Luis Guillermo Vasco   Luis Guillermo Vasco
 

PRÁCTICAS DE INTERVENCIÓN DEL CUERPO EN SOCIEDADES INDÍGENAS ACTUALES DE COLOMBIA
Informe final de "Recolección de información bibliográfica como Asesoría a la exposición temporal del Museo del Oro: CUERPOS PREHISPÁNICOS"

WAYUU



Roberto Pineda Giraldo: “Informe preliminar sobre aspectos sociales y económicos de la Guajira. Expedición 1947”. En Boletín de Arqueología, vol. II, Número 5–6, Bogotá, enero–diciembre de 1947, pp. 529–572.

“Para la diarrea infantil se suele recurrir al hueso calcinado de mapuro, que se agrega al alimento, curación que se completa con la aplicación de este mismo polvo en el contorno del esfínter anal.

“Los dolores del tipo neurálgico se combaten con el sistema de punciones con un clavo ardiente. El hierro se pone al rojo y se aplica sobre la piel en la región afectada, sin profundizar demasiado. Todo el proceso consiste en ‘sacar el viento’ que es el que produce el dolor, según la creencia del individuo. Esta operación puede ser practicada tanto por los piaches como por los particulares. Otro sistema muy usado para la eliminación de los dolores intensos es el de amarrar la parte afectada con una cuerda de maguey, con lo cual, dicen ellos, se siente gran alivio”. P. 567

Roberto Pineda Giraldo: “Aspectos de la magia en la Guajira”. En Revista del Instituto Etnológico Nacional, vol. III. Entrega 1ª, Bogotá, 1947-1950, pp. 1-160.

CICLO VITAL DEL PIACHE GUAJIRO

Sintomatología:
Cuenta una de las piaches, haciendo referencia a los síntomas que presentó su organismo para hacerse tal, lo siguiente: empezaron a descender a sus ojos especies de estrellitas que le caían encima, a manera de lluvia dorada, primera señal, según ella, de la posesión del espíritu en su persona. La vista se le nubló y cayó en el suelo desmayada; allí permaneció tirada por espacio de un rato. Luego se fue reponiendo, muy lentamente, hasta volver en sí. Después de este primer ataque de posesión se sintió bastante bien por unos dos o tres días, al cabo de los cuales despertó una mañana con la sensación de un frío intenso, tal como el que se siente al principio de una fiebre palúdica; tenía, además, un sudor pegajoso por todo el cuerpo; le sobrevino a continuación un vomito de sangre y cayó desmayada hasta la tarde, tendida como muerta en su chinchorro. Empezó a recobrarse de nuevo, y el espíritu bajó a ella, pues le pareció oír una voz que le ordenaba: come manilla (pasta de tabaco que importan los indígenas de Riohacha o de Maracaibo), porque si no lo haces serás persona muerta. Ante tal orden, ella dio aviso inmediato a sus familiares que le trajeron manilla y uno de los cuales se fue, con un collar de oro en su poder, a buscar una piache vieja para que viniera a reconocer si su pariente tenía el espíritu, y que si esto llegaba a ser cierto, se dedicara a su enseñanza. La piache llamada al efecto, reconoció enseguida que tenía el espíritu propio de su clase, e inicio el pupilaje de la nueva curandera.

Otra de las piaches narraba así los síntomas de su vocación: cuando tenia uso de razón, es decir, a los diez u once años de edad, más o menos (época de la iniciación para el transito de niña a señorita: entrada a la pubertad), sintió un día la necesidad de satisfacer un deseo corporal. Se fue al monte a realizarlo, pero por más esfuerzos que hizo no logró conseguirlo. Esta situación se repitió varias veces. Por la noche soñó que había bajado el espíritu y que, llevándola de la mano, la condujo a un arroyo donde había una siembra grande de plátano y ahuyama. Al amanecer del día siguiente se despertó desalentada y temblorosa. Oyó muy cerca de su oído una voz que le decía: come manilla y macuira (planta de hoja semejante a la del tabaco). Frecuentemente perdía el sentido y cuando volvía en sí se encontraba débil y temblorosa. Al comer lo ordenado por el espíritu, desaparecían como por encanto el temblor y el malestar general y quedaba en perfecta salud. Iba a ser piache. Su madre que ya lo era, así lo dictaminó y se preparó para comenzar la enseñanza reglamentaria.

[…] Podemos deducir lo siguiente:
1. Las graduaciones de piache (la iluminación diríamos mejor), son revelaciones del wanurú (espíritu de la muerte) que se introduce en el cuerpo de algunas personas determinadas, escogidas por él, para que ejerzan el oficio de magos curanderos. […]
2. Ese espíritu demuestra su presencia por medio de enfermedades repentinas como las que acabamos de ver [...], o por otras de síntomas variables, pero que constituyen en su generalidad verdaderos ataques histeroides, en los cuales el espíritu se manifiesta por fuertes convulsiones y pérdida del conocimiento, para significar que ha entrado en posesión de la persona que ha de ser piache. Respecto a los ataques histeroides, tan característicos en los piaches, existe una conformación bastante diciente y que se relaciona con la muerte de estos curanderos. La costumbre ordena que, cuando muera uno de ellos, hay necesidad de velarlo por tres días consecutivos con sus noches, porque como los ataques que les dan son muy frecuentes y a veces se prolongan por espacios de tiempo bastante largos, hay temor de que el piache no esté muerto de veras y que, por lo tanto, pueda ser enterrado vivo si no se espera un tiempo prudencial para ver si resucita.
3. En la formación de nuevos piaches interviene una planta de carácter mágico, el tabaco, en dos formas: a) el aspirante a piache debe masticarlo por varios días consecutivos para conseguir el estado de éxtasis y provocar así la absorción del espíritu por su persona; hay que recordar que en el momento de darle el ataque, le ponen al iniciado un pedazo de tabaco o de manilla en la boca. Cuando este vuelve en sí, eructa fuertemente, por acción del tabaco, y estos eructos son considerados como cánticos de alabanza y agradecimiento hacia el espíritu que en el se quiere aposentar. b) El adivino debe ver en las distintas evoluciones de la brasa en el tabaco, si el individuo a quien predice su futuro, después del ataque de iluminación, llegará o no a ser verdadero piache. Su dictamen es definitivo. P. 11 y ss.

Fiesta de Iniciación:
“Cuando el espíritu ordenó a la maestra que suspendiera las lecciones porque la iniciada estaba en capacidad de ser piache, le dijo, además, que ordenara a la familia de la niña efectuar un baile de chicha-maya, cuya duración sería de toda esa noche y el día siguiente con su noche, hasta la madrugada. En ese baile se deberían matar suficientes cabras para que comieran los bailarines, acompañando esta comida con maíz tostado. Las mujeres y los hombres que participaran en esta ceremonia deberían presentarse pintados con bija, y las mujeres podían ser solteras o casadas. Una vez terminado el baile, al amanecer de la segunda noche la carne de los animales sacrificados sería amontonada en unas hojas y hasta ella debería llegar la piache vieja para piacharla, escupiéndola con saliva impregnada de la manilla que estuviera masticando, y también debería piachar a la novicia. Antes de esto, la carne no podía ser comida por los asistentes. Los concurrentes podían tomar la carne de los animales muertos, siguiendo para ir a comerla, una dirección opuesta a la que llevó la piache cuando realizaba sobre ella las ceremonias rituales. La comida de esta carne, por lo demás, se haría en honor de los espíritus que el piache quisiera propiciar en ese momento. […]

Último Periodo de Preparación:
[…] Después de realizado el baile, con todas la ceremonias adjuntas, la joven piache fue encerrada por dos meses en su casa. Este tiempo lo dedicó a practicar la mascada del tabaco y el acto de llamar a los espíritus, la manera de curar a un enfermo, atraer la lluvia, piachar los animales, alejar las pestes, etc. La maraca y la diadema (kiara en guajiro), fueron hechas por ella durante este encierro aunque hubiera podido comprarlas o mandarlas a hacer a otra persona. Pasados los dos meses del encierro fue necesario, para terminar el ciclo de iniciación de la joven en la ciencia del piache, preparar diez tinajas de chicha de maíz e invitar a muchos indios de diferentes partes para que presenciaran la verdadera graduación de la novicia. Esa noche, mientras los demás bailaban y bebían, la joven piache permaneció practicando sus artes. Es común que en estas ocasiones el espíritu se acerque y le diga, por ejemplo: búscate un animal de tales y tales características (lo describe minuciosamente en todos sus detalles) y mátalo. Si no me obedeces te darán desmayos y ataques y no llegarás a ser piache. […] Cuando la fiesta se termina el espíritu vuelve a decir a la joven: cuelga diez collares en tu cuarto, para que yo baje y te ayude (esos collares tienen que ser de cuentas de oro). La aspirante los consigue con sus familiares y amigos aunque sea en calidad de préstamo y los cuelga en su cuarto para poder piachar. El espíritu, agradecido por la obediencia y por la ofrenda, se acerca una vez mas y le dice: a hora si vas a ser una buena piache, y le advierte: tu no podrás dormir (cohabitar) con tu marido. P. 16 y ss

“Ante todo, antes de iniciar sus actividades, el piache exige una prenda. Por eso cuando algún indígena requiere los servicios de un piache para la atención medico mágica de algún familiar, se presenta donde éste acompañado de un collar de oro o de una prenda cualquiera de valor. Cada vez que el piache va a curar un enfermo, lleva dos maracas. […] Mueve el piache el torso en sentido giratorio. Cuando se encuentra en trance y está efectuando una curación que requiere la invocación del espíritu, no debe hacerse ningún ruido porque el espíritu se espanta y huye y al quedar con él, el piache sufre síncopes violentos y cae al suelo presa de violentas convulsiones. El piache lleva siempre en esos casos un pedazo de manilla en la boca; la mastica y con su jugo acaba de emborracharse, lo que lo hace cantar con más brío; el jugo de manilla sirve para rociar el cuerpo del enfermo y, además, las paredes y todo el contorno de la casa, para ahuyentar al espíritu maligno. […] La curación se inicia realmente con un canto de invocación a los espíritus. Mientras se realiza la ceremonia, el piache mastica continuamente el tabaco y con la mezcla producida por la saliva y el jugo de la planta, fricciona todo el cuerpo del paciente y, acto seguido, chupa fuertemente, por varias veces consecutivas las partes afectadas del enfermo, para sacarle el mal humor (el mal que posee el indígena, no importa cuáles sean sus características especiales, ni su procedencia, proviene de la acción maléfica de los wanurú que poseen flechas semejantes a las que usan los indios para la caza, las cuales son disparadas sobre los individuos para producir el mal y el dolor). El canto del piache solo se suspende mientras chupa las partes afectadas del cuerpo del enfermo, pero luego se continúa para, nuevamente, volver con las escupidas, fricciones y chupamientos de la parte dolorida. El enfermo debe estar encerrado en su habitación, y más aún, rodeado su lecho de cortinas a manera de una segunda habitación dentro de la propia. A este lugar no puede entrar nadie sin consentimiento expreso del piache, sin embargo, el brujo permite a veces la presencia de un familiar del enfermo, generalmente la hermana o la esposa, para que actúen como enfermeras, especialmente en los momentos de descanso del piache. Al reanudar sus actos curativos el piache, deben retirarse de nuevo”. P. 19

Cuando el enfermo da señales de mejoría, se hace una fiesta que consiste en bailes de chicha-maya y comilonas. […] el baile dura uno o más días con sus noches, según el mandato del piache y teniendo como único instrumento musical el tambor. Para terminar la fiesta, si la gente es rica, se matan una o dos reses y varias cabras y ovejas. A las cuatro o cinco de la madrugada, según los deseos del piache, se saca al enfermo de su lecho y el mismo curandero lo lava con agua y jabón, después de lo cual vuelve a llevarlo a su casa y le permite permanecer levantado pero sin salir de su habitación; lentamente lo va reincorporando a la vida y a la alimentación normales. Si el enfermo recae, lo piacha de nuevo. El proceso de estas curaciones puede durar hasta dos meses, según el estado en que se encuentre el enfermo. P. 21

Sueños de los Piaches
A veces, “los piaches sueñan que van a matar a alguien, y para conjurar el peligro se dirigen a los familiares de la persona soñada, para ordenarles la ejecución de un sacrificio o ceremonia, como el siguiente: traer una novilla de determinado valor, matarla al amanecer y bañar con su sangre al indio sobre el que va a recaer la desgracia, de acuerdo con lo soñado. Para terminar a ceremonia, efectuar un baile de chicha-maya. El indio en referencia debe seguir estrictamente las indicaciones del piache, pues de lo contrario, no hay duda de que una desgracia caerá sobre él. P. 23

“El espíritu común de la enfermedad y la muerte, wanurú, en su sentido maligno, puede ser poseído por un piache, pero su posesión implica peligros toda vez que puede volver loco al piache, atontado o dejarlo paralítico. Es un espíritu tan agresivo, altanero y repelente, que cuando se vuelve contra el piache lo hace en forma tal que este se ve precisado a acudir a los demás espíritus para que lo favorezcan y lo apoyen contra el jirairay o wanurú”. P. 27

Tabúes de los Piaches
[…] Cuando una piache llega a casarse, el espíritu le aconseja lo siguiente: para que no tengas hijos, ya que siempre estás con tu marido, a pesar de mi prohibición, ponte en las muñecas madejas de lana, ponlas también en los tobillos y en la cintura a manera de sirapo y ata un poco de cebolla a la lana. Cuenta la india informante a que hace referencia este relato, que ella obedeció en todos sus detalles los mandatos del espíritu y nunca volvió a tener hijos. El espíritu le exigió como retribución de sus consejos, un collar de oro.

Cuando la mujer resulta embarazada, el espíritu soporta la situación sin enojarse, pero no así cuando ella se demora largo rato en el acto sexual con su marido o cuando duerme a su lado toda la noche.

