Vivimos en una sociedad que odia a los jóvenes y que los criminaliza;
criminaliza a los adolescentes, sobre todo a los jóvenes de las clases pobres.
Para esta sociedad son un problema, una patología que hay que controlar,
drogar, en lugar de captar que son una tremenda fuente de energía,
creatividad y talento.
(Naomi Wallace, dramaturga y poeta)(cit. JULIAN, Op. cit.)
1. La criminalización de la juventud y el papel de la escuela.
En otro “colegio privado de convenio” del barrio Meissen, Ciudad Bolívar, donde trabajé, conversando con los jóvenes me enteré que desde hace unos años, en algunos barrios de Ciudad Bolívar, la policía realiza casi a diario rastrillajes dirigidos a hostigar exclusivamente a la juventud. Ellos me contaban:
La policía llega de un momento a otro en camiones, se bajan rapidísimo y rodean varias cuadras del barrio. Todos tenemos que salir corriendo a meternos a las casas. Los que no alcanzan a escabullirse los agarran y les piden papeles, si no los tienen de una los suben a un camión, pero hay veces que esos hijueputas no les importa que uno les muestre los papeles, también lo suben. Cuando el camión ya está repleto, lo llevan a uno para la UPJ, que queda por ahí por la treinta.1
Por esa actitud irreverente, que desafía las normas, la sociedad capitalista ha considerado a la juventud pobre como un polvorín, le teme y requiere mantenerla bajo el control total. Con el pretexto de combatir la delincuencia y la drogadicción de los barrios, han venido declarando un estado de sitio permanente a la juventud. Las recientes medidas de toque de queda para los menores de edad en algunas ciudades hacen parte de esta política.
Los jóvenes pueden estar jugando fútbol en el parque o haciendo un mandado en la tienda o parados en una esquina fumando marihuana, pueden ser las 3, 5 ,7 o más tarde de la noche, todos los que logren pescar son presuntos delincuentes, y los llevan a pasar una noche a la Unidad de Policía Juvenil (UPJ).
Los que habían estado “visitando” la UPJ, me describían la situación:
La UPJ es una bodega grandísima, con olor a mierda y orines, uno llega y están los ñeros del cartucho, manes oliendo horrible, ladrones y una mano de chinos de otros barrios. En la madrugada se siente un frío y hambre berraquísimos. Si a uno lo cogieron a las tres de la tarde lo sueltan a las tres del otro día. Son 24 horas exactas. A la tercera vez que a uno lo lleven para allá, le dicen que uno es reincidente y le toca quedarse un resto de tiempo. (ibid.)
Los jóvenes relataban estas historias y ni siquiera lo hacían con temor, simplemente, al parecer asumían que ese era el costo que debían pagar por ser jóvenes populares, por vivir en barrios catalogados como “peligrosos” o “subversivos”, por vestir con pantalones anchos y zapatillas extravagantes.
Un día, mientras me contaban que habían aprehendido a unos amigos, una profesora interrumpió la conversación para atacarlos: ¡bien hecho! ¡cómo me alegra que les pase eso!, les dijo: ¡acaso, ¿quién los manda a estar fuera de sus casas?! Ellos, protestaron: pero que, ¿no podemos jugar entonces en los parques?; apenas eran las tres de la tarde. Ella volvió a atacar: ustedes deben salir del colegio a sus casas y punto, no tienen nada que estar haciendo en la calle. Así que, según esta profesora, los jóvenes deben vivir encarcelados, pasar del encierro del colegio al encierro de sus casas.
Cuando un joven faltaba a clase, ya se sabía: podría estar enfermo o haber tenido que ir a trabajar al centro o tener pereza de ir a clase, pero lo más seguro es que estaba en la UPJ. Yo hablé con la rectora del colegio; me parecía que los colegios de la zona debían hacer algo. ¿Cómo un educador puede permitir que los jóvenes sean tratados de esta forma? Pero la rectora también justificó la situación: “Eso es normal por acá. Los chinos son jodidos y de vez en cuando es bueno un castigo”.
Justificar la represión policial como método de educación no tiene nada de pedagógico, pero sí permite vislumbrar el papel que la escuela cumple dentro de toda la política estatal de mayor control de la población, particularmente de la juventud popular.
