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LA COMUNIDAD INDÍGENA “CHAMÍ” DE PUEBLO RICO Y MISTRATÓ.
PROYECTO DE DELIMITACIÓN DE UN ÁREA DE RESERVA
Escrito con ENRIQUE SÁNCHEZ GUTIÉRREZ para el Incora, 1975
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DIETA ALIMENTICIA
La dienta alimenticia del chamí consiste básicamente en plátano primitivo, pata shuda y harina de maíz “indio”, po. El plátano se come sin dejarlo madurar; las mujeres, que son quienes se encargan de preparar los alimentos, toman el fruto y lo pelan usando para ello los dientes: mediante mordiscos longitudinales separan la cáscara del resto del fruto, operación que complementan con las manos. Los frutos, una vez sin cáscara, se asan o se cocinan para luego comerlos.
Un alimento más elaborado se hace tomando harina de maíz molido y mezclándola con manteca o chontaduro para formar una torta que denominan “boya”. La boya también puede elaborarse con plátano cocinado y amasado. En ambos casos, se coloca luego sobre las brasas para que adquiera consistencia. Para hacer la harina tuestan el maíz, ya secado al sol, en una olla de barro que someten a la acción del fuego colocándola en el fogón sobre uno de sus lados. Se tuesta hasta que revienta y luego esta crispeta se muele en una piedra cóncava con una mano de moler. La harina también puede conservarse envuelta en hojas, para ingerirla más tarde mezclada con agua o agua de panela.
Aunque los indígenas cultivan otras variedades de plátano, no consumen sino el primitivo, dedicando las otras al comercio con los colonos. De estos han adoptado los chamí el consumo de tajadas de plátano maduro frito.
El chontaduro se consume abundantemente en épocas de cosecha, sea cocinado o en chicha.
Adicionalmente se consumen: mafafa (moindu), yuca (icua), y fríjol (ca). Todos estos productos se toman de la parcela en donde se cultivan.
La dieta alimenticia, como bien puede observarse, está conformada con base en harinas y almidones, con grave deficiencia proteínica, lo que ha ocasionado un estado avanzado de desnutrición en la población. La caza y la pesca, anteriores componentes de la economía indígena, son muy escasas en la actualidad, en especial por el abuso de los colonos en la cacería y pesca de la fauna de la región.
La generalización del trabajo a jornal ha roto también los hábitos alimenticios de los indígenas. Esto ha incorporado nuevos alimentos, como panela, arroz, café, manteca, sardinas enlatadas y otros. El consumo de carne, apetecido y escaso, sólo se obtiene si se compra en el “Colegio” de Puerembará. Los indígenas prefieren el consumo de huevos por las distintas formas en que permiten darle gusto a las sopas.
Algunos ganaderos, abusando de la miseria de los indígenas, les han regalado vacunos muertos por enfermedades como el carbón para que su carne sea distribuida entre la gente.
Los indígenas preparan, en especial en épocas festivas, chicha de maíz y de jugo de caña de azúcar fermentado.
En la región de Purembará un mercado corriente está conformado por los siguientes productos y cantidades (agosto de 1974):
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Este mercado arroja un costo total mensual de $143.00. Si se tiene en cuenta el jornal corriente en la zona, $30.00 alimentándose el trabajador, y en el caso supuesto de obtener ocupación durante 5 días a la semana, a duras penas lograría comprar el jornalero este precario mercado.
CICLO VITAL
Aunque los grupos de edad y los acontecimientos relacionados con las diversas etapas de la vida de los chamí, como en cualquier otro grupo social, no pueden entenderse en forma independiente de los demás elementos de la vida social, sí es posible avanzar algunos aspectos descriptivos en relación con ellos, constituyendo una primera etapa en el conocimiento de procesos más complejos.
Especialmente en el campo de los ritos relacionados con ciertas etapas: nacimiento, pubertad, muerte, la recolección de información sobre ellos es particularmente difícil, pues la mayor parte de ellos fue catalogada por los misioneros como de salvajes, paganos, etc. y, por lo tanto, presionaron para hacerlos desaparecer o, si continuaron existiendo, lo hacen en forma encubierta y por lo tanto casi inaccesible al observador de fuera.
Concepción
Es poco lo que pudo saberse de la vida sexual de los chamí. Pero de todas maneras pudo recogerse alguna información. También es difícil establecer hasta donde se ha inmiscuido en este campo la influencia del misionero.
Tanto hombres como mujeres tienen una amplia libertad sexual durante su vida de solteros, pero no hay concepción. Las muchachas utilizan un anticonceptivo vegetal que las esteriliza durante un tiempo establecido a partir del momento de su consumo. Éste, que los hombres dicen desconocer y que es ignorado por los no indígenas, debe tomarse en dosis mensuales y la menstruación va disminuyendo hasta desaparecer.