La obligación de la mujer piache, en el aspecto sexual, se extiende también a forzarla a ser un ente pasivo durante el coito, sin imprimir a su cuerpo el más leve movimiento, y también a no dejarse acariciar por su marido antes del acto sexual. Cuando se violan estas disposiciones, las piaches se ven asaltadas en la noche por sueños especiales angustiosos y terroríficos, que las hacen padecer angustias y temores. […]

Las piaches no pueden efectuar sus actos ceremoniosos de curación cuando se encuentren en periodo menstrual, porque el enfermo en lugar de sanar empeoraría. Sin embargo, el embarazo no opone ningún obstáculo a sus actividades y la piache puede realizar sus curaciones durante todo el periodo de gestación. P. 28

Muerte de un Piache
A la muerte del piache es de rigor efectuar un velorio de por lo menos de tres días consecutivos, a causa de que como los ataques que les dan a los piaches son muy frecuentes (estados de éxtasis) y en ocasiones se prolongan por espacios de tiempo considerables, hay el temor de que no estén realmente muertos. No quieren pues, los indígenas, darles sepultura a un piache hasta estar totalmente convencidos de su muerte. Hay, además, la creencia de que cuando ellos mueren no siguen el mismo ciclo de los demás mortales, pues su cuerpo no se pone tieso, sino que permanece flojo, laxo, como si sólo durmiera. Pasados estos tres días reglamentarios de velorio, lo llevan a enterrar. Lavan su cuerpo y lo amortajan como hacen con los demás. Pero su corona, su maraca y sus ropas todas, se rompen primero y luego se entierran en sitio especial en el monte o son arrojadas en un lugar apartado. No pueden echar estos objetos como compañía en su sepultura porque el espíritu del piache muerto volvería muy enojado contra las personas que tal hicieran, y castigaría su desacato en una u otra forma. P. 31 y ss

La manilla es, por una parte, el símbolo del curandero; es lo que o pone en contacto con los espíritus. Sin ella no llega a ser verdadero curandero. Y sin comerla tampoco se vuelve a la vida. Esa muerte aparente que representa el ataque que hemos llamado histeroide, se convertirá en muerte real si no se obedece la orden del espíritu de comer manilla; es decir, el individuo no resucitará. Y esto nos comprueba también la tesis que venimos exponiendo, que el piache es un hombre de dos mundos, pues ha estado realmente en el de los espíritus durante su ataque de revelación. P. 35

El carácter intocable del animal sacrificado en el velorio o en la ceremonia que acompaña el entierro secundario, queda sustentado por el siguiente hecho: Hay la creencia en la Guajira de que si durante el embarazo, la madre o el padre del futuro niño presencian la sacada de unos restos, el niño nace enfermizo: sufre diarrea permanente, sudores nocturnos, palidez cada día mas acentuada, y enflaquecimiento progresivo. El mal sigue agravándose sin que ninguno de los remedios conocidos surta el efecto deseado. Apelan entonces lo padres al siguiente sistema de curación (sistema que con algunas variantes es también común entre las gentes de Santander): Esperan a que haya un velorio de desenterramiento y entonces meten al niño dentro de uno de los animales que se sacrifique en tal ocasión, teniendo cuidado de que el cuerpo del animal este aun caliente. Con el objeto de que el niño entre en calor.

Si no se puede llevar el enfermo hasta el lugar en donde esta la ceremonia ritual, los padres toman un hueso del animal sacrificado, lo dejan secar y luego lo cocinan en bastante cantidad de agua, con la que bañan a continuación el cuerpo del niño. El efecto debe lograrse después de realizado el primer baño, o después de algunos sucesivos.

Es cierto que hay otro sistema para curar esta enfermedad que en guajiro denomina frío de la tumba. La presencia de los padres en el velorio ha contagiado a la criatura fetal el frío de la tumba que va a ocupar el muerto. Por eso, lo interesante es sacarle el frío, para lo cual se valen, cuando no hay proximidad de una ceremonia de desenterramiento, de una suplencia que consiste en abrir un hueco en la tierra, aproximadamente del tamaño del niño y enterrar en el su cuerpo hasta el cuello, cubriéndolo luego con la tierra deslojada. P. 41

[El] niño para el primitivo, como para nosotros, es un ser relativamente indefenso, [por lo mismo] necesita de mayor protección porque los males, debido a su incapacidad de defensa, harán presa, fácilmente su cuerpecito. Los males, en este caso, están representados por los espíritus maléficos causantes de las enfermedades. Para sustentar nuestra aseveración, basta citar el caso de los indios huitoto, habitantes de la selva amazónica, con su institución social de la covada, y con la costumbre generalizada de cubrir el cuerpo del niño con unas motas vegetales, para disfrazarlos y darles el aspecto de verdaderos monos pequeños. Veamos lo que es la covada: “El que más piensa en este asunto” –el nacimiento del nuevo niño– “es el marido, porque a el le toca soportar las cargas de la rigurosa dieta”. En efecto, la india, cuando ya natus est homo, y ha practicado los indispensable oficios de obstetricia, entrega el fruto de sus entrañas al marido. Éste lo toma a su cuidado, y haciendo las veces de la madre se acuesta con la criatura en su hamaca, y pasa ocho días así, guardando la dieta que pudiera tener la dama más delicada. Pero antes de desempeñar estos oficios, primero se viste de luto, es decir, se pinta de negro quedando como un africano…. En dichos ocho días, la india asume todos los oficios del marido: va a la sementera, carga yuca, recoge leña, etc. Mas el indio, una vez que ha cumplido con su dieta, se levanta de la hamaca, dirígese al río y con un buen baño se quita la negra untura quedándose otra vez con la ropa de Adán.

En este hecho mágico–social de importancia relevante, en el que el misionero no vio otra cosa que un aspecto curioso de la vida de los indios, lo que se presenta en realidad es un cambio de personalidad frente al espíritu maligno: el hombre se transforma en mujer (por lo menos asume la actitud de tal, haciéndose cargo del niño recién nacido y desempeñando todos los papeles que aquella debería realizar en los ocho días de dieta reglamentaria), y la madre se transforma en el padre (también sustituyendo a este en la labores que le corresponden), todo con el objeto de alejar los malos espíritus de la criatura acabada de nacer. Pero a más de esto, el padre acaba de completar su labor cubriéndose el cuerpo con lo que llaman los misioneros el “luto”, es decir, con la pintura negra con que embadurnan todo su cuerpo. Con todos estos trucos realizados por el padre y la madre en conjunto, los espíritus deben desconocer el paradero exacto del niño que debería estar al lado de su madre, y éste –el niño- se libra de su influencia maléfica. Pero el sistema para defender al niño no para allí. Sigue, según el relato de los misioneros, pues “… toman al niño y hasta la edad de unos dos años, le acomodan un vestido tan singular que a primera vista uno duda si es o no es un ser humano. Le cubren todo el cuerpo con el jugo de un árbol… muy pegajoso, y respetando solo la cara del niño, riegan sobre el referido jugo la lana de otro árbol, que es muy semejante al del balso. Vestidos así los indiecitos y encaramados en las desnudas espaldas de sus madres o enredándose por las piernas, parecen en realidad unos monitos.”

La idea, al acomodar al niño tan singular vestimenta, no es propiamente defenderlo de as inclemencias del clima, ni adornarlo con mayor o menor gusto estético, sino preservarlo por medio del disfraz corporal, que constituye una verdadera deformación de la personalidad física, de los espíritus del mal. El niño, al ser ataviado con este extraño vestido, se convierte realmente en otro ser y así los males que pudiera atraer su persona, pierden la acción efectiva por el desconocimiento de los espíritus por efecto de la variación sufrida.

Un sistema curativo bastante parecido al que acabamos de ver, es el que sigue cuando la enfermedad de un niño recién nacido se manifiesta también por trastornos intestinales y diarrea arrojada en forma de escupa. La mujer que lleva a cabo el evento adivinatorio, determina que la enfermedad que ataca a la criatura se debe a que la madre dejó comer de su alimento a un pato. Por eso, el niño arroja sus heces fecales a la manera de dicho animal. ¿Cómo hay que proceder, entonces, para lograr el restablecimiento? Se trata de arrancar las plumas que rodean el año del pato, quemarlas y reducir las cenizas a polvo. Una vez que el niño haga su deposición, es necesario que la madre lo limpie cuidadosamente y luego le aplique el polvo de las cenizas de las plumas alrededor del esfínter anal. Si el dictamen dado por la adivina ha sido correcto, el niño debe sanar prontamente con la aplicación el remedio señalado. P. 56 y ss

“Si una mujer en el período de embarazo ve una culebra cazadora y permanece mirándola por algún tiempo, su hijo saldrá bobo. La explicación que dan los indios sobre esta creencia tan generalmente extendida, es la de que, como esta culebra tiene el aspecto de ser boba, ya que no ataca a la gente, como las demás, y no les hace ningún daño, sino que se limita a la caza de pichones de ave para procurarse alimento, trasmite al niño esa cualidad. La madre cuándo se encuentra con una de estas serpientes, debe simular que no la ha visto, y desviar automáticamente la vista hacia otra parte.

“Si durante este mismo periodo la futura madre ve una culebra cualquiera (excepto la cazadora), le ocurrirá un aborto o una dolencia cualquiera relacionada con el parto. Para evitar estos posibles males, la mujer debe tratar de pasar por encima del ofidio. Si a pesar de esto se presentan las dolencias respectivas, entonces se recurre a un sistema curativo que consiste en buscar una culebra semejante, matarla, abrirla cuidadosamente y localizar en el interior de sus intestinos el agua que ha bebido, recogerla y llevarla a la enferma que, al tomarla, acelerará el alumbramiento, que se presentará así sin complicaciones graves”. P. 59

Hay otra prevención médica, también de tipo mágico, encaminada a evitar la mortalidad infantil en los matrimonios guajiros, cuando ocurre la muerte del primogénito. Esta prevención obliga a enterrar su cuerpo en condiciones especiales, a soportar la madre un nuevo encierro que recuerda el que sufrió a su llegada a la pubertad (rito de iniciación), y a tomar algunas medicinas extraídas de raíces vegetales. Si todas estas prescripciones no se llenan a cabalidad, a medida que nazcan los demás hijos, irán muriendo sucesivamente.

La placenta, una vez que ha nacido el niño, debe ser botada fuera de la casa hasta que desaparezca por completo, porque si se entierra traerá mala suerte al niño, quien a consecuencia de esta imprudencia, vivirá enfermo y penará hasta morir.

El guajiro cuida mucho del cabello que se le ha recortado, pues teme que se le haga un mal. Este temor está fundamentado en la creencia de que quien se apodere de un trozo de pelo, cualquier cosa mala que haga con él, refluirá directamente en su dueño; si ese pelo, por ejemplo, se echa a la candela, su antiguo dueño tendrá una muerte semejante a la desaparición de esa porción de su cuerpo; morirá consumido por las llamas. Por otra parte, si un trozo de cabello de una persona, se entierra acompañado de un poco de estiércol de perro, el ejecutante de este acto mágico podrá causar en su dueño el mal que desee. P. 66

“Cuenta la leyenda guajira relacionada con el cerro de Katétamána que en tiempos muy antiguos había una majayura (señorita) que tuvo relaciones sexuales con su padre, y resultó embarazada. Al verse en tal estado –sigue la leyenda- sintió tanta vergüenza que quiso borrar su pecado social ahorcándose. En efecto, lo hizo. Mareiwa, el dios de los guajiros, le dijo entonces que como castigo a la falta cometida, la convertiría en un cerro. Por eso, dicen los indios, el cerro de Katétamána tiene la forma de una mujer ahorcada. Desde entonces –concluye la narración-, los indios se ahorcan frecuentemente, por cualquier contrariedad que les suceda. P. 76

“El espíritu del muerto generalmente conocido como wanurú y algunas otras veces como yorujá, vaga por el mundo al separarse del cuerpo. Y aunque ya no tiene ninguna relación tangente con las cosas terrenales, es, sin embargo, peligroso. Generalmente va a refugiarse en los lugares apartados y solitarios, como en algunos cementerios, en las grietas que forman las rocas separadas por el mar en el Cabo de la Vela, o en las soledades del bosque Emejuy. Pero parece, además, que fuera de estos sitios donde moran los espíritus de los muertos, haya uno especial, no determinado, bastante lejos de la Guajira, pues hay la costumbre de que cuando muere una mujer, antes de amortajarla para echarla en la caja mortuoria y entregar sus despojos a la tierra, le cubren el rostro con paipai (pintura para la cara). La explicación es que ella va de viaje, un viaje muy largo, y los soles que debe soportar son muy fuertes para el rostro. Por eso, según la costumbre guajira, deben tratar de protegerle la piel del rostro contra la acción solar, con la pintura facial. Además, porque va de visita y es requisito indispensable pintarse la cara para visitar a los amigos y parientes. (La india guajira, cada vez que ha de exponerse a los rayos solares, acostumbra protegerse la cara con una mezcla de polvo paipai (color ciena oscuro) o polvo de achiote, mezclado con cebo o grasa animal de cualquier clase, pues así evita las quemaduras que podría producirle el fuerte sol del desierto)”. P. 78

Con el cabello que se le quita a la mujer cuando le aparece la primera menstruación mezclado con sangre de colibrí, cola de perro y bija, se fabrica una contra de poderosos efectos mágicos–amorosos, sobre la mujer dueña del cabello. El hombre que los posea puede considerarse dueño de tal mujer.

“La mujer, cuando utiliza la contra que le dará la virtud de atraer el marido para siempre y reconquistar su amor perdido o conseguirlo, no debe comer, mientras está tratando de aplicar las cualidades de su contra, nada asado. Debe además, tomar la contra y pasarla por todo el contorno de su cuerpo, cuando esta reciente un alumbramiento o durante el periodo menstrual. Es entonces cuando debe privarse de comer alimentos asados (carne, maíz tostado), en los cuales la acción del fuego ha sido directa. Debe también abstenerse de tomar cualquier clase de leche, salir al sol o dejarse ver la cara de otra mujer. Esto último es muy importante, pues en caso de suceder, los efectos que se buscan no se consiguen por la persona que esta siguiendo el régimen indicado, sino que se trasladan automáticamente a la mujer que le ha visto la cara; por otra parte la mujer debe abstenerse de cohabitar con su marido. Cuando se baña, debe hacerlo no en el arroyo, sino en el interior de su casa. El baño debe ser hecho por otra mujer, empezando por la coronilla, luego por la espalda, a continuación por el pecho y así, todo el cuerpo; una vez tomado el baño, debe colgar su vestido a colgar sobre el chinchorro, también en el interior de la casa; es necesario que se unte polvito de bija en ciertas partes del cuerpo, como por ejemplo, debajo de los brazos, en los senos, en los órganos genitales, etc., con el objeto de facilitar la acción de la contra en esos puntos y para evitar que el potencial mágico de la misma disminuya o se pierda. Este régimen especial debe cumplirse por cuatro días consecutivos, al cabo de los cuales el efecto ya se ha logrado, o por lo menos, ya no hay el temor de que pase a otra persona.

“En general, toda persona, hombre o mujer, que posea una contra, mantiene algunas partes de su cuerpo untadas con polvo de bija, permanentemente (axilas, senos, órganos genitales, etc.).

