modo más eficaz las plagas y malezas. Esta forma de cultivo es especialmente importante en el kurak yu, tierras bajas, pero no es rara en sitios de mayor altitud.
Se colocan semillas de maíz y fríjol en un sólo hueco. Al crecer, la caña de maíz suministra el soporte para que el fríjol se enrede, cosa muy importante dada la aguda deforestación de nuestro resguardo, la cual haría difícil envarar una frijolera independiente.
En la mitad y a intervalos regulares se siembran alverja, papa, haba, oca y mauja. La papa se cosecha primero, la siguen la alverja y el haba. De últimos se recogen el maíz y el fríjol. Además de que estos productos no compiten agudamente por los nutrientes, pues son complementarios desde este punto de vista, los desechos vegetales que se producen al cosechar unos sirven de abono para los otros; también las deshierbas y aporques cumplen su función con respecto a los múltiples productos.
Estos siete productos conforman una tupida cubierta para el suelo, lo protegen del golpe directo y excesivo del sol y de las lluvias y ayudan a conservarlo frente a la erosión.
Las semillas de la alverja deben sembrarse con una distancia adecuada entre sí para que las plantas no se amarren las unas a las otras y formen espesos anudamientos que les impedirían cargar.
El haba carga poco y no precisa de varas ni apoyos; el maíz la protege del viento e impide que éste pueda doblarla o quebrarla. Se la ubica en la parte externa de las eras o camellones.
También papa, haba, maíz y fríjol se asocian en una misma era, en la forma en que lo muestra el siguiente gráfico:
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La papa se siembra en los dos lados y el haba en el centro; después de tapar bien, se siembran el maíz y el fríjol juntos, intercalados con las papas de los lados de la era.
Cuando se trata del maíz y sus asociados, la siembra mixta debe efectuarse en algún momento entre finales del nukuaro y, máximo, el primer tercio del srepol, de preferencia cuando la llegada del aguacero ya ha humedecido la tierra. Si se siembra cuando todavía es verano y se atrasa la llegada de las primeras lluvias, las semillas no germinan por carencia de humedad y se pierden, lo que obliga a resembrar cuando comienzan las precipitaciones. Sin embargo, algunos productores se arriesgan para tratar de adelantar el momento de las cosechas, lo que les permite lograr mejores precios en el mercado. Si se siembra después del momento adecuado, los vientos llegan antes de que las matas estén lo bastante fuertes para resistirlos y las quiebran.
En algunos lugares del resguardo, los aguaceros caídos durante el lamosre prolongan la humedad del suelo hasta fines del nukuaro; esto permite adelantar la siembra del maíz y sus acompañantes para esta época, al posibilitar que las semillas germinen y aparezcan las plantitas en espera de las primeras lluvias. Si su llegada se tarda, las plantas tiernas se agostan y mueren.
Hace tiempos, la arracacha constituía uno de nuestros cultivos más importantes como alimento, y también como bebida, pues se hacía chicha con ella. Se sembraba asociada con el maíz, la papa y el haba:
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En las tierras más frías y en el páramo, la papa y el ullucu son las plantas asociadas por excelencia, aunque en el kausro puede agregarse el haba como tercer cultivo.
Se siembran en camellones de tres hileras, con la papa en las exteriores y el ullucu intercalado en el centro:
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Si la tierra es medio polvosa y apta para que crezca el helecho, es buena para sembrar en ella cuatro cultivos asociados: papa, ullucu, oca y haba.
El haba se asociaba con el trigo de año y se comía cuando se estaba cosechando éste.
Se acostumbra asociar la cebolla con col y ajo. También se siembra con otros cultivos como el ulluco y la papa en eras en donde la cebolla ocupa las partes externas de las mismas:
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Tsin mara (formación de eras)
La construcción de las eras es un trabajo fundamental para el buen resultado de los cultivos; se realiza en tres etapas: tsin katrop, moldar, tsuroparop, partir en pequeños bloques, y tsin tanap, alzar o tapar y echar tierra.