Esta libertad da paso, hasta donde parece, a una estricta fidelidad dentro del matrimonio. Algunas mujeres casadas toman anticonceptivos, bien sea el que acabamos de mencionar, bien otro que esteriliza en forma definitiva. De todos modos, se hace necesaria una alta natalidad para mantener el equilibrio poblacional del grupo, dada la alta tasa de mortalidad, tanto infantil como adulta. Para el caso de los niños, podríamos afirmar que supera el 50%.
Los esposos tienen relaciones sexuales en el tambo, durante la noche. En la actualidad, algunas mujeres se niegan a tenerlas cuando el esposo llega borracho y la toma por la fuerza o, al menos, lo intentan. Sobre esta última circunstancia hay una fuerte influencia misionera.
Cuando se trata de su primer embarazo, es frecuente que la mujer no conozca su condición, sobre todo si ha sido educada durante largos años en el internado. Incluso, algunas afirman no haber sabido qué les ocurría en el momento del parto y creían que se iban a morir.
Embarazo y nacimiento
La mayoría de las mujeres son objeto de múltiples atenciones por parte de sus maridos durante el embarazo. Incluso reciben una alimentación especial, pero deben continuar realizando los trabajos que les están adscritos, algunos de ellos muy fuertes, así que los abortos no son raros.
Se establece una relación entre los caprichos y vivos deseos que tiene la embarazada y las características que tendrá el niño que está por nacer. Se dice que si la madre toma mucha agua, al niño le crece demasiado la cabeza; si come cosas sin partir, el niño nace con seis dedos en la mano o el pie; si come plátanos o cualquier alimento doble (huevos de dos yemas, por ejemplo), nacen mellizos; si se antoja de leche y queso, el niño nace blanco.
También se dice que si una embarazada se hace presente en el sitio en donde hay un picado de culebra, el veneno se sube y el enfermo se muere.
Cuentan que en la época antigua la mujer que iba a dar a luz salía de su casa, acompañada sólo de la partera, para tener el hijo en la selva. Allí, de pie, con las manos aferradas (o amarradas, dicen algunos) a una rama alta, tenía su hijo. Hoy, la mayoría de las mujeres tienen sus hijos en el interior de la casa y son los hombres y los niños los que deben abandonarla. Dos parteras ayudan a la parturienta; una le presiona el vientre desde atrás y la otra la sostiene de las piernas. Dan a luz en posición de cuclillas y el niño cae sobre un trapo limpio puesto en el piso. Las asistentes deben ser casadas, pero en casos de urgencia hasta niñas de siete años han auxiliado a sus madres.
El recién nacido es bañado con agua de hierbas. La madre toma bebidas calientes de una planta llamada anamía, que quita el dolor y deshincha. La madre es muy caliente y por eso no debe ser bañada.
Hoy, algunas mujeres creen que el niño se muere si lo bañan, y no lo hacen. En este campo, hay una gran comunicación de las mujeres indígenas con las esposas de los colonos y es posible que la influencia de estas sea importante. Por ejemplo, las madres indígenas han adquirido la costumbre de tomar caldo de gallina después del parto, pero solamente por una vez, dados sus precarios recursos económicos. Se dice que la mujer debe guardar dieta durante 30 ó 40 días, pero esto no parece ser muy estricto.
La placenta no es objeto de ninguna creencia especial, pero sí la entierran para que no se la coman los perros. La surte del ombligo sí tiene que ver con el futuro del niño. La entierran al pie de un árbol de madera fina y, según sea la suerte del árbol, así será la del niño. Si botan el ombligo, el niño sale bobo.
Los chamí quitan la virginidad a las niñas recién nacidas, pese a las estrictas prohibiciones de los misioneros en este sentido. Dicen “si virginidad, hombre no casa, no quiere”.
Niñez
Desde su nacimiento, el niño es objeto de múltiples cuidados y rodeado de cariño. Cuando llora, la madre o alguna hermana u otra mujer de la casa lo atiende de inmediato. Para que no llore, el niño pasa gran parte del día en una hamaca de fique que cuelga de las vigas del techo y que se mece por medio de una larga cuerda, que permite a la madre moverla desde cualquier lugar del tambo.
O bien es cargado en la espalda mediante una pieza de tela, que puede ser la paruma, por la madre o por una hermanita pequeña. Es usual que la madre haga los trabajos más diversos con el niño a la espalda; y éste duerme a veces allí.