“Los collares de pequeñas rodajas de corteza de coco, agujereadas, se convierten en contras amorosas cuando las mujeres entendidas en hechicería, “los secretean”; es decir, cuando repiten delante de ellos una serie de oraciones mágicas que tiene por objeto conferir el poder de hacer amar a la dueña por el hombre o por los hombres que ella desea y, especialmente por su marido cuando se trata de una mujer casada. P. 94 y ss

Hay la creencia entre estos indígenas que comer las sobras alimenticias de una persona, implica adquirir las cualidades de la misma, así, si se come el sobrado de una persona de piel blanca, la piel del que ha comido las sobras de su comida, tomara el mismo color; las indias son por ello muy adictas a comer los residuos de comida que dejan las mujeres blancas cuando las visitan, porque anhelan tener un color mas claro. Es muy común también entre los hombres comer los sobrados de los que se han distinguido por su valor, porque con ellos adquieren parte del mismo; esto se extiendo a todo lo que tenga algún contacto con la boca o con el aliento del individuo, pues las colillas de cigarrillo o de tabaco tienen la misma virtud. Se cree, por lo mismo, que si un indio fuma la colilla que ha botado un extranjero, el indio adquiere una de las cualidades de ese extranjero: la barba. P. 119

Johannes Wilbert: “Literatura oral y creencias de los indios goajiro”. En Separata de la Memoria de la Sociedad de Ciencias Naturales La Salle, Tomo XXII, Caracas, Número 62, mayo–agosto, 1962, pp. 103–115.

“Se cuenta el caso de una muchacha doncella un poco traviesa, que estaba enamorada de un muchacho pobre a quien el padre le había prohibido que viera. Pero ella desobedecía las órdenes del padre y se citaba con él. Un día en que se habían encontrado llegaron a intimar carnalmente. Entonces Mareiwa (dios) se enojó, e hizo que, durante la unión sexual, un rayo de sol le cayera en la cara a la muchacha; el muchacho que estaba dormido, se levantó entonces para buscar otro sitio más cómodo, mientras la muchacha quedaba tendida con las piernas abiertas. Hacía un sol esplendido y había comenzado a llover un poco. Cuando el muchacho se levantó, cayó de pronto un rayo en forma de proyectil sobre la vulva de la muchacha –los proyectiles son producidos por los rayos, los contienen los rayos– y de la herida comenzó a manar sangre que luego de recorrer algunos metros iba volviéndose cristalina.

“La muchacha quedó petrificada y también el muchacho. Actualmente existe en ese lugar Pïraui una roca que continuamente mana agua, nunca se seca. El agua que brota de la roca es roja al principio pero se torna cristalina después de recorrer unos tres metros. A pesar del verano nunca se agota el manantial. Algunas veces después de recorrer un trecho, el agua se evapora o se pierde”. P. 110

Milciades Chávez Ch.: “Mitos, leyendas y cuentos de la Guajira”. En Boletín de Arqueología. Órgano del Servicio Arqueológico Nacional, Ministerio de Educación, Extensión Cultural, Número 4, Bogotá, octubre–diciembre de 1946, pp. 305–332.

“El indio Jaichuasay, disparó su arco y le pegó un flechazo a un venado, lo siguió persiguiendo pero el venado lo hizo desorientar y lo condujo a una lejana serranía. El venado era un indio que al llegar a la serranía convertía también en venado a quien lo persiguiera. Allá tenía un gran rancho en la Sierra, vivía como un indio, pero cuando salía a la sabana nuevamente se convertía en venado. Varios indios sabían que ese era indio en la Serranía y venado en la sabana. De cuando en vez visitaba los ranchos con figura de indio y les llevaba manojos de Maguey como regalo: ellos le daban comida, pero se veía que no tenía tranquilidad; miraba a todas partes, meneaba la cabeza en todas las direcciones y apenas se entraba en el bosque se convertía en venado para solamente volver a ser indio en su rancho de la serranía.

“En una ocasión se juntaron muchos indios para ir de cacería, montaron buenos caballos, llevaban buenos arcos y flechas. Cuando atravesaban la sabana, salio corriendo un venado que era el mismo Jaichuasay, varios caballos lo siguieron pero ni el mejor caballo de carrera pudo alcanzarlo; algunos indios que iban a pie, estaban emboscados en una trocha por donde debía pasar el venado; uno de ellos disparó su arco y le dio un flechazo haciéndole una herida, pero en ese mismo momento que recibió el flechazo se volvió un indio. Todos salieron a contar que el indio Jaichuasay era un venado; tuvieron mucho miedo y no volvieron a cazar en aquella serranía”. P. 319

Milciades Chávez: “La Guajira. Una región y una cultura de Colombia”. En Revista Colombiana de Antropología, vol. I, Bogotá, 1953.

Cuando la tía del indio Umaralá entregó la vida a los espíritus para salvarlo de la enfermedad y la muerte, Umaralá se levantó de su cama y tomando en sus brazos el cuerpo de su amada tía la lloró amargamente en compañía de su siervo, que era la única persona que se había salvado de la peste; después envolviendo el cadáver dentro de un cuero de res, lo pusieron sobre una mula y lo llevaron a sepultarlo en los bosques mas espesos por los lados de Maicao región donde han tenido ellos siempre su cementerio. P. 108

Para que una persona, hombre o mujer, se convierta en piache deber existir previamente un anuncio manifiesto de los espíritus. Esto no depende de su voluntad sino de la voluntad del espíritu que lo ha escogido, deseo que se manifiesta en algún fenómeno físico experimentado por el individuo. Una vez que ha sido elegido y ha experimentado el llamamiento para convertirse en piache, se somete al aprendizaje de todo el ritual, enseñanza que la realiza un piache de reconocida capacidad, y ya cuando el aprendiz domina el ceremonial mágico para curar la enfermedad da una fiesta en su primera prueba de piachar o sacar la enfermedad del cuerpo de un enfermo.

La enfermedad es, según la creencia guajira, un espíritu o cosa inmaterial que penetra en el cuerpo del individuo a manera de un dardo introducido por un mal espíritu, el que solamente abandona el cuerpo de la víctima mediante la intervención del piache. Éste para su intervención llama en su ayuda a sus espíritus protectores, quienes le indican lo que debe hacer a fin de que el enfermo sane, o mejor dicho, que el espíritu de la enfermedad abandone el cuerpo del enfermo obedeciendo el mandato del piache asistido por sus espíritus protectores. Estos en recompensa piden ofrendas, las que en su mayoría usufructúa el piache en nombre de ellos.

Mientras dura el rito de la curación, el piache sostiene una conversación o diálogo con los espíritus a quienes llama en su auxilio para que le ayuden, una vez que logra esto entra a luchar con el espíritu de la enfermedad hasta que lo vence y hace que abandone el cuerpo del paciente; muchas veces es vencido por el Wanurú o espíritu de la enfermedad y entonces el enfermo muere. Este fracaso del piache debe expiarlo devolviendo todo lo que antes había pedido en nombre de los espíritus, y si estos fracasos se repiten pierde prestigio y estatus con serios quebrantos de su personalidad. P. 171

Tibor Sekelj: “Pintura facial de la mujer guajira”. En Archivos Venezolanos de Folklore, Universidad Central de Venezuela, Facultad de Filosofía y Letras, Año 1, Número 1, Caracas, enero–junio de 1952, pp. 157–159.

“Mientras el hombre adapta rápidamente su ocupación y su vestimenta a las de la civilización occidental, la mujer guajira –elemento conservativo de la familia– sigue aferrada a los hábitos de su madre: la manta, amplia, de corte parecido al “kimono” y de vivos colores importados; la ‘cotisa’, una sandalia simple con enorme bola de algodón, el infalible pañuelo que amarra los cabellos lacios y la pintura facial. El detalle más pintoresco y más extraño para el que por primera vez las observa.

“El color, la forma y la intensidad de la pintura facial de la guajira varían de acuerdo con la edad y el estado social de las mujeres. Y aunque parece ser que el origen de esta costumbre es la protección de la cara del sol ardiente, actualmente su finalidad es embellecerse o afearse, según lo exige su estado.

“Los ingredientes usados para la ‘wachepa’ o pintura facial, son tres: ‘parisi’ o bija (bixa orellana), de color rojo vivo; ‘mashuká’ o ‘paipa’, que es un polvo de tierra de color castaño; y ‘wanapai”’ o tapara (genipa), de color negro azulado. Los últimos dos ingredientes se consiguen con facilidad en la naturaleza. Pero la bija que solo crece en ciertos lugares de la Guajira, llega a los demás lugares por intercambio comercial, de modo que ni siquiera tienen una idea de la procedencia de esa pintura, que se saca directamente y en forma fácil de la semilla madura del fruto de dicha planta. Según la creencia general en las cercanías de Maracaibo […] la planta está cuidada por serpientes; y es muy difícil llegar hasta ella. Una vez logrado esto, se recogen las hojas y se hierven durante largo tiempo, hasta deshacerse y formar una pasta roja, que, al continuar la cocción se endurece.

“Estos tres colores nunca se emplean uno al lado del otro sobre la cara, sino se mezclan y se sobreponen para lograr el fin. El colorante rojo se mezcla con grasa para adherirse con mayor facilidad. Actualmente las mujeres jóvenes que se están ‘modernizando’, colocan sobre la cara como base una capa de polvo blanco de tocador, y la pintura roja la sustituyen por el lápiz de labio, de más fácil adquisición.

“La niña, por igual que el niño, antes de la pubertad recibe un pequeño adorno facial de color negro, que se extiende desde la nariz hacia ambas mejillas. Pero la verdadera pintura femenina a la cual nos referimos, comienza en la pubertad, al salir la muchacha de su encierro menstrual, que dura de uno a dos años. Entonces su color es el rojo vivo y las espirales que caracolean sobre sus mejillas están destinadas a atraer la atención de los jóvenes candidatos al casamiento. La nariz, el espacio entre la nariz y los labios, y la barbilla se cubren de delicados dibujos simétricos, completando el dibujo.

Mujeres guajiras con pintura facial

“Alrededor de este modelo varían los dibujos faciales de las muchachas hasta su casamiento, siempre con el atrayente color rojo y sin otro fin que el de hacerse atrayentes para los hombres.

Mujer guajira con pintura facial

“La mujer casada se distingue de inmediato de la soltera. Su pintura ya no consiste en frágiles líneas, sino de dos superficies que cubren las mejillas con mayor o menor amplitud, aliviando solo en el centro –nariz y barbilla– la pesadez del dibujo, con terminaciones más gráciles, que a veces dan al dibujo forma de mariposa. A esta pintura corresponde un color más oscuro, que se obtiene mezclando cierta cantidad de colorante negro con el rojo.

Este coqueteo con la terminación de la pintura facial va disminuyendo a medida que pasan los años. De este modo, cuando la mujer es madre de tres niños, su pintura es un solo bloque que cubre la cara de lado a lado, pasando por la nariz, dejando libres solo los labios, o bien el labio inferior y la barbilla, mientras que el límite superior está casi siempre bajo los ojos. Ahora el color es un negro rojizo, a menudo cubierto con una capa de polvo castaño, el ‘paipa’. Esta pintura afea a la mujer. Los guajiros tienen por finalidad precisamente afearla, para que los hombres no se fijen en ella, pues ya está ocupada”.

Las mujeres pueden pintarse a sí mismas frente a un espejo o recurrir a otra mujer para que las pinte.

Al casarse, las mejillas de la mujer se pintan de grandes superficies oscuras; sólo en el centro se conserva un espacio para su “imaginación y coquetería”.

Con los años, el dibujo es cada vez más simple y el color oscuro de la pintura se cubre con una capa de polvo de tierra color castaño

“Los hombres de la misma tribu también usan cierta pintura facial, con carácter ritual”.

Virginia Gutiérrez de Pineda: “Organización social en la Guajira”. En Revista del Instituto Etnológico Nacional, vol. III, Entrega 2ª, Bogotá, 1948, pp. 1-255.

Durante el período de embarazo, el hombre evita contrariar a su mujer y satisface sus deseos o antojos porque si no lo hace así, su hijo tendrá, por ejemplo, una expresión ansiosa marcada en el rostro. […] El guajiro cree que determinados hechos que actúan sobre la psique de la mujer grávida, tendrán repercusión física en la criatura que va a venir. Esta es una de las causas de que el hombre se preocupe por cuidar a su mujer y complacerla, evitándole los disgustos, reprensiones y malos tratos. Pero en algunas de estas creencias hay algunas que sirven para hallar solución satisfactoria a determinados problemas, que pueden tener su origen en la contravención de las normas sociales. Es muy frecuente, por ejemplo, el adulterio actualmente en la Guajira, con blancos y negros. Pues bien: para explicar la presencia de hijos de color distinto y parecido también distinto al indígena, la mujer guajira apela a la creencia siguiente: si una mujer en estado grávido recibe una fuerte impresión por la aparición repentina de una persona, el hijo que nazca tendrá el color de esa persona. P. 5

“Otra clase de cuidados son observados por la mujer para evitar que su parto sea prolongado o doloroso.

“Durante su embarazo hace uso de una clase especial de yerbas que se encuentran silvestres en las riberas de los arroyos o en las serranías, moliéndolas cuidadosamente hasta hacer con ellas una pasta blanda, con la cual desde el quinto mes hasta el alumbramiento, friccionan el vientre cada día al amanecer dejando todo el día el zumo de la planta sobre la piel. Cuando se quiere hacer más efectivo el tratamiento, se aplica después del tercer mes. La criatura, cuya madre ha sido tratada de esta manera, nace normal en su composición, pero tan reducida en tamaño, que asemeja un feto de cuatro meses. De ésta manera el parto se verifica con suma facilidad y en corto tiempo. Los niños sometidos a este tratamiento prenatal no aparecen enfermizos, ni con lesiones de tipo nervioso. Son normales, aunque en sumo grado pequeños y desnutridos. A medida que los meses van pasando, el niño se va restableciendo poco a poco del tratamiento prenatal, y hacia los tres años adquiere el tamaño normal y las características físicas comunes a un niño de tipo común y corriente”. P. 6

Los niños no usan collares. Únicamente y con sentido de protección más que de adorno, cuando son pequeños. Les colocan cuentas de azabache en las muñecas, manecitas de corteza de coco o de coral, algún pedazo de madera de valor medicinal para prevenir la gripa o algún objeto de valor mágico, artículos que dejan de usar hacia los cinco o seis años. […] Como los niños, las muchachas llevan algunos adornos en las muñecas, preventivos mágicos, y no es raro que se les ponga algún collar con objetos mágicos que han sido “secreteados”, a fin de evitarles malas influencias; que ya tengan las orejas horadadas y ocasionalmente lleven orejeras, aunque este adorno es atributo de las adultas. No se cubren la cabeza y llevan el cabello generalmente corto, como si hubieran sido rapadas y el pelo estuviera en proceso avanzado de crecimiento. P. 50

Inmediatamente aparece la regla la cabeza de la muchacha es pelada a rape. A ella la colocan, desnuda, pero envuelta en una manta, dentro de un chinchorro que se cuelga cerca de la cumbrera en el interior de la casa, de manera que quede en posición de decúbito dorsal. Debajo del chinchorro se coloca una tela para que la niña no pueda ser vista desde abajo.