Los constantes rastrillajes en los barrios están enmarcados dentro de la política impulsada desde hace unos años en las administraciones de Peñalosa y Mockus, llamada “Zanahoria, Garrote y Cero Tolerancia”, estudiada por el Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico —CEDE— de la Universidad de los Andes. Esta política consiste en tres elementos: zanahoria, que significa la generación de empleo en los sectores más vulnerables, programas de acercamiento de la policía a la comunidad (las escuelas creadas en Ciudad Bolívar, cuyos profesores son policías bachilleres dirigidos por Cabos; las jornadas de servicio social de la policía, la formación de niños policías que trabajan en labores cívicas, entre otros, enfocados a que estos sectores ganen confianza hacia la autoridad), los programas de cultura ciudadana, etc. El otro elemento es el garrote —que según CEDE— es el que más incide en la disminución de delitos, consiste en el fortalecimiento económico e institucional de la policía, mejoramientos de los CAI, la creación de escuelas de seguridad ciudadana y frentes de seguridad, campañas de desarme, prohibición de pólvora, toques de queda en algunos sectores, etc. Y por último, la cero tolerancia o ‘ventanas rotas’, que se guía con la filosofía de “prevenir el delito”, con la lógica de que la policía debe actuar presumiendo la intencionalidad de los supuestos delincuentes y, de otro lado, “el control por parte de la autoridad de aquellas conductas que, si bien no constituyen delitos, son faltas cuya repetición va generando un ambiente de violación general a la norma, abonando así el terreno para la acción de los delincuentes”.
En realidad, esta “guerra contra la delincuencia” ha sido una guerra contra los pobres:
Ernesto: Pues la vez pasada allá en el parque nos cayeron porque estábamos allá sentados. En cada barrio, en cada esquina, hay un lugar que uno se hace con todo el mundo. Aquí es el muro, allá donde yo vivo es el parque, ¿si? Y entonces nosotros estábamos ahí sentados y eran grandes, pequeños, pero sanos, a lo bien, nada de ganya, ni nada de esa vaina, ni robar, nada de eso, hablando. Y pues, cayeron y nos cogieron, pero los que pudimos nos volamos (risas) Ahí si, a correr porque qué más. Pues eso es injusto, porque deberían coger de verdad a los jíbaros, a los ñeros (risas), pero no a los que no están haciendo nada, porque es absurdo que cojan a unas personas simplemente porque están hablando.
Carlos: Exacto, pues una vez me llevaron fue a carabineros, y habían dos manes que llegaban del trabajo, y los cogieron, pues estaban recogiendo así tuvieran cédula, porque eso es así, no, la vaina es estar tarde de la noche, y entonces los manes pues alegaban que no que vea que ellos venían de trabajar y traían sus maletas con su portica del almuerzo y todo, y pues no: pues, camine vamos allí a hacer aseo, usted está tarde de la noche por acá.
Yo: ¿Y ustedes han escuchado a alguno que se lo hayan llevado, ¿cómo ha sido la experiencia?
Carlos: Claro, pues que la pasan bacano (risas).
Ernesto: Uy, no.
Carlos: Pues el frío los jode, ¿si me entiende?
Ernesto: El miedo, pues porque uno de bien, no está acostumbrado a nada y cuando le toca irse a bailados se da bailados porque ya se la treparon mucho, ¿si?, pero que lo pongan allá con un ñero bien bravo, con ratas de esas bien bravas, pues a uno le da miedo, cagada, que esos tombos a ratos como buenos cerdos que son, se exceden en la autoridad, simplemente porque lo cogieron y está en una estación con ñeros, si me entiende.
Yo: ¿Por qué dice que bacano?
Carlos: Pues, es que uno debe llegar a hacer amigos.
Ernesto: Sí, eso depende.
Carlos: Sí, exacto, porque uno debe llegar a hacer amigos porque puede llegar a haber gente maliciosa, entonces usted tiene que llegar allá a hacer amistad con todo el mundo, usted no puede ir a ganar de malo allá porque lo joden.
Ernesto: Eso, usted tiene que ir con mente abierta a hacer amigos.
Yo:¿ Cuánto duran allá?
Carlos: Veinticuatro horas, si los cogen a las siete llegan a las diez del otro día, mientras que se demoran en llegar acá.
Ernesto: A veces hasta las cuarenta y ocho.
Carlos: Si eso, si es muy jodido.
Ernesto: Hasta setenta y dos horas.
Yo: ¿Eso dónde queda?
Carlos: Por ahí por la treinta con trece.
Ernesto: No, eso son varios lugares.
Carlos: Pero la mayoría pegan es para ahí para la treinta [...]Y ellos me decían que decían: bueno usted tiene que cuidarme el sueño a mí, ¿si me entiende? cuando iban así en grupo.
Ernesto: Sí, porque a más de uno les prenden candela.
Carlos: O les quitan los zapatos o le hacen cualquier mierda.
