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PRÁCTICAS DE INTERVENCIÓN DEL CUERPO EN SOCIEDADES INDÍGENAS ACTUALES DE COLOMBIA
Informe final de "Recolección de información bibliográfica como Asesoría a la exposición temporal del Museo del Oro: CUERPOS PREHISPÁNICOS"
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YUPKA
Gerardo Reichel–Dolmatoff: “Los indios motilones. Etnografía y lingüística”. En Revista del Instituto Etnológico Nacional, vol. II, Entrega 1ª, Bogotá, 1945, pp. 15–115.
El nombre “Motilón” se refiere ciertamente a la costumbre de etribu de llevar el pelo muy corto. Eso ha sido explicado a su vez como medida profiláctica o curativa adoptada por los indios durante una terrible epidemia de viruelas que azotó en los primeros tiempos de la conquista la población indígena de la región de Ocaña […] Entre los motilones hombres, mujeres y niños se cortan el cabello con las mismas flechas pero sin agregar ninguna manifestación ritual a este procedimiento. Probablemente el sentido mágico de la costumbres se ha perdido ya desde tiempo y ahora se trata simplemente de una medida de mera comodidad, pues por su vida en el monte el cabello largo resultaría muy incómodo y hasta peligroso. P. 20
FUNEBRIA
Cuando un indio motilón está moribundo, sus familiares se reúnen en casa de este y lo acompañan con llantos en sus últimos momentos de vida. Apenas muere, permanecen con el cadáver sólo los parientes más cercanos mientras que los demás se retiran fuera de la casa donde comienza el llanto fúnebre en tanto que la viuda o pariente más cercano elogia en voz alta las cualidades del difunto.
El cadáver del muerto se pone luego sobre su manta y uno de los parientes más cercanos lo envuelve en posición de cuclillas empujando las rodillas hacia el pecho y poniéndole las manos sobre las mejillas. Luego el cadáver se va cosiendo en la manta hasta que forman un sólido paquete dejando sólo la cara destapada. Fuera de la casa se hace entonces una pequeña armazón de madera en forma inclinada y sobre ésta se coloca el cuerpo para ahumarlo a un fuego lento. Durante tres días y tres noches los parientes, viudos y hermanos o hijos, cantan al lado del cadáver, hasta que este se convierte en una momia ennegrecida, seca y arrugada.
Cuando han pasado dos años, el pariente mas cercano, sea la viuda, determina el día del desentierro después de la tercera noche de luna llena. […] En la casa principal se han reunido entonces seis hombres para pintarse la cara con pintura roja compuesta de achiote, miel de abejas y leche de una de las mujeres.
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Por la mañana la gente se prepara para ir a la casa del muerto. Acompañando sus trabajos con llantos y canciones, las mujeres de la familia han tejido una faja de fique para cargar, y un hombre prepara dos esteras nuevas. Cuando todos se han pintado la cara en señal de luto, empieza la marcha hacia donde está el entierro. […] en el centro de la casa se arrodillan ahora los parientes, viuda e hijos y empiezan a abrir la tumba, sacando la tierra con las manos. Pronto aparece la reja y al retirarla se levanta la tierra y las hojas y la tumba queda abierta. Un hombre coge el cadáver y lo saca fuera de la casa.
La viuda o pariente más próximo pone sobre el suelo una estera vieja y luego limpia minuciosamente la momia con un palito, sacándole con escrúpulo la tierra de los ojos y nariz y colocándole los dientes que se le han caído. Cuando el cadáver está suficientemente limpio, el hombre procede a amarrarlo con una cuerda fuerte de fique terminando sobre la frente con un nudo complicado. Luego envuelve la momia, primero la parte inferior, en una de las esteras nuevas que se han puesto sobre el suelo y va cosiéndola con un fuerte hilo.
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Trabajando con mucho cuidado y estirando la estera para moldearla en la debida forma, envuelve entonces la parte superior en la segunda estera que se cose de la misma manera. Antes de tapar la cara suspende el trabajo y el pariente empieza otro llanto mientras que los otros guardan silencio. Luego un hombre toma la faja para amarrar de sus extremos los lados del cadáver, mientras que los asistentes se levantan y la viuda se quita el collar y lo pone alrededor del cuello del muerto así como también la mochila de este y un pequeño paquete con mazorcas y plátanos. P. 47 y ss.
