Luis Guillermo Vasco   Luis Guillermo Vasco
 

EN GUERRA CONTRA LA ENFERMEDAD: LAS COMUNIDADES EMBERA CHAMÍ DE HONDURAS Y MALVINAS (DEPARTAMENTO DEL CAQUETÁ)
Escrito con AÍDA MARÍA PALACIOS SANTAMARÍA
Informe de Investigación presentado a la Dirección de Asuntos Indígenas, Bogotá, 1995

CÓMO COMENZÓ Y SE EXTENDIÓ

En abril de1993, Leonisa Dovígama, de 17 años, fue sola a la siembra a recoger un racimo de plátanos para la comida; como llegó la noche sin que regresara, la comunidad inició su búsqueda y la hallaron a la madrugada en una rastrojera, golpeada y con la ropa destrozada, sangrando por la nariz y con mucho dolor de cabeza. No recordaba lo que había pasado.

En diciembre del mismo año, Norbey Dovígama, hermano de Leonisa, sufrió de ansiedad, dolores de cabeza, nervios y tuvo pérdida del conocimiento; algún tiempo después, un día que bajó a Florencia y estaba en la galería del mercado, le dio un ataque y convulsionó; de allí lo recogieron y lo llevaron al hospital María Inmaculada, en donde lo atendieron en urgencias.

En abril de 1994, Amparo Gutiérrez, de 15 años de edad, hija de Jaime Gutiérrez y de Hermelina Auchama, comenzó a convulsionar, con fuertes dolores de cabeza y hemorragias vaginales; “se puso como loca”. Los “ataques” le daban en cualquier momento y lugar y, por tal motivo, la maestra no la recibió más en la escuela, con el acuerdo de la comunidad y de la Educación Contratada.

Dos meses después, comenzaron las convulsiones a Julia Aizama, de 16 años, hija del jaibaná Alfonso Aizama; la muchacha presentó también dolores de cabeza, hemorragias vaginales y dolores en todo el cuerpo, “como cansada”. También fue retirada de la escuela.

El primer tratamiento de las jóvenes fue hecho por el jaibaná Alfonso Aizama, pero no sirvió de mucho y los ataques fueron cada vez más frecuentes. Entonces, decidieron sacarlas para Florencia, cargadas en hamaca por todos los hombres y algunas mujeres, en donde fueron llevadas al hospital María Inmaculada. Allí ingresaron por urgencias y estuvieron hospitalizadas durante varios días, aisladas de sus familias; en varias ocasiones se golpearon contra las paredes y el piso, pues era difícil controlarlas a causa de su gran fuerza muscular. Una de ellas se cayó de la cama y se golpeó contra el piso, sufriendo algunos traumatismos leves. Se les suministró droga indicada para tratar ataques de epilepsia. En ningún momento las remitieron a la Unidad Mental del hospital ni comunicaron a ésta su presencia y enfermedad, según informó el doctor Sabas Simarras, jefe de dicha unidad.

Como las muchachas no mejoraban, las llevaron a casa de sus parientes en el barrio Malvinas, en donde, al poco tiempo, comenzaron a convulsionar también algunos de los jóvenes de esta comunidad: Carmenza Aizama, hija de Ignacio, el gobernador del cabildo de Malvinas; Hortencia Aizama, hija de Jorge y Belarmina; Aracelly Aizama, hija del finado Marceliano y de María Neyla, su segunda mujer; Oliver Dovígama, hijo de Celestino Dovígama y María Auchama, y Mirto Aizama.

Cuando la crisis creció, la comunidad se bajó toda para Florencia, para alojarse inicialmente en las casas de Malvinas; ante el hacinamiento, solicitaron nuevamente la ayuda de Sindeagro, que adecuó las instalaciones de su sede para alojar a todo el grupo. Estando en Sindeagro, se enfermaron Rubiela Gutiérrez, Isabel Aizama y Carmenza Aizama.

El Ministerio de Gobierno, por intermedio de la División de Asuntos Indígenas, solicitó la intervención del Ministerio de Salud y el Instituto Nacional de Salud para analizar la situación. Una comisión integrada por el neurólogo Diego Roselli, del Ministerio de Salud, y por Marión Piñeros, médica salubrista del Instituto Nacional de Salud, estuvo en la región entre el 12 y el 17 de octubre; visitaron tanto a Malvinas como a Honduras. Según ellos, la lista de enfermos con sus correspondiente sintomatología, en el momento de la visita, era la siguiente:

1. Leoniza Dovígama
2. Norbey Dovígama
3. Amparo Gutiérrez
4. Julia Aizama
5. Carmenza Aizama
6. Hortensia Aizama
7. Aracelly Aizama
8. Mirto Aizama
9. Oliver Dovígama
* Las edades han sido actualizadas a noviembre de 1995
** H: Honduras; M: Malvinas
En un momento dado, el número de enfermos llegó a ser muy amplio y la mayor parte de ellos caía con los “ataques” al mismo tiempo, pues se potenciaban unos a otros. Con posterioridad, enfermaron otras jóvenes: Rubiela Gutiérrez, 13 años, Isabel Aizama, 12 años, y Nancy Aizama, 17 años.

