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CHINA DE MAO. CHINA DE HOY
Conferencia en el 50 Aniversario del triunfo de la revolución China (0ctubre de 1999),
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La Revolución de 1911 golpeó con fuerza a los manchúes, la dinastía reinante. El poder de los emperadores, el poder de las dinastías, fue derrocado en 1912 y el Kuomintang, el partido político que expresaba los intereses de la burguesía china y bajo la dirección de Sun Yat-sen, tuvo su oportunidad de liberar a China de la opresión extranjera, de liberarla de la opresión interna; y fracasó. A finales de los años 20, el gobierno del Kuomintang era de nuevo, como los gobiernos feudales, prisionero del querer de los imperialistas, del querer de las clases dominantes chinas, aún de aquellas feudales que se habían organizado militarmente en sus regiones, con sus ejércitos particulares, que se habían hecho entonces al dominio del campo chino como “señores de la guerra”: los llamados Caudillos Militares del Norte.
En 1919, el gobierno chino del Kuomintang aceptó las condiciones impuestas a China en el Tratado de Versalles, como resultado del reparto del mundo que siguió al fin de la Primera Guerra Mundial, y que beneficiaron, entre otros y principalmente, al Japón.
El 4 de mayo de ese año, los estudiantes salieron a la calle, primero en Pekín, que era la capital del gobierno del Kuomintang, y luego en el resto de las grandes ciudades del país, en defensa de la soberanía nacional, lo cual despertó un gigantesco movimiento antiimperialista y antifeudal con la participación de los obreros y los campesinos, marcando una nueva dirección en la vida política china. Esa fecha del Movimiento del 4 de Mayo de 1919 ha sido considerada como el comienzo de un nuevo despertar de China. Movimiento que mostró a las claras que la burguesía china, los capitalistas chinos, no tenían la fuerza, la capacidad, ni la intención de atacar a las tres grandes montañas.
A ello se unió otra circunstancia: por esa época llegaron, como dicen los chinos, las salvas de la Revolución de Octubre, ocurrida en Rusia en 1917, traídas, entre otras formas, por estudiantes chinos que regresaban de Europa, señalando un nuevo camino para los pueblos del mundo: el de la Revolución Proletaria. De ese Movimiento del 4 de Mayo, de ese mensaje de la Revolución de Octubre, surgieron en China elementos nuevos que habrían de dar sus frutos más adelante.
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Se inicia entonces el período que se ha llamado de la Revolución de Nueva Democracia, el planteamiento de que la lucha democrática y antiimperialista en China ya no puede ser encabezada por la burguesía ni por el Kuomintang, sino que ahora debe ser adelantada por movimientos, partidos y organizaciones que representen los intereses del pueblo, bajo la dirección del proletariado.
Durante la década de los años 20, la lucha revolucionaria se adelanta con la dirección del Partido Comunista, que se había fundado en 1921, y con la participación de los delegados de la Internacional Comunista. Las acciones y los levantamientos de este período se desarrollan fundamentalmente en las ciudades, centrados sobre el escaso y naciente proletariado chino, y a través de un Frente Único formado a instancias soviéticas por el Partido Comunista y el Kuomintang; y culminan en 1927 con la traición del Kuomintang, —dirigido por Chiang Kai-shek después de la muerte de Sun Yat-sen—, que desencadena un ataque sorpresivo y feroz contra el pueblo y el Partido Comunista, y con un levantamiento que establece, a semejanza de la Comuna de París, una comuna dirigida por el proletariado en la ciudad de Cantón, comuna que es aplastada y liquidada por las tropas del Kuomintang a costa del exterminio, de la masacre de millares de obreros y pobladores de esa ciudad que participaron en este movimiento.