En esta posición, y tan inmóvil como le sea posible, permanece por cinco días (algunos dicen que tres solamente), sin comer nada, y cumpliendo con una serie de requisitos que tendrán después importancia en su vida adulta, por lo cual es necesario que los observe al pie de la letra y que en ellos tenga vigilancia y el consejo de una parienta, generalmente una tía materna, que no se aparta de su lado ni de noche ni de día mientras esté subida en lo alto, recordándole lo que debe hacer y prohibiéndole ejecutar lo tabuizado para que no sufra las consecuencias en su vida futura.

Antes de ser puesta en el chinchorro, la mujer que se encarga de su cuidado le da una bebida vegetal para provocarle abundante vómito, a fin de que la niña arroje fuera con el alimento que tomó cuando aun no era adulta, todas las características psicológicas infantiles, tales como su carácter travieso y desobediente, su imaginación, su manera de pensar y de creer, su irresponsabilidad, su incapacidad para el trabajo y, además, todos aquellos humores corporales característicos de una niña. Fuera de este aspecto, una parienta o una amiga que tenga una contra amorosa de gran potencial, se la pone al cuello o si es de aplicación externa, se la unta en los órganos genitales, en los senos y en el cuerpo en general, de acuerdo con lo indicado, porque en este momento tiene efectividad y, sobre todo, porque es el instante propicio para adquirir sus virtudes de atracción al sexo opuesto, cualidades que habrá de tener en su vida adulta para lograr la felicidad conyugal, ya que para ello se está preparando.

Una vez dentro del chinchorro, no deberá moverse ni cambiar la posición inicial, porque se cree que al bajarse tendrá una pierna mas larga que la otra. Tampoco podrá rascarse ninguna parte del cuerpo porque le dejarán cicatrices visibles. Este aspecto es muy importante ya que el ceremonial de encierro transforma físicamente la niña en mujer, ceñida en todo al canon de belleza de su grupo, aspecto que también pesará, como los anteriores, en su vida adulta.

No debe tampoco la iniciada escupir en el suelo, porque se verá calumniada en su honra, tanto en su vida de soltera como de casada, pues de ella dirán, juzgando por apariencias o malévolamente y sin razón, que andaba con un hombre. […]

Mientras la niña permanece en el chinchorro van llegando amigos y parientes en gran cantidad, anunciados por los familiares, sobretodo cuando se trata de gente pudiente, y empiezan entonces los preparativos de la fiesta: preparación de bebidas y sacrificio de animales. Los concurrentes van ataviados con sus mejores galas: los hombres con su ancha faja para la fiesta, su manta de lujo, su kiara (corona) con penacho de plumas, y a falta de ellas, sombrero emplumado. Las mujeres con mantas de colores vistosos, joyas abundantes, pañueleta muy larga que cae por atrás casi hasta el suelo, guaireñas de grandes borlas y colores fuertes y, sobretodo, pintura facial preferentemente roja, muy cuidadosamente aplicada. […]

Pasados los días reglamentarios, durante los cuales no ha satisfecho ninguna necesidad corporal porque no ha tomado alimentos, según dicen, sus parientes descuelgan el chinchorro en las primeras horas de la madrugada y la muchacha baja desmayada por el hambre. La primera alimentación que recibe es una bebida de bija disuelta en agua. Luego, y poco a poco, mazamorra clara de maíz sin leche y sin sal, y mas tardíamente agregan a su dieta un poco de leche y carne. Ella no puede comer por ejemplo ubre de res, porque envejecería prematuramente y el rostro se vería surcado por profundas y numerosas arrugas, a semejanza de dicho alimento.

La muchacha es bañada con cuatro botijas de agua que se han dejado previamente al sereno, porque éste hecho tiene la propiedad de trasmitirle la cualidad de blanquear, aspecto muy importante, por el aprecio que tanto el hombre como la mujer tienen por la tez clara; por eso durante el periodo de encierro, la muchacha es bañada todas las mañanas con ésta agua, por la mujer que se encarga de cuidarla. Algunas informaciones hablan de un segundo baño al atardecer, pero no encontramos la comprobación.

Después del descenso es encerrada en un cuarto apartado de la vivienda, cuyas paredes sean lo suficientemente densas para impedir que sea observada desde fuera; o mas generalmente, en una habitación pequeña, comunicada con la casa por una abertura tan baja y estrecha que solo se puede entrar en cuclillas y que está cubierta con una puerta de madera o con una tela, para que la adolescente no sea vista.

Durante todo este periodo es cuidada por una de sus parientas maternas que conozca a cabalidad toda la reglamentación de éste rito de paso […]. Esta mujer tiene sobre sí la responsabilidad de la dieta alimenticia y médica de la muchacha: debe prepararle los alimentos prescritos y llevárselos; cuidar de su higiene, proporcionándole un objeto para la satisfacción de sus necesidades corporales (un cajón de madera con un poco de arena) y exigir a su educanda que permanezca con la cabeza cubierta con un pañuelo para que el cabello que está en crecimiento salga bien negro y brillante, lo que reviste particular importancia dentro del concepto ideal de belleza femenina y, además, porque éste cabello, como todo el organismo de la futura adulta, deberá ser totalmente nuevo, distinto del que tuviera cuando niña y que dejó atrás al sufrir la primera menstruación, así como todas y cada una de las modalidades psíquicas o físicas infantiles.

Una de las principales preocupaciones de la persona encargada del cuidado es la medicación de la novicia. Esta medicación incluye especialmente la toma diaria y repetida de infusiones o zumos de ciertas yerbas que tienen como objeto alcanzar perfeccionamientos relacionados con su vida futura. Una de estas medicinas es la yerba denominada hawapi que se consigue entre las yerbateras de las sierras de Jarara y de Macuira, quienes la muelen cuidadosamente y la reducen a una pasta que se endurece con el tiempo. De esta pasta se raspa diariamente una pequeña porción que se disuelve en agua y se administra a la muchacha antes de la primera comida, después del baño diario, a medio día y al anochecer. Tiene por finalidad dar a la mujer un aspecto somático diferente al infantil, pues mediante ella pierde sus líneas alargadas y define su sexo con el desarrollo de los senos, de las caderas y de la totalidad de las formas femeninas adultas, ciñéndose al canon de belleza física femenina: cuerpo alto de caderas amplias, senos desarrollados, erectos, consistentes, y curvas pronunciadas, pero de carnes duras. Esta yerba, según la creencia, proporciona grasa en las partes adecuadas del cuerpo.

Otro de los cuidados médicos se dirige a evitar la aparición de la menstruación durante todo el período de encierro. Si ella está bien cuidada, dice la guajira, la regla no aparece; de lo contrario se manifiesta. Para lograrlo recurre a los conocimientos empíricos y tradicionales que tiene de las plantas y le da una serie de zumos y pociones para evitar la menstruación. Dicen las mujeres que estas medicinas tiene consecuencias sobre la vida matrimonial, pues la mujer bien cuidada en el encierro, tendrá partos fáciles, embarazos normales, los hijos serán sanos y su crianza normal, y esencialmente, ella no se verá acosada por una maternidad demasiado frecuente. P. 51 y ss

A la muchacha la bañan por última vez al amanecer con las tradicionales botijas de agua y le cortan el cabello a la moda, es decir dejándole una melena corta; esta operación la hace una mujer juiciosa y de prestancia para que le trasmita esas cualidades personales. La festejada guarda sus cabellos cuidadosamente dentro de la mochila de sus objetos personales íntimos y posteriormente lo coloca debajo de un estiércol fresco de vaca con el objeto de que pueda ser comprada pronto y con cabezas de ganado vacuno. Esto significa que su valor será alto, como corresponde a una mujer de categoría. Tiene muchas precauciones además, para que su cabello vaya a manos extrañas, porque se cree que puede ser utilizado por un hombre que quiera hacerle daño fabricando con él una contra mágica que tiene la virtud de enamorarla de él, que a su turno le desprecia y abusa de ella, pues queda sometida a su voluntad.

Después del corte de cabello es vestida con todas las prendas tradicionales de la mujer adulta y engalanada con las joyas y los adornos acostumbrados, de acuerdo con su rango familiar. Esas joyas las recibe de manos de su madre, de sus tías maternas y de su abuela y se las coloca la persona encargada de cuidarla o una parienta rica, a fín de que nunca le falten. Luego se aplica la pintura facial, también por primera vez, que por estar en fiesta deber ser hecha con bija roja. Entonces hace su aparición en la fiesta y puede bailar y ser pretendida. En este momento, crucial para su vida, debe dar muestras de su capacidad de adulta, evidenciando el valor de los años de noviciado, no solo en el aspecto físico de su cutis claro y su cabello oscuro, en sus formas físicas maduras, en el traje y los adornos, sino también en el cumplimiento cabal de las pautas culturales. P. 57-58

Las facciones del rostro tienen gran importancia, siempre que se acomoden a las normas antropológicas del grupo. Prefieren un rostro de ojos grandes y oscuros y dientes sanos y hermosos. También los atrae especialmente la blancura del cutis, indicio de categoría, porque es síntoma de que la mujer puede cuidarse mejor de los soles de la región. Durante el encierro la muchacha no se expone a la luz del sol, y su mayor orgullo es que su piel haya blanqueado. Todas las mañanas se baña con agua dejada previamente al sereno que, fuera de producir efectos mágicos, tienen la propiedad de blanquear el cutis, y siempre que va de visita, cubre su cara con pinturas faciales –norma de etiqueta-, que la favorecen de la acción de los rayos solares. Durante su encierro cumple también la muchacha con otras prácticas con fines estéticos y mágicos, tales como privarse de comer ciertas carnes como la de venado o la ubre de res, ya que esta última, por ejemplo, la ajaría rápidamente y perdería parte de su atractivo físico.

La guajira sabe, además, que el hombre admira su traje y procura adaptarlo a este gusto: mantas de colores claros y vistosos, amplias, considerablemente adornadas (transculturación), y, para los días de fiesta o de visita, todo el conjunto de adornos en joyas: ajorcas, brazaletes, collares de varias vueltas o gruesas cadenas con su pendiente, numerosos anillos de grandes piedras, especialmente tumas, joyas que recibe al salir del encierro de manos de la parienta materna de mas juicio y mayor alcurnia. Desde entonces empieza a llevarlas, en menor número cuando está en casa y en su totalidad cuando hay fiesta o sale de visita. En Jarara es distintivo de alta categoría el uso de orejeras, porque en ésta región las mujeres, que son poco cuidadosas de su indumentaria, conservan este adorno que es índice de posición social y económica. P. 61

Además de los abortivos la guajira emplea bebidas de yerbas que la esterilizan por un tiempo aproximado de tres años, sin suspender la menstruación; y otras que interrumpen por largos periodos el ciclo menstrual, con el resultado de que las relaciones sexuales carecen de consecuencias; y apelan hasta a la magia para conseguir estos efectos, por ejemplo tomando en ayunas una bebida hecha con estiércol de mula puesta en remojo durante una noche y decantada luego. Creen que como el animal es infecundo, ocurrirá lo propio a la mujer que tome dicha bebida. P. 78

El guajiro sabe que la fecundación es el resultado de la acción conjunta de la mujer y el hombre mediante el acto sexual. Sabe que en este acto, el hombre aporta un elemento que unido con el femenino formará un nuevo ser. Dicen que la mujer tiene en sus entrañas un órgano especial donde aquel irá a formarse, la matriz, llamada en lengua indígena urá–hu–chon (lugar de formación de los niños). Pero para poder llegar a ser fecundas, la mujeres, es necesario que sufran regularmente el fenómeno de la menstruación. De lo contrario serán estériles y ellos conocen en la Guajira casos de estos.

Explican la necesidad de la menstruación en la fecundación diciendo que, después de pasado este fenómeno, a pesar de que la mujer se baña el cuerpo y los órganos genitales externos cuidadosamente, queda en el interior de la matriz un poco de sangre de la menstruación, la última en el período, y que al realizarse el acto sexual, el aporte masculino mezclado con la sangre femenina formará el nuevo ser, que desde el primer momento ofrece todas las características de un adulto pero en miniatura, pero que necesita de un período de permanencia en el claustro materno para alimentarse y desarrollarse debidamente. Llegado este momento tiene lugar el alumbramiento. No saben cuál es la razón que origina la diferencia de sexos. Creen por otra parte, que la sangre femenina, fuera de ser su aporte en la formación inicial del nuevo ser, es su alimento, porque han observado la desaparición de la regla durante el embarazo.

Por eso la perdida que de ella sufre la madre durante el embarazo (alimento del feto) y el alumbramiento, provoca que sus familiares la cobren al marido y exijan dos pagos por este concepto.