Jorge Aizama cuenta así: “En 1994 comenzó la enfermedad. Los médicos dijeron que era imaginada. Estuvimos más de un mes en la sede del M-19. Vino un jaibaná del Chocó, bajo Atrato. Siguió la enfermedad y trajeron otro, porque eran ya 8 enfermos; que vinieran de otra tribu vecina y de OREWA. Que llamen 6 jaibanás”.

“Aquí en la escuela, nos reunimos, y eran ya 11 enfermos. Los 5 estuvieron trabajando un mes. No consiguieron las plantas que necesitaban. Dijeron que una persona era la culpable. Dos de ellos fueron a Honduras y limpiaron. Dijeron que está libre la tierra de maleficio, que los enfermos siguen porque hay unos que molestan”.

“Dijeron que hiciéramos un proyecto y presentáramos al gobierno, para los enfermos y para los que quieran aprender a curar, por 2 ó 3 meses. Allá, varias tribus dialogamos para curar; allá hay todas las plantas”.

“A los varios meses, renovó la enfermedad. Ahora (julio de este año), la enfermedad está baja y ha disminuido. La gente está enferma la mitad. Se alivia y les da cada 15 días y les dura una media hora; se ven como locos y caen y a los 10 minutos va pasando”.

EL TRATAMIENTO

Inicialmente, los jaibanás embera de los distintos grupos que viven en el Caquetá: Pará, Montañita y Belén de los Andaquíes, acudieron al llamado de los gobernadores para prestar ayuda con sus cantos; pero reconocieron que las condiciones de la enfermedad eran difíciles y que ellos solos no podían con el grupo, y menos en las condiciones en que se encontraban. Sin embargo, la gente reconoce que los muchachos enfermos se tranquilizaron mucho con la presencia de estos jaibanás.

Cuando la gente estaba en la sede de la Asociación de Campesinos Migrantes, los gobernadores de los dos cabildos y el secretario de la misma coordinaron las acciones. Con los pocos recursos que tenían, se mantuvieron los dos primeros días y, luego, por intermedio de los medios de comunicación locales, solicitaron la ayuda de la población. A través de la Comisión de Asuntos Indígenas y la ONIC solicitaron la intervención de la DAI y de entidades de salud.

Casi toda la población indígena de Malvinas y Honduras se concentró allí, reuniéndose en ocasiones hasta 110 personas. Las difíciles condiciones de alojamiento, la falta de servicios y la alta concentración de gente conllevaron a que rápidamente de desataran algunas enfermedades, como fiebres, diarreas, gripas, que fueron atendidas por los equipos de salud que la alcaldía destinó para el manejo de la emergencia sanitaria. El señor Diomedes Caicedo, de Sindeagro, dice que él personalmente se encargó de coordinar a los cabildos y a la gente de la comunidad para el suministro de los medicamentos, pues los recibían y los tiraban por los rincones o los daban a los niños para que jugaran con los frascos y las cajas, con los peligros derivados del caso.

Según el señor Caicedo, el hacinamiento, la falta de adecuadas instalaciones y servicios, la carencia de los medios adecuados para atender a la gente, el alto volumen de curiosos y de medios de comunicación, la descoordinación de las distintas entidades para generar una respuesta acorde con la situación, hicieron que la crisis se hiciera cada día más incontrolable.

LA GENTE DEL CHOCÓ

Por intermedio de la ONIC, solicitaron la presencia de jaibanás “reconocidos”, que vinieran del “Chocó”. Al respecto, cuenta Norbey Dovígama que los primeros jaibanás que llegaron del Chocó, enviados por la DAI, fueron Leonel Dogiramá y Plácido Bailarín, del río Bojayá, y los contactó la CAI, regional Chocó, con Jaime Bastidas. Cuando llegaron, el 10 de agosto, dijeron que era mucha gente enferma para dos jaibanás; trabajaron unos días en la sede de la asociación y se regresaron a su región, no sin antes decirles que no garantizaban el tratamiento de los enfermos.