Ernesto: Eso es como corrupción también, porque allá también entra mucha gente con droga a vender. Y gente que se entra allá a robar, eso es bravo. Por lo menos un amigo me contaba que, uy, eso fue bravo, él man iba trabajando y no llevaba papeles, pero estaba con el papá trabajando en un bus, de pato, de recoge monedas, cobrando. Y lo llevaron en un retén y se lo llevaron porque no tenía papeles y estando con el papá. Y antes esa lacra va y lo regaña. El papá lo regañó. (risas)
El man dice que le fue bien porque hizo amigos, pero lo que vio lo marcó, porque uno que vaya sólo le va es mal, digamos que uno vaya bien vestido, lo dejan es, y uno pues, dejarse robar, porque por ahí que le salgan a uno con una puñaleta porque como le digo, allá entra gente también a robar, a dar piso y toda esa vaina.2
1.1. La escuela y la política de la “zanahoria y el garrote”.
Es común encontrar en los colegios, ya sean públicos o privados, de los barrios populares la presencia constante de los jóvenes bachilleres que prestan el servicio militar como policías. Estos jóvenes deben permanecer en los colegios durante toda la jornada escolar. Aunque en apariencia su labor es meramente social, ayudar en labores que se requieran dentro del colegio, lo cierto es que ellos deben tomar nota de todo cuanto pasa en su interior y pasar un informe diario a sus superiores. Los policías bachilleres permanecen en los corredores escuchando lo que dicen los profesores, hablan con los jóvenes a la hora del descanso, participan de actividades extraacadémicas, de todo esto sacan sus informes. En el colegio no sólo estaban estos, sino que varias veces, con el permiso de las directivas, entró la policía a realizar requisas a todos los estudiantes. Con el pretexto de incautar armas o droga, la policía llegaba, se tomaba cada salón de clase, requisaba a cada estudiante y revisaba las maletas, cuadernos, pupitres, techos y cada rincón del colegio. Todo esto generaba un ambiente de tensión y control, sin embargo, los estudiantes no veían espontáneamente lo que significaba, tampoco muchos de los profesores. Se había hecho normal. La única objeción que a veces colocaba la rectora, es que los policías bachilleres iban a enamorar a las jóvenes lo que podría traer consecuencias negativas para ellas.
Es sabido además, que durante el año 2002, en la campaña de creación de redes de informantes propiciada por el gobierno de Uribe Vélez, citaron a los rectores de los colegios de esta zona, luego de explicarles que ellos son muy importantes en un barrio porque reúnen información de muchas personas, padres de familia, jóvenes y profesores, les pidieron que entraran a ser parte de esta red. La rectora del colegio se negó a hacerlo, pero tal vez, muchos otros rectores aceptaron. También es sabido que las empresas privadas de celadores que han impuesto en los colegios públicos, luego del despido de los celadores estatales, tienen como función informar a las estaciones de policía de todo cuanto pase en el colegio y consideren “sospechoso”. Estos celadores tienen permiso para entrar en las actividades que programen los profesores con sus estudiantes y tomar nota de lo que se dice allí. En algunos colegios públicos de la localidad quinta, los celadores tienen orden de entrar a las actividades que los profesores realizan para escuchar y pasar un informe a sus superiores de los contenidos que se desarrollan allí.
Estas prácticas que han aparecido en los últimos años en los colegios, se han vuelto algo cotidiano y justificable: “todo sea por nuestra seguridad”. Si bien, no se puede asegurar con certeza, pueden estar tendiendo hacia un mayor control político e ideológico que la escuela debe mantener en la juventud y los docentes.
1.2. Sobre la actitud policíaca en el colegio: La red de sapos y otras perlas.
En el colegio estudiado, varios profesores tenían como método para controlar el comportamiento de los estudiantes, el fomento de la actitud delatora entre ellos. Particularmente, el profesor de comprensión de lectura, que venía de trabajar en un colegio militar promovía entre los estudiantes la actitud de “soplones” e informantes. En una ocasión mientras tomábamos onces a la hora del descanso, queriendo mostrarse ante el resto de profesores muy suspicaz, comenzó a contar cómo realizaba este tipo de trabajo dentro de los estudiantes del antiguo colegio militar y, cómo había que implementarlo con mayor razón en ese “colegio de ladrones”. Decía que él comenzaba por identificar los estudiantes que tuvieran una actitud de obediencia y sumisión al profesor, que fueran discretos pero que a la vez tuvieran buenas relaciones con los otros estudiantes del curso. Los llamaba uno por uno, sin que cada uno supiera que otros estaban siendo convocados para lo mismo. Primera regla, decía, ninguno de los soplones de un curso, debe saber que existen más soplones. Les hacía la propuesta que, consistía en negociar ciertas garantías a cambio de que lo mantuvieran informado de todo lo que pasaba en el curso, desde las cosas más simples a las más graves; debían pasar informes cada cierto tiempo y esto les ayudaba en su promedio académico. Este sistema lo instauraba en todos los cursos, por lo que él conocía al dedillo desde quién se le ocurría bostezar en las clases hasta qué planeaban los estudiantes para hacer fuera del colegio. Promovió dentro de los profesores este tipo de “espionaje”, según él, para evitar robos, malos tratos, intrigas contra los profesores, etc. Estas actitudes e ideas que refuerzan el control sobre la juventud, eran alentadas en el colegio, tanto por otros docentes como por las directivas.
