Luis Guillermo Vasco   Luis Guillermo Vasco
 

EN GUERRA CONTRA LA ENFERMEDAD: LAS COMUNIDADES EMBERA CHAMÍ DE HONDURAS Y MALVINAS (DEPARTAMENTO DEL CAQUETÁ)
Escrito con AÍDA MARÍA PALACIOS SANTAMARÍA
Informe de Investigación presentado a la Dirección de Asuntos Indígenas, Bogotá, 1995

La comunidad de Honduras está integrada por diez familias que ocupan casas diferentes, todas ellas más o menos cercanas; incluso, aspiran a acercarlas más “para formar un pueblito”. Norbey Dovígama cedió su casa en forma provisional para la escuela y fue a vivir con su padre, Celestino. Constantino, cuya casa está para caerse, vive en casa de Alfonsito cuando está en Honduras, mientras reconstruye su vivienda.

Las parejas de cada familia son: Alfonso Aizama Dovígama y Romelia Aizama, Constantino Auchama y Lucinda Aizama, Celestino Dovígama y Marina Auchama, Inés Wasiruma, viuda de Marceliano, Mario Wasiruma y Genarina Auchama, Jaime Gutiérrez y Hermelina Auchama, Libardo Eichuda y Cecilia Aizama, Alfonsito Aizama y Clara Auchama, Norbey Dovígama Auchama y Vitalia Aizama, Ovidio Aizama y Elvira Auchama.

Doña Inés es hija de María Ana Auchama y Marcelino Wasiruma, primer esposo de esta.

Como ya se planteó antes, la composición del grupo ha variado después del regreso del Garrapatas y Florencia. En 1989, salieron de allí Luis Aníbal, David y Ernesto Tascón y sus familias.

Constantino cuenta su salida: “Luis Aníbal Tascón es una historia grande. Jaime era el cabildo en esa época y Luis Aníbal no hizo caso al Gobernador. Fue don Carlos del Incora y le dijo que no se fuera. Tampoco hizo caso a la palabra de Sindeagro. Ese viejito se fue por nada. Así pasó:

- Yo le di consejo a Luis Aníbal: ‘no se vaya, no haga sufrir su familia’.
- Él dijo: ‘su palabra no oigo’.
- Yo dije: ‘No estoy discutiendo. Usted tiene todo, no pierda su trabajo’.
- Él dijo: ‘Yo tengo que irme’.
- Yo dije: ‘Nadie está echando. No hicieron pelea. Su mujer es familiar de la mía, cuñadas. No ayudo más porque usted no oye’”.

“Se sacó un potranca nuevecito y se sacó, vendió animales y hasta el techo de la casa; dejó sino la armazón”.

Al contrario de este fraccionamiento, típicamente embera, ahora están pensando llamar a familias emparentadas con ellos y que viven en otros asentamientos embera chamí de Risaralda y Caldas, para que vengan a vivir aquí.

Las familias de Honduras tienen una estrecha relación con la vida urbana y periódicamente están bajando a Florencia, ya sea de paseo o para realizar gestiones personales, compra de remesa, venta de artesanías, o diligencias ante entidades oficiales. Se alojan siempre en la casa de Aníbal Aizama, pero van de visita donde los otros parientes. Por razones que no logramos conocer, desde hace poco tiempo Constantino no ha vuelto a quedarse en la casa de Aníbal, sino que se aloja en la sede de Sindeagro.

ORGANIZACIÓN ECONÓMICA

Los embera chamí de Honduras se sustentan con base en una combinación de agricultura itinerante, que constituye la base de su producción y fuente fundamental de alimentos, con ganadería, pesca, cacería y recolección de algunos frutos y vegetales silvestres, además de la elaboración y venta de artesanías y del jornaleo en fincas cercanas al resguardo.

Agricultura

De acuerdo con la tradición embera chamí en relación con sus formas de cultivo, los habitantes del resguardo planifican sus siembras con el Cabildo y con los dos mayores de la comunidad: Alfonso Aizama y Constantino Auchama, quienes dicen en qué época del año y en qué fase de la luna se deben preparar las tierras para iniciar los cultivos, “porque los viejos sí saben.”

En las tierras que se consideran aptas para el cultivo, se siembran: plátano, maíz, yuca, fríjol, chontaduro y frutales, como caimo, guanábano, limón y guayabo.

El maíz se produce en la forma propia embera chamí: la rocería. Hay dos épocas del año bien definidas para regar la semilla: febrero y agosto, con la finalización de las temporadas secas y el comienzo de las lluvias. La semilla que se usa en forma amplia en el resguardo es de maíz criollo, que no sirve para hacer harina, alimento tradicional de los embera chamí. Únicamente dos familias poseen un puñado de semillas de maíz chococito, la variedad propia que permite preparar la harina, pero, después de cosecharlo, consumen casi por completo toda la producción, conservando sólo unos pocos granos para la próxima temporada. No aceptan que sacrificando el consumo de una cosecha, podrían tenerlo en forma amplia para toda la comunidad a partir de las siguientes.