“Leonel Dogiramá fue el que dijo que era Tanúgama, Misael Tanúgama, y el cuñado, Misael Gutiérrez, de Pará, el culpable de la enfermedad. Con la muerte de Tanúgama, quedó Misael Gutiérrez, que lo recogió todo; por eso sigue enfermando”.

En octubre llegaron seis delegados waunaan del Chocó, cuatro de los cuales eran “reconocidos” en la región del San Juan. Dos de ellos subieron a Honduras “a mirar la enfermedad. Los demás dijeron que era lejos para caminar y que no sabían montar en bestia”; se quedaron en Florencia y mandaron que toda la gente se reuniera allá. Finalmente, los enfermos se fueron a la ciudad y “les hacían tratamiento cada hora o cada media hora, de día o de noche, en la escuela de Malvinas”.

La gente de Honduras cuenta que “los jaibanás pidieron maletines, peinillas, linternas, radios, interiores, pantalonetas, botas, jabones, perfumes para riego, cigarrillos, velas y mucho aguardiente. De todo llevaron; se fueron bien equipados”. “Esos que vinieron del Chocó eran muy raros: pintaban todo el cuerpo de enfermos que parecían morochos; a mi pensar: comieron la plata para nada”.

“Los jaibanás waunanas eran muy viejos”. Los dos que subieron a Honduras dijeron a quienes estaban allí “que tenían que desocupar el resguardo, que, en caso contrario, el jai se venía y se metía a la tierra a acabar con todo, que no respondían. Todo lo que ellos dijeron, nosotros hicimos caso. Que ellos garantizaban. Al mes, se fueron, y dijeron que no eran capaz de curar. Nosotros nos quedamos preocupados”.

“Los jaibanás waunanas cobraron por enseñar plantas, pero no sirvieron. Ellos cobraron a dos mil y cuatro mil pesos por mostrar cada una y dijeron que queden tranquilos después de que nos vamos, si alguno cae enfermo, bañen con estas plantas. Cuando volvieron a enfermar, trajimos esas plantas y preparamos y bañamos y no sirvió para nada”.

“También dijeron que había un jaibaná de la etnia que iba a remover la enfermedad porque no le gustaba la organización ni el cabildo, y a los tres meses empezaron a enfermar nuevamente”.

“Los jaibanás del Chocó fueron los que dijeron que era mejor que nosotros fuéramos allá, porque ahí sí habían todos los elementos necesarios para curar a los enfermos”.

Es claro que hubo descoordinación y que la mayor parte de las acciones se realizaron en forma improvisada y de afán, sin suficiente reflexión ni preparación. También resulta extraña la actitud de los jaibanás y el cúmulo de sus solicitudes, muchas de ellas por cosas que no tenían ninguna relación con su trabajo de curación. Al observar los diferentes documentos que existen en los archivos de la Comisión de Asuntos Indígenas, se encuentran evidencias de lo anterior.

En carta que Doris Aristizábal dirige a Javier Moncayo, asesor de la oficina de emergencias y desastres, solicita apoyo para que Jaime Bastidas vaya por una semana al bajo San Juan para buscar a los jaibanás. Agrega que “hay que hacer ceremonia para solicitar el servicio, información del problema, preparación de extractos de plantas, parafernalia...”.

A pesar de ello, la “Constancia del Trabajo Jaibanístico. Evaluación hecha el 31 de octubre”, que presentó Chindío Peña, “representante y asesor de los médicos tradicionales”: Araldo Peña, José Isabel Peña, Raúl Chamarra y Olegario Peña, afirma: “Los jaibanás trabajaron del 6 al 31 de octubre de 1994. Pese a que, desde el principio, encontraron condiciones que no eran las adecuadas para su actividad: 1) infraestructura, 2) falta de agua, 3) falta de mujer que montara la ceremonia, 4) plantas que iban a utilizar” (subrayados nuestros).

Lo anterior no se compadece con la realización del evento previo al que se refiere la primera carta citada, durante el cual debió darse la preparación para el trabajo en el Caquetá. De todos es conocido que la presencia de una mujer que prepare “el altar” es imprescindible, y que esta debe ser familiar de los jaibanás, para tener con ellos la confianza necesaria. Igualmente, se dice que en tal evento se iba a hacer la “preparación de extractos de plantas [y] parafernalia”. Pero, no más llegar a Florencia, los jaibanás expresaron la carencia de las plantas para curar y, además, comenzaron a pedir perfumes, riegos, lociones, telas y toda una serie de otros objetos de parafernalia.