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Temprano por la mañana, el hermano o pariente próximo del muerto carga la momia sobre la espalda y se va a su casa. Allá cuelga el cadáver del techo, horizontalmente, amarrándolo con unas cuerdas fuertes de una viga. Después de tres semanas otro miembro de la familia se lleva al muerto para colgarlo en su casa y así, hasta que cada uno haya albergado la momia bajo su techo por algún tiempo. P. 50
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Cadáver envuelto y colgado del techo |
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Para el término en el cual se celebran las segundas exequias, el estado de descomposición del cadáver parece ser de importancia directa. Mientras que las partes blandas del cuerpo no hayan desaparecido, la propia vida del difunto tampoco ha terminado y sus dos componentes vagan todavía cerca del lugar donde se enterró el cuerpo. Una vez terminado el proceso de descomposición y celebrada la ceremonia final, las fuerzas mencionadas quedan libres y pueden ahora asumir sus puestos en otra existencia. Al mismo tiempo los sobrevivientes quedan también libres de todo compromiso y peligro y pueden seguir libremente su vida cotidiana. P. 51
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Comienzo del baile con el cadáver |
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Cuando una persona muere, la esencia de su ser corporal se transforma en una culebra. Esta culebra, semíno, enceguece y mata y es una fuerza vengadora que toma forma concreta para manifestarse a los vivientes. Escondiéndose en el monte rodea la casa donde está enterrado el muerto y vigila los bienes de este que allí se han dejado. En los caminos símino se presenta sorprendiendo a los miembros de la familia del difunto siendo precursor de peligros y desgracias. P. 52
El indio que se encuentre con cierta serpiente en su camino, huye aterrado, tapándose los ojos y no atreviéndose a levantar las manos temiendo que la culebra lo haya enceguecido. Entre los Betoya de los Llanos del Casanare encontramos una creencia muy parecida, pues: “… el que soñó que vio culebra se arranca las pestañas para que no se le ofusque la vista” (Juan Rivero: “Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los Ríos Orinoco y Meta”. Bogotá, [1736] 1883). P. 54
Puntos principales del entierro primario:
a) Desecación del cadáver sobre una armazón de madera.
b) Entierro dentro de la casa en cuclillas.
c) Tumba abierta con una reja de madera.
d) Abandono de la casa del muerto.
e) Llanto fúnebre durante la ceremonia.
f) Pintura roja en señal de duelo. P. 55
Sobre los indios de la Provincia de Cumaná dice Fray Pedro Simón: “…en muriendo, adornaban el cuerpo,… y habiéndolo embijado primero, lo tendían en una barbacoa que hacían de nuevo por esto, y con fuego manso debajo los iban secando por espacio de ocho días…” (Pedro Simón: “Noticias Historiales de las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales”. Edición hecha sobre la de Cuenca, Bogotá, 1882). P. 55
La pintura facial o corporal con color rojo de achiote desempeña en la vida del indio un papel importante. En todo caso se le atribuye cierta fuerza mágica por lo cual se emplea para ceremonias, fiestas y guerras. Los Motilones se pintan únicamente la cara, dibujando sobre las mejillas un gran triangulo para los hombres y un rombo para las mujeres; además tienen algunas líneas y puntos tanto a lo largo de la nariz como sobre los párpados. Para la ceremonia del desentierro los hombres únicamente tienen el privilegio de mezclar algunas líneas negras sobre el fondo rojo. Los Motilones que habitan en Sicacáo, el alto río Tarra y las cabeceras derechas del río de Oro tienen una manera distinta de los Yuko y Kunaguasaya consistiendo en un rayado horizontal sobre las mejillas y la frente. P. 57
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Mujer y hombre motilones pintados |
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El depositamiento del cadáver en una cueva es tal vez la manera de entierro más común en la región montañosa de la cordillera. Originalmente siguió probablemente como última ceremonia la cremación definitiva del cadáver, a veces combinado con una especie de endocanibalismo, ceremonia durante la cual la ceniza del muerto se mezclaba con la chicha que los familiares tomaban durante el rito. P. 60
Hemos observado que entre los Motilones la pintura roja se usaba como señal de luto: para la guerra los Motilones se pintan la cara en negro con carbón de palo mezclado con miel. Entre los Achagua y los Karib del Orinoco, el negro es el color del luto y el rojo se emplea para la guerra (J. Joseph Gumilla: “El Orinoco ilustrado, y defendido, Historia Natural, Civil y Geográfica de este gran río y de sus caudalosas vertientes”. Madrid, 1745, Edición segunda de Manuel Fernández). […] los pintados, tribu antigua de la región de la Ciénaga de Zapatosa (Magdalena) se pintaban de negro pero hay que suponer que esta tribu tal vez era una parcialidad de los Motilones (José de Alarcón: “Compendio de Historia del Departamento del Magdalena desde 1525 hasta 1898”. Santa Marta, 1898). Los indios Tiznados, antigua tribu karib de Venezuela, usaban el mismo color pero ellos parecen haberlo usado mas bien como tatuaje. P. 62
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Música: Flautas de pan para los hombres y arco para las mujeres |
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Hay también entre los motilones, una manera amistosa de arreglar una disputa. El ofensor se arrodilla frente al ofendido quien, con el filo del arco le da un fuerte golpe en la cabeza quedando así expiada la falta. Después estas cicatrices son mostradas orgullosamente. Este medio es usado en caso de asuntos leves y ofensas consideradas sin mayor importancia para ellos.