Se molda hacia finales del nukuaro, levantando pirokalus, paladas de tierra de diez a quince centímetros de gruesas y en forma de prisma; se voltean a lado y lado en hileras rectas que siguen la pendiente. Cada hilera queda formada por dos prismas adyacentes, volteados de un lado y del otro; el pasto volteado queda cara a cara contra el del suelo, que no se toca, y ambos se pudren en unas dos semanas, aunque desde el día siguiente ya están "sudando". No se deja tierra picada suelta en el surco que queda al sacar los prismas, sino que se alisa con la pala o un azadón.
En septiembre se alzan las eras. Con un barretón se pica la tierra en los surcos y se echa encima de la era para aumentar su altura; el surco se deja bien firme y liso. Se siembra de inmediato, al otro día o a los dos días, para que las eras estén calientes, para que no se enfríen, pues, en ese caso, la semilla no nace.
Las semillas de la papa se cargan en una jigrita y se siembran en el centro de la era con ayuda de una palita especial de cabo corto; con ella se abre el hueco, se mete la semilla y se tapa. Como la palita ha ido desapareciendo, entonces, antes de sembrar se pica ligeramente el prisma volteado para permitir la introducción de la semilla con las manos. Luego se siembra el haba, enterrando la semilla intercalada con la papa.
La semilla se entierra más honda cuando las lluvias están lejanas y más superficial si están cerca. Pero siempre se evita que quede en contacto con el pasto, pues allí el suelo es duro y la papa y la arracacha no engruesan, ni el maíz y el haba arraigan bien
Cuando la pendiente es muy fuerte, la eras se hacen en tramos cortos y no continuos en toda su extensión, bien en forma de tsin utik, horqueta, y se llaman soto parik, como se muestra a continuación:
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O bien enfrentando los kan parik, camellones o tablones, con los tsin kulli, surcos, por donde debe correr el agua; los sitios de contacto entre eras y surcos forman un tom o articulación que recoge la tierra e impide que se ruede y que se denomina parik. El ancho de cada era o surco depende de la topografía y del suelo, pero el ideal es de unos 80 centímetros:
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El sistema de hoy es el de wewanik, que se introdujo a finales de los años 50, y consiste en preparar la tierra picando desde arriba para que la tierra no se ruede tanto, y volteando todo el pasto, wekuanik turlento kuallik. Pero no es bueno porque la tierra queda floja y el agua la arrastra con facilidad, erosionándola.
También es posible trabajar con un sistema de eras atravesadas o diagonales, que se denomina soto parik y que combina algunos kan parik largos y rectos con otros que se hacen atravesados. Los anchos de los surcos y eras no se pueden precisar con anticipación porque dependen de la topografía y condiciones del suelo. Hoy se ha ido abandonando y sólo queda en algunas sabanas altas. Este sistema permite conservar la tierra en sitios cuyas características combinan varios tipos de relieve y crear un sistema complejo de distribución y conducción del agua.
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En rocería del monte, en donde hay mucho musgo, el hueco se abre por encima y la semilla se coloca entre el musgo, después de echar un poquito de tierra. Si la semilla se pone muy honda, queda en tierra brava y no nace. Este sistema se llama tsalla towap.
En montaña recién tumbada no se siembra de una vez sino que hay que preparar el suelo. Se tumban los árboles y se deja así, sin tocar, durante dos años, para que la tierra se caliente bien con la fuerza del sol y reciba el alimento del viento. Después se cortan los troncos en pedazos y se deja durante otros dos años para que crezca el rastrojo. Finalmente, se corta éste, se pedacea bien y se siembra usando un estacón.
Otros socolan y amontonan la vegetación más baja en noviembre, tumban los árboles gruesos y cortan y extienden las ramas a comienzos de enero y queman en febrero. El sol y el fuego calientan la tierra y ya se puede sembrar papa, picando con la pala para revolver la ceniza con la tierra.
En algunos sitios se socola la montaña y se deja seis meses quieta; luego se quema y se deja otros seis meses, hasta que nazcan anak, jabón de tusa, y papa de pishimisak. Entonces, la gente dice que la tierra ya debe estar putserap, bien flojita, y lista para sembrar cualquier cosa.
Cultivo de pura (maíz)
Si el maíz se siembra a finales del lamokuaro o en los inicios del lamosre, en lugar de hacerlo en la época señalada por el calendario, las lluvias del último le permiten crecer, pero no carga. Intentos de sembrarlo sin "atender al tiempo", propiciados por entidades oficiales como la Corporación Regional del Valle del Cauca, CVC, y con la introducción de variedades y semillas mejoradas, terminaron en fracasos, pese a que las predicciones de los técnicos aseguraban la posibilidad de obtener tres cosechas anuales.