Resulta extraño que si en dicha reunión previa se dio a los jaibanás “información del problema” estos se hubieran negado a subir a Honduras, aduciendo no poder caminar ni saber montar a caballo; lo cual muestra que desconocían las condiciones en que se iba a dar su trabajo. Esto originó que mandaran bajar y agrupar a la gente de las dos comunidades en Florencia, pese a que ya se tenía todo listo para conducir a los enfermos de Malvinas y los jaibanás hasta Honduras, y tuvieran que trabajar sin agua y en condiciones de infraestructura lamentables por la carencia de servicios adecuados y de espacio suficiente.

El “Informe Comisión de Medicina Tradicional sobre Crisis en Salud Comunidad Embera-Katío en Florencia”, anexo a la constancia anterior, dice, entre otras cosas: “Cuando se cantaba jai, caían las muchachas con el ataque... Se trataba del saboteo de un viejo curaca de la región con amenazas de hacer brotar otros espíritus malignos después de la salida de los jaibanás de Florencia hacia el Chocó... El poder de la fuerza satánica se dejó ver con mayor impacto cuando faltaban quince minutos para las ocho” (subrayado nuestro).

Además, a pedido de “las mismas muchachas”, organizaron bailes. “Lo que hacía falta eran hombres para bailar porque muchachas había de sobra hasta el amanecer... Todo transcurrió a lo bien hasta la madrugada hasta rayar el alba. Fue como si el espíritu no gustara de la actitud rumbera de las muchachas y cobrara venganza, azotándolas con su castigo de ataque”.

En las anteriores apreciaciones es fácil percibir la peculiar concepción de los jaibanás en relación con los acontecimientos de su trabajo de jai y de la enfermedad, así como la realización de actividades que no estaban relacionadas con la curación y que, antes bien, interfirieron con ella y la perjudicaron.

El informe continúa diciendo: “En este trabajo se destacaron los espíritus de armadillos escavando (sic) túneles bajo la ciudad que iba a ser destruida. Una vez terminados los túneles debajo de la ciudad se procede a colocar brea hirbiendo (sic) para que al ser bombardeado no tengan escape por ninguna parte; cuando no se pone brea por debajo, los espíritus se protegen metiéndose bajo tierra”.

Y, termina: “Falta de voluntad de los pacientes en hacerse aplicar las curaciones por parte de algunas de las muchachas; además de los desórdenes y cierto grado de irrespeto por las labores jaibanísticas”.

En este último punto hay que analizar cuál es el papel que cumplieron los agentes externos ante la labor de los jaibanás y el mismo esquema planteado por ellos. En las diferentes reuniones que realizamos en Honduras y Malvinas, los participantes coincidieron en señalar que los jaibanás permanecían borrachos la mayor parte del tiempo y que muchas veces se quedaron dormidos sin terminar la sesión, cosa inaudita para unos jaibanás responsables y de poder.

También es claro, y así se pudo apreciar con posterioridad, que, tanto entre los enfermos como entre otras personas de ambas comunidades, hay ya una desconfianza y una falta de credibilidad hacia los jaibanás y sus actividades, lo cual explica la actitud que se menciona más arriba, en el Informe de la Comisión del Chocó, y las burlas hacia el trabajo que se estaba realizando.

VIAJE HACIA EL CHOCO

Entre las recomendaciones que dejaron los jaibanás waunaan, está la propuesta para que la curación se realizara en el Chocó, con el argumento de que ellos allí contaban con todos los elementos necesarios: las hierbas y el poder para sacar los “demonios” que los enfermos tenían en sus cuerpos.

Con esta base, en enero de este año, los gobernadores de Honduras y Malvinas se dirigieron a la Comisión de Asuntos Indígenas para comunicar que la enfermedad repitió en ese mes y pedir presupuesto para que viajaran 30 personas al Chocó. Posteriormente presentaron la solicitud específica de los aportes que se necesitaban para la realización de dicho viaje.

La DAI realizó una gestión ante la Oficina de Atención y Prevención de Desastres, la cual asignó $4.5 millones de pesos para la ejecución del proyecto, dinero se ubicó el 26 de mayo de 1995 en una cuenta bancaria en Florencia.

Para realizar esta gestión no se tuvo en cuenta opinión expresada por los investigadores Álvaro Giraldo Pineda y Luz Piedad Osorio Cárdenas, enviados por el INS, quienes en el informe de la visita que efectuaron entre el 27 enero y el 6 de febrero del presente año, anexo #1, numeral 2, señalaron: “Actualmente la comunidad del resguardo tiene divergencias con las Malvinas en cuanto al envío de los enfermos al Chocó o si se solicita el desplazamiento de los jaibanás o curacas al Caquetá.”