En la noche, el niño está en el suelo, al lado de su madre. Cuando se despierta y llora, la madre le da de mamar, tanto en el día como en la noche y, en algunos casos, llega a mamar hasta los tres años. También sucede que otra madre lactante dé el pecho a un niño que no es su hijo. Los niños maman colocados de frente y no de lado. A los pocos meses se comienza a darles comida corriente en forma suplementaria: plátano cocinado, yuca, chontaduro, etc.
Cuando nace un nuevo niño, el anterior es retirado del lado de la madre, se le asigna un lugar en el suelo para dormir y se le da su propia cobija. Según las madres, el niño sufre mucho y llora durante algunos días, pero luego se acostumbra.
Al niño no debe cortársele el pelo cuando está pequeño porque se atrasa. Más o menos a los cuatro años se le hace el primer corte. Y lo hace el padre. Tampoco pueden cortarse las uñas durante los primeros años. Cuando se le cortan por primera vez, lo hace algún familiar o una persona especialmente seleccionada para ser “padrino de uñas” del niño.
Al poco tiempo, los niños de uno y otro sexo comienzan a ayudar en algunos trabajos: cargar agua y revuelto, barrer la casa y otros, siguiendo la división del trabajo por sexos. Pero una gran parte del tiempo la pasan jugando; muchos de los juegos tienen un papel en el proceso de aprendizaje de ciertas labores que deberán desarrollar cuando crezcan.
El niño es dirigido casi siempre mediante el convencimiento. Nunca pegan a los niños de brazos; más adelante, es poco frecuente que sean golpeados; cuando ocurre, se les pega con la mano o con un rejo, pero nunca con fuerza. Estos ocasionales castigos coexisten con recompensas por el buen comportamiento. En lo esencial, la tarea de educación corre a cargo del padre de sexo correspondiente, pero ambos confluyen en regañarlo y reprenderlo.
A los siete años, el niño varón comienza a acompañar a su padre al trabajo y lo aprende participando en él.
En los primeros tiempos el niño realiza sus funciones fisiológicas en el tambo, pero al poco tiempo debe aprender el control de ellas. Orina a través de un agujero en la esterilla del suelo y a veces defeca por allí también. Pero, en este último caso, por lo general es llevado por la madre o una hermana a la quebrada, para que se acostumbre a hacerlo allí, como hacen los adultos.
Es corriente la creencia de que el niño nace con habilidades naturales para ciertas actividades u oficios, por ejemplo, para cazar, para hacer canastos.
Pubertad
Para los hombres, al menos hasta donde fue posible captarlo, no existe una etapa especial de transición entre la niñez y la edad adulta. Ya vimos como a los siete años el niño comienza a participar de esta última sin ninguna transición especial. A los trece años ya está incorporado a ella por completo.
Para las niñas sí existe esta etapa, aunque está desapareciendo por la temprana edad en la que contraen matrimonio: algunas lo hacen a los 11 ó 12 años, muchas entre los 12 y los 15. Pocas llegan a los 18 solteras.
En tiempos pasados se realizaba una ceremonia de iniciación que hoy ha desaparecido y que los pocos indígenas que se refieren a ella designan como “bautizo”.
Como entre los chamí existe (¿existía?) la costumbre de asignar varios nombres a cada persona en etapas diferentes de la vida, es probable que en esta ceremonia se asignara a la mujer su nombre de adulta, apta para contraer matrimonio. Esta ceremonia incluía baños rituales y reclusión, así que es probable que se considerara impura a la muchacha menstruante y la ceremonia tuviera como finalidad básica su purificación.
De todas maneras, la menstruación se considera como algo vergonzoso. A la niña no se la prepara para su venida y, cuando llega, se asusta y a veces cree que está enferma, hasta que se decide a comunicarlo a su madre. Ésta le dice que no se deje ver, que es muy penoso y hasta le recomienda que vaya al monte para huir de las miradas de los hombres. A partir de este momento, se la considera casadera y comienza a recibir sus primeros collares de regalo.
Matrimonio
El noviazgo es de introducción reciente y se debe a la influencia misionera. Antes no existía. El hombre pedía al cacique la mujer que quería, el cual recogía en el pueblo de San Juan a todas las muchachas casaderas, y éste se la entregaba.
Años más tarde, el muchacho pedía al padre la muchacha que le gustaba; si el papá estaba de acuerdo, el muchacho se quedaba esa noche y dormía con ella. Al otro día se consideraba que ya estaban casados y se celebraba una gran fiesta. Era frecuente el matrimonio de prueba durante un año. Si al año concebían un hijo, se casaban definitivamente. En caso contrario, la mujer era considerada estéril y repudiada, siendo difícil que pudiera casarse después.
Existen prohibiciones de que la gente de ciertas veredas se case con la de otras. Pese a que tanto indígenas como misioneros dan algunas explicaciones al respecto, no parece que ninguna de ellas sea la verdad y no una racionalización. Parece ser que esta endogamia de grupos tiene que ver con la antigua organización en clanes o linajes, pero no es algo que pueda validarse sin una investigación mucho más amplia.