En razón de la presencia de la enfermedad, del necesario cuidado de los enfermos y de los constantes viajes a Florencia y la expectativa del viaje al Chocó, se había venido abandonado la producción de maíz, pues sólo encontramos dos rocerías en producción en nuestra visita en el mes de julio de este año. Sin embargo, en agosto, una vez desaparecieron las posibilidades del viaje al Chocó, todos los cabezas de familia hicieron sus rocerías. Pudimos visitar algunas de ellas a finales de octubre y ya se encontraban espigando. Calculan que para mediados de diciembre estarán recogiendo choclo y a finales de enero y comienzos de febrero, mazorcas maduras.

Según la información que suministraron los cabezas de familia, se trabajaron las siguientes rocerías:

• Alfonso: 1 hectárea
• Libardo: 3 has. Con fríjol intercalado
• Ovidio: 3 has. Pagó 2 jornaleros que le ayudaron
• Alfonsito: 1 ha.
• Norbey: 1/2 ha.
• Constantino: 1 ha.
• Celestin: 3 has.
• Mario: 1 ha.
• Jaime: 2 has.
• Oliver: 1 ha.
• Apolinar: 1 ha. Lote para doña Inés

El gobernador del cabildo, Norbey, fue quien sembró menor cantidad, según él por falta de tiempo, pues con mucha frecuencia debe pasar varios días en Florencia para realizar diligencias en las distintas oficinas públicas y entidades privadas.

No se realizan rocerías colectivas cuya producción sea comunitaria y al gobernador nadie le colabora con sus trabajos cotidianos porque el Cabildo no lo ha dispuesto así, según dicen. Constantino afirma que el gobernador no ha dicho nada a la comunidad en este sentido y que todos estarían dispuestos a participar.

El plátano produce durante todo el año, en especial el denominado “píldoro”, pero entre noviembre y marzo hay una gran cosecha que genera buenos excedentes. Por eso, constituye la base de la alimentación. El plátano verde se prepara cocinado con cáscara, en la forma usual de los embera, y también asado en las brasas. Así mismo, preparan plátano bocadillo maduro asado.

Las distintas variedades producen en forma suficiente para el consumo familiar y para alimento de cerdos y gallinas. Los excedentes los sacan al mercado de Florencia; para ello, se turnan las mulas de la comunidad, de acuerdo con las disposiciones del Cabildo para tal efecto.

En el último semestre, algunas personas han aumentado los cultivos de plátano. Por ejemplo, Alfonsito sembró 700 colinos de diferentes variedades. Libardo sembró casi 400.

Alfonso Aizama, Constantino Auchama y Libardo Eichuda son los únicos miembros de la comunidad que dedican más tiempo a la producción agrícola y a diversificar sus cultivos y, además del plátano y el maíz, siembran fríjol, yuca, arracacha y café. Por iniciativa suya, los demás miembros de la comunidad están sembrando algunos frutales, que se encuentran en proceso de crecimiento.

A comienzo de este año, se hizo una huerta casera comunitaria frente a la vieja escuela, con el apoyo del socioantropólogo Álvaro Giraldo Pineda, pero está casi abandonada; sólo dos eras están limpias, las demás están por completo enmalezadas. Al preguntar el porqué de este abandono, responden que están a la espera de una nueva donación de semillas para hacer huertas individuales cerca de sus viviendas.

Recolección

La dieta vegetal se complementa con el producto de la recolección de frutos silvestres: cogollos de palmas, como la iraca, que se consumen crudos, cocinados o asados, cogollos de pringamoza para preparar mote de maíz, retoños de helechos y otras plantas, que se preparan en sopa o en ensalada cocinada.

La recolección también suministra una buena parte de las materias primas para la confección de artesanías, es especial las semillas de árboles y plantas, plumas de aves y la cordelería, aunque esta se ha ido cambiando por materiales de origen industrial.

Es posible, aunque no pudimos comprobarlo, que se recojan pequeños animales de río y monte para incorporarlos a la alimentación: ranas, insectos, etc.

Ganadería

En 1987, Sindeagro y el Incora hicieron un proyecto económico conjunto para la comunidad. El Incora asignó una partida presupuestal con la que Sindeagro acompañó a los indígenas para la compra de 4 mulares, 8 novillas y un reproductor y varios cerdos. Una parte importante de las mejores tierras del resguardo fue convertida en potreros para el ganado, en especial para el vacuno.

Como casi todas las viviendas están en medio de los sembrados de pasto y los animales permanecen sueltos en los potreros, en la actualidad, diversos lugares de sus cercanías se han convertido en extensos y profundos lodazales, haciéndose focos de cría de insectos (mosquitos, zancudos y otros); además, las reses contaminan con su estiércol el agua para consumo humano.

Desde el punto de vista económico, se trata de un proyecto improductivo, pues los indígenas saben muy poco de ganado y su concepción sobre el mismo (la de cazadores) es muy diferente a la que permitiría que las reses pudieran “progresar” y aumentar, aunque ese es su propósito.

