Luis Guillermo Vasco   Luis Guillermo Vasco
 

LA COMUNIDAD INDÍGENA “CHAMÍ” DE PUEBLO RICO Y MISTRATÓ. PROYECTO DE DELIMITACIÓN DE UN ÁREA DE RESERVA
Escrito con ENRIQUE SÁNCHEZ GUTIÉRREZ para el Incora, 1975

Vestido

En “antigua”, los embera usaban vestidos fabricados en tela de corteza de árbol. Él, un taparrabos o guayuco; ella, una paruma, pieza de tela enrollada alrededor de la cintura y que le llegaba a la rodilla. Clemente Nengarabe, el gobernador de Purembará, nos dice que la tela la hacían los hombres cortando la corteza del árbol caucho. “La mojaban y estirando con la mano y golpeando con una piedra larga y con bordes labraditos iba quedando la tela, que más tarde secaban al sol.

A diferencia de los embera del Chocó, de los cuales provienen los chamí, estos no usan ya esos vestidos de “salvajes” sino que se han “civilizado” al querer de los misioneros.

Ahora usan los vestidos de los campesinos pobres de Colombia: camisa de algodón y pantalón de dril, los hombres. Vestido amplio, un poco más arriba del tobillo y con manga larga, las mujeres, quienes tienen especial predilección por los colores vivos: violeta, amarillo, verde, rojo, azul, y por los estampados de dibujos grandes. Pero la mujer sigue usando la paruma mientras está en su casa, y el vestido occidental sólo lo usa para salir o cuando llegan los blancos a la vivienda. Incluso, en lugar de ropa interior lleva su paruma, pero esta vez hecha con tres o cuatro metros de tela gruesa, casi siempre negra.

En una etapa intermedia, luego de la llegada de los españoles, los hombres cambiaron el guayuco de corteza por la pampanilla (un guayuco rojo de tela) y las mujeres, además de adoptar la paruma de tela, agregaron a sus vestiduras una especie de “saquito” que, por la descripción parece ser una clase de chaleco.

Sólo los zapatos no han logrado penetrar completamente y casi siempre los utilizan con motivo de ocasiones especiales. Para caminar o trabajar continúan descalzos, pese a que ya tienen conciencia de que los zapatos, de plástico los más frecuentes, son una protección contra la mordedura de las culebras venenosas.

Los niños muy pequeños permanecen siempre desnudos, aunque en épocas recientes se desarrolla la tendencia a ponerles “aunque sea una camisita”.

Los misioneros consideran un timbre de orgullo haber desarrollado entre los indios un exagerado sentido del “pudor”. Pero éste no ha sido interiorizado por el chamí, salvo excepciones, quien solamente se cubre ante el blanco. Algunos de los más expuestos a la influencia misionera sí han adquirido ya tal valor y se visten casi todo el tiempo. Uno de ellos nos contó de la vergüenza terrible que sintió cuando, con motivo de un concurso de música folclórica, debió bailar en público sin camisa: “tanta gente mirando pellejo de uno”.

Adornos

“Antigua”, los hombres se adornaban con collares, aretes y pulseras de oro; todavía algunos hombres ancianos llevan las orejas perforadas. Pero el oro fue robado por los españoles y otros “blancos”, como cuentan sus relatos.

En la época colonial, las mujeres usaron collares “de plata” hechos con monedas martilladas y pulidas con lima. Hoy quedan algunos, pero ya fuera de uso y constituyen más bien una especie de herencia que las madres transmiten a sus hijas cuando estas se casan. También usaban coronitas de lanas de colores, que más tarde abandonaron, pero su uso esté renaciendo de unos dos años para acá.

Hombres y mujeres se adornaban el pelo con flores, pero ya no lo hacen porque “blanco burla mucho”. En la actualidad, los hombres no se adornan, pero las mujeres usan collares de chaquiras y cuentas de vidrio, así como otros de semillas, de plantas medicinales y de olor. Estos últimos también son usados por los niños como una forma de protección contra las enfermedades.