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Durante este período se ha venido extendiendo por el campo chino un vasto movimiento de organización y lucha campesina, el movimiento de las llamadas “Asociaciones Campesinas”, que se niegan a pagar los arriendos, que se apoderan de las tierras, que a veces incluso asaltan las casas de los terratenientes y expropian los cereales acumulados en los depósitos, que atacan a las autoridades religiosas, políticas y militares, que se rebelan contra la autoridad del clan y que, al decir de muchos, cometen excesos.
Mao intuye que allí hay un fenómeno importante y se dedica a prestarle atención y a investigarlo desde mediados de 1925, para concluir que es preciso dar todo el respaldo a la conformación de las “Asociaciones Campesinas” y dedicar sus esfuerzos a la ampliación y consolidación de ese movimiento, orientándolo hacia la toma del poder, llegando a ser su presidente en 1926.
A partir de esta experiencia comienza a gestarse un cambio en la dirección de la Revolución China, comienza a mirarse hacia ese espacio en donde se concentra la enorme mayoría de la población, en donde se asientan las bases principales de la dominación interna, que es el campo, lo cual significa una confrontación de puntos de vista y de criterios al interior de los revolucionarios chinos, al interior del Partido Comunista. Una pugna de la cual no está ausente la participación exterior, inclusive la de aquellas corrientes que se enfrentaban en ese momento también en los países occidentales de Europa y principalmente en la Unión Soviética.
En agosto de 1927, ocurre lo que se conoce como el Levantamiento de Nanchang, en el cual un sector del ejército del Kuomintang, bajo la dirección de los comunistas, se rebela, abandona sus cuarteles, ocupa la ciudad y, luego, marcha al campo para vincularse con los movimientos y las luchas del campesinado. En septiembre, Mao Tse-tung dirige el Levantamiento de la Cosecha de Otoño, y funda el primer destacamento del Ejército Rojo de Obreros y Campesinos. Surge de estos acontecimientos, como habría de comprenderse después, la chispa que, en palabras de Mao, habría de incendiar posteriormente toda la pradera; se sembraba así la semilla del que luego sería el Ejército Popular de Liberación.
Sobre estas bases, se crea en el campo, en las montañas Chingkang, en la frontera entre las provincias de Hunán y Kiangsí, lo que en esa época se llamó el “Primer Soviet de China”, teniendo por supuesto como una mira la experiencia de la Revolución Rusa, de la Revolución Soviética.
En esa región se desarrolla un fenómeno peculiar, una Base de Apoyo Revolucionaria, que se fundamenta, por un lado, en la forma de conciencia del pueblo chino, que ha enfrentado las calamidades naturales y sociales que lo han agobiado durante siglos con fundamento en el desarrollo de una conciencia comunitaria y en la acción de unos principios comunitarios; investigadores extranjeros han señalado a lo largo de la historia China esa peculiaridad del campesino chino, su espíritu comunitario, su orientación a enfrentar sus problemas en forma colectiva; además de tener una concepción globalizante, totalizadora, de la vida social. Esta conciencia, por otro lado, se liga con la concepción marxista que, —a diferencia de lo que ocurre con nuestras ciencias sociales, que se reparten el estudio, análisis y tratamiento de la sociedad como tajadas de un ponqué, cada uno con su propia tajada—, concibe también la sociedad como una unidad y lucha por el comunismo. Así, la semilla del marxismo encontró en el campesinado chino un campo abonado para arraigar, crecer y desplegarse.
La experiencia prende entre los campesinos y los soviets se multiplican hasta abarcar once provincias, basados en la fuerza de los destacamentos del Ejército Rojo que se crearon después de los levantamientos de Nanchang y de la Cosecha de Otoño. Su desarrollo implica también dedicarse al manejo de la totalidad de los problemas de la sociedad en una amplia región, a ir transformando todo poco a poco y desde ese mismo momento, a ir revolucionando poco a poco y desde ese mismo momento las relaciones sociales: confiscando la tierra de los terratenientes donde eso era posible, restringiendo y controlando el arriendo de la tierra, y por lo tanto el pago del terraje, en donde no era posible confiscarlas, destituyendo las autoridades locales y reemplazándolas por las Asociaciones Campesinas, trabajando las tierras en común o por lo menos poniendo en común los instrumentos de labranza para labrar la tierra de cada uno, tarea en la cual participaban de manera sustancial los miembros de este Ejército Rojo, del cual decía Mao que su tarea no era sólo combatir sino también producir.