Para ello, se sembró en noviembre y diciembre, épocas buenas para que la semilla retoñe, pues hay humedad, pero en febrero y marzo los ventarrones quebraron el maíz por completo y se perdió, pues las cañas eran muy débiles en ese momento.
En mayo se hizo otro intento con siembra a chorrillo. En agosto ya estaba listo para espigar y brotaron las espigas, pero llegó el viento fuerte y arrebató la "ceniza" de ellas y no hubo base para que cargara, por lo que se perdió de nuevo.
Con estas experiencias, la gente volvió a los dos momentos fijados por el calendario tradicional para sembrar según la altura.
En las tierras recuperadas, tierras de maíz y trigo, se han presentado problemas con las diversas costumbres de los cultivadores según el lugar de su procedencia.
Ya se ha dicho que en el kurak yu debe sembrarse a finales del gran verano o a comienzos del invierno. En las tierras del kausro, en cambio, hay que adelantarse a sembrar en junio o julio, en lugares bien protegidos del viento y que tengan adecuada humedad o contengan ojos de agua, echando los granos a chorrillo para luego entresacar las matas intermedias, pequeñas y débiles, que no van a resistir los vientos ni a cargar, pero que sí quitan fuerza a las otras.
Por el contrario, si en el kurak yu se siembra en junio o julio, la mata crece débil durante el verano y se pudre con la caída de las lluvias, o crece cargando muchas "guaguas" pero sin granos.
Por eso, cuando se recuperó Santiago, los venidos de Puente Real y Guambía sembraron en septiembre y octubre y sacaron buenas cosechas. Quienes llegaron de Pueblito, Campana y otras veredas de la parte alta, sembraron en julio y perdieron el maíz y el fríjol, aunque la alverja y la papa se dieron bien. No cayeron en cuenta de que esta era otra tierra. Además, cometieron el error de sembrar puñados de semillas en el mismo hoyo.
Pero no sólo hay que tener en cuenta el tiempo de sembrar, también influye el momento preciso para hacerlo. Los mayores dicen que si el maíz se planta en el tercero o cuarto día de luna, se levanta muy alto y algunas cañas no cargan; es "tallo de macho". Para arreglar eso, se quita la primera espiga tan pronto como aparece y, entonces, brotan dos espigas nuevas; esto se llama "capar el maíz". Así si carga bien porque esa es la madre del maíz; su alimento es ese polvito de las espigas y él es el que la hace cargar. Pero los técnicos de afuera se oponen a que se quite.
Igualmente es importante la forma de aporcar, porque al maíz no le gusta que le echen toda la tierra de una vez como a la papa, sino que se la vayan tirando poco a poco; en caso contrario, se marchita, se amarilla y se daña.
El proceso de deshoje es de amplio efecto sobre la cosecha final. Hay que hacerlo cuando está entrando el choclo; se daña si se hace cuando apenas comienza a cargar. Es preciso quitar unas tres hojas de las de abajo que ya están amarillando; así se afirma la caña y se evita que el agua se acumule en el tallo, ocasionando gota.
No se deben quitar muchas hojas, pues si se arrancan cinco o seis se llega casi hasta el sitio en donde están las mazorcas, quitándoles fuerza; entonces, aunque la caspa sea larga y esté cargada, resulta un grano muy delgado que no engruesa.
Pero, sobre todo, es en el proceso mismo de siembra en donde se aseguran las condiciones para que el maíz sea bueno y abundante y tenga las cualidades que se requieren.
Aquí también hay un enfrentamiento entre la visión de los técnicos de las instituciones y lo que dice la tradición propia. Un mayor lo expresa así:
"Los técnicos dicen que ahora la semilla se debe sacar de la mata que carga dos mazorcas. Los técnicos de la creencia sacaban del maíz que estaba cargado hasta la pura corona y del mejor color. Al sacar la semilla, no se desgrana hasta la pura corona sino que se dejan estos granos; la mata carga así dos o tres mazorcas".