Otras profesoras, también utilizaban un método parecido. Se comunicaban por teléfono a las casas de los jóvenes encargados de informar el comportamiento del resto, ellos les comentaban los hechos más sobresalientes del día y, así evitaban que las vieran en el colegio hablando con sus informantes, lo que podía levantar sospechas de los otros. Estas profesoras, tal vez no actuaban con la misma conciencia e intencionalidad del profesor de comprensión de lectura, pero el efecto que producían era el mismo.
En una reunión de Consejo disciplinario, surgió la idea de colocar cámaras en todos los pasillos y salones del colegio. Una idea salida de toda lógica, en un colegio donde apenas si había posibilidades de tener ciertas comodidades para los jóvenes. Sin embargo, no faltaron las voces de apoyo a esta propuesta.
Dentro de los sectores populares es muy común encontrar una actitud de rechazo a la delación, tal vez, se deba a una forma de protegerse entre sí de los agentes externos que, llegan a romper la comunidad. En los jóvenes populares se aprecia este mismo rechazo; desprecian a los llamados “sapos del curso” y para cualquiera, ser tildado con este apodo es una gran ofensa. Pero esta actitud de los maestros, genera inevitablemente conflictos al interior de los jóvenes. No faltan aquéllos que con una actitud pragmática y sumisa cedan a sus peticiones, generando así un ambiente de mayor control de la escuela en la vida de los jóvenes.
Lejos de ser una actitud aislada o simples ocurrencias de profesores autoritarios, estas formas de generar informantes, de buscar mantener todo el tiempo el “ojo escrutador” por encima de los jóvenes, hacen parte de esos mecanismos de la “micropenalidad” que reinan, según Foucault, en las instituciones educativas. Es la combinación del sistema “premio-castigo”, en que quién se comporta de manera adecuada a lo que la institución espera, recibe premios, de lo contrario, se arriesga a recibir esos “castigos sutiles” que van ayudando a formar la personalidad del “ser normal”.
Al estar la escuela bajo la influencia del Estado, quiéranlo o no, esta “micropenalidad” se encuentra enmarcada dentro de una intencionalidad más global del aquel por controlar la población y atacar la moral del pueblo. Puesto que generar desconfianza entre todos y hacer un modo de vida la delación al otro, dividen al pueblo y minan su espíritu.
2. Formar en las “ilusiones democráticas”: una urgente necesidad.
La situación que se vive a diario en el colegio y en los barrios se contrapone con el discurso democrático que el Estado por medio de las políticas educativas viene promoviendo.
Con la Ley General de Educación se comenzó en Colombia un proceso por volver a reforzar ideas y valores que la escuela había dejado rezagados en décadas anteriores. Se instauró la cátedra de Democracia como materia obligatoria y se instituyó el gobierno escolar3, dos pilares importantes en la necesidad del Estado de formar a la juventud en las ilusiones democráticas. Se diagnosticaba que los altos índices de abstención en las elecciones nacionales y regionales, así como el descrédito de los organismos del Estado entre la juventud, se debían a la casi nula educación cívica en los colegios; esta “ausencia de civismo” no permitía que el Estado pudiera interferir en una actitud positiva frente a las elecciones y a otros aspectos de la democracia burguesa: el respeto a las leyes y la constitución, la resolución de conflictos por las vías del diálogo, el respeto a la autoridad, etc.
Contrariando las anteriores cátedras de cívica, se instauró el “gobierno escolar” que supone la puesta en práctica de la “democracia” en el espacio escolar. A la par, en las cátedras de democracia se dio un mayor énfasis en enseñar qué es el Estado, la constitución política, los derechos y deberes de los ciudadanos, etc. desde un solo punto de vista: el dominante. Se implementó la educación en valores y se impuso el discurso de moda de la tolerancia y el pluralismo, al punto que muchos profesores lo asumieron como propio.