[…] También sabe el guajiro que en determinada edad de la vida, la mujer deja de menstruar y afirma que desde entonces ya no tendrá más hijos, porque su órgano interno “se ha dañado”, es decir “no sabe funcionar mas” y por tanto es incapaz de suministrar la sangre, elemento femenino indispensable para la fecundación. P. 108

La partera o madre llevan la placenta fuera de la casa y la arrojan lejos, (costumbre de la Guajira Alta) para que desaparezca; creen que si la entierran, el recién nacido tendrá mala suerte, enfermará de un mal que lo va minando lentamente, hasta que muere casi por consunción. No obstante hay regiones, como en Uribia en donde existe la costumbre de enterrarla fuera de la casa; en otras como en Jarara, lo usado es ponerla debajo de un fogón que luego encienden para dar fortaleza al niño, y evitar las enfermedades en su infancia. P. 131

Puede ocurrir que el piache practique su sistema curativo y que sus esfuerzos no tengan el resultado apetecido. Llegada la muerte el hombre medicina se retira, después de devolver los regalos que su espíritu ha exigido, si su tratamiento fue inútil [...]. Cuando los familiares se cercioran de la muerte del enfermo, lo cubren rápidamente y lo dejan quieto una media hora aproximadamente para que su espíritu antes de irse para el sitio donde ha de vivir desde entonces “desande sus pasos”, es decir haga un recorrido por los lugares que le eran familiares y se despida de sus amigos y parientes. Durante estos instantes las personas visitadas por él sienten su presencia que se manifiesta de algún modo y da a conocer por diversos sistemas el objeto de su visita. Pasado este tiempo bañan todo su cuerpo con agua y jabón; en ésta operación participan principalmente sus parientes mas cercanos, hombres y mujeres por línea materna y luego los parientes políticos (el cónyuge, yernos y nueras). Después de bañado se seca cuidadosamente y si es mujer se le cubre la cara con pintura del color y la clase que mas le agradaban en vida, porque como va de visita según la creencia, debe cumplir con este precepto de etiqueta, pues de no hacerlo podría sentirse inferiorizada al encontrarse con sus familiares y amigos; además, para librarla de los rayos solares en el largo recorrido que debe hacer. Se la atavía con todas las joyas que poseía. Si tiene gran cantidad de zarcillos, por ejemplo, todos deben ser colocados en sus orejas, suspendidos en cadena, que se inicia con los preferidos; todos los collares, brazaletes, ajorcas y anillos colocados en la parte correspondiente del cuerpo. Si el muerto es un hombre, se le ponen también las joyas, pues su espíritu las necesita en la otra vida para cimentar su status ultraterreno. Si el muerto pertenece a la clase rica, se amortaja de la siguiente manera: con una tela especial, tejida por las mujeres; inicialmente se cubre la cabeza con un pañuelo cuya base se coloca sobre el rostro y los extremos se fijan por detrás de la cabeza. Encima se pone una segunda tela que baja hasta la cintura y fija lateralmente los brazos a lo largo del cuerpo. Una tercera cubre los miembros inferiores y pueden añadir una cuarta que cubre todo el cuerpo; el empleo de ésta ha ido desapareciendo gradualmente. Amortajado así es puesto en la enramada dentro del cajón –costumbre moderna- o envuelto en una piel de res, fresca aún y colocado en un chinchorro. Es entonces cuando se da comienzo al lloro. P. 155

Pasado algún tiempo de enterrado el pariente (cuatro o cinco meses) vuelven a su tumba, casi secretamente, dos mujeres: la madre y la tía más afecta a él, o la primera mujer. Abren de nuevo la sepultura hasta hallar el cadáver, lo levantan hasta la mitad de la fosa poniendo tierra en el interior y lo cubren nuevamente. Dicen que el objeto de esta remoción es evitar que el esqueleto se disperse a tanta profundidad cuando se verifique el desentierro. Estas dos parientas, luego que han ejecutado este trabajo se someten a una purificación especial. Llegado el tiempo del desentierro, dos años mas o menos después de la muerte, todos los familiares se reúnen. Mandan postas a anunciar el desentierro. Todos concurren a esta ceremonia en la que se vuelven a repetir el sacrificio y la repartición de animales y bebidas, y tienen lugar bien en la casa del muerto o en el mismo cementerio, donde se construye una enramada, si la casa es demasiado distante. Para el efecto se introducen los restos en una gran vasija de barro que se coloca sobre una hamaca, a cuyo alrededor se congregan, también en hamacas, sus parientas y amigas para llorar al muerto por segunda vez. Se excava otra tumba en el cementerio clanil para depositar en ella los restos. En la actualidad es muy acostumbrado que cada familia pequeña y de posibilidades económicas posea una urna funeraria común en la que se van acumulando los restos óseos de los miembros consanguíneos inmediatos.

La exhumación de los restos es tarea que se encomienda a familiares muy cercanos al extinto y muy afectos a él. Con esto se les concede un honor familiar que nunca es rechazado, como el de cavar la tumba. Estos individuos en número de dos, abren la tumba; el uno, cubierto el cuerpo totalmente con una manta y con las manos envueltas en un pañuelo va escarbando entre la tierra para encontrar los restos óseos. Como la región es tan seca se conservan maravillosamente bien los cadáveres. Saca primero el cráneo con mucho respeto, ante el silencio de los concurrentes. Lo limpia cuidadosamente manifestando su afecto en cada uno de estos detalles y lo pasa a su compañero, junto con los demás huesos. Este ayudante está cubierto, especialmente el rostro, y su tarea consiste en ir colocándolos dentro de una urna funeraria destinada de antemano para tal fin. Estas dos personas, una vez que han dado fin a su tarea, se purifican cuidadosamente y durante algún tiempo se someten a una dieta alimenticia especial. P. 160

Mareiwa hizo que existiera una india que llamaron Borunka, que fue la madre de todos los indios guajiros. Mareiwa le dio un compañero del cual quedó embarazada pero llegado el momento del alumbramiento ella no podía dar a luz. Ya llevaba tres días de dolores sin que el nacimiento tuviera lugar. Y era que su órgano genital tenía dientes. Mareiwa se los quitó y luego le extrajo al marido dos costillas de cada lado, las inferiores, para ponérselas a Borunka, a fin de que pudiera dar a luz sin dificultad, aunque no sin dolores. P. 169

El aborto es un acto agresivo y los lesionados en este acto pueden ser el marido, o los consanguíneos de la mujer, según quien lo haya provocado. Si es el hombre por malos tratos o exigencias sexuales, los familiares de su mujer le presentan cobro. Por esto el hombre jamás aconseja a su mujer o a su amante la práctica del aborto, y por la misma razón ella no se lo confiesa cuando apela a él. Aún cuando haya tenido lugar en sus tiempos de soltería para liberarse de los problemas anexos a un embarazo ilegítimo. P. 190

Henri Candelier: “Riohacha y los indios guajiros”. Ecoe Ediciones/Departamento de la Guajira, Secretaría de Asuntos Indígenas, Bogotá, 1994.

Candelier visitó la Guajira entre 1889 y 1892.

Lakana tiene puesta una falda larga flotante. Va descalza pero en los tobillos tiene brazaletes de coral, así como en la muñeca. En el cuello tiene un largo collar de “tumas”, redondas y alargadas de jaspe o ágata. P. 92

Dos de los hombres llevan en la cabeza una corona de diadema hecha de paja trenzada, Korsu, en la frente una pluma de ara y un brazalete de cuero, eptika, en la muñeca izquierda, que lo protege de la “liberación del arco”. P. 93

“Bija” es un árbol resinoso de olor muy penetrante. Al quemarlo es desinfectante. Cuando están resfriados, los indios hacen con él una cocción con la cual se lavan. P. 110

La “Guara” es una muñeca de oro que trae la suerte a quienes la miran; estos deben dar una ofrenda al propietario para poder verla, una becerra al menos. Si no se hace, quien la mira puede quedar ciego. Está encerrada en una caja, envuelta en algodón y sólo se saca una vez al año para bañarla. Ese día se hace fiesta y se matan bueyes en su honor. P. 114-115

En el final de los bailes los indios ricos se visten así: falta o manto, “shei”, tejido por las mujeres con algodón o lana con dibujos de colores, predominantemente rojo; cinturón “si-ira” con la misma tela y que sujeta la falda; en la cabeza llevan corona, “kiara”, de garras de tigres sobre una base de paja trenzada; collares de “tumas” de oro o coral. P. 116-117

Indio rico. P. 124

Cuando un indio agoniza, se cubre su cara con un pañuelo para que nadie pueda verlo más. A su muerte, se le coloca sentado, con la cabeza inclinada un poco hacia delante y las manos juntas entre las piernas. Luego se envuelve en lana y se pone a su pies una olla de barro con todas sus joyas y alimentos para varios días. Luego todo es encerrado en una piel de buey que se cose por completo. Así se lo entierra en un gran hueco en la tierra y sobre la tumba se coloca una gran cantidad de conchas de mar. P. 131 a 134

Indios guajiros

Mapuara pintados y adornados. P. 150

Para defenderse del sol, los indios guajiros se pintan la nariz y las mejillas. Tienen cuatro clases de pinturas: “parisa”; “mashuka”, que se saca de un hongo de tierra que da un color negro; “guanapai”, se obtiene de madera podrida y es pardo oscura; “mapuara”, polvo del árbol “mapua”. Además, tienen un polvo color marrón que sirve para enamorar a las mujeres. En los brazos se tatúan pequeños signos en forma de cruz y otras muy sencillas. P. 161

Maya Mazzoldi: “Sociedad y simbolismo. Aspectos de la corporalidad femenina entre los wayuu de la Alta Guajira”. Departamento de Antropología, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2002, Trabajo de Grado.

En dirección de Maíz Mai, yéndonos con los vientos alisios hacia la extensa sabana, entre las serranías de la Makuira y Cocinas, vamos al territorio en el que pastoreaba Rosalía Ipuana (viuda–abuela) de Siapana. En su atuendo lucía tradicionalmente las pulseras y tobilleras rojas que usa la mujer cuando está reciente la muerte del esposo. P. 59

El detalle que mas cautiva de su concepción de la muerte se manifestó en la reunión por el “novenario” que se celebra cuando aun la noticia de la muerte corre fresca entre las voces que lo conocían. No han pasado meses aun, pero en la fecha de nacimiento se festeja el cumpleaños del difunto: después de los rezos y llantos con el rostro encubierto junto a la tumba, bajo la enramada hombres y mujeres acomodados en sus chinchorros comparten con la familia nuclear un plato típico, chirrinche y whisky. En la reunión se concibe la voluntad del difunto de permanecer aun entre los vivos, de ahí que sus amigos y familiares hacen lo que se haría en vida del recién difunto: darle alegría y compañía en su fiesta. Para los wayuu, quien apenas ha muerto necesita compañía, su ain (alma), desea compartir con los vivos todavía. Según me fue dicho se hace un segundo entierro después de siete o hasta doce años de la muerte. La finalidad es exhumar los huesos del muerto lavándolos con chirrinche, conservarlos en la urna que se entierra en el cementerio ancestral, que para la mayoría de clanes esta en la Alta y Media Guajira. P. 64

Unos disparos al aire anuncian el inicio de la celebración: recostada en un chinchorro junto a la urna, está la mujer que exhumó los huesos, no puede tocarse el cabello o la piel con sus propias manos; debe utilizar un palo; se dice que puede morir de no seguir esos cuidados. No participa de la fiesta como los demás, permanece en silencio. La creencia ritual en relación a la muerte, considera necesaria la separación ritual de la persona que estuvo en contacto con el cuerpo muerto, se teme el poder del antepasado fallecido, al igual que se le venera; a la mujer que ha exhumado los huesos se le guarda deferencia durante los días del funeral; ella ha purificado los restos óseos del difunto, por lo tanto su situación es transitoria entre lo sagrado y lo profano; la muerte y el mundo de los vivos. P. 65

Onèsimo Añez Jayariyù (guarda-parques) en una visita que hicimos a su tía abuela (90 años) Rosita, quien vive en Mejikanao, sector cercano a Nazareth, hace el siguiente relato:

“Worunka es el origen de los Wayúu, que dio a luz para que se multiplicaran los individuos por las regiones, esto queda en Watkasainru, donde quedó marcada en una piedra para siempre, ahí hay un sitio donde estuvo Worunka, donde se bañaba, es una laguna. La silla de Worunka, la piedra, quedo marcada; quedó marcada con la figura de la vagina” (Mekijjanao, febrero – 2002).

La tragedia de Worunka en la mitología Wayúu escenifica mediante el acto del héroe cultural, la transformación del ser femenino ilimitado, hacia su figura como madre progenitora de la humanidad. Mareiwa (uno de los mellizos hijos de Juyá) desobedeciendo a su padre, logra partir los dientes de la vulva con su flecha o con una piedra (según otras variantes) y da paso así al acto sexual heterosexual y a la reproducción social:

Onésino: [Como] tenia la vagina dentada nadie se acercaba a tener sexo con worunka. Entonces tenía dos hermanitos. Uno que era el otro, el mocho.
Maya: ¿El mocho era Mareiwa?
O: Sí, y el otro no sé el nombre de él. Uno de los hermanitos, no se si el mayor, Worunka se bañaba todas las tardes y ella es la que sabe cuando no había nadie en la laguna, ella es la que sabe, entonces una vez un hermano la persiguió hasta la laguna, vio que worunka tenia dientes en la vagina, entonces alcanzo a tumbar los dientes con una flecha y así fue que se multiplicaron los individuos, al tumbarle los dientes a worunka, worunka salio de la laguna, se sentó en la piedra y así quedo la figura marcada en la piedra.
(Mejikanao)

Worunka tenía entonces un poder temido (oculto en sus genitales) por los hombres quienes en la figura del héroe agredieron a la joven mujer. Esta agresión contra el genital de Worunka hace brotar de ella sangre pero es también el acto que da paso a la sustancia a través de la cual se engendrara la vida.

Al final del mito la forma humana de Worunka desaparece en el lugar donde se sentó, dejando salir la sangre; queda una enorme piedra teñida de rojo. La interrupción de la condición de poder del cuerpo femenino, cierra simbólicamente esta etapa del ciclo mítico, transformándolo en piedra, al estado de la madre naturaleza.

El rastro que queda en el color de la piedra en quien cuenta la historia deja ver el valor que se le atribuye a lo femenino en cuanto ser progenitor fundamental, cuya sangre simboliza la fertilidad del cuerpo. Las transformaciones que atraviesan la corporalidad de este antepasado mítico femenino, indican la percepción de que la transformación de la corporalidad femenina da paso a otro estado del ciclo natural de la vida, para beneficio de la sociedad: se hace progenitora y fuente de origen de los Wayúu.

En la variante que contó Maria Ángela Ipuana, mujer de 50 años de edad, Wolunka es llamada “nuestra abuela, de la tierra de antes, cuando la tierra era poderosa”:

Ángela: Worunka parecía un hombre, se bañaba dentro de un arroyo. Tiraba las piernas así, dentro del agua, dentro del arroyo y cantaba, allá esta cantando. Worunkonochon y la llamaban.
Después había unos muchachos y la agarraron así, le agarraron las manos, tenía dientes en la vagina. […] Estaba bañándose, la agarraron dos muchachos, le pegó así y él se sentía fuerte, le abrieron las piernas y le miraron la vagina y le pegaron por los dientes de la vagina y se le derramaba la sangre sobre una piedra y tenía las piernas así, sobre la piedra.


A esto se añaden las palabras que decían a las niñas, en la época en que María Ángela tuvo su primer sangrado:

“[…] llegó tu abuela, “tu abuela” -le dicen a nuestra sangre antes-, “ahora que te ha llegado tu abuela”, nos dicen: “tienes que ser juiciosa”. No les dicen: “llegó tu sangre”. ¿Tu crees que es como ahora?, eso no se dice tu sangre… se dice tu

abuela” […] la herida de la vulva dentada es una acción sancionado por Juyá que es la figura masculina de autoridad en la cultura. Juyá castiga el acto de trasgresión de uno de sus hijos (Maleiwa), según lo cuenta la versión e la profesora Wayúu Cecilia Morales:

“La consideraban como procreadora porque dicen que con Wolunka con la vagina dentada, nunca iba a haber procreación… sus hermanos, los mellizos fueron los que dijeron… los terribles: ‘de pronto nos deja sin familia, vamos a tumbarle los dientes’. Esos eran sus hermanos pero de padre. Y se los tumbaron…

Y Juyá que era el padre de estos, los encerró en una piedra por haberle hecho a su hija de tumbarle los dientes de la vagina y entonces ellos empiezan a gritar.