Algunos animales murieron a causa de picaduras de culebra y otros los han vendido con miras a obtener recursos para financiar gastos diversos relacionados con la actual enfermedad. Algunos animales están llenos de nuches y no les aplican medicamentos para combatirlos, lo cual los va a atrasando y disminuyendo la cantidad de leche que producen.

Los niños juegan con el ganado y muchas veces lo aporrean tirándole piedras y palos, sin tener en cuenta que los animales podrían responder con agresividad, causando una tragedia.

Las familias se turnan para ordeñar y consumir la leche de las pocas vacas paridas, aunque es muy poca. Cuando la familia a la que corresponde el ordeño tiene algún excedente, suele repartirlo con otras, en especial si éstas tienen niños.

En nuestra última visita, el número de cabezas de ganado vacuno había aumentado a diez y seis, por medio de un proyecto financiado por alguna organización religiosa. Pese a ello, no aceptaban sacrificar una res para poder disponer de carne durante las actividades de curación de los jaibanás e insistían en que la comida necesaria para ellas les debía ser financiada en su totalidad por Asuntos Indígenas.

Caza

Aunque afirman que los animales de caza no son abundantes en la región, casi siempre que salen de cacería regresan con alguna pieza para la alimentación de la familia. Esta actividad se realiza con escopeta y perros, cuando los hay; precisamente, la escasez de los mismos se menciona como una razón para que la cacería no sea más productiva. Entre las presas más comunes están: micos maiceros y churucos, pájaros, perros de monte, pavas, guaguas, guatines y ardillas. El consumo de proteína animal en la dieta diaria es muy importante y, al parecer, casi nunca falta.

El que una buena parte de las tierras del resguardo estén todavía cubiertas de bosque, les garantiza tener acceso a esta clase de alimento y a sus nutrientes. La carne que se trae de una cacería se reparte entre las familias de la comunidad.

En la vida diaria, los hombres hablan todo el tiempo de cacería. Y dos o tres salen cada día a buscar animales, a puestiar, etc. En los días de la primera visita, hablaban y hablaban acerca del pepiadero de un oso que hay en el monte y de ir a puestiarlo para cazarlo; un día, vino uno de ellos y dijo que sólo estaba comiendo por la mañana y que por la tarde no iba. Quien primero encontró los rastros, comentó que midió su pie con las huellas del oso y que eran iguales; todos concluyeron en que debía ser un animal grande.

Pese a estas conversaciones y este interés, que se mantuvieron por casi una semana, no se organizaron para ir a cazarlo. Es claro que predomina en ellos el llamado “espíritu del cazador”, que hace de esta actividad un centro de atención en la vida cotidiana y algo muy valorado en el pensamiento de los hombres, aun cuando la actividad misma como tal sea poco frecuente o haya desaparecido, como en el Chamí, en donde ya no hay cacería, pero aún se cuentan las historias de partidas de caza que ocurrieron años atrás, con el mismo ánimo y la misma emoción que si hubieran sido el día anterior.

Pesca

Los ríos Batato y Bodoquero ofrecen otra alternativa en la dieta de la comunidad: los peces. Para obtenerlos, se proveen de linterna, careta, cuchillo, anzuelos; pero no puede faltar en sus expediciones la escopeta de fisto, por si acaso encuentran algún animal por el camino. Suelen traer una que otra sardina, pero casi siempre van en búsqueda de cuchas, que son más sabrosas y nutritivas.

Como carnada pueden usar lombrices y cucarachas. Un vez, Alfonsito estuvo cazando cucarachas entre los tarros de guadua que usa para las flechas de la artesanía y que guarda entre un costal en el zarzo. Dijo que era para ir a pescar al otro día temprano. Como a las 10 de la mañana, subió diciendo que la carnada se le había ahogado. La gente comentó que el río debía estar alto.

Otro día, vamos al chorro y, al regresar, encontramos a Ovidio armando cartuchos de escopeta. Dice que se va a “cuchar” (pescar cuchas) y saca las gafas de zambullir con que ha estado jugando su hijo Elías todos estos días; comenta que hay usarlas y alumbrar con la linterna para poder ver la cucha, entonces se saca jalando con la mano o se ensarta con un arpón. Habla de que va comprar una pistola especial que venden para eso. Al mismo tiempo, se lleva la escopeta.

La presencia del ejército o de paramilitares representa un obstáculo para las partidas de caza y pesca, pues cuando encuentran a los indígenas en el camino, los desarman y les quitan sus escopetas. Por ello, antes de emprender una jornada, los interesados se reúnen con el resto de la comunidad para analizar en qué zona se encuentran estas gentes armadas y así evitar encontrárselas. La pérdida de una escopeta es costosa, a más de la dificultad para conseguirla, pues puede equivaler a una yegua en un trueque directo con un colono, con quienes los embera chamí acostumbran adquirir sus armas y municiones.