A pesar de todas estas medidas la escuela no se ha democratizado. Como lo he descrito a lo largo de este trabajo, las relaciones que predominan a su interior siguen siendo autoritarias y verticales. No se debe, a una mala aplicación de la ley, sino a que la sociedad en su conjunto, no se ha democratizado; la escuela continúa funcionando en el mismo contexto de relaciones de producción de hace algunas décadas. Los cambios que se han propiciado con la globalización sólo han servido para profundizar mucho más estas relaciones.
Y es que, la intención del Estado no ha sido democratizar la escuela, por lo menos, en el sentido de acabar las relaciones de supremacía y dominio. Lo que ha buscado es borrar por completo de la mente de los maestros y de la juventud, la idea que pueda existir un tipo de sociedad diferente a la actual, para lo cual hace pasar su discurso como la única interpretación posible de la realidad. Lo impone por la fuerza de la repetición y de la negación y persecución de otras interpretaciones
Como lo afirma Romano (op. cit.: 47):
Lo que se enseña en las escuelas sobre la esencia del Estado resulta inservible y aburrido, por inútil. Es un lastre para el desarrollo de nuestro pensamiento, lastre que difícilmente podemos soltar. El aburrimiento se debe a que nos piden que nos ocupemos de los intereses ajenos, sin que se reconozca como tales. La enseñanza no transmite conocimientos adecuados porque oculta los intereses ajenos, porque nos impide reconocerlos[...]
Y continúa:
Los profesores no tienen culpa de que nuestras escuelas sean así. Los contenidos de sus materias los deciden otros. Por eso, la mayoría de ellos saben muy poco acerca de la esencia del Estado. La ocultación y la incompresibilidad se extienden por todas las instituciones, de arriba abajo. Esta amplia ignorancia de tantos educadores acerca del Estado y del Derecho es un indicio del gran provecho que encierran esos temas para quienes deciden los contenidos.
La concepción de Estado que se transmite a los jóvenes parte de la idea que está por encima de las clases sociales, de los partidos. Una estructura neutral que protege a todos por igual. Marx entendía, la necesidad de la clase dominante de presentar sus ideas como las ideas de toda la sociedad y por ende el Estado aparece como un poder ajeno a los intereses de alguna clase específica:
[T]oda clase que aspire a implantar su dominación...tiene que empezar conquistando el poder político, para poder presentar su interés como el interés general...
Precisamente porque los individuos solo buscan su interés particular, que para ellos no coincide con su interés común y porque lo general es siempre la forma ilusoria de la comunidad, se hace valer esto ante su representación como algo “ajeno” a ellos e “independiente” de ellos, como un interés “general” a su vez especial y peculiar, o ellos mismos tienen necesariamente que enfrentarse en esta escisión, como en la democracia. Por otra parte, la lucha práctica y el refrenamiento por el interés “general” ilusorio bajo la forma de Estado...
...Esta plasmación de las actividades sociales, esta consolidación de nuestros propios productos en un poder material erigido sobre nosotros, sustraído a nuestro control, que levanta una barrera ante nuestra expectativa y destruye nuestros cálculos, es uno de los momentos fundamentales que se destacan en todo el desarrollo anterior, y precisamente por virtud de esta contradicción entre el interés particular y el interés común, cobra el interés común, en cuanto Estado, una forma propia e independiente, separada de los reales intereses particulares y colectivos y al mismo tiempo como una comunidad ilusoria (Marx: 1976: 24).
Esta concepción de Estado, la sintetiza el marxista norteamericano moderno L. Wolff: El Estado “surgió de la división de la sociedad en clases; su propósito no es reconciliar estas divisiones —el antagonismo entre explotadores y explotados, amos y esclavos, es irreconciliable— sino que sirve como órgano de dominación de una clase sobre otra”(WOLFF, Lenny. 1990: 9).
La realidad de hoy, la manera como los grandes monopolios transnacionales, a través de los Estados nacionales y sus instituciones, imponen sus reglas del juego (la políticas de globalización, por ejemplo) sobre la inmensa mayoría de la población del planeta, a pesar de las múltiples demostraciones de oposición de la población, y la inmediata respuesta por medio del aparato represor, es una manifestación palpable de cómo funciona en realidad el poder estatal.
Sin embargo, la intencionada tergiversación de lo que es el Estado, es clave en la imposición de un pensamiento único al servicio del orden establecido, al desdibujar la realidad y hacer que la juventud popular, a pesar de la situación que debe vivir, desvíe las causas de su realidad a otras cuestiones, generalmente de carácter individual (no fui capaz, castigo de Dios, etc.) pero nunca a la manera como está organizada la sociedad: quién posee los medios de producción, cómo se distribuye la riqueza, quién produce la riqueza y quién la concentra.