En el numeral 3, del mismo informe, dicen: “Consideran que el dinero que se asigne para el desplazamiento debe ser manejado por el Cabildo, para que no se presenten problemas como los que se presentaron anteriormente, cuando el dinero que se asignó para la alimentación de los enfermos y acompañantes, debió ser gastado en comprar implementos de trabajo y elementos personales para los jaibanás que vinieron del Chocó.”

El numeral 4 dice: “Consideran importante tener en cuenta que si se desplazan los jaibanás al Caquetá sean llevados hasta el resguardo de Honduras. Estos jaibanás deben ser de la misma etnia”.

Pese a las recomendaciones anteriores, ni la Comisión de Asuntos Indígenas del Caquetá, ni la coordinación de la DAI, realizaron un proyecto para la intervención de jaibanás embera chamí en el territorio de cada grupo del Caquetá, sino que continuaron con el proceso de llevar a los indígenas al “Chocó”, sin siquiera haber averiguado que significaba para ellos “Chocó”, y sin que los indígenas tuvieran información suficiente y clara sobre la situación y el viaje que les esperaba.

En visita que realizamos en el mes de julio a la Oficina de Atención y Desastres de la Gobernación del Caquetá, el señor Luis Fiesco hizo una exposición de cómo veía esta oficina el proceso llevado hasta el momento. Carpeta en mano mostró el procedimiento, así: “El 26 de mayo de 1995 recibí el oficio DNPAD-3/1825, fechado en mayo 17, mediante el cual se ordenaba a La Previsora el desembolso de $4.5 millones de pesos a la cuenta 620-0004310 del Banco Popular, Comité Regional para la Atención y Prevención de Desastres, sin que se especificara con qué proyecto de inversión”.

Luego, leyó el acta 05 de la reunión del 7 de junio de l995: “El Comité realizó y envió el oficio para pedir a Asuntos Indígenas que presente un plan de Inversión y el proyecto soporte para la inversión de los recursos”. Según el acta 06 de 1995, Arquimedes Malaver, delegado de Asuntos Indígenas, dio lectura al plan de inversión. Se le hicieron las siguientes observaciones:

A. Como se había invitado al coordinador de la red, Huber Bustos Hurtado, este manifestó que una vez tuvo conocimiento del giro, solicitó el informe del plan de inversión a la Comisión de Asuntos Indígenas, sin obtener respuesta.

B. No se contaba con el auto para establecer si los recursos asignados correspondían al proyecto presentado por la DAI.

C. Los costos del plan de inversión DAI no concordaban con el valor del proyecto $17.500.000, ni con los recursos, que eran de $4.5 millones, teniendo en cuenta que sólo el transporte costaba $2.2 millones.

D. Haciendo alusión a los recursos, el Comité no puede asegurar la llevada y traída de los indígenas a y desde el Chocó. El Comité no quiere que se los lleve hasta allá y después se los deje sin recursos, para que después denuncien que los dejaron tirados.

El señor Fiesco mostró, además, varias comunicaciones que envió al jefe de la CAI, antropólogo Rafael Gallo, para que presentara el plan de inversión para poder hacer el traslado presupuestal, y se quejó de la no obtención de una respuesta directa: “el que siempre viene es Arquimedes”.

Ese mismo día llegó a la Oficina de Atención y Desastres el delegado de la Cruz Roja ante el Comité y expresó que no estaba de acuerdo con que le dieran ese dinero a los indígenas, porque ellos eran “unos avivatos que no les gustaba trabajar y vivían todo el tiempo ebrios”. Agregó que las convulsiones eran una farsa, o, si no, cómo se explicaba que cuando estaban solos no sufrieran ataques; pero tan pronto llegaba algún extraño, inmediatamente se tiraban al piso. Su idea era que se trataba de teatro para obtener beneficios. dio el ejemplo de las colchonetas de dotación que se les dieron cuando vinieron a Sindeagro para el tratamiento, y dijo que muchos las habían vendido para comprar licor, así como estaban acostumbrados a pedir auxilios y después los vendían y la gente se los encontraba borrachos en las cantinas de Florencia, etc., etc.

Cabe anotar que esta versión se confrontó directamente con los indígenas. Ellos manifestaron que, cuando se emborrachaban, lo hacían con el producto de su trabajo, y que las colchonetas que recibieron, la mayoría de la gente las tenía en sus viviendas y que ya se estaban acabando porque no eran forradas, sino que consistían en láminas de espuma, que muchos de Honduras las forraron en pedazos de tela o en las mismas sábanas que les dieron; que esto podía comprobarse si se confrontaban las actas de entrega, en las que cada cabeza de familia firmó por el número de colchonetas que le entregaron, con una visita a las casas para ver cuántas había en cada una. Según ellos, sólo Jaime las vendió porque le parecieron muy calientes para dormir en ellas. Hubo familias que firmaron el acta de recibido, pero luego no les entregaron los elementos, como ocurrió en el caso de Alfonsito Aizama. Agregaron que no están de acuerdo con que este tipo de afirmaciones se haga a sus espaldas, sin confrontarlas con ellos.