Los chamí sí son endógamos como un todo. No alcanzan a cinco los casos conocidos de matrimonios interétnicos entre indios y blancos. Y esto parece ser mucho más estricto para el matrimonio entre indios y negros, pues no se conoce ni se recuerda ningún caso.
El matrimonio es monogámico, al menos en el presente. Hay referencias sin comprobar sobre una pasada poligamia entre los jefes o los jaibanás.
Ancianidad y muerte
El estatus de anciano es poco frecuente entre los chamí, pues relativamente muy pocos individuos logran llegar a una edad avanzada a causa de la alta mortalidad debida a las enfermedades (tuberculosis, desnutrición y otras) o a accidentes, principalmente mordeduras de culebra. También por las frecuentes peleas entre ellos mismos, en las que es corriente que resulten muertos a machetazos.
Cuando un hombre o una mujer han logrado sobrepasar los sesenta años, puede llegar a durar cerca de los cien o más allá. El promedio de vida, aunque esta cifra no es resultado de una estadística rigurosa, difícilmente supera los 35-40 años. A menos que la enfermedad o la vejez lo hayan reducido a ser un minusválido, los chamí realizan todas las tareas que corresponden a su sexo sin importar la edad que tengan. Esto como una garantía de supervivencia. En caso contrario, se convierte en una pesada carga para el grupo familiar. Incluso, es frecuente que si un anciano se encuentra enfrentado a una incapacidad total para valerse por sí mismo, sea dejado morir por su familia, o llevado y confiado al cuidado de los misioneros. Los más ancianos son respetados por su experiencia, se los llama “mayores” y son consultados por los demás miembros del grupo.
Si ya no pueden realizar los trabajos normales, realizan pequeños trabajos en el tambo: las mujeres ayudan en la cocina, en el cuidado de la ropa y en la atención de los niños, hacen canastos, etc. Los hombres labran flechas de cerbatana, ayudan con los niños, etc.
Al morir un niño, llevan su cadáver envuelto en una tela blanca hasta el internado para enterrarlo en el cementerio de la misión. Pero, hasta donde es notorio, no parece existir mucha tristeza por su muerte, quizás por la gran cantidad de niños que mueren.
Antiguamente, los chamí enterraban a sus muertos debajo de los tambos. Esto parece ocurrir todavía en algunas ocasiones, sobre todo si viven muy lejos del internado y si el muerto es un niño.
En el pasado, las tumbas eran de pozo con cámara lateral, en la cual enterraban a los muertos envueltos, primero, en una tela de corteza de árbol y, luego, en esterilla de guadua. El cadáver iba acompañado de algunas de sus pertenencias. El entierro en el cementerio cambió esto.
Al regresar a la casa, igual que sucede antes del enterramiento, las mujeres lloran al muerto con largos cantos monorrítmicos que se escuchan a gran distancia y en los cuales se recuerda lo que hacía el muerto durante su vida y se lamenta su ausencia y lo que esta significa para sus familiares. Estos lloros se continúan durante muchos días después, a la misma hora de la muerte, y se repiten luego en los aniversarios del deceso.
Los familiares se entregaban a una pena profunda e incluso se negaban a comer durante días enteros. Hoy, se dice que una viuda no puede comer desde las doce del día hasta las seis de la mañana del día siguiente. Si lo hace, se hincha hasta que se revienta. Esto porque el muerto se hincha entre la tierra.
Para obligar a que los indígenas entierren a los muertos en el cementerio del pueblo, en San Antonio les cobran una multa si no lo hacen.
Para el transporte, el muerto se envuelve, como antes, en una pieza de tela y luego en esterilla de guadua, que se lleva por cuatro hombres en una parihuela. Una vez en el internado, compran el ataúd de madera para enterrarlo, elemento que se fabrica en la carpintería de la misión. Sólo los muy pobres tienen que enterrarlo en la misma esterilla en que lo llevaron. Para evitarlo, los misioneros se han inventado la manera de que cada persona vaya pagando su ataúd en vida, dando una cuota semanal.
La tumba se orienta de oriente a occidente. Y en una ocasión pudimos presenciar que se había excavado la cámara lateral, Una vez el ataúd en el fondo, los asistentes lanzan terrones para que el muerto “no se devuelva de noche”. Las mujeres dan la espalda a la tumba, se agachan y luego se alejan con las manos en la cabeza y dando grandes gritos y lamentos.
Los hombres se quedan para tapar la tumba y poner una cruz de guadua, hecha con uno de los palos que ha servido para el transporte.
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