Enfrentando los problemas de salud, tarea en la cual, entre otras cosas, participaron médicos extranjeros internacionalistas que llegaron a China desde los años 30 a prestar sus servicios en esta región: ingleses, norteamericanos, australianos, más tarde incluso canadienses.
Abocando la solución de los problemas de la educación, creando formas de enseñanza muy diversas y no todas ellas escolarizadas, no sólo para los niños y los jóvenes, sino también para los adultos que debían empezar por ser, incluso, alfabetizados; educación orientada a obtener cada vez mejores resultados en el conjunto de las actividades que se estaban llevando a cabo; actividades educativas orientadas a encontrar solución a los problemas que planteaba la región y no a la especulación teórica, al regodeo con las concepciones del mundo intelectual, sin que eso quiera decir que se despreciara la teoría, sino poniéndola al servicio de la solución de las necesidades de la vida cotidiana del pueblo en estas regiones. De esa misma manera se estudiaba la concepción marxista, porque había también esa clase de educación política, combinando el estudio con el trabajo.
Además, innovando las técnicas agrícolas, atacando en esas regiones las causas de las enfermedades, enfrentando la superstición religiosa y atacando el problema de la opresión de la mujer, permitiendo, por ejemplo, que se abolieran los matrimonios forzados, prohibiendo la venta de niños y niñas, restringiendo la poligamia masculina, eliminando o restringiendo el concubinato, vinculando a las mujeres a todas las actividades que se desarrollaban con base en un principio formulado por Mao: “todo lo que puede hacer un hombre, lo puede hacer una mujer”.
Estos soviets, denominados Bases de Apoyo Revolucionarias, se extendieron por una amplia región del sureste y centro de China durante 4 años, constituyendo un fenómeno nuevo, un fenómeno que implicaba el manejo global del conjunto de la vida social como un todo y la participación de la población de esas regiones en el manejo de ese conjunto de la vida social a través de las Asociaciones Campesinas, bajo la dirección del Partido Comunista; asociaciones que dirigían todo lo concerniente a lo militar, lo administrativo, la producción económica, el manejo de recursos, la educación, la salud, etc., restringiendo y atacando además las formas de división social del trabajo y de las actividades sociales que habían desarrollado durante mucho tiempo las sociedades de clase.
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En 1931, el Japón invade a China, dando inicio, desde el punto de vista oriental —por supuesto no desde el punto de vista occidental—, real y verdaderamente a la II Guerra Mundial, que, como se sabe, no termina con la rendición de Alemania, sino que termina con la del Japón, después de que éste país recibe el ataque de las bombas atómicas norteamericanas. En nuestra historia y nuestra visión se dice que la II Guerra Mundial comenzó con la expansión alemana y la invasión, primero, a Checoslovaquia y a Polonia y, luego, a otros países de Europa; pero realmente, como lo mostraría la perspectiva posterior, esta guerra mundial, la Segunda, se inició con la invasión del Japón a China.
El gobierno chino del Kuomintang, de la burguesía, no resistió la invasión japonesa. Es de las Bases de Apoyo y de las ciudades en donde hay influencia del Partido Comunista sobre los estudiantes y sobre los obreros, de donde surge el movimiento de resistencia contra el Japón, de donde brota lo que se llamó la Guerra de Resistencia Antijaponesa, que modifica las condiciones internas de China. El Kuomintang, sin embargo, en lugar de atacar y combatir al Japón, atacó las Bases de Apoyo, atacó esas zonas liberadas en donde se realizaba ese conjunto de actividades que he mencionado.