Entre los proyectos a corto plazo que Asuntos Indígenas, regional Caquetá, proyecta realizar en la comunidad, está la construcción de un estanque para el cultivo de peces para el consumo y la comercialización de excedentes. Esto pese a que hace cuatro años tuvieron un estanque y lo dejaron acabar porque no supieron manejarlo, pues no les dieron capacitación y los peces se apestaron y murieron. Por tal motivo, solicitan la capacitación técnica de por lo menos 4 personas, con el fin de responsabilizarlas del proyecto y que a su vez sirvan de multiplicadores del conocimiento entre los demás miembros de la comunidad.

Artesanías

La elaboración de algunos objetos de cultura material para comercializarlos dentro y fuera de la ciudad de Florencia, y aun al interior de la misma comunidad, es una de las actividades complementarias más importantes de la gente de Honduras, aunque no tiene el peso que representa para los de Malvinas.

Las mujeres ensartan en fibra de cumare, y más recientemente en nylon o hilo plástico, collares de semillas de árboles y plantas del monte y algunas que cultivan cerca de las viviendas, como las lágrimas de San Pedro y sentura, las cuales combinan con plumas blancas de gallina que recogen en los galpones de Florencia, —entre las cuales seleccionan las más grandes y luego las tinturan con anilinas de colores—, y, muy de tarde en tarde, con plumas, alas y cabezas de aves que han cazado. También elaboran collares hechos sólo con semillas. En ocasiones, combinan los collares con trozos de piel de animales de cacería.

Cuando se venden dentro de la propia comunidad, para que quien los compra los revenda fuera del resguardo, el fabricante recibe $100 por cada collar con plumas de gallina y $200 por aquellos de semillas o que tienen trozos de piel de animales del monte. El comprador venderá los primeros en Florencia a un precio que oscila alrededor de $500 y los segundos en Bogotá o Cali a $1.000 cada uno, aproximadamente.

Celestino talla la madera de palma de chonta, oficio que aprendió desde niño al lado de su padre. Así, elabora bastones que rematan en una figura humana, como los bastones del jaibaná, o fabrica otros más sencillos y menos bien trabajados, como de afán. Los demás hombres del resguardo trabajan en especial arcos y flechas, que adornan con plumas de gallina pintadas; como tirantes les colocan fibras sintéticas, cosa que los hace parecer muy ordinarios a pesar de lo fino de la madera.

Algunas veces elaboran máscaras con pieles de animales que han atrapado para su alimentación. En general, casi nada se desperdicia de los animales que cazan. Así, consumen la carne de los monos maiceros y ponen a secar las manos y el cráneo para venderlos después. De los pájaros paletones o tucanos, consumen la carne y usan la cabeza y todo el plumaje para hacer adornos o remedios.

Todas las familias de Honduras trabajan las artesanías, pero sólo dos de ellas tienen la costumbre de ir más lejos que Florencia para venderlas. Una, es la familia de Alfonsito Aizama, quien trabaja durante varios meses tallando arcos y flechas para salir a venderlos por el Valle del Cauca (dice que no le gusta venir a Bogotá); además, compra parte de la producción a otros miembros de la comunidad. El oficio lo aprendió con su papá, lo mismo que el aprender a viajar y a vender.

Desde que tenía 12 años salía con Alfonso hacia Bogotá y vendían en Artesanías de Colombia y otras tiendas del centro y norte de la ciudad. Luego salía con su mujer y, con ella, recorrió Valle del Cauca, Quindío, Caldas y Antioquia. Algunas veces estuvo en Bogotá y, en los fines de semana, su mujer viajaba a vender en Villavicencio, Acacías y Granada, para reunirse de nuevo en Bogotá. También recorrieron Tunja y Chiquinquirá. Ahora solamente viajan al Valle. En el mes de octubre de este año salieron durante 25 días.

Alfonsito dice: “Nosotros tuvimos hijos después de 10 años de casados y ahora es más difícil salir con tres niños... Ahora Myriam (su hija mayor) me acompaña; ella ya sabe cómo es el negocio”. Este año quieren ir todos al Valle y hospedarse en la casa de la organización indígena y donde amigos. Piensan aprovechar para viajar al cañón del Garrapatas para visitar a su familia.

Ovidio Aizama sale a Bogotá dos o tres veces por año. A veces lo hace solo y otras con Aníbal y Jorge; nunca con su mujer. Ella sólo ha estado en Bogotá cuando salieron para el Garrapatas en 1984, y era muy niña. Ovidio cuenta que tiene tres puestos en Bogotá, uno en la décima, otro en la Caracas y otro en el CAN, cerca al Incora.

Ellos dos compran las artesanías a los demás miembros de la comunidad, a quienes no les gusta salir. Algunas veces, las venden a Jorge, Aníbal e Ignacio, en Malvinas.

A través de la Comisión de Asuntos Indígenas llegó invitación para participar en Expoartesanías 95. Aprovechamos la realización de esta investigación para tramitar la documentación necesaria y explicar la naturaleza del evento, con indicaciones para la preparación del material para la venta. Se habló de la necesaria calidad de los productos, de la variedad y de los volúmenes de producción, así como de la forma organizada en que los delegados deben manejar la producción de los demás miembros de la comunidad, pues se trata de una invitación a todo el grupo y no de carácter individual.