Se verificó en la CAI la información dada por el señor Fiesco y se encontró que realmente no había un plan de inversión para los mencionados recursos.

Pero, lo más importante en este proceso está en la opinión de los indígenas con respecto a este “planificado viaje”. A nuestra llegada a la ciudad de Florencia, encontramos, con sorpresa, que los indígenas nos tenían un comité de recepción en el aeropuerto, pese a que habíamos pedido que no les informaran de nuestra llegada, porque el interés inicial era planificar el trabajo con el jefe de la CAI y con los demás funcionarios de la Comisión.

Nos pidieron que, antes de ir a Asuntos Indígenas, fuéramos con ellos a Malvinas para explicar nuestros puntos de vista y funciones.

En la escuela de Malvinas se hizo una presentación y, luego, Norbey Dobígama, gobernador de Honduras, inició su intervención diciendo: “Estoy pendiente qué informe traen. Hay gente que no entiende español. ¿Qué acuerdo vamos a llegar? ¿Cómo es el transporte? ¿Cuándo vamos a viajar? Gallo dice que ustedes vienen a hacer estudio de los enfermos. Y, ¿los recursos? ¿Cómo les han informado allá? ¿Cuánto vamos a demorar en el Chocó? Necesitamos saber para que sepan los de aquí, porque hay mucho trabajo; en agosto viene la época de hacer rocerías”.

Luego, Ignacio Aizama, gobernador de Malvinas, planteó: “Nos dijeron que esperen antes de ir al Chocó, que vienen dos antropólogos que capacitan en el Garrapatas desde hace 30 años. Queremos recibir en armonías. Vamos a hablar sobre salud, que está graves. ¿Quiénes van a asesorar dentro de los embera catío que están mal de salud? ¿Van a ser antropólogos o mismos indígenas? El asesor tiene que saber cuál es el problema y tomar respeto. Son 17 enfermos y van a ir 32 personas; tienen que ir un poco más. ¿A qué vienen? ¿Qué es asesorar?”

Es claro que había gran desinformación sobre el por qué de nuestra visita y sobre las características concretas del planeado viaje al Chocó. Tampoco tenían claridad sobre en qué estado se encontraban las gestiones de las distintas entidades.

En la planificación del viaje, no se les había informado con exactitud de las condiciones de vida en los sitios del Bojayá, ni de las condiciones específicas del viaje. Sólo sabían que el proyecto presentado por los cabildos para el viaje al “Chocó” se había aprobado. Que ellos no estuvieran enterados que después de llegar a Quibdó debían viajar cerca de 12 horas en lancha para llegar a las comunidades a donde iban, es un claro ejemplo de esta situación. “Se dijo que cada grupo tenía que ir a un sitio distinto, pero no teníamos acuerdo con eso. Nosotros no somos de río como un witoto. La mayoría está tímidos y no conoce ni montar en carro, menos en avión o en río. Si alguien va cuidando de nosotros, un kapunía, nos vamos. El proyecto lo hicimos sólo a Quibdó. ¿Quién recibe allá? Nos dijeron que hay plata. Pero pienso que la gente no se aguanta ni un mes”.

Nos cuentan que “aquí hay un Comité que hizo un plan de inversión para que el Cabildo reciba la plata, porque los indígenas no somos niños y podemos manejar. La plata está en la red de solidaridad. Se necesita la cotización. Hicimos todo el plan hasta Quibdó, pero lo archivaron”.

En los archivos de la CAI se encontró una carta, con fecha 13 de junio, dirigida a Rafael Gallo por Norbey Dovígama, en la cual le solicitan que intervenga rápidamente para buscar solución al problema. Expresan que no quieren viajar al Chocó y presentan una solución alternativa: que se les dé un aporte de $500.000 para viajar a buscar los curacas en Risaralda y Pueblo Rico. Esta carta no se conocía en la DAI y en la CAI se había archivado sin darle ningún trámite.

Jorge Aizama, exgobernador de Malvinas, lo plantea así: “Si uno no tiene plata en el bolsillo, uno cómo va a llegar a una comunidad y decir que regáleme un racimo de plátano para comer asado, o un canastado de chócolo para esta comunidad; uno sin conocer allá a esa gente, eso da mucha pena. Yo iría hasta allá a hablar con el Cabildo y con la gente de allá para arreglar todo y para poner de acuerdo para tener las garantías escritas de allá. Así, uno se puede ir tranquilo, como si fuera a la casa de uno”.