Principalmente a causa de los errores cometidos en la orientación del Partido Comunista, en especial por el predominio de la línea “izquierdista” de Wang Ming, quien acababa de regresar de Moscú, el Ejército Rojo se ve obligado a abandonar las Bases de Apoyo y emprender lo que se conoce como la Gran Marcha, que atraviesa el territorio chino de este a oeste, primero, y de sur a norte, luego, hasta cubrir una extensión de 25.000 li, es decir, aproximadamente 12.500 kms. de marcha. Marcha quiere decir en este caso ir a pie, —aunque ahora nosotros estemos acostumbrados a que las marchas son en carro, en bus, en avión, en muchas cosas—; pero no, para ellos marcha era marcha, 12.500. kms. a pie, cruzando las regiones más inhóspitas de China, grandes montañas nevadas, desiertos, zonas pantanosas, centenares de kilómetros de pantanos, recorridos, como lo expresaron los chinos —y no es una metáfora—, calzados con sandalias de paja y con su ropa hecha jirones. Durante más de un año, el Ejército Rojo y un sector importante de la población de esas regiones, que salió para no ser masacrada y se unió al Ejército Rojo, caminaron y combatieron, resistiendo los ataques del ejército del Kuomintang.
Esa experiencia y el análisis y discusión de los errores que se habían cometido, produjeron y forjaron una nueva línea y una nueva orientación para la Revolución China, con la concepción de la Guerra Popular Prolongada como su centro, estableciendo bases de apoyo revolucionarias para cercar y tomar las ciudades desde el campo. Durante la Gran Marcha, en la población de Tsunyi se realiza en 1935 una reunión de la dirección del Partido, y en ella, por primera vez en forma clara desde su fundación, el Partido Comunista Chino adopta la línea y la orientación de Mao Tse-tung como las oficiales. En octubre de ese mismo año, de cerca de 350.000 personas que partieron al comienzo de la Gran Marcha, llegan a Shensí y Kansú, en el norte de China, 30.000 sobrevivientes, lo más probado de los revolucionarios chinos.
Esos 30.000 sobrevivientes emprenden en esa región, teniendo a Yenán como centro, la tarea de construir las bases de la Guerra de Resistencia contra el Japón, con el mismo espíritu y la misma orientación con que se habían construido las Bases de Apoyo; se creó así la Región Fronteriza de Shensí-Kansú-Ninghsia.
En 1945, estos sobrevivientes, que han crecido hasta hacerse millones y controlar la tercera parte del territorio chino, derrotan al Japón, pero aún así el Gobierno del Kuomintang no exige a los japoneses que firmen su rendición. Es sólo posteriormente, como corolario del bombardeo de Hiroshima y Nagasaki y la rendición del Japón ante Estados Unidos, que el Ejército japonés se rinde, pero no ante quien lo ha derrotado, que es el que ya en ese momento se denomina Ejército Popular de Liberación, sino ante el Gobierno del Kuomintang, que no ha luchado en contra del invasor, excepto por breves períodos pasajeros.
Libre ya de la carga del Japón, el Kuomintang vuelve de nuevo su enfoque, su ataque, su fuerza, sobre las regiones liberadas. Se reinicia entonces la guerra civil, en forma tan compleja que en un momento dado las fuerzas revolucionarias trazan una estrategia que las lleva a abandonar a Yenán, “la cuna de la revolución”, como la denominaría Mao Tse-tung. Pero, al final de la misma, en 1949, un millón de soldados del Ejército Popular de Liberación cruza el río Yangtzé y toma Nanking, capital del gobierno de Chiang Kai-chek, para luego tomar el poder en todo el país, mientras el Gobierno del Kuomintang y el remanente de sus tropas —pese al apoyo de Estados Unidos, Inglaterra y los demás imperialistas— se ven obligados a huir de la ciudad, para luego abandonar el continente y reducirse a la isla de Taiwán, en donde permanecen todavía.
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