Cuando nace un niño, se celebra una ceremonia parecida a la descrita con ocasión del desentierro. Después del parto, al cual asisten únicamente las mujeres, cortan la cuerda umbilical con una flecha del padre, a demasiada distancia del ombligo, y la placenta es enterrada enseguida fuera de la casa. El niño y la madre se lavan repetidas veces con agua hervida en infusión, pero en este período no se observa ninguna prescripción o tabú alimenticio ni de otro orden. “La Couvade” tampoco se conoce y padre y madre siguen enseguida sus trabajos habituales. Tres semanas más tarde el padre del niño le da un nombre y además ofrece una canoa de chicha y dirige el festejo. La chicha se prepara la tercera noche de luna llena y el padre baila durante esta noche con el niño, ya sea cargado en la espalda, o colocado adelante o de los lados cambiando según la posición de la luna. Posiblemente se observe este rito atribuyendo cierto sentido a la influencia de la luna respecto al crecimiento del niño. También en esta ocasión las caras se pintan de rojo y la música de carrizo y flautas se oye día y noche. P. 67
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Los motilones son antropófagos. Ellos mismos me los han afirmado varias veces, en distintas ocasiones y lugares, y se han interesado en saber si otras tribus también se ven obligadas a comerse entre sí. Este endocanibalismo no es consecuencia de ninguna concepción mágica sino que crece simplemente de la terrible falta de comida en ocasiones. Como presa los hombres escogen a una mujer sin familia que generalmente es una vieja o a un inválido que impide los movimientos de la tribu. El plan se conviene secretamente entre los guerreros, quienes eligen a la víctima que luego rodean para asesinarla de un flechazo. El que dispara la flecha no debe tener ningún lazo de consanguinidad con la víctima pero en la comida pueden tomar parte todos los de la familia. El canibalismo no implica ninguna fiesta ni da regocijo, al contrario, es una comida que se efectúa con gran sentimiento y tristeza. […]
El hecho de encontrar entre los motilones la antropofagia no es sorprendente de ninguna manera puesto que es uno de los rasgos más característicos de los karib tanto del continente como de las islas y el aislamiento total en que se han conservado los motilones, hace que esta costumbre continúe hasta nuestros días aunque con un objeto diferente. P. 69
[…] El pelo se motila con las puntas de flecha lo mismo que las uñas, pero ningún sentido ritual se conecta con esta manipulación. El cabello cortado se guarda entre la paja del techo o entre ramas de árboles cerca de la casa. La sangre menstrual y los órganos sexuales en cambio, se ocultan con gran celo temiendo malas influencias mágicas exteriores. Los excrementos se cubren cuidadosamente con tierra y hojas para evitar hechicerías y de la misma manera se procede con los restos alimenticios.