En Honduras, realizamos un taller con todas las mujeres, para recordar juntas la técnica de elaboración de los okama, collares tradicionales de los embera chamí, que se tejen con chaquiras. Sólo Mélida tenía alguna idea sobre la forma de elaborar los diseños. Al final, participaron todas las señoras, las muchachas, algunas niñas y tres jóvenes, quienes fueron los más rápidos en asimilar la técnica y elaborarse su propio collar. Cada mujer hizo su collar y después lo lucía con orgullo.

El efectuar esta actividad, el haber llevado un jabara (canasto) del Chamí, así como el libro Semejantes a los Dioses. Cestería y cerámica embera chamí de Luis Guillermo Vasco, permitió despertar en la comunidad un vivo interés por conocer más acerca de su cultura. El tema de conversación de mujeres y hombres se refería a los canastos, las ollas de tostar maíz y los cántaros chokó para fuertiar chicha. Los adultos mayores recordaron algunos pasajes de sus vidas con relación a diferentes objetos de cultura material y los contaron a los jóvenes.

El jaibaná Gregorio Arcila, de Viterbo, se interesó mucho en el tema y contó que en su comunidad tampoco poseen estos objetos, pero que hay otros compañeros de Risaralda y Caldas que los elaboran y los venden, como es el caso de la comunidad de la Betulia, en Belalcázar, Caldas.
TENENCIA DE LA TIERRA

Como ya se ha dicho, la comunidad de Honduras se creó y desarrolló sobre tierras que fueron compradas por los primeros embera chamí que llegaron a la zona del río Bodoquero. En los años 1983 y 1984, solicitaron la creación de un resguardo en esas tierras, sin obtener respuesta favorable. En 1987, cuando retornaron después del éxodo provocado por la muerte de su líder, lograron el apoyo de Sindeagro y de la Comisión de Asuntos Indígenas del Caquetá para presentar nuevamente la solicitud ante el Incora.

En 1990, el Incora adelantó la realización del estudio socio-económico que ordena la ley para tal efecto y, finalmente, la resolución 07 del 28 de abril de 1992 ordenó la constitución del Resguardo de Honduras, con un área aproximada de 908,53 hectáreas.

En la actualidad, lo habitan 66 personas, que se distribuyen en 10 familias nucleares, algunas de ellas ampliadas con otros familiares. Si bien la tierra es de propiedad comunitaria, cada familia tiene asignadas sus propias parcelas para levantar sus cultivos; existen formas de trabajo comunitario para la limpieza de potreros y la construcción de algunas edificaciones, como la escuela, pero parecen haber desaparecido para la producción agrícola, si existieron alguna vez.

Antes del éxodo de 1984, los miembros de la comunidad vivían en forma dispersa, por lo que cubrían un área de terreno mayor que el actual resguardo. Algunos tenían sus viviendas y parcelas en las partes bajas del cañón del Bodoquero; los demás estaban ubicados en la parte alta de la cuchilla, unos mirando hacia el Bodoquero, otros hacia el Batato. Desde su regreso, tomaron la decisión de vivir lo más cerca posible unos de otros, en la parte alta de la ladera que cae hacia el Batato. La ubicación de las viviendas ha variado mucho de dos años para acá, cuando el gobernador del Cabildo decidió conformar un caserío, según él, para que pudieran tener acceso a los servicios comunes, tales como escuela, puesto de salud, acueducto, etc.

Desde 1992, han solicitado insistentemente al Incora, en varias ocasiones y año tras año, la ampliación del resguardo, aprovechando que uno de sus vecinos, Álvaro Meneses, quiere vender su finca. Con este señor han tenido algunos problemas debido a que los cerdos de los indígenas se salen hasta su finca y dañan los cultivos o a que los animales del colono se pasan a tierras de los indígenas y hacen daños; esa es una de las razones que él da para querer vender. Algunos compradores particulares han ido a conocer la finca, pero cuando se dan cuenta que limita con un resguardo indígena, se abstienen de negociarla.

El Incora ha respondido que la comunidad tiene suficiente cantidad de tierra por habitante y que no necesita más, a esto se suma el que no hay plata suficiente y la que hay deben dedicarla a atender gentes que están más necesitadas que ellos, pues ni siquiera tienen tierras. El Incora no tiene en cuenta ni la calidad de las tierras del Resguardo, una gran parte de las cuales son peñoleras que no pueden cultivarse, ni las peculiaridades de las formas productivas de los embera chamí, quienes, por un lado, practican una agricultura itinerante que precisa dejar las tierras en descanso durante varios años después de uno o dos de cultivo y, por otro, precisa de reservas de bosque que garanticen la caza, la pesca, la recolección y las materias primas para la producción artesanal.