Si la semilla se desgrana a golpes, el maíz nuevo sale reventado; si se hace con otra tusa no carga por esas líneas o la tusa sale vacía. Después de desgranada, la semilla debe guardarse en conchas de armadillo para que cargue toda la tusa y no únicamente la corona. La de maíz trojero se debe conservar toda la noche anterior a la siembra en una cabeza de venado.
Si las semillas se guardan en una jigra cerrada y amarrada, la mata crece torcida, no da hojas y no carga.
Que la producción sea de granos grandes depende, entonces, de la manera de guardar la semilla antes de la siembra. Pero esta no es la única cualidad que se busca en el maíz.
Para que su sabor sea dulce, la semilla se remoja con higuillo y aguardiente antes de sembrarla. El sabedor tradicional generalmente la sopla con aguardiente y plantas-remedio para propiciar una buena cosecha en todos sus aspectos.
Para conseguir un choclo de sabor agradable, se agregan a la semilla yakuma blanco, kuripanu, mezclillo, raíz de pijao y agua de cidrón; a esta mezcla se le añade aguardiente para evitar la entrada del gusano trozador y se deja la semilla en remojo durante toda la noche anterior a la siembra.
En el momento de sembrar se colocan varias plantas que acompañan a los cinco o seis granos de maíz, con el fin de obtener diversos resultados. De las orillas de las quebradas se recogen las tusas de una mata llamada pisran ishik, cargadita o yantel, bien cubiertas de granos hasta la corona. Se siembran con el maíz para que este sea abundante, cada tusa cargue bien y, luego de cosecharlo, sea fácil de desgranar.
Este último resultado se consigue también con el uso de otra planta, denominada kitsopura, parecida al maíz y que crece en las lomas. Una cargadora adicional es la kotrourek.
Añadir las hojas de cierto árbol, duras y de color verde bien oscuro, consigue dar a las cañas la fuerza suficiente para no ser derribadas por el viento.
Si, además, las mejores mazorcas de la cosecha anterior, aquellas más largas y gruesas, cargadas por completo y en forma compacta con granos gruesos y del mejor color, no se desgranaron
sino que se dejaron en la cocina expuestas a la protección del humo del fogón, la cosecha será excelente.
Ellas son tur ne niki pura, el espíritu de la abundancia del maíz y no se deben desgranar ni comer; se trata de un espíritu masculino y femenino a la vez. El macho es más largo y delgado y echa como una espiga en la punta; es duro para desgranar. La hembra, al contrario, es más gruesa y desgrana con facilidad.
A veces se encuentra en la rocería una mazorca con hijos, ellush, con varias caspas al mismo tiempo, ninguna de las cuales carga completamente; es la madre del maíz y no se cuelga en la cocina, al contrario, se desgrana y se mezcla con la otra semilla; así se garantiza la abundancia. Puede consumirse, pero no por una sola persona, hay que comerla entre dos.
Si el maíz está destinado al consumo, recogerlo en luna menguante lo protege del gorgojo durante su almacenamiento e impide que se retoñe muy ligero.
Antes se recogía la cosecha en canastos de bejuco blanco del páramo, con wañutsi, hierba rendidora, colocada en el fondo; así se podía almacenar sin desgranar hasta por dos años. Los antiguos producían mucho maíz y no lo vendían, lo guardaban en el tumbao, encima del fogón. El humo lo protegía y duraba mucho. Al llegar una nueva cosecha, aún quedaba de la anterior; así que apilaban encima y había siempre maíz de varios años. Hoy, en cambio, los de Santiago lo recogen en choclo desde abril para sacarlo a vender a Silvia; cuando llega la época de la cosecha, ya no quedan sino cañas en los sembrados.
Cultivo de ye (papa)
El maíz es seguido en importancia por la papa, de la cual se obtienen dos cosechas anuales; se cultiva en los tres niveles altitudinales del resguardo, incluido el páramo. Pero, a diferencia del maíz que se dedica en gran parte al autoconsumo, la papa es el segundo producto, después de la cebolla, para participar en el mercado.
Se busca mantener una producción de papa casi continua durante todo el año, aprovechando los diversos microespacios y mediante un sistema de siembras escalonadas en el tiempo; para ello se debe disponer de un buen número de parcelas ubicadas en distintos sitios, o lograr hacer los arreglos necesarios para sembrar en compañía con los dueños de otros lotes.