Antes existía la pintura corporal y facial hecha a base de colorantes vegetales, negra y roja, por lo general. Ahora, las mujeres se pintan rodetes rojos en las mejillas utilizando pintalabios.

El vestido femenino se complemente con una pieza de tela, que a veces es la misma paruma, mediante la cual cargan los niños a la espalda.

Otros elementos

Multitud de objetos autóctonos son empleados con una amplitud decreciente: recipientes de guadua y calabazo, cucharas de madera y de calabazo, cuchillos de madera o hechos con pedazos de machetes viejos.

Tres elementos son más complejos, pero no muy difundidos:

Alambique

Sirve para destilar alcohol.

Consiste en una olla grande que se llena de chicha de caña y que tiene una tapa de madera muy gruesa. Del centro de la tapa sale un tubo de guadua de unos 10 centímetros de diámetro, que sube verticalmente a través de una división de la guadua que no se ha quitado; por un lado, antes de llegar al extremo superior, se ha abierto un agujero, del cual sale un tubo más delgado (también de guadua), de uno o dos centímetros de diámetro y que se inclina hacia el lado opuesto. Este tubo, que hace las veces de serpentín, para por entre la mitad de una guadua gruesa llena con agua, que lo enfría para condensar el vapor. Por el extremo más bajo, el líquido gotea por una lana de balso para que no se riegue. Todas las uniones del aparato están taponadas y selladas con una pasta hecha a base de plátano.

Trapiche

Hecho completamente de guadua, es un trapiche manual que debe ser accionado por dos personas, una a cada lado, y con el cual se obtiene el guarapo de caña necesario para el consumo doméstico. Muchas familias endulzan con este guarapo en lugar de panela.

> Perforador

Se trata de un elemento que parece ser muy antiguo y que se utilizó para perforar piedras y madera. Actualmente, con una punta de acero (de una lima vieja) en lugar de una piedra como antaño, puede perforar hasta metales y se emplea para encabar machetes y cuchillos.

Cerámica

Desde muy antiguo se conoce por medio de la arqueología que la industria de la cerámica estuvo altamente desarrollada en esta región, siendo su principal técnica de elaboración el enrollado o espiral. Las ollas en forma de bota que se empleaban para tostar el maíz son famosas por su decoración zoo y antropomorfa superpuesta.

En las casas de algunos campesinos de la región pudimos conocer ollas de boca amplia y forma redondeada ligeramente alargada extraídas de guacas. La base es plana y el borde recto de unos dos centímetros. La decoración de todas ellas es de muescas en forma de dientes de sierra en el borde y figuras zoomorfas, en especial ranas, hechas por pastillaje.

En el presente, las ollas de barro son cada vez más escasas, a veces y en algunos lugares porque el barro no se consigue, pero en lo esencial porque han sido reemplazadas por ollas de aluminio. El único tipo que sigue en uso y que se encuentra en cada casa es la olla o cántaro para tostar el maíz, pero ya no con la misma forma de antes, sino globulares con borde evertido. Se conserva la técnica de espiral para su fabricación. Esta actividad se ha ido especializando y ya la gran mayoría de las mujeres compra las ollas a unas pocas artesanas especializadas que las fabrican, o en el mercado de los pueblos.

Pero incluso estas vasijas están amenazadas de desaparición, pues no es raro que la policía las quiebre por la supuesta razón de que los indios las utilizan para hacer chicha. Por este motivo y otros asociados con el prestigio, los misioneros presionan fuertemente para que sean reemplazadas con ollas de aluminio.

Cestería

Es la industria más extendida entre los chamí, aunque también en ella es posible entrever rasgos de decadencia. La variedad de canastos, formas, decoración, usos, etc. es muy grande.