“¿Por qué no separamos los de Honduras de los de aquí y que ellos luchen por su parte? Nosotros hacemos artesanías y nos vamos a Bogotá y mostramos esta enfermedad; si nos dan una ayuda, vamos al Chamí y al Garrapatas. No estoy de acuerdo en viajar con un grupo tan grande. Yo me voy para Bogotá”.

“Que den $500.000 al Cabildo de Honduras y Malvinas para que vayan dos personas a mirar y hacer contrato. Si se respalda, se puede viajar; si no, no se viaja”.

“Otra posibilidad es que se den otros $500.000 para traer dos jaibanás del Chamí o Garrapatas. Pero hay que traer dos; uno solo habla es carreta y cobrar $200.000 sin dejar garantía. Que la comunidad de ellos los garantice que son buenos”.

“Todo el que trabaje, necesita su acompañante, su mujer; no puede ir como soltero. Tiene que venir la señora. Ese fue el problema con los del Chocó; ellos vinieron sin la señora; entonces, ¿con quién va a trabajar? Cuando el que canta está borracho, es la señora la que tiene que estar al lado, ayudando, no puede ser otra persona, ni una señorita que no es su pariente”.

“Mi papá decía que sólo trabajaba con plantas y fumaba una hoja especial. Ahora se cambió y es con aguardiente. Las entidades creen que el paciente no se cura con aguardiente o con cerveza. Los del Chocó tomaron garrafón de 10 litros, y tomó en 4 días. El médico jaibaná repartía a 30 ó 40 personas para que estén pendientes y poniendo cuidado, sin estar durmiendo”.

BÚSQUEDA PROPIA

Ante la demora en recibir respuesta concreta sobre el viaje al Chocó, en marzo de este año enviaron a dos compañeros a Risaralda para que buscaran un jaibaná “que hablara igual y fuera de la misma etnia”. Con los ingresos de su trabajo a jornal y con el ingreso de la venta de una novilla, juntaron el dinero necesario para el viaje, porque ya había 7 enfermos otra vez. Fueron Ovidio Aizama, de Honduras, e Ignacio Aizama, de Malvinas.

Como querían jaibanás que “hablaran en el dialecto propio”, fueron a Viterbo. Y vinieron con dos jaibanás: Gregorio Arcila y Juan Bautista Tanígama, quienes estuvieron tres noches en Honduras y dijeron que la tierra estaba dañada, que la gente “no están enfermos de cuerpos, que los espíritus vienen de otra parte”. Dijeron que si se alivian sólo los enfermos y no se cura la tierra también, no se consigue nada porque allí está la enfermedad.

Al preguntar acerca de por qué viajaron a Viterbo, respondieron que allí vivía desde hace casi 20 años la hija mayor de Alfonso Aizama, que está casada con un miembro de ese grupo.

Ignacio comentó que con ellos aprendieron algo de plantas durante los días que estuvieron en Viterbo y que tenían especial interés por aprender más acerca de plantas para curar. Estaba asombrado por la difícil situación económica de la gente de Viterbo, en especial por la carencia de tierras y la estrechez en que viven; reconocen que hay gente que está en peores condiciones que ellos.

También comentaron que las personas que vinieron desde Risaralda sólo compartieron con los de Malvinas un momento de saludo y que habían centrado toda su atención en Honduras. El pago por el viaje y el trabajo fue de $200.000 libres. Como resultado, los enfermos han tenido unos meses de mejoría, pero luego han vuelto a caer enfermos.

ALGUNAS OPINIONES PROFESIONALES

Se escucharon conceptos de profesionales que estuvieron vinculados directamente al proceso de la enfermedad en sus primeras etapas, ya por hacer parte de alguna de las instituciones que atendieron el caso, ya por “curiosidad”, y lograron observar parcialmente su desarrollo.

Médico Sabas Simarras

Un informe del médico Sabas Simarras, psiquiatra y jefe de la Unidad de Salud Mental del Hospital María Inmaculada, del 25 de julio de 1994, caracteriza la enfermedad como “Histeria Colectiva con síndrome de Conversión, retroalimentado por la comunidad por su ansiedad ante las convulsiones y el temor a la muerte y al contagio de sus síntomas; por lo anterior fueron manejadas sintomáticamente en el sitio de la concentración y ocasionalmente en las unidades de urgencias, sin resultados satisfactorios... El problema de fondo es socio-económico y debe ser solucionado porque el síndrome conversivo es simbolismo de petición de auxilio”. Y termina recalcando que se trata de “una histeria colectiva con características de histrionismo colectivo”.