Lo anterior se basa en las diferencias en la duración del ciclo de producción de este tubérculo, según la altura en que se siembre y las diversas variedades que se utilicen, variación considerable pues fluctúa entre los cuatro y los nueve meses.
En las veredas de Pueblito y Anistrapu se siembra a comienzos del srepol y está lista para cosechar a finales de la misma temporada lluviosa. La semilla se toma de estos lugares y se planta en el páramo en enero, durante el puypol; en estas condiciones le hace falta el calor que acelera el proceso germinativo pero, en cambio, no ha brotado aún cuando se presentan las heladas que la quemarían; pasadas estas, brota y crece con el inicio de las lluvias. Cuando se siembra en este momento, resulta libre de gusano blanco y tarda entre ocho y nueve meses para estar jecha.
El Bugueño, pese a no ser páramo, es terreno sujeto a las heladas por la casi total ausencia de viento. Las semillas traídas de abajo se siembran aquí en enero-febrero, aporcándose en abril-mayo y cosechándose en junio-julio, para sembrar luego maíz. Esta semilla se lleva para sembrarla abajo al iniciarse el srepol.
La rotación de la semilla de una zona a otra es una forma propia de "mejorarla", pues la vigoriza y protege de las plagas. Este sistema es un "organismo que tenían los antiguos".
La rotación de la papa y del maíz en el mismo terreno es importante para la conservación y recuperación de los suelos, aprovechando de modo más adecuado sus nutrientes.
Las mejores cosechas de papa se dan en las tierras nuevas. Como la escasez de estas imposibilita que se cumpla con tal requerimiento, hay dos maneras de solucionar la situación: el descanso de las parcelas del páramo y de las tierras altas durante varios años y, en las zonas bajas y medias, sometidas a una mayor presión de ocupación, su rotación con el maíz.
Para enfrentar la paropol, época de hambruna, en abril y mayo, se siembra papa en la tierra de maíz y trigo, cosa que requiere de suficiente humedad o de la presencia de un ojo de agua que permita el riego. De ser así, se asocia con alverja y haba.
En estos mismos sitios se siembra en junio y julio para poder disponer de cantidades suficientes para la celebración de la fiesta de las ofrendas en noviembre. Si se siembra en marzo en el páramo, es posible recogerla para la misma fecha, pues se jecha en ambos niveles simultáneamente.
En tiempo de escasez, en jueves santo, los mayores sembraban papa para cosecharla a comienzos de septiembre, cuando sólo se tiene semilla retoñada; o sembraban en sábado santo para que “creciera con la sangre de Cristo”, según creían.
Además de las siembras escalonadas que ya se mencionaron, el uso de variedades diversas también contribuye a un abastecimiento casi permanente. En el kurak yu, las variedades modernas demoran cuatro meses en cosechar; la variedad más tradicional, la metrap ye, guántiva, tarda de seis a ocho meses; esta se siembra a finales del nukuaro para cosecharla en el lamokuaro, y se planta de nuevo para cosecharla en junio. Su nombre propio es chumpiturwataye, porque se parece a las plumas de la cabeza del bimbo o pavo.
La tsuro ye, papa careta tiene dos variedades: la flor morada, cuyo ciclo es más largo, y la chiquita, que se cosecha más pronto. Antes había una papa sabanera que era como polvosa y una variedad aguanosa; ya no se usa ninguna de las dos.
En el páramo, las variedades de hoy tienen un período vegetativo de seis a siete meses, dando una única cosecha anual, pero engrosando mucho más que en las partes bajas.
El momento y la forma de sembrar son muy importantes. Si se siembra papa en luna nueva, no habrá buenas cosechas; hay que evitar ese tiempo y esperar el tercero, cuarto o quinto día de luna.
Cuando se realiza la cosecha y se selecciona la semilla, se encuentran unas papas que son como mellizas y forman una especie de tronco del que salen varias ramas con papas; los abuelos de Mishampi dicen que se llama ellushi o shinka y es la semilla de la suerte; se sacan cuatro de ellas y se siembran en el centro de la rocería para asegurar una buena cosecha.
Hay otras, de dos ojos, que no se pueden asar o cocinar para comerlas una misma persona, sino que hay que repartirlas entre cuatro porque son la madre de la semilla. Si una mujer las come, dará a luz a mellizos.