De la misma manera sucede con el concepto de igualdad, otro de los fundamentos de la democracia. A los jóvenes se les repite que “todos somos iguales ante la ley”, pero ellos mismos saben por experiencia directa o por la de sus padres y conocidos, que unos son más “iguales que otros”. A pesar de esto, se les hace repetir el discurso, sin permitir su cuestionamiento. La otra interpretación sobre el carácter de las leyes nunca aparece en los textos y guías de democracia que se les ponen a leer a los jóvenes:
Las leyes las hacen los seres humanos no los ángeles. Y nadie hace una ley en contra de sí mismo. Ningún tonto tira piedras a su tejado. ..Es el rico que con su riqueza crea al ladrón y luego hace la ley contra los ladrones y en defensa de la propiedad privada, la suya. Quien ha robado a los otros es el que teme al robo. Quien tiene poder para fijar las reglas del juego establece las que le permitan ganar. No va a poner unas reglas del juego que le hagan perder (ROMANO, 2002: 46).
Además, en las diferentes sociedades caracterizadas por el dominio de una minorías sobre la mayoría, siempre han necesitado el uso de la fuerza para hacer cumplir la ley. Las elecciones, que las presentan como la manifestación de la igualdad, no son más que un velo que desdibuja esta verdad.
Cuando se presenta a los jóvenes esta visión de la realidad como una verdad incuestionable impide que ellos, se hagan preguntas que valdría la pena responderse: ¿Por qué cuando se habla que la cuna de la democracia es Grecia, se pasa por alto, que por cada hombre adulto en Atenas habían 18 esclavos?; ¿Por qué si EU es un país democrático, se mantiene aún una constante persecución a la población negra? ¿Por qué un país poderoso para llevar la democracia a una nación “atrasada” requiere masacrar al pueblo que “libera” y destruir por completo lo que por siglos ha construido?; entre otras muchas.
En el colegio estudiado, la figura del gobierno escolar y el personero, sólo ha servido para ocultar su funcionamiento despótico. El manejo de la autoridad y las decisiones fundamentales que se toman al interior del colegio, no salen de los organismos de participación. Estas decisiones ya están tomadas por las directivas bajo la orientación de los organismos del Estado. Los personeros, representantes estudiantiles, representantes de padres, etc., sólo pueden ocuparse de decisiones minúsculas que no tienen mayor incidencia en la vida escolar.
Ni siquiera la elección de personeros y representantes estudiantiles se hace de manera “libre”. Las directivas pasan por los salones “sugiriendo” que los estudiantes que se postulen como candidatos a ocupar cualquiera de estos cargos, deben tener un “expediente” estudiantil intachable. Los estudiantes que finalmente salen candidatos deben presentar a las directivas su “plan de gobierno” para que sea aprobado por estas. Las directivas autorizan aquellos puntos que no impliquen cambios en sus orientaciones o mayores gastos. Por lo general el tipo de promesas que surgen son superficiales y sin trascendencia: “poner espejos en los baños”, “pintar las bancas del patio”, realizar un “jean day” por semestre, etc. El personero que sale elegido, no es el representante de los estudiantes, sino, el representante de las directivas y del colegio en eventos externos programados por la alcaldía, los CADEL, etc., por lo que debe “brillar por su buen comportamiento y rendimiento académico”, como lo repetía siempre la profesora de sociales del colegio.
Cuando un personero se “pasa de la raya” y comienza a realizar otro tipo de actividades a favor de los estudiantes o promueve la inconformidad con las directivas, inmediatamente, como sucedió en el colegio, las directivas le quitan su cargo, le dan un severo regaño delante del resto de estudiantes y se lo conceden a otro.
Las directiva utilizan a los representantes estudiantiles para conocer por intermedio de ellos la actividad del docente en el salón de clase, su relación con los estudiantes, los problemas que se han presentado, la opinión que tienen los jóvenes sobre cada profesor, etc.
Esta dinámica que se desenvuelve en la práctica confronta el discurso de la “democracia” escolar promovida por el Estado; los jóvenes se encuentran en medio de esta confrontación que como tal genera confusión. A pesar de eso, algunos jóvenes son capaces de distinguir, o por lo menos de intuir que existen diferentes intereses que se disputan entre sí en el espacio de la escuela. Otros, no lo hacen con tanta lucidez, pero sobre este aspecto del funcionamiento del gobierno escolar, en general la mayoría, es escéptica y no cree que sea una forma verdadera de participación estudiantil. La actitud de rechazo se manifiesta en la abstención, en las críticas que siempre suscitan los candidatos cuando recorren los salones impulsando sus propuestas, el desinterés de la mayoría por participar de este proceso, etc.