Todos los otros seres dicen: vamos a ayudarlos. En eso el que pudo abrir la roca fue el pájaro carpintero. Con su pico, empezó a picotear, que hasta el momento no era pájaro, era otro ser, un ser humano, según la mitología… era un ser humano y empieza a picotear.

Cuando más o menos encontraron la abertura dijeron: “prueben a ver si pasa la cabeza”. Empezaron… hasta que bueno, al pasar la cabeza dijeron: bueno si pasa la cabeza pasa todo el cuerpo!, y salió y empezó a sangrar el ser y él salió de ahí, empezó a sangrar en la roca. O sea de ahí dijeron: bueno, ya listo, la mujer puede procrear. O sea que estos dos seres que estaban encerrados volvieron a nacer. ¿De dónde? De la madre tierra, en una roca.

(…) En otra versión del mito recogida por Michael Perrin en 1973, se describe con dulzura la relación de las aves con la sangre de Wolunka:

“La muchacha fue a bañarse a la laguna de Wotkasainru. Otras gentes jóvenes se encontraban en el lugar. Un muchacho formando una concavidad con sus manos le silbó: Oooo…, ojolon Moitu kororoolo! Cosa cortada del pelo!
Kurulu! Kurulu! Tekuulu, Tarapa! Mi comida… mi comida! Vino como respuesta inmediata de la vulva de la muchacha. La muchacha se abalanzó al agua y se alegró de ello. Ella tenía una cabellera abundante que caía hasta el lado bajo de sus caderas. Cuando ella salió de nuevo, al pasar uno de los jóvenes, éste quiso tocarla y ella le tendió la mano Crunch! Crunch!. Ella estuvo cerca de aferrar la mano de él en los dientes de su vagina.
En seguida la gente joven se fue hacia el otro lado donde el agua es mejor. La muchacha estaba sentada con las piernas juntas y cerradas. Pero sus blancos dientes aun eran visibles, los dientes tan fuertes como los de un asno. ‘Qué burra feroz, ella nos comerá a todos!’ dijo la gente. Ella acostumbraba a comer a quien no le agradaba. Cuando los agarró no había nada más qué hacer; ella les cortaría las puntas de sus penes.
Maleiwa estaba asustado de que ella mutilara a todos sus nietos, así es que vino bajo la forma de un muchacho que estaba silbando muy bien. ¡Oooo… ojolon! ¡Moitu, Koroolo! Él silbó de nuevo. ¡Kurulu, kurulu!, replicó la vulva de la muchacha. ¡Tak! Sintieron los dientes y los labios se vinieron atrás juntos de nuevo y cerraron.
Enseguida todos huyeron de ella, estaba manchada de sangre y tenía temor. Pero ella no podía hacer nada, sus dientes se habían ido. Estaba perdida. Miró al joven que estaba en frente. La sangre se le escurría, ella se lavó con agua. Los otros se habían ido por el temor. El muchacho gritó mirándola desde lejos:¡ ahora todo está bien! Dijo.
La cabeza de la muchacha estaba inclinada; ella estaba desnuda, cubierta tan solo por su larga cabellera. Ella se sentó allá y la noche cayó. ¡‘pobre de mí, una maldición sobre el que me ha hecho esto!’ mantenía diciendo esto para sí misma. El muchacho se había ido.
Pronto vio el alba y los pájaros llegaron. Chu, chu. Chu. Kui, kui… había pájaros de todos los tipos. Los iisho, los cardenales, bajaron al suelo donde estaba la sangre y así todos estos pájaros tienen hoy plumas rojas. Ellos peinaron el plumaje de sus cabezas y se bañaron en la sangre. ‘Hacen bien en tirarle, ¿para que necesita los dientes? Ella era muy maléfica’ -dijo el muchacho. Ella había comido muchos hombres. Les cortaba los penes, dejándole sólo los testículos. No se podía hacer nada con ella”.


La transformación de su cuerpo en el de progenitora obliga a marcar el pasaje de los tiempos míticos hacia la vida terrena de la mujer; María Ángela lo explica agregando al mito de Wolunka que como señorita después del sangrado fue encerrada para que luego la pidiesen y tuviera hijos como lo ha hecho desde entonces la mujer Wayúu.

La púber que Wolunka representa, continúa su nuevo estado de mujer fértil mediante el período de encierro ritual (en el que se le corta el cabello), luego del cual, puede ser pedida en matrimonio y tener mucos hijos.

Yumma: Y de ahí se convirtió en una mujer y se casó y tuvo hijos.
A: Después de eso a ella la encerraron y la compraron. La sacaron de adentro de él… claro, ella se volvió señorita. Ella estaba bien, la encerraron, se volvió señorita y después tejía, hacía mochilas, chinchorros adentro, eso fue después que le tumbaron los dientes. […] La encerraron y la compraron después para convertirse en nuestra abuela, para que fuéramos bastante, eso sí fue antes cuando había poderes sobre la tierra.
M: […] hay una palabras que le dicen a la majayut que está encerrada.
A: No tiene que moverse, tienen que estar así, no puede abrir los brazos. No tiene que tener pena, no tenía pena la gente de antes, no tiene que reírse, no tiene que andar riéndose, tiene que tener pena de su forma de ser.
M: Esas son las frases que les dicen a las majayut, las mismas frases. P. 85 ss.

EL SECRETO DE LA LUNA.
Hay un mito muy lindo alrededor de Kai y de Kashi. Del sol y de la luna. Que es al contrario, la luna que era un ser macho, sería decir el luno en vez de luna. Y el sol, la hembra… entonces y que eran parientes y se enamoraron los dos y la familia no quiso, que no, que eran parientes, que imposible.

Entonces ellos se fueron a hacer el amor lo más lejos de la familia. Los encontraron y los separaron, ¿cierto? Los separan entonces y al separarlos ellos se convierten el uno en luna y el otro en el sol y dicen que de vez en cuando la madre naturaleza se apiada de esos dos seres que se amaron tanto en la tierra, por eso es que de vez en cuando hay eclipse cuando se juntan los dos.

Entonces un Wayúu no puede ver un eclipse porque dice “el sol se está comiendo la luna”. Empieza para sacarlo de ese trance con tambores, para sacarlo rápido de ese trance y a los niños les dicen: “no miren porque, ¡ajá!” … ellos atribuyen a eso que ellos dos están en el acto sexual. “Ustedes se van a quedar ciegos”, les dicen. Todo eso les dicen a los niños.

Y luna no estaba tan contento con eso, dicen según la mitología, y empieza a pensar en todas las niñitas que ya están en son de desarrollarse y dice “no, esa me la como yo porque me la como…! Entonces dice la gente en la creencia que cuando se desarrolla una niña es porque ha venido luna y se acostó con ella. Entonces sangró en ese momento. P. 92

A la púber Wayúu se le somete: ayuno de mazamorra mientras permanece recluida, prohibición de ver al sol. De esta manera la majayülü sale de su encierro con el color de su tez pálido y blanquecino como el de la luna; en las noches claras su rostro resplandece como si estuviese dentro de una aureola luminiscente. Podría decirse también que su estado es mas puro porque la sangre que fluye en su cuerpo, tras el sangrado menstrual, ha sido tratada con plantas amargas que se le han dado en infusión. P. 94

“En el sueño esta bien acostada, está volteada la majayülü. Toma parisha. Come mazamorra. […] Y después se bañó con abuela, se habló, habló la abuela con las hijas que estaban majayunnu, estaban hablando: tú no debes hablar, tú no tienes que estar mirando así la ventana, tienes que estar tranquila. Así, tienes que estar bien ahí en el chinchorro. Si no la bajan no camina en el suelo. No puede mirar la puerta, no puede mirar la ventana. Tranquila sí. Acostada en el chinchorro arriba. […] quieta, muy quieta. Tienen que estar quietecita así. No puede estar sentada en el chinchorro. Derechita en el chinchorro así.

Permanece inmovilizada en la hamaca entre cinco y hasta siete días para la “transformación mágica” de su cuerpo.

“[…] dura días en el chinchorro, arriba y después se baja. Después salir, quitarle toda la ropa, cambiarla por otra nueva, la ropa que tenía arriba se la quita, se la cambia por otra nueva y toda esa vaina. Que la pantaleta chiquita, todo.
Tiene que cambiar todo, todo. Después cambia hasta aretes, collares, sin anillos, se quita todo. El pelo, lo cortan todo, se quita todo. También se corta el pelo todo. Se corta todo para salir. Le cortan las uñas de los pies, así sale una uña nueva también. Sin pelo, sin aretes sin collares sin anillos. Este se llama suttija. Y estos wuourijana, collares es wuourijana y estos son los aretes uchessa, también pulsera wajapuna de cacuna, chiquita, la usa de pulsera por aquí, roja.
Es igual al collar, antes de la primera vez, cuando la sacan tiene otro nuevo. Y esto lo que va por ahí es wuourijana (collares que se usan en los tobillos) una cacuna así, wuourijana lo usa la majayulshon (apenas hecha señorita) entonces cuando baila se mueve así: chics, chics, suena bastante.
P. 112

LA HERENCIA DE WALEEKER:
Waleeker es la que teje mochilas grandes para que los Wayúu supieran tejer, lo que ella hace lo empieza en la noche y lo termina ahí mismo en la noche, la waleeker sabe muchísimo tejer. […] se la encontraron en el monte, ella estaba jugando, se la encontró un Wayúu pastor, estaba jugando entre los árboles cuando él llegó, ella era una niñita al principio, como una niña estaba jugando con las hormigas, entonces llegó el pastor: ¿qué será lo que llora por ahí?; dijo él, entonces se asomó y vio a la niñita tirada jugando con las hormigas y él se la llevó y le preguntó ¿tú cómo te llamas? Ella se quedó callada. Pero después le dijo que era wayuu como él, aunque no tenía nombre. Él la llevó a su casa.

Entonces ella se fue con él, llegaron a la casa, él habló con sus hermanas: aquí hay una niña que yo me encontré por allá, ella estaba por allá jugando. Quiéranla mucho, como a una hermana menor, la voy a dejar aquí con ustedes, la bañan. Así les dijo a las hermanas.

Y él se fue otra vez con sus ovejas, entonces las hermanas la maltrataron, le pegaban, la puyaban con espinas de cactus, apenas él se fue no le dieron de comer y la llevaron a una casa que estaba vacía y sola y ella empezó a llorar. Cuando él regresó, ellas le contaron mentiras: pobrecita, está brava con nosotras. No quiere comer; mientras que ellas fueron las que la encerraron en esa casa sola.

Ella se quedó callada, no quería contar, estaba callada porque ellas la amenazaron si contaba, quedó callada porque tenía miedo, entonces de ahí ella creció, en la misma noche empezó a tejer, hacía chinchorros, hacía mochilas grandes, hacía siirra (guayuco), terminaba todo la misma noche que empezaba. […] Como Wayúu siempre que está niña es fea: tiene la barriga grande, en cambio cuando ya es una majayüt es hermosa, se convirtió en un pájaro. […] El pájaro ese rojo. […] y las hermanas se convirtieron en murciélago porque son malas con ella, le puyan las manos, le pegan, la maltratan a la niña. P. 84

“Ahhh, la araña tejedora waleeker… de noche ella se transforma en mujer y hace todas las artesanías… los chinchorros… y las hermanas se apoderan de eso y se los muestran a él como hechos por ellas cuando en realidad eran muy perezosas porque se la pasaban era durmiendo. Hasta cuando el Wayúu es colmado de muchos regalos y más y más artesanías, entonces él dijo: Yo voy a observar esto a ver si realmente son mis hermanas. Y resulta que era la niña que cada vez que estaba tan sola se convertía en una mujer y hacía todo eso, se transformaba. Y este muchacho la ve, el que la recogió, y ella le dice: ¿por qué me has visto? Esto no puede ser, bueno, ya que me has visto, guarda el secreto.

Ah! En ausencia de él, las hermanas por ser tan malas ella las transformaba en murciélagos, y luego él regresa y le dice que está enamorado de ella, pero que eso no puede ser, imposible. Se enamora tanto de ella que la quiso arrastrar a la fuerza. Entonces ella se trepa al árbol, cuando quiso agarrarla por esa manta lo que queda en las manos de él son las telarañas.

Ella se convierte en waleeker y de paso le dice que multiplique todo lo que ella deje, que llevara a las muchachas que estuvieran encerradas para que aprendieran el diseño, los diseños de kaanas. Entonces el joven estaba tan triste que se va, se va de esas tierras donde él vivía y regresa al sitio donde conoció la niñita fea, barrigona. Regreso allá y empieza a pensar en ella y como aguantó hambre, sed, murió de la tristeza, en eso que cuando exhalo él su alma, su ain dice que sale como una exhalación y se va al universo y se transforma en la famosa estrella irruwara. P. 86

[Las majayülü], ellas tejen cuando las bajan. Tejen, las bañan, les cortan el pelo, las cuidan. Tiene que estar derechita en su chinchorro, también tiene que comer en una totumita de este tamaño, mazamorra. […] Ella no tiene que estar levantándose todo el tiempo, tiene que estar bien derechita en su chinchorro, tiene que tener bien estirados los brazos, las piernas, si no se le llama la atención y se le dice que no tiene que hacer eso y que tiene que estar juiciosa ahí adentro. […] cuando la bajan del chinchorro le dan la jawapia, la bajan despacio. La bajan despacio y todos los cuidados hacen que ella no envejezca rápido, […] se mantienen siempre señoritas.

[…] En la noche del quinto día bajaron la hamaca de Zoila: su tía Mercedes le ayudó a la abuela. Zoila la había visto solo una vez, en un velorio. Mercedes era una mujer ejemplar, muy buena tejedora, a quien todos elogiaban por su hospitalidad. Por estas razones, la familia de Zoila, le había pedido a Mercedes que ayudara durante el encierro de Zoila. Zoila se había debilitado un poco; se sentía extrañamente ligera y le dio gusto que su abuela le ayudara a levantarse de la hamaca y la cargara hasta la piedra donde debía sentarse. La ayuda de la abuela era absolutamente necesaria, ya que por el momento a Zoila no le era permitido pisar el suelo.