Antes de sembrar la papa hay que hacer trurap, una curación. El sabedor propio viene y con la uña abre cuatro agujeritos en la semilla y le echa yakuma y kuripanu; así siempre resulta buena papa, gruesa y bastante.
Se siembra tapando sólo un poquito y poniendo tierra por los lados; al otro día se echa el abono. A las dos semanas se destapa para ver si la semilla está nacida y se tapa de nuevo, dejándola más profunda; así puede cargar hasta doscientas papas. Es la costumbre en la vereda de Piendamú Arriba.
El compartir, que es muy importante en la vida y en el pensamiento propios, también permite lograr buenas cosechas. En el momento de la siembra se invita a los familiares y se les reparte aguardiente en la huerta. Pero no solamente beben los trabajadores sino que se debe ofrecer a Pishimisak y al tsilo, la planta viva.
Cuando la papa está jechando, hay que defenderla de los animales que vienen a comérsela. Las ardillas y las guaguas, estas últimas muy escasas hoy, hacen mucho daño en los sembrados. Si el sabedor propio sopla la carne de curí por los caminos por donde ellas andan o si uno riega boñiga del mismo animal, se espantan, ya que el curí es un animal muy arisco.
La papa sale muy liviana cuando se cosecha en luna creciente, por eso, si se va a utilizar para la venta, se arranca en luna llena o en menguante (que son lo mismo) para que salga bien pesada.
Hoy, la gente ha olvidado casi todo lo referente a las siembras a causa de los abonos. Antiguamente, si a un mayor se le decía que sembrara papa todo el tiempo, contestaba: ¿cómo se puede producir si no hay luna?.
En 1955, el Ministerio de Agricultura trajo los abonos y fungicidas para la papa; aquí no se conocían. Nadie quería sembrar con eso hasta que el director de la escuela de Anistrapu aceptó hacer la prueba en el lote escolar.
Se sembró entre abril y mayo y había que regar todos los días porque había comenzado el verano. Al mes y medio se desherbó y se fumigaba cada quince días con la orientación de los empleados del Ministerio. En junio salieron los niños a vacaciones y, para que los de segundo primaria volvieran a recibir la papa que les tocaba, se creó el tercer grado.
La cosecha fue de 60 bultos con sólo 3 arrobas de semilla y todos se dedicaron a usar los abonos y venenos y la papa comenzó a cultivarse aún en las tierras de abajo, pues antes solamente se sembraba en las partes altas. “Desde entonces, la historia de la comunidad se partió en dos”, pues nos volvimos más dependientes.
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Tsaporap de pura y de ye
Cuando es el momento de recoger el maíz, se efectúa una actividad denominada tsaporap, palabra que no tiene traducción exacta en castellano; por eso hablamos de tsaporar el maíz. Se trata de reafirmar el carácter social-comunitario de nuestra producción y de crear condiciones para que ella se mantenga.
Se celebra cuando ya hay los primeros wañar, choclos. Con un machete se recogen todos, cortando las matas completas y depositándolas en un montón en el centro de la rocería; al pie se coloca wañutsi, una planta rendidora. Luego se trae el choclo a la casa y se junta con millo para hacer una gran arepa que se reparte en pedazos entre toda la familia. No queda sabrosa sino como algo amarga; a la gente no le gusta el sabor, pero hay que comerla. Después, ya se puede utilizar el resto de la cosecha como se quiera.
El tsaporap de la papa se hace recogiendo una arroba sacada de todas partes del cultivo, después de que el páramo, mojándola poco a poco, la ha jechado bien para que esté amarilla, gruesa y de buen sabor (si no jecha ligero, se hace con papa pintona, apenas comenzada a amarillar).
Se trae a la casa, se sancocha en agua que ya se tiene hervida y se prepara en puré, revuelta con queso y leche (antes se hacía en grandes canoas de madera y no en ollas de aluminio como ahora); se hacen bolas grandes para que las papas crezcan del mismo tamaño y a una hora fija se reparten a toda la familia amplia, dando a cada uno la misma cantidad. No se puede dejar ninguna bola a medio comer. Pero, si sobran bolas enteras, se guardan. Parte del agua en que se han cocinado las papas se bota en un sitio por donde no haya pasado nadie, para que la cosecha no se pudra.