2.1. Apuntes sobre la incidencia del “discurso democrático” en el pensar y querer de los jóvenes.
A pesar que, las condiciones sociales son un obstáculo para que el discurso dominante cale por completo en la mente de los jóvenes, en algunos terrenos, más que en otros, han logrado medianamente sus objetivos. Por lo menos, al nivel de discurso —y, un poco menos en la práctica— varios jóvenes se expresan con la lógica dominante.
Por ejemplo, una de las ideas que más ha calado es el “pluralismo”. Una buena parte de los jóvenes repite que “cada quién tiene sus propias ideas y que hay que respetarlas”. Cuando realizábamos los debates en clase y se generaba discusión, no faltaba el estudiante o los estudiantes que plantearan que al final de cuentas, todos tiene su propia verdad y que no hay porque irrespetarla. Solamente en casos críticos cuando alguien demostraba con argumentos, que algunas ideas han atentando contra la misma humanidad, como por ejemplo, el fascismo, la supremacía blanca, etc., entonces reflexionaban y veían las implicaciones que tienen ciertas ideas para la vida de la gente y las bases sociales que las sustentan. Sin embargo, esa actitud anticientífica de negarse a buscar las causas de los fenómenos y establecer lo correcto e incorrecto que encierran, conformándose con el discurso dominante, ha llevado a situaciones extremas en que algunos estudiantes, se niegan a aprender nuevas cosas y ver nuevas perspectivas, bajo el argumento que “sus ideas” aunque incorrectas en algunos casos, son suyas.
Los jóvenes que por razones económicas de sus familias tienen mejores posibilidades y pueden pensar en realizar una carrera, son los que más creen en la falsa idea de que “cada cual es libre de hacer lo que desee”. Consideran que “la suerte se la traza uno” y que los que no logran entrar a la universidad es por incapacidad personal. Creen que en la sociedad se es libre para ser un profesional o un drogadicto; una mujer reconocida socialmente o una madre soltera desempleada, todo depende de los individuos. Si bien, el individuo juega un papel importante en las perspectivas que se trace, existen otros determinantes sociales, de mayor peso, que rebasan el “voluntarismo” de individuos concretos. Aquellos estudiantes cuyas condiciones materiales son muy difíciles, no les ha calado tan fácilmente esta idea. Intuyen que por más capacidades individuales que se tengan, si no se tiene dinero, es muy difícil realizar los sueños.
Ante la grave situación de detenciones arbitrarias en los barrios, invité a los estudiantes a que dialogarán sobre el asunto, planteé el problema en el curso para captar cómo ven los jóvenes este problema. Un grupo de ellos contestó diciendo que les parecían bien esos rastrillajes; argumentaban que si bien a veces uno cae, lo cierto es que caen muchos delincuentes; es el precio de la limpieza social. Sólo algunos jóvenes que, por su condición y aspecto, son los que más se han visto afectados, planteaban que la policía no tiene porque hacer eso, que tratarlos a todos de delincuentes no es justo. Pero, hay una tendencia generalizada en ciertos sectores de jóvenes, más “acomodados” de este tipo de colegios, a considerar que la única forma de garantizar la “seguridad” en la comunidad es por medio la mayor represión policial.
Se manifiesta además otra contradicción. Algunos jóvenes aunque reprochan lo que hace la policía en sus barrios, tienen como expectativa salir a ser policías, agentes del DAS, soldados o estudiar criminalística. Se ha establecido la idea que son los únicos oficios que generan recursos económicos y garantizan seguridad social. El desempleo, las pocas posibilidades de ingresar a la educación superior y el ambiente de guerra que se vive en los barrios, ayudan a ratificar estas expectativas. Así lo analizan dos jóvenes:
Carlos: Por ejemplo lo de criminalística, yo creo que sí hay muchos que quieren estudiar eso. Porque si mi compañero dice que estudio eso, pues yo también. En ese colegio, ya a lo último todo el mundo quería estudiar eso.
Ernesto: Pues es que eso como que se pone de moda. Porque antes, yo quiero ser doctor, enfermera decían las viejas, ¿si me entiende? Ahora quieren ser eso, a mi me da asco ponerme a mariquear con los muertos. Eso depende, piensan que eso es muy fácil, idealizan las carreras. Yo digo eso, no saben realmente qué es lo que tienen que hacer.