Aun sin saciar sed ni hambre, le cortan el cabello, le dicen palabras sobre el cabello de mujer que tendrá cuando salga, hermoso y brillante. La niña llora y se le recuerda de nuevo que es una mujer adulta, por lo tanto no debe llorar más. Ella reprime sus sollozos entonces. Su tía Mercedes, cuando ha terminado de cortarle el cabello, lo recoge y lo guarda cuidadosamente en una tela que se debe conservar pues de ellos depende el éxito de su vida futura. Las tinajas que están en la chocita contienen agua fresca para los baños, así su piel se volvería blanca y firme. Las tinajas nuevas, Zoila no podía tocar sino cosas nuevas sobre todo durante las primeras semanas, durante este período, ella se encontraba particularmente susceptible a las peligrosas influencias externas. Y como todo lo que rodeaba a Zoila era nuevo y perfecto, Zoila misma se convertiría en un nuevo ser, confiado y perfecto.

La ayudan a quitarse la manta que usó mientras fue niña, “al mudarse la prenda desaparece otra parte de su niñez. El agua fría corrió por el cuerpo de Zoila y arrastró con ella las imperfecciones de la niñez”. Luego mas instrucciones: debería tomar varios baños fríos al día, para que cuando saliera fuera una joven hermosa, que sabe sus responsabilidades y es respetada por los demás. Se le coloca una manta nueva, corta hasta la rodilla, la manta para una niña que apenas se ha convertido en señorita no debe ser vistosa. Cuando se ensuciara, le pondrían otra igualmente sencilla.

Su primera comida fue una sopa de maíz tierno (elote), en agua, sin sal ni azúcar. Comió del tazón (hecho de la cáscara de coco) que le acercara la abuela a los labios: se le prohíbe que coma con cuchara durante el primer mes, no se le permite alimentarse por sí misma de ninguna manera; tienen que ser alimentada y bañada por alguien mas, la regla debía aplicarse también para su peinado. A una señorita se la debe tratar cuidadosamente, casi como a un niño pequeño porque es una persona vulnerable y valiosa (Watson Franke Bárbara). P. 92

Jasmery se desarrolló a los doce años, cuando le llegó la primera regla estaba en la casa. Coincidió con las vacaciones escolares. Estaba en el monte cuando le llegó, ella no sabía qué era esa sangre. La acostaron sobre una sábana que pusieron en tierra, estuvo boca abajo, bien quieta, como media hora. Un tío fue el que colgó el chinchorro, bien alto. Estaba nuevo, con hicos nuevos. Ahora la acostaron recta, boca arriba. No tenía ya ningún adorno, estaba envuelta en el chinchorro. Cuando tuvo sed, le dieron pari'ise. Dice que es para planificar los embarazos –que no sean tan seguidos- cada dos o tres años. Ella estuvo tres días así. No debía hablar, ni reír, como si estuviera durmiendo. Cuando bajó, casi no tenía fuerza. (Relato de Jazmery F. Jausayú de 19 años de edad, nativa del área de Amurulu´ru).

El día que la bajan de la hamaca, mientras la preparan en la chocita, afuera se celebra el evento con la familia: toque de tambor y cantos en la noche que cuentan el encierro de la niña, “que está aprendiendo a ser una mujer ideal; de las hamacas que tejería, de los hombres jóvenes que vendrían a comprarla, del día en que saldría”. Ella sería una mujer feliz porque “estaba aprendiendo a ser una mujer hacendosa, a la que todos respetarían”.

A partir de ese momento comienza una dieta de mazamorra caliente sin sal, y una toma de la “medicina”. Se cree que durante el primer mes como mujer, muchos peligros la amenazan, por eso se deben cumplir todas las reglas que protegen a la adolescente. P. 94

Apenas llegada la primera sangre, el cuerpo de la majayülü va primero al suelo, a lo más bajo, para ir luego a lo alto durante varios días; perdida la sangre, su cuerpo debe hacerse fuerte sometiéndose a un riguroso ayuno, en el aislamiento y la inmovilidad, con la sola ingestión de una infusión de plantas. […] La majayülü pasa unas horas en el suelo, ese sería el inicio de una representación ritual de la transformación del status femenino hacia la mujer adulta, después de tocar la tierra. La sangre de la “abuela wolunka” (encarnada en la primera menstruación de la majayülü) demarca el paso o la transición de lo profano hacia lo sagrado, lo intocable, lo mineralizado, lo perfecto. La transición significativa que emprende su cuerpo, hace de la majayülü un cuerpo hecho objeto, un símbolo temporal de la sacralidad femenina; la actitud que le corresponde como protagonista, es pasiva, sumisa. La edad en la que se realizan estos rituales oscila entre los doce y los catorce años.

El debilitamiento que resulta de los días de completo ayuno, hacen su cuerpo ligero, se resalta así la vulnerabilidad que pasa la adolescente en este período de transformación. De tal forma, la inscripción de lo sagrado ahonda la vivencia del cuerpo y de la conciencia. En esta fase es cuando mas recibe protección; lo que se protege con los diferentes tabú que conforman este “rito negativo” señala la sacralidad de este umbral de la pubertad.

En la memoria de la joven también quedan las palabras de ánimo; el cuidado regular de sus embarazos, mediante la toma de medicina cotidiana. El “peligro” que ella atraviesa y su tratamiento ritual en la prohibición de alimentarse por sí misma, de peinarse; en el deseo de que todas las cosas nuevas y perfectas le transmitan su condición, deja a la luz las bases mágicas presentes en la estética corporal y en la ética que se construye en el ritual como valor transmitido de generación en generación en la tradición: la joven mujer es un ser valioso que se debe cuidar como a un recién nacido. P. 95

El uso de plantas amargas como la pari'ise y jawapia se hace para lograr una purificación del organismo y luego la fortificación de la sangre, tanto para la majayülü, la jemeyüt ka o mujer parturienta como para el recién nacido. En el ritual Asurula, después de tres a siete días en los que el cuerpo de la púber deja de sangrar, al bajarla, le hacen un baño en la noche, en la madrugada, con agua tibia y la corteza del árbol kute´ena. Se infunde en el cuerpo la estética apreciada en el mundo natural que habitan los Wayúu: la firmeza, la lozanía, la blancura de su piel; se cree que la similitud entre la madera del árbol que crece en la serranía lisa y blanca, se transmitirá a la piel de la mujer y se prolongara en el tiempo.

Se entiende que el mal olor tiene un valor negativo en la inscripción cultural; si algo falla en las reglas de su comportamiento durante el ritual, por ejemplo en el momento de quietud en la hamaca, su orgullo quedará marcado por el mal olor en su genital y axilas. P. 97

Podemos decir que en los escenarios del ritual la simbólica reprime el cuerpo, ataja impulsos e instintos, en vista de la producción de un salto cualitativo en la sexualidad y en el comportamiento: la inscripción cultural de la quietud, del silencio, de la oscuridad, del ayuno, los baños, el encierro, equilibran las fuerzas del instinto sexual natural e instauran una forma construida dinámicamente, que se traduce en responsabilidad, lucidez, cumplimiento en la necesaria división del trabajo y respecto de las relaciones de género que sostienen la vida cotidiana. P. 98

El periodo de encierro más prolongado es considerado un noviciado, en el cual una instructora enseña a la joven las habilidades manuales que la mujer heredo (de su antepasada waleeker) y el comportamiento que debe llevar para ser una mujer respetada y de prestigio. En esta fase del proceso ritual, la fascinación de algunas madres por la transmisión de ese ritual a las hijas, muestra la vitalidad de la memoria larga y la valoración del proceso ritual de la pubertad en el ciclo de vida femenina.

El cuerpo de la mujer queda así representado y es respetado de forma especial por el género masculino en la petición reglamentada de matrimonio bajo la ley Wayúu. Dado que la sociedad Wayúu no es una sociedad igualitaria, la salida de la última fase del ritual o noviciado es marcada con una pequeña celebración en la cual participa una pequeña colectividad y en la que ella es representada. Después de la larga prueba de la ceremonia ritual, ella adquiere un status por el cual la familia merece una compensación simbólica que el marido reconocerá. P. 99

“Ella dice que la guindaron. Duró tres días. No le daban comida. Cuando la bajaron le dieron hawapia. Ella sufrió de sed allá arriba, a los tres días que no le dieron nada. Ella ni vomitó ni se desmayó cuando la bajaron, porque ella sí era fuerte. La que la guindó fue su abuelita, la mamá de su papá.

Cortaron su pelo. La encerraron por un año. Le enseñaron a hilar algodón. Le daban mazamorra sin azúcar. En un ranchito bien chiquito para no más ella. Había no más, una ventanita y un trapito para dejarle la comida. La mamá le pasaba la taza, en una totumita no muy grande. Estuvo bien allá adentro. La bañaban a media noche, salía era de noche. Tenían mucho cuidado. […] Le parecía bien lo que le hicieron. A ella le hicieron comida cuando la sacaron. Mientras estaba encerrada ella lo que no podían darle era la comida de animal macho, tenía que ser de hembra.

Ella no fue la que encerró a su hija, fue una tía porque la tía fue muy bien pagada. Entonces eso es para que le dé un buen matrimonio. Ella dice que ahora no es como antes, ya nadie quiere que le encierren, las abuelas de ella era las que le enseñaban sus costumbres (Relato de Olimpia Epieyú. 80 años. Nativa del área de Waatpana, Corregimiento de Puerto López. Traducción simultánea de Mercedes González Sicuana, enfermera Wayúu bilingüe). P. 100

Siguiendo las historias orales Wayúu se despliega una concepción mágico–religiosa del cuerpo, en cuanto materia susceptible de contagios y contaminaciones, como el mal de ojo. Por ejemplo el maleficio causado por un animal puede ser curado mediante la ingestión de los alimentos que consume el mismo animal. Al nororiente de la Guajira, un caso de alta desnutrición en una pequeña de quince meses, era interpretado por la enfermera auxiliar Wayúu y la familia de la madre, como una enfermedad causada por el susto de un “mico” a la madre durante el embarazo. Las primeras curaciones se le aplicaron siguiendo las prácticas tradicionales para estos casos. Al no tener éxito en seguida se proveyó a la pequeña con el tratamiento médico occidental. P. 103

En el crecimiento de la persona, las marcaciones simbólicas dialogan con el mundo de los antepasados en el que los Wayúu encuentran aliados: la turmalina verde evita el mal de ojo, el palito de kushinai distrae a Pulowi y a Wanulu del olor de los niños recién nacidos, el rojo es la vida, la sangre que protege. Además se utilizan las plantas cuyo misterio de curación y de protección está en manos de la mujer o del hombre que reciben el don […]. Entiendo también que cuerpo y mente sean un medio constante de transición, un balancín entre el aquí de los vivos y el allá de los antepasados. En este sentido, la religión Wayúu vitaliza los lazos simbólicos con el mundo del más allá al proteger a sus individuos con las piedras y los colores de pulseras, collares y tobilleras. El comportamiento individual influencia la llegada de la enfermedad y la curación, el cuerpo puede restablecer el equilibrio perdido sometiéndose al dialogo entre el mundo sobrenatural y el espacio que el hombre construye como expresión: el encierro, el aislamiento en la oscuridad y el ayuno. P. 110

La mujer acude al joupala, o médico acomodador, porque compone los niños que vienen atravesados; ella busca este médico antes del parto al presentársele síntomas de enfermedad tales como dolor de cabeza, de cintura, del vientre bajo, del vómito, sangrado, inmovilidad del feto o para dolores posparto; si hace cuarentena necesita purificar la sangre y ese médico conoce las medicinas antiguas, paliise y jawapia que eran de las abuelas. Otros casos se relacionan con las influencias negativas sobre el embarazo: si el marido ha hecho disparos en un entierro, si ella va a un entierro y ve la bóveda, en estos casos la mujer necesita que la masajeen con chirrinche. P. 112

LA MUJER ENCINTA
“Le piden una vaca jaari wou jou. Cuando ya viene lista para el parto está donde la mamá, le pagan la sangre. El cuidado posterior es igual al de la majayüt: no comer mango porque no engorda, ni azúcar, estarse sin caminar, hacerse baños con agua caliente, no enfriarse, para el dolor de barriga se colocan pañitos con piedra caliente para que bote los coágulos y se le disuelvan, no debe abrir las piernas para que no se le crezca la vulva. La bañan y la colocan boca abajo para que quede sin barriga. Toma concha de trupillo jureesa para que le baje toda la placenta del útero. Buscan la arena blanca del arroyo o de la playa, la calientan en una paila y la vacían en un costal para que el chinchorro quede con esa, encima va un trapito y ella se acuesta ahí, con cuidado después del baño. Si ella siente dolor de cabeza ella se toma la contra ishis arraura hasta los tres meses después del parto para que no se engorde, come ligero para no perder la figura. Ella no debe rascarse de recién parida porque le quedan cicatrices. La mujer recién parida jemeyut ka, debe estar un mes encerrada, si sale y coge risa le da dolor de cabeza (Edilma Zambrano Uliana). P. 113

OLOR DE MELÓN: Entre los Wayúu se cree que el cuerpo de un recién nacido es influenciable, en especial un pequeño es débil; aún no está formado, puede ser presa de fuerzas sobrenaturales o de la naturaleza. Apenas ha dejado la matriz, dicen que su cuerpo tiene el “olor de melón” que tanto gusta a Wanülü, el espíritu de enfermedades. También se cree que su cuerpo recién salido del útero necesita una sangre fuerte y limpia, así es que se le da un bebedizo amargo, de pali´ise: la planta vigoriza la sangre del pequeño así como la de la mujer recién parida; los baños con agua tibia evitan que su cuerpo se enfríe de manera abrupta. Como objetos protectores, la turmalina (verde) en un collarcito, o en una pulsera, lo protegen del mal de ojo o del encantamiento de malos espíritus.

Al niño también, luego de salir, le dan a tomar jugo de patilla con pali´ise para que se limpie el moco. Al bebé sea varón o mujercita, le colocan unas pulseritas y tobilleras rojas, sabana roja, manta roja. Baños con agua tibia y ceniza que espanta los espíritus malos.

Antes de que se caiga el ombligo del bebé le echan la popo del machorro, cuando se cae lo guardan para toda la vida para que los hijos sean obedientes.