Además, tanto Norbey Dovígama como Alfonso Aizama coinciden en afirmar que quieren ir a traer varias familias del río Garrapatas: Gutiérrez, Dovígama, Chechégama, porque allá no tienen tierra y son jornaleros. Esta es otra de las justificaciones para solicitar la ampliación, aunque no parece coincidir con la situación de tierras en el Garrapatas. Dadas las condiciones actuales para la reproducción de la comunidad, que se verán más adelante, este argumento aparece como esencial.

Al regresar de su reciente viaje de venta de artesanías por el Valle, Caldas y Risaralda, Alfonsito Aizama trajo la noticia de que su hermana, su marido y sus 5 hijos, al igual que 2 hermanos de Juan Bautista Tanígana, quien es jaibaná, vienen a vivir en Honduras con sus respectivas familias a partir del 1o. de diciembre del año en curso y que el único problema que había era que ellos no tenían recursos para el desplazamiento de la gente hasta el Caquetá. La comunidad, en reunión, aceptó la llegada de sus nuevos miembros.

Se fijaron tareas, como la de arreglar las viviendas actuales con la teja que compraron para tal fin con recursos de las transferencias de 1995, que recibieron en el mes de octubre, y la adecuación de la escuela de arriba para albergar a los que llegan, mientras construyen sus viviendas. Al parecer se trata de un total de 15 personas, entre adultos y niños (son tres matrimonios).

Sobre la suerte de los Tascón lejos de Honduras, hay distintas versiones. Los propios Tascón aseguran que su situación es buena. Así lo relata Constantino Auchama: “Hace 7 meses lo encontré (a Aníbal). Si usted no está bien en Cerinda, por la cabecera de río Pescado, que se venga, que esa tierra ahí está. Dijo que no, que el Incora le dio tierras. Decía que partieran la tierra, que le dieran parte para venderla si hay problema. Él quiere vender la tierra que dejó en Honduras, pero no se puede vender porque es resguardo. Si él viene por las buenas y pide perdón al Cabildo, que le da mucha pena, volvemos a recibir”.

Pero Constantino no opina lo mismo, pues ha oído decir otras cosas: “En Cerinda hay muchos problemas con los blancos. El Incora le dio posesión, pero no un título, porque son muy pocos. Las mujeres sacan yuca y plátano de noche. Con hambre, van cogiendo donde los vecinos. Los de las Juntas de Acción Comunal ya los han prevenido: que a la próxima vez van a tener problema. Allá es muy peligro. El presidente de Acción Comunal le pegó un regaño y le dijo que maneje bien, porque si no, allá lo matan”.

AUTORIDAD

El Cabildo comenzó su existencia en 1987, bajo la dirección del gobernador Jaime Gutiérrez, quien se mantuvo al frente hasta 1993; en este año, Jaime renunció y se eligió un nuevo cabildo, el cual ha sido ratificado cada año desde entonces. En este momento (1995), está conformado por los siguientes cargos y miembros:

La composición del cabildo ha variado durante este año; la función de secretario la han desempeñado Olimpo y Apolinar Aizama, pero ambos salieron de la comunidad. El primero abandonó a su mujer y se encuentra en Risaralda desde junio y Apolinar salió en busca de trabajo desde hace 6 semanas y está cerca de las cabeceras del río Batato.

A través del Cabildo se establecen las relaciones con las entidades de la ciudad. Este es el encargado de todos los trámites de proyectos de desarrollo y se hizo cargo, con Sindeagro y la Comisión de Asuntos Indígenas, del tratamiento jaibanístico que se realizó el año anterior y de la organización de los de este año.

Además, asume la tarea de efectuar reuniones semanales de la comunidad con la participación de todos sus miembros. En ellas se discuten los problemas básicos, se analizan las distintas situaciones presentes y se dan consejos. También participan: Alfonso, el jaibaná de la comunidad, y Constantino Auchama, quienes, como mayores y autoridades tradicionales, aconsejan sobre cómo y en dónde se deben construir las viviendas, cómo y cuándo se deben realizar los cortes de la madera para las mismas, cómo deben realizarse los trabajos comunitarios, en especial la limpia de potreros, cuándo y cómo iniciar las rocerías de maíz, pues ellos son los que tienen experiencia. Sin embargo, se piensa que estos dos mayorías tienen que estar sujetos a la autoridad del gobernador del Cabildo.

En general, las gentes de la comunidad tienen amplia participación en las reuniones, ya que no solo se las escucha hacerlo, sino que ellas mismas lo comentan. Estas reuniones tienen lugar todos los domingos y duran casi toda la mañana, pero la cercanía de las viviendas les permite reunirse adicionalmente con facilidad cuando lo juzgan conveniente. Así, a nuestra llegada, en menos de una hora ya nos encontrábamos en reunión con toda la comunidad; lo mismo ocurrió la víspera de nuestra partida.

Por otra parte, a diario, la gente de la comunidad, en especial los hombres que se encuentran allí, pero también las mujeres, van a la casa de Celestino, en donde ahora vive el gobernador, y permanecen conversando, visitando dicen ellos, durante horas.