Yo: Pero, ¿ustedes sí perciben que muchos quieren estudiar criminalística?
Carlos: Si, la mayoría decía que quería estudiar eso. Les preguntaban: bueno, usted que quiere estudiar, y respondían: criminalística.
Yo: Y cuál es la razón para estudiar eso
Carlos: Pues, porque da plata. Y que porque como aquí en Colombia se estaba matando así. (Risas)
Ernesto: Vamos a armar una funeraria (Risas).
Carlos: Pues eso es lo que más hay acá, muertos. Entonces, pues vamos a requisar muertos. (Risas).
Yo: ¿Y ofrecerse de soldado, es otra opción?
Carlos: pues eso de ir al batallón, pues no sé.
Ernesto: Esa es la empresa más rentable.
Carlos: Sí, eso no se quiebra pa’ nada. Igual, pues de nuestro grupo no es que todos estuviéramos con las ganas de irnos por allá. En realidad, de nuestro grupo se fueron solo dos.
Ernesto: Esos manes se fueron de policías de pueblo, de antinarcóticos y contraguerrilla, es que yo me iba ir con ellos, si me entiende, pero no, yo soy muy cobarde, yo que voy a entregar la vida a este país.
Carlos: Claro.
Ernesto: Pero toca, ¿si me entiende? Porque ¿yo acá que estoy haciendo? Vagando. Yo que puedo hacer si no hay más salidas, ya en la casa no se lo aguantan un año más a uno.
Carlos: Estar uno como un zángano acá.
Ernesto: O por lo menos sin libreta, no hay trabajo bueno, y no hay plata pa’ comprar la libreta.
Los medios de comunicación4 y la guerra, pusieron de “moda” estos oficios. Algunos jóvenes (mujeres y hombres) ven que es una alternativa para salir rápidamente a ganar plata, necesidad apremiante en jóvenes que en muchos casos, sus familias dependen de lo que ellos puedan aportar . Se enfrentan a esta situación sin elementos críticos para entender lo que implican estos oficios en sus vidas y las vidas de sus allegados.
La crisis de los movimientos populares de izquierda, que en otras décadas jugaban un papel importante en la formación de la juventud de los barrios, sumado a las pocas alternativas de empleo, también ha ayudado para que un sector de jóvenes de los barrios marginales, vean como alternativa de vida válida, venderse al mejor postor, ya sea la guerrilla, los paramilitares o las fuerzas del orden sin criterios claros, más allá del dinero. En otros casos, otras formas organizativas como las pandillas, el sicariato, etc., resultan siendo una alternativa.
La contradicción entre discurso dominante-realidad, se presenta en este caso particular de manera descarnada. El discurso de la democracia, igualdad, tolerancia, se opone a las condiciones materiales y relaciones sociales en que deben vivir los jóvenes. Estas condiciones materiales halan hacia ciertas ideas y reflexiones sobre la realidad que se contraponen al discurso dominante, pero vuelven a chocar con las ideas que predominan, que son las que mayormente se difunden, tanto en la escuela como por los medios de comunicación y el medio social.
Surge de allí una rebeldía espontánea que como tal no logra fundamentarse en las causas objetivas que conllevan la condición de “marginalidad” de estos jóvenes. Algunas de las manifestaciones culturales, formas de vestir, expresiones lingüísticas, impregnadas en ocasiones por las modas que se imponen a través de los medios masivos de comunicación, pero que son asumidas como parte de su “identidad” como jóvenes, hacen parte de una respuesta juvenil hacia la sociedad que los margina. Pero, en los últimos años el Estado se ha preocupado por canalizar esta rebeldía espontánea hacia sus propias orientaciones. Así, ha insertado a un sector de jóvenes de los barrios, que se desenvuelven en el arte, la música, el baile, en sus programas y visiones, a condición de apoyarlos económicamente. La intención “contestataria” con la que surgieron estas expresiones, tiende a desaparecer para convertirse en nuevas herramientas de dominación, bajo un manto de “lo propio”, que oculta las intenciones del Estado de volver a estos jóvenes difusores y defensores de sus políticas.
La necesidad del Estado por continuar su tarea de imponer la ideología burguesa a través de la educación formal y otros medios continúa siendo prioritaria. Las competencias ciudadanas de Uribe Vélez son la concentración más clara de esta política. Pero, mientras continúe la lógica de dar zanahoria y bastante garrote, única forma de los de arriba para mantener el orden, seguramente que la juventud popular encontrará formas de enfrentar esta situación y hallará respuestas que la escuela como institución reproductora del orden social, no está en capacidad de darles.
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