En caso de enfermedades: infecciones intestinales, fiebres palúdicas u otras enfermedades internas, se procede a un tratamiento terapéutico de baños calientes con hierbas y cortezas. La corteza de quina raspada, es conocida como febrífugo y hay ancianos que tienen profundos conocimientos de la botánica medicinal. La causa y curación de enfermedades no parece atribuida a poderes mágicos sino que conocen perfectamente y temen los contagios. Llegan a tal punto de que cuando se presenta un enfermo entre ellos, todos los que conviven en la misma casa, se retiran, quedando solamente los parientes más cercanos atendiendo al enfermo. Cuando éste sana, o en caso de enfermedades crónicas, hacen pequeños viajes cambiando de clima y aguas lo que les proporciona mejoría. La casa donde vivió un enfermo se abandona a veces y después de una epidemia dejan poblaciones enteras. P. 72
Álvaro Ricardo Gómez Murillo: “Práctica de antropología aplicada en proyectos de seguridad alimentaria con la etnia Yupka en los resguardos Iroka y Menkue”. Departamento de Antropología, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2003. Trabajo de Grado.
Celebran la menarquia en la que las niñas pasan a convertirse en samaya (adolescente). De ahí pasará a wosepa (esposa) al casarse con algún hombre que la ha seleccionado previamente. Durante el momento iniciativo de la menarquia la samaya es aislada en una casa aparte lejos de ser vista por hombres y mujeres. A estos últimos, en especial, se les tiene prohibido mirarlas ya que junto a la luna creciente y las crías de los animales y otros no se pueden apreciar para su uso ya que hacen perder la fuerza. En ese estado de separación de la comunidad, la samaya es instruida por alguna mujer mayor considerada de conocimiento y de experiencia, para su vida como wosepa.
A diferencia de las samayas, los varones no atraviesan por una iniciación propiamente dicha. A los cinco años de edad su padre lo introducirá en las artes de la cacería, la pesca y el trabajo que lo preparan para su vida en la comunidad de tal manera que en su vida como adulto sabrá cultivar, manejar el arco y la flecha, cazar, preparar la chicha fuerte para el desentierro, pescar, tratar el watilla (blanco) y continuará ayudando a su familia en su propio hogar a lo largo de su vida. P. 65
Los indígenas yupka practican el desentierro de sus muertos mediante una fiesta en la que se les llora por última vez y en la que entran definitivamente al mundo de los muertos, para cumplir con su destino final que es el poder morar en el mundo de los muertos.
Para poder participar de la celebración se pintan la cara con unas rayas hechas con labial rojo, para representar el espíritu del tigre que da la fuerza. La idea de ellos es que la muerte cuando se presenta, deja el espíritu de la persona en el lugar donde muere. Por eso ellos se desplazan a otro lugar de vivienda diferente del anterior. Al cabo de cuatro meses durante los cuales el cadáver ha permanecido envuelto entre algunas túnicas y enterrado en posición fetal, se procede al desentierro para lo cual se prepara una chicha especial de maíz (tume) que es enfuertada con yuca. Ésta se prepara sobre las hojas de la palma de iraka, con otras hojas y con un arnés de caña brava, se forma una estructura encerrada cuadrada (a modo de caja) dentro de la cual se enfuerta la chicha por lo menos de quince a veinte días. La persona que prepara debe realizar una abstinencia sexual para que la chicha efectivamente enfuerte y emborrache.
Allí las mujeres utilizando unos gorros tradicionales que terminan en punta y a los que les cuelgan tiras de lanas de colores, bailan y cantan una misma canción toda la noche y tanto los hombres y mujeres al ser rezagados por el cansancio, son apurados a continuar celebrando, con una mata de ortiga con la que golpean para que se animen a participar en el baile también para animar la fiesta, se echa agua fría y se reparte chicha. P. 66
Gerardo Reichel-Dolmatoff: “Contribuciones al conocimiento de las tribus de la región del Perijá”. En Revista Colombiana de Antropología, vol. IX, Bogotá, 1960, pp. 159-198.
Los Yuko se distinguen por su baja estatura, el cabello motilado y el uso de mantas largas, mientras los Kunaguasaya (motilones) eran altos, fornidos y de cabello largo e iban desnudos, excepto un pequeño delantal. P. 168
Las personas que vieron los cadáveres de algunos indios Kunaguasaya muertos durante el tiroteo afirman que ambos sexos se depilan las cejas. P. 175
Personas muertas por los Kunaguasaya fueron mutiladas cortándoles la cabeza, las manos, los pies, los órganos sexuales o extrayéndoles los intestinos. En un caso defecaron alrededor del cadáver antes de huir. P. 182
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