Al niño lo bañan con malua y le hacen un collarcito para que espante y chuce, para que no coja gripa. Para la diarrea se cuelgan una matica eijapi, esa es de color verde y hay roja. También le dan concha kepis para el baño del bebé, eso evita el mal de ojo. La fruta del kepis la preparan en jugo, para que no le dé gripa. Al bebé no se le puede cortar el cabello hasta cuando tiene dos años, así habla bien y bastante. (Edilma Zambrano Uliana)

En la concepción Wayúu el bebé viene de lo caliente, de adentro, como la sangre femenina, por esta razón, según las prácticas ancestrales relativas a las horas inmediatamente posteriores al parto, no se le coloca directamente sobre el suelo. Lo caliente está cercano al mundo sobrenatural protector, ese que puede ser aliado del Wayúu y que está presente en los alimentos tradicionales ofrecidos desde siempre a Juyá, señor de la lluvia como la mazamorra. P. 115

DISTRAER AL PULOWI: Madre y abuela hablan de Wanülü y de Pulowi a quienes les gusta el olor de melón que lleva el bebé y el niño de apenas unos años. Por eso deben colocarles en la muñeca una pulserita con el palito de kushinaique distrae al Pulowi. Visten de rojo al bebé. Rojo de vida y rojo de la sangre de la familia que corre dentro de él.

Un niño/a de brazos, recibe cuidado especial de niñas y mujeres y muestras de afecto, como juegos con la mano, saltos en la pierna, cantos de /jaiechi/; la protección que brinda una tuma verde pendiente de un collar. La abuela está más cerca. En ocasiones es ella quien alimenta al bebé. Ya pasados los años de los primeros pasos, el niño/a es libre de correr, de caerse, de ensuciarse. La mazamorra es el alimento que reemplaza la leche materna y la de vaca. P. 116

“En el mundo mágico–religioso Wayúu, la mujer dialoga con el mundo de los espíritus para formar y proteger el cuerpo. El conocimiento del poder de las plantas que tienen la fuerza de la sangre del cuerpo necesita para tener vigor; el control de la fertilidad; el uso de amuletos de color rojo, la piedra verde y los palillos de olor especial que espantan al Pulowi o a Wanulu (ser que trae enfermedades), demuestran el simbolismo sagrado que persiste entre los Wayúu de la Alta Guajira.” P. 145

“… Cuando Dolores estuvo en encierro duró dos años, ella estaba contenta porque aprendió a hacer de todo. Ella se lo transmitió a sus hijas, ellas las encerró acá en la casa, en Patzuain. La hija mayor cumple 21 años. Dolores tiene 13 hijos, dice que es bueno tener muchos, por todo.

El matrimonio de ella fue que vino el hombre a pedirla y al padre no le gustó. Después de cuatro años vino de nuevo y trajo seis collares. Al padre no le gustaba porque venía de lejos, de Venezuela. Generalmente los que vienen son de por aquí cerca. El padre de ella es muy arrecho, le pidieron mucho al hombre y él lo dio: joyas, animales. Hasta ahora siguen juntos.

La hija de ella se casó con cobro Wayúu también y le salió un buen matrimonio. Cuando le pidieron (a la hija) vino el hombre a preguntarle a ella, cuando su hija tenía 19 años, Dolores dijo que su hija estaba estudiando que no era la edad todavía, la negó. Durante un año entero el hombre vino a ver a su hija. Cuando ella terminó el bachillerato, volvió el hombre, es un Uliana, la abuela de él viene de Jaarara. Ahora ellos están viviendo en Maracaibo, en el barrio Alcón Alto, le salió bien el matrimonio. Dolores ya es abuela.

La segunda hija la encerró por dos años en la casa con todas las reglas y todas las medicinas: primero la /jawapia/, /kasuo´ulu/, /pali´ise/, /wi´toi/ en baño para que tenga un buen hombre, /kushinai/, para que no sea floja. De comida le dio solamente carne de oveja, sopas, nada de seco, ninguna fruta, nada de ahuyama. La dejó bien solita, la veía ella no más hasta que salió. Le hicieron una comida cuando salió, a la hija le daba pena ver a la gente, salió bien blanca. Dolores cree que es bueno para una mujer el encierro.

La tercera hija estuvo un año y medio encerrada, por el estudio del internado. Cuando salio del encierro continuó estudiando. Sus hijas y ella se visten de las dos maneras y saben los dos idiomas. A la cuarta hija Dolores la encerró por dos años también, ella estudia aún. Las deja en el chinchorro siete días hasta que se les acaba la sangre. Le quedan aún tres hijas que no se han desarrollado de ocho, once y trece años. P. 151

Leyda Josefina Atencio Ipuana vive en le territorio de la familia materna, son ocho hermanos. Dos mujeres, seis varones. Leyda es la segunda después del mayor. Nació y se crió en medio a esta colina, estudió en colegio del internado, desde preescolar hasta quinto de primaria. Fue estudiante externa, se iba a pie con el mayor de los hermanos y con los primos. Estuvo encerrada durante un mes. Salió porque la abuela tuvo que viajar a Maracaibo, la casa se quedaba sola. Tenía trece años Leyda, cuando salió ella siguió estudiando en Ayapana hasta quinto grado, se murió su abuela y quedó desamparada. La madre está siempre en Maracaibo. Leyda estuvo seis años en Maracaibo. Trabajó en casa de familia, buen trabajo, la quisieron los patrones. Leyda regresó por los restos de la mamá de crianza (abuela). Ella la exhumó, le hicieron todos los cuidados, durante un mes, encierro, sin comida (ni carne, ni arroz, ninguna grasa) estuvo a dieta con mazamorra con menos azúcar de lo normal. Durante ese mes de encierro estuvo acostada todo el tiempo. No podía tejer, no tocarse con su piel, ni comer por sí misma, ni bañarse. Le dieron un palito y un pañuelo (de cualquier color). La bañaron durante un mes. Al salir no hubo otra reunión de la familia. Después de esto se quedó por /Akumerra/, le gusta más que Maracaibo, se crió por acá, toda su infancia y adolescencia están acá, es feliz con los hermanitos menores que viven con ella, le ayudan en todo. Le gustaría ser mamá, ella está lista y preparada para esa vida. Leyda cree en los sueños y en los presentimientos para actuar en sus relaciones con la gente. P. 156

Otto Vergara González. “Etnografía de los guajiros (Wayu)”. Instituto Colombiano de Antropología, Bogotá, 1986.

No se destaca la pubertad en los varones, pero las niñas están sometidas a un severo rito de paso. Cuando la muchacha comienza a menstruar, es sometida a un período de reclusión, al término del cual se ha convertido en mujer equipada para casarse. Durante el inicio de esta reclusión la joven es completa o parcialmente rapada y luego instalada en una hamaca colgada cerca del techo de la casa. Durante los días siguientes es cuidada con alimentos vegetales especiales, llamados “jaguapi”, y observa una dieta rigurosa. En este tiempo la bañan con frecuencia y la instruyen en las tareas femeninas, tejido, hilado, le imparten conocimientos sobre los procesos tradicionales de control natal, embarazo y quizás algunas técnicas eróticas. Anteriormente la muchacha era recluida en una casa aparte llamada “shükona”, construida especialmente para la ocasión, la cual es raramente utilizada hoy día. P. 63

Cuando muere un guajiro, inicialmente se invitan a los parientes del muerto al velorio, luego, el cuerpo es lavado por sus parientes más próximos, envuelto en una tela llamada “shekí”, y colocado provisionalmente en una hamaca. Comienza luego el velorio llamado “ala'pajá” con sus respectivos llantos rituales, las mujeres se acurrucan cerca del cadáver, con sus cabezas cubiertas con un velo. Todo se realiza en la casa del difunto. Después de velar el muerto, el cuerpo es colocado en una fosa o en una tumba de cemento. Al lado de la urna, se depositan provisiones de agua y comida con el difunto, y se guarda una urna de agua para su sepultura. Estos entierros varían en duración, desde unos días por un niño, hasta treinta días por un adulto.

Tras una muerte, se debe encender un fuego en la sepultura del difunto durante el tiempo que dure el entierro, para que el muerto se sienta confortable en su nueva residencia. Si no se enciende un fuego, es muy probable que el difunto se aparezca en sueños a su pariente o esposa y le reclame este descuido, ya que con el fuego, se alivian los padecimientos del espíritu del difunto en la oscuridad y el frío. P. 81

Por su parte el culto fúnebre en los segundos entierros se inicia con las invitaciones hechas a sus parientes y no parientes de los difuntos. Los invitados se reúnen en el cementerio donde establecen campamentos para ellos. Luego los huéspedes convidan a individuos seleccionados para que estén presentes en el momento en que sacan los restos. Se desentierran y se sacan los restos de una manera discreta y ese acto es reservado para un público restringido. Luego se colocan los restos en una hamaca generalmente blanca, y en la enramada las mujeres lloran por largo rato. Cuando alguien saca los restos en un segundo entierro no debe comer con las manos. Dicen que después de haber sacado los restos de un pariente uno no debe dormir ni llorar, no comer durante las treinta horas siguientes.

Si se asesina a alguien, son las mujeres y no los hombres los que cavan la sepultura, colocan el cadáver en el ataúd, desempeñan el papel de portadoras y bajan el ataúd a tierra. Los hombres se guardan de todo contacto con el cadáver y el ataúd, creen que este contacto con el cadáver les ocasionará la muerte en poco tiempo. Cuando la victima de un asesinato recibe un segundo entierro, no se ponen sus restos con los de los demás parientes uterinos en el osario del cementerio, con esta separación los parientes uterinos de los difuntos se libran de tener más muertes violentas entre ellos. P. 83

Las enfermedades designadas como wanülü, cuyo poder sobrepasa a los guajiros, son el resultado de los encuentros con seres o animales sobrenaturales o de haber visitado alguno de los lugares pülasü, que son prohibidos o tabú, por contaminación con huesos en los segundos entierros o de haber tocado el cadáver de la víctima, entre otras cosas. Estas enfermedades suponen la salida del alma del cuerpo del paciente y se hace necesaria la intervención de los piaches, para que diagnostiquen el mal y que llegue a un pacto con seres o fuerzas sobrenaturales, y haga volver el alma al enfermo. De este tipo de enfermedades forman parte los trastornos orgánicos serios que pueden producir la muerte, o los sicosomáticos que recaen en todo el grupo familiar. P. 89

Las pinturas faciales son con más frecuencia utilizadas por las mujeres guajiras. Estas las utilizan casi diariamente, recubriendo casi la totalidad del rostro, y su función, además de adorno, es la protección contra los ardores del sol.

Con ocasión de la danza “yonna” los hombres se pintan el rostro con segmentos rectos llamados “shawatüin”, mientras que las mujeres se pintan dibujos mas complicados, en forma curva entre las cuales se insertan puntos. Estos motivos llevan distintos nombres de acuerdo a los diseños que se usen. En algunas ocasiones representan serpientes, tortugas u otros animales o símbolos.

Utilizan para las pinturas faciales tres colores fundamentales, el negro, el rojo y el amarillo. Estos son de origen vegetal y se obtienen de esporas de hongos y de la bija (bixa orellana).

Las joyas, llamadas “korro'lo” y los collares llamados “kaku'na” son utilizados por las mujeres guajiras en ocasiones especiales como los velorios, en los cobros o cuando salen a visitar a sus parientes en otros lugares de la península. Los guajiros le otorgan un gran valor económico a sus joyas, ya que forman parte de los pagos que hacen constantemente por compensaciones de todo tipo, como pago por daños u ofensas, además del importante “precio de la novia” que requiere en pago collares y joyas que son entregados por los parientes del hombre a los parientes de la novia.

También tienen como joyas de gran valor a las “tu'umas” que son piedras talladas a partir del coral rojo y se reúnen en collares. Un bello collar de tu'uma puede valer varias cabezas de ganado. De uso mas común están los collares confeccionados con la corteza del coco, las pulseras de madera, llamadas “ajá'püná”, hechas de palos amarrados entre sí y se usan con el fin de volver mas diestras a las mujeres tejedoras en la confección de sus tejidos. Estas pulseras asemejan a los gusanos de seda, los cuales son tejedores constantes, y atados a las muñecas de las principiantes estas aprenden rápidamente las labores propias del tejido (Watson Franke. “A Woman's Profesions in Guajiro Cultura: Weaving Antropológica”, 1974: 36). P. 95

Tania González Villegas: “El tejido: un oficio–saber–arte para ser y hacer”. Departamento de Antropología, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2004. Trabajo de Grado.

“Los wayuu soñaron con una árbol lleno de telarañas en sus ramas. Buscaron el árbol y en su corteza hallaron los dibujos que hoy día son kanasü (telaraña que les enseño a hacer Wale´ Kerú) cortaron un trozo de la corteza y arrancándolo por el centro con un hilo lo colgaron en el telar para iniciarse en kanasü. Kanasü siempre ha sido muestra de amistad. Con palitos de ese mismo árbol, trenzados con hilos de lana o algodón los wayuu forman el Kanaspi: una pulserita que se pone la mujer cuando quiere aprender el arte de kanasü, le da inteligencia, creatividad, paciencia” (Marta Ramírez Zapata. Wale´ Kerú. Centro de Documentación de Artesanías de Colombia (CENDAR), Bogotá, 1995). P. 51

María Isabel Acosta - Iván Cristóbal Quintero: “Tu wacuaipaca (La causa nuestra). Reubicación de Espinal-Carabi. Comunidad Wayuu. La Guajira. Colombia”. Departamento de Antropología, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1998. Trabajo de Grado.

Las niñas por su parte eran sometidas a un ritual complejo, en el cual, además de ser rapadas, se las aislaba en una habitación silenciosa y oscura donde la madre las aleccionaba, con el fin de que estuviesen preparadas para la vida dura de esposas y madres. P. 25

Cuando en los sueños se ve que van a matar a alguna persona, ésta debe bañarse y someterse a un encierro, se hace una comilona donde participa solamente la familia, de la que no puede comer la persona que va a ser encerrada (que es la que está en riesgo de morir). A las doce de la noche lo vuelven a bañar y se les sirve la comida a los familiares […] mientras el afectado toma únicamente chicha (ésta es diferente a la que toman los demás, no tiene dulce) durante una semana; es a partir de las doce de la noche y mientras los demás comen que empieza el encierro, por lo general el baño y el encierro los hace una mujer que puede ser la madre, la abuela, la tía o la persona que le haya sido revelada en el sueño. Tras el encierro, la familia prepara otra comida para sacarlo, esperan hasta media noche para salir y, ya afuera, le hacen otro baño. P. 41

Aquel baño consistía en encerrar durante el día a la persona que se hallaba en peligro o tenía un alto riesgo por correr. Le rociaban en la cabeza cortos chorros de agua y la esparcían con la mano sobre los hombros y el pecho mientras se pronunciaba con insistencia el nombre o los nombres de las personas que podían causarle daño. Después, en la noche y sin que muchas personas lo vieran, caminaban por los rumbos en que los enemigos pasaron y despidiendo manotadas de agua hacia los lados sin dejar de pronunciar los nombres de el o los indeseables. Durante varios días la persona que había recibido el baño no podía bañarse, ya que la efectividad se disminuiría. P. 75
 
 
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