La base que permitió la realización de este trabajo fue el conocimiento y trabajo previos con diversas comunidades embera chamí del país, así como con algunos miembros de las comunidades de Honduras y Malvinas, a través del trabajo artesanal y del mercadeo de sus productos en Bogotá.
En este aspecto, es de relevancia el estrecho lazo que se estableció con ellos en el acompañamiento en Bogotá, cuando abandonaron sus tierras en el Caquetá e iban camino al cañón del Garrapatas, en el Valle del Cauca, en su intento de hablar con las máximas autoridades nacionales para buscar una solución a sus problemas y permitir su llegada al sitio de destino.
En su desarrollo, viajamos a Florencia en varias ocasiones, para visitar los asentamientos de ambas comunidades, y para conversar con todas las instituciones y personas que logramos contactar y que estaban relacionadas de algún modo con la problemática de los embera chamí. También se siguió la situación de problemáticas de salud similares en otros grupos embera chamí de Risaralda y Quindío, para lo cual se hicieron visitas y contactos en Pereira y La Tebaida y se realizó una visita a la comunidad de Cueva Loca.
Contactos telefónicos frecuentes con diversas personas en diferentes lugares, en especial con funcionarios de Asuntos Indígenas en el Valle, Risaralda y el propio Caquetá, permitieron, no sólo allegar información de importancia, sino adelantar algunas actividades, como el contacto de la gente del Caquetá con sus parientes del Chamí y el viaje de los primeros a esta región, entre otras.
Para realizar nuestro trabajo, se contó con la colaboración y apoyo de los funcionarios de la Comisión de Asuntos Indígenas en el Caquetá, de los dirigentes de Sindeagro en Florencia, de distintos funcionarios del ICBF, Incora, Gobernación del Caquetá, Centro Indigenista, Servicio Seccional de Salud, Oficina de Atención y Prevención de Desastres, pobladores de los barrios Malvinas y La Consolata, quienes desde su punto de vista nos relataron algunos aspectos de la vida del grupo allí asentado; y, en especial, con los conceptos y posibilidad de discusión con los doctores Simarras y Campbell y la enfermera Rosalba Montalvo, quienes siguieron de cerca el proceso de enfermedad y tratamiento de los jóvenes embera chamí y se preocuparon por su suerte.
Pero fueron los mismos indígenas embera chamí, al renovarnos su confianza y su amistad, quienes con su acogida, interés y tolerancia, nos suministraron la información que consideraron útil para nuestro trabajo y para la solución de sus problemas.
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