El tsaporap se hace porque se cree que en los cultivos hay un kal que produce enfermedades. El aroiris es la madre del kal, que es como un pelo que se mueve y tiene los mismos colores de aquel. En guambiano lo llamamos kosrok pusrik.
Tanto en el tsaporap del maíz como en el de la papa se origina un gran intercambio de alimentos por toda la comunidad.
En los períodos de siembra, cuando se realizan grandes alik, mingas, los bailes y la chicha son vistos como grandes remedios para que se produzcan buenas cosechas.
Cultivo de min trokor o ankal pura (trigo)
Durante la época colonial, nuestras tierras guambianas fueron convertidas en la despensa triguera de Popayán y de toda la región vecina; este producto, introducido por los españoles, constituyó uno de los principales componentes del tributo que se nos exigía. Cuando los terratenientes se apoderaron de las mejores tierras de nuestro resguardo, los guambianos dejamos de cultivar trigo casi por completo. Ahora, con las recuperaciones, algunos están regando trigo de nuevo.
Su cultivo no se hace por wap, siembra propiamente dicha, sino que primero hay que tsurop, regar la semilla, y luego kasrop, taparla con una delgada capa de tierra.
Si bien el trigo precisa mucha agua para germinar y crecer, esta lo daña si cae en época de cosecha, por eso hay que regarlo en período de lluvias y recogerlo en época seca. Se riega en srepol y nace rápido. Si se riega en agosto, las plantitas retoñan a los quince o veintitrés días y mueren por falta de agua, a menos que el aguacero se adelante para comienzos de septiembre.
Cuando el inicio de su cultivo se adelanta mucho, las torcazas devoran las semillas. Si todos en un mismo sitio riegan trigo, se puede regar más ralo, pues las aves se reparten entre todos los sembrados, pero si hay un único trigal, se debe regar muy tupido.
En las tierras buenas se dan hasta veinticuatro tallos en cada mata, cosa que permite regar la semilla en forma menos densa; en tierras faldosas hay que regar muchas más semillas si se quiere tener una buena cosecha.
Antiguamente no se recogía muy seco para que el mismo tamo sirviera para amarrar los manojos; luego se acababa de secar y se tostaba colocándolo encima del nakchak, fogón, y quemando en él leñas muy gruesas. Ahora no es así y se recoge demasiado seco.
Se llevaba luego al trilladero, un cercado de madera tapado con cueros para que el grano no se brincara para afuera, y se extendía en dos capas, pisándolo con bestias toda la mañana. O se llamaba a una minga para desgranarlo a golpes de mazo.
Luego, se recogía, se empacaba y se guardaba hasta que llegaran los vientos, entonces se cargaba a otro sitio para limpiarlo. Al aventarlo con mates de calabazo y madera, el viento arrastraba la basura. La granza que quedaba tomlutik, sin desgranar, se separaba con un arnero de cuero.
En 1955, la Secretaría de Agricultura regaló una trilladora que nadie quería recibir porque decían que iban a quitarles las tierras a cambio.
Se cultivan cuando menos cuatro variedades "tradicionales" y alrededor de once actuales. Las más antiguas son motilón o inzaneño, motilón zorro mosr (motilón cola de zorro) o barbón, de espigas largas que le dan su nombre, y motilón blanco y amarilloso; demoran entre siete y ocho meses para producir.
Cuando se riega trigo en enero, más cerca de las tierras del páramo, se puede cosechar en julio.
Como el del maíz, el límite superior para el cultivo de este cereal se ha ido elevando hasta alcanzar a Pueblito, con un incremento de un mes en su período vegetativo. Esto se debe al paulatino calentamiento y a la disminución de la humedad en el resguardo, causados por la casi total desaparición del bosque que "atraía las nubes"; "ahora el sol calienta más la tierra y la hace arenosa".
La tierra se vuelve polvosa en los lugares en donde se siembra ullucu y, entonces, nace lengüevaca; por lo tanto, es buena para regar trigo. También se riega donde ya hubo maíz; la caña de este se recoge y se quema para que sirva de abono.
Hace ya tiempo, se recogía el tamo después de trillar el trigo y se amarraba en unos estantillos parados, con tres lecheros y tres matas de ají por delante y por detrás. Servía para hacer huir al trueno cuando se alborotaba.
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