En la división del trabajo por sexos que existe entre los chamí, la cestería es una actividad femenina. Sin embargo, las posibilidades de comercialización han conducido a que algunos hombres la hayan aprendido y la practiquen ocasionalmente.

Su aprendizaje comienza desde la niñez de la mujer y ésta aprende “viendo tejer” a su madre.

La materia prima de los canastos la constituyen diversos “bejucos” y una fibra llamada sagú. No es posible saber si esta fibra ha sido cultivada siempre o si, a causa de su escasez, se la cultiva en la actualidad; en cambio, los “bejucos” son silvestres. Muchas mujeres los compran a otras para evitar los largos viajes al monte a buscarlos.

El material se coge verde y cocina para “sacarle el veneno”. La fibra no se saca de la mata sino de la raíz, por eso hay que arrancarla toda. Una vez se sacan las fibras, se ponen a secar al sol algunos días; luego se continúa el secado en el interior de la casa, colgándolas de las vigas del techo.

Cuando ya están secas, se cortan de la longitud y el ancho adecuados, tarea que casi siempre se realiza con las uñas y con la ayuda de las niñas pequeñas. Al terminar, se agrupan en manojos y se guardan.

La fibra seca tiene un color habano. Pero para elaborar los dibujos en el tejido del canasto es preciso teñir algunos fibras para combinarlas con otras de color natural. Para teñir, las fibras se cocinan con un colorante de origen vegetal. Si se usa solo produce un color café claro. Si las fibras se entierran en el barro negro durante un día antes de cocinarlas, quedan de color negro. Hoy es cada vez más frecuente que se usen diversos colores (rojo, verde, azul) de tintas que se compran en la tienda del Internado Misionero.

El forma de tejer es sencilla, cruzando las tiras en diagonal. Por esta razón, lo más difícil de la hechura del canasto es el inicio, ya que hay que escoger las fibras del largo necesario y combinarlas en forma adecuada para que se obtengan los dibujos que se quieren. Casi siempre se toma igual cantidad de fibras pintadas y sin teñir. Esta combinación se hace de memoria.

Instrumentos musicales

Aunque ya casi han desaparecido ante los embates de la música occidental, sobre todo de la radio de transistores y la vitrola de cuerda, aún es posible encontrar a veces instrumentos musicales propios, que son celosamente ocultados de la vista de los “blancos”.

Se trata primordialmente de varias clases de tambores y de una especie de trompeta.

Tambores

Hay dos clases principales de tambores: el tambor grande, que tocan los hombres, y los pequeños, de uso femenino.

El tambor grande es hecho de una sección del tronco de un árbol ahuecado. En ambos extremos se ponen parches de cuero de venado o de guatín, de macho por un lado y de hembra por el otro. Se templan con bejucos y se tocan con la mano. Es el instrumento que marca el ritmo.

Los tambores pequeños son fabricados con guadua seca o con balso y se forran completamente con látex de caucho bien templado. Al secarse, el látex da una gran sonoridad a estos pequeños tambores que las mujeres golpean con los dedos mientras bailan.

Fututos

Son trompetas de yarumo, cuyo sonido varía de acuerdo con la longitud. Un conjunto completo está formado por seis fututos diferentes, cada uno de los cuales da una nota particular. Casi todos consisten únicamente en la simple rama del yarumo hueco a la que se han quitado las divisiones internas, pero hay algunos en cuyo extremo más grueso tienen una cavidad a manera de caja de resonancia. No sabemos si son o eran utilizados para construir colectivamente una melodía, pero hoy, hasta donde hemos oído, solamente repiten el ritmo en forma monótona e interminable.

Flautas

Hoy no queda ninguna. Pero según referencias de algunos viejos, era un instrumento que empleaban los antiguos. En la región de Catrú, los embera las tocan todavía.

También tocan grandes caracoles marinos, pero no como instrumento musical sino como una trompeta de aviso y de llamada.
 
 
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