Sin embargo, hay quienes dicen que el gobernador pasa la mayor parte del tiempo fuera del resguardo, haciendo vueltas del cabildo, y que otro tiempo está jornaleando por aquí cerca, donde los vecinos, por lo cual casi nunca participa en los trabajos de la comunidad.

Norbey confirma su frecuente permanencia en Florencia y dice que de las oficinas lo citan a cada rato. Durante su ausencia, quien realiza las funciones de autoridad en la comunidad es el vicegobernador, en este caso Constantino.

JAIBANÁ

El jaibaná no tiene un rol de importancia como autoridad dentro de la comunidad, trabaja y hace sus cantos para curar cuando hay un enfermo y se lo solicitan y pagan. Aconseja en las reuniones en su calidad de mayoría y participa como cualquier otro miembro de la comunidad. La autoridad la ejerce el Cabildo y Norbey lo expresa así: “La autoridad del Cabildo está por encima de la voz del jaibaná, de todos los jaibanás que vengan a esta comunidad. Ellos tienen que cumplir con el mandato que el Cabildo les da y, si no, son castigados como todos los que no escuchen la voz de la autoridad”.

Alfonso, el jaibaná de la comunidad, no es, por otra parte, un jaibaná poderoso, un jaibaná ara o jaibaná troma; su poder es limitado; de ahí que debió declararse incapaz para realizar la curación de los miembros de su comunidad afectados por la actual enfermedad.

ESCUELA

La escuela se construyó en 1992, con apoyo de la Secretaría de Educación Municipal de Florencia y el Centro Indigenista. Hoy está abandonada, pues a raíz de la enfermedad, la maestra negra, Luz Estela Mosquera, no la quiere usar porque le da miedo vivir allí sola, y las clases y la vivienda de la maestra se trasladaron temporalmente a la casa de Norbey Dovígama, el gobernador.

A la escuela asiste un promedio de 25 alumnos, de los niveles 1º a 5º de primaria. También asisten 10 niños blancos desde las fincas vecinas. La edad de los niños oscila entre los 4 y los 14 años. No hay ningún elemento de etnoeducación en la enseñanza.

Algunas mujeres de la comunidad se quejan de que la maestra no satisface las expectativas que tienen en relación con una mujer de fuera de la comunidad. Además, esperaban que esta asumiera un liderazgo en la comunidad y ayudara a resolver una serie de problemas internos en lo que se refiere a la educación de los niños y a la participación de las mujeres en la distribución de los trabajos comunitarios de la escuela, como la preparación de la merienda escolar y otros. Elvira Auchama, vecina de la escuela, se queja porque a ella le toca hacer la colada de bienestarina para los niños; además, traer el agua y recoger la leña; dice que las demás mujeres no le ayudan y siempre sacan una disculpa para no participar y la maestra no reúne la gente para tomar decisiones al respecto.

La maestra vive en la misma escuela y prepara allí su comida, pero son los padres de familia y los niños quienes se hacen cargo de la dotación de leña, agua y algunos alimentos para ella. La maestra trae su remesa desde Florencia cada semana. Es, también, la encargada de manejar el escaso y pobre botiquín de emergencia de que dispone la comunidad.

La maestra hace parte del sistema de educación contratada y no existe supervisión directa sobre su trabajo. Doña Alicia Perdomo, de Educación Contratada, dice que los indígenas están solicitando desde el año pasado un maestro bilingüe y están capacitando a Roberto Wasiruma, hijo de Mario, para que asuma esta función. La maestra pidió traslado, según ella, porque la comunidad tiene muchos problemas y no se puede trabajar bien.

A momento de su reintegro después de las vacaciones de mitad de año, los indígenas enviaron a un muchacho con una bestia para recogerla en La Bodega, sitio hasta donde alcanza la carretera, pero nunca llegó, pese a que el día anterior había enviado una nota al Cabildo para que salieran a su encuentro. En Educación Contratada, explicó que no se había ido pues no había logrado enviar comunicación. Esto da una idea de la irregularidad de su trabajo, pues los indígenas dicen que es frecuente que salga a Florencia durante varios días.

Durante la semana de la segunda visita a la comunidad, la maestra tampoco estuvo presente. Los indígenas contaron que ella salió para Florencia a un seminario y que regresaría el domingo siguiente. Nuevamente se quejaron de las continuas ausencias de la maestra. “Así, los niños no pueden adelantar”.

Al jefe de la Comisión de Asuntos Indígenas, antropólogo Rafael Gallo, no le informan de la realización de los seminarios con los maestros de las escuelas indígenas.

Doña Alicia Perdomo, informó que la maestra está participando en unos seminarios de etnoeducación para la etnia negra y por esto se ausenta de la escuela con frecuencia y que no tienen cómo mandar un reemplazo a la zona. Ante la pregunta de que por qué no se informaba de estos eventos a la Comisión de Asuntos Indígenas, respondió que antes, cuando Arquimedes era el encargado, pasaba con más frecuencia por su oficina para ver qué se estaba haciendo en las comunidades; no dio respuesta cuando se le interrogó por qué de su oficina no parte la información a la de Asuntos Indígenas. Al respecto, comentó que los indígenas le cuentan que en Asuntos Indígenas les prohíben que digan qué proyectos está ejecutando esta oficina.

Queda la sensación de una rivalidad entre entidades para ejercer su trabajo. Hay que dar suficiente claridad a todas las entidades municipales, departamentales, eclesiásticas y civiles, así como a las ONGs, de las funciones de la Comisión de Asuntos Indígenas, tanto a nivel departamental como nacional, y de su papel, ante las entidades, como ente coordinador de los programas que se dirigen al sector indígena y, ante los indígenas, como ente que marca las directrices oficiales de la política estatal con ellos.

RELACIONES CON FLORENCIA

Apolinar y Rubiela, su mujer, desde hace dos meses viven en las cabeceras del Batato, jornaleando en fincas de colonos y él baja a Florencia dos veces al mes para comprar remesa; cuando está allí, se aloja en casa de Aníbal.

Otros hombres salen con mucha frecuencia del resguardo para buscar trabajo a jornal: Jaime Gutiérrez, Alfonso Aizama (padre), Oliver Wasiruma y Oliver Dovígama; es corriente que permanezcan afuera toda la semana, para regresar el sábado en la mañana, luego de mercar en una fonda o de encargar la remesa a Florencia con uno de los vecinos, y partir de nuevo el domingo por la tarde. Los demás hombres permanecen en sus actividades dentro del resguardo y sólo de manera esporádica salen a trabajar afuera.

Alfonso es quién más va a Florencia para visitar a sus hijas, esposas de Aníbal e Ignacio, y regresar al otro día al resguardo.

Mario y Libardo salen ocasionalmente a jornalear, pero prefieren permanecer en el resguardo junto con sus familias. Con mucha frecuencia, dedican largas jornadas de su tiempo a tallar arcos y flechas para venderlos a sus compañeros y obtener algún dinero en efectivo para adquirir sal y panela y algunos otros alimentos.

Alfonsito y Ovidio salen a vender sus artesanías en las épocas de ferias en Florencia y son quienes más viajan a sitios fuera de la ciudad. Ambos coinciden en afirmar que no les gusta permanecer en Florencia y muchas veces, al regreso, no suben a Malvinas sino que pasan directo para Honduras.

Durante este año, Constantino ha permanecido la mayor parte del tiempo en Florencia, acompañando a su hijo Jairo, luego que este que sufriera un accidente que le fracturó una pierna y tuviera que ser operado. Casi todo el tiempo, ha estado acompañado por su esposa y por su hija menor Clemencia. Mélida bajó a acompañarlos durante un mes, en julio-agosto. Al principio vivió en la casa de Aníbal, pero en agosto se pasó a la sede de Sindeagro “porque en Malvinas casi no se consigue agua”; ahora, cuando baja con su familia a Florencia, duerme en la sede. Afirma que no le gusta vivir en la ciudad porque hace mucho calor y no hay nada que hacer, además de aguantar hambre.

A las mujeres no les gusta ir a Florencia porque hace calor y los niños se enferman mucho por la carencia de agua limpia y porque comen muy poco, solamente quieren dulces y gaseosa. Algunas de ellas no han salido desde que regresaron el año anterior, luego que los jaibanás waunaan estuvieron en Malvinas.

Julia y Amparo, dos de las jóvenes que están enfermas, afirman que no les gusta salir al pueblo porque allá se aburren y no tienen dinero para comprar gaseosa; sin embargo, a ellas, a las hijas de doña Inés y a Clemencia ya no les gusta vestirse como tradicionalmente lo hacen las mujeres emberas, sino con blusitas muy cortas, pantalones y falditas ceñidas al cuerpo o con licras, y poco participan en las actividades cotidianas de las demás mujeres: no van a las sementeras por el revuelto, ni recogen leña.

Algunas mujeres tienen comadres en Florencia y van a visitarlas cuando bajan; a cambio, ellas les regalan la ropa usada de sus hijos y alguna remesa. También existen relaciones de compadrazgo con algunos vecinos de Honduras y las visitas son más frecuentes porque se aprovecha para ir de paseo con la familia.

Norbey es quien más sale a Florencia, casi todas las semanas, a cumplir citas con diferentes entidades y personas; la mayor parte de las veces pierde el tiempo y regresa “con las manos vacías”. Pero también consigue que algunas entidades oficiales o privadas le financien algunos proyectos. Al preguntarle sobre ellos, responde: “tenemos derecho de pasar proyectos por nuestra cuenta y de estos no tenemos por qué informarles”. Le hace falta planificar mejor su trabajo y estar menos pendiente de las instituciones y más de su propia comunidad en la vida cotidiana. Por suerte, ésta cuenta con la voz de los mayores cuando Norbey no está en el resguardo.
 
 
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