En su informe para el Director del hospital, observa: “Presenciamos manifestaciones de neurosis conversivas en Julia Aizama y Amparo Aizama, desencadenadas inicialmente por nuestra presencia”.

Y continúa: “La figura de presentación del mismo o síntoma de la enfermedad sociocultural de la comunidad Catío-Embera, es la manifestación médica de histeria conversiva con características de histrionismo colectivo; este síntoma es retroalimentado por el núcleo generador del conflicto, que es su fondo sociocultural, vivido en los habitantes de esa comunidad como sentimientos de abandono de las instancias gubernamentales, precariedad en los alimentos por la dificultad en los cultivos, deterioro de los hábitos de búsqueda de los recursos naturales (como caza y pesca), por ambigüedad en el anidamiento cultural, dado al forzado proceso de transculturación que sufren estas comunidades vecinas a poblaciones dominantes”.

“Como dato relevante, llama la atención que la comunidad sea manejada por personas relativamente jóvenes, en edades casi adolescentes para nuestros parámetros sociales... Algunos de los mayores de la comunidad no están de acuerdo con el nombramiento de Norbey, dicen ‘está muy mocito para esto’”.

El doctor Simarras anota también que los jóvenes están encerrados en un núcleo en donde ya no pueden ejercer con plena libertad su vida sexual, ya que no hay con quien reproducirse.

Respecto del viaje al Chocó, comenta estar de acuerdo, ya que esta es una necesidad del grupo para establecer nuevas relaciones con su propia gente, pero agrega que debería ser un trabajo muy planificado porque “toda migración genera violencia”.

Además, con los antecedentes sufridos en 1984, cuando se vieron forzados, primero, a salir del resguardo sin entender las razones y, luego, a viajar a Bogotá y posteriormente al Garrapatas, para volver de nuevo a Florencia, en muy corto tiempo y sin haber logrado cumplir uno solo de los objetivos propuestos, se tuvo que generar un estado de desconfianza hacia sí mismos y hacia todo lo que los rodea.

Instituto Nacional de Salud

El informe del Instituto Nacional de Salud, elaborado por los doctores Diego Roselli y Marión Piñeros, asegura: “Podemos afirmar que la enfermedad no corresponde a una causa orgánica... Es una crisis de conversión colectiva”. Para concluir que se trata de una enfermedad de raíz socio-cultural, cuyo conflicto está motivado por múltiples causas, entre ellas:

1) agotamiento de recursos de caza y pesca
2) deterioro de la producción agrícola
3) división del grupo en campo-ciudad
4) adopción de prácticas culturales occidentales
5) pérdida de características culturales propias (a ninguna de las muchachas se les hizo rito de iniciación)
6) agotamiento de posibles cónyuges
7) medio social de Malvinas: drogas, prostitución, lumpen

Psicólogo Alberto Campbell

El psicólogo Alberto Campbell, conductista, según se apresuró a declarar, considera que el accionar de la enfermedad no es voluntario, pero sí hay una presión. Es involuntario o, como dirían los psicoanalistas, opera en el inconsciente. Se presenta un efecto bostezo (se da una imitación).

Los adolescentes de esa comunidad tienen una presión altísima, quizás por percepción del fin de la comunidad; actúan y, sobre la base de su actuación, la comunidad plantea sus exigencias.

¿Por qué enferman los adolescentes? Porque están en una crisis entre la autonomía y la heteronomía. Amparo y Julia entienden que, con ello, la comunidad está ganando algo. ¿Qué estimuló que le diera al gobernador? Pudo ser algo coincidencial, pero su ataque movilizó a las instituciones y reforzó la situación. Si no se hubiera dado atención, todos hubieran caído más tarde o más adelante.

La histeria colectiva puede generar con posterioridad, después de los llamados ataques, una amnesia de tipo retrogrado (cansancio, bloqueo de memoria, cefalea, disnea) y una catalepsia posterior.

Es una desesperanza aprendida, ¿quién sabe si imparable?, que tiene que ver con una pérdida de identidad. La comunidad busca a quienes negaron su identidad. La venida a la ciudad es parte de eso. Quienes están en la ciudad y se niegan a volver a la comunidad están negando la identidad; es el caso del jaibaná Misael Tanúgama.

En los fenómenos supersticiosos se relacionan dos eventos entre los cuales no hay relación causal. El jaibaná del Chocó dijo que el poder de Misael Tanúgama era tan grande que sin matarlo no había ninguna posibilidad de curación. La presencia de Misael en Florencia era una negación de la comunidad, de su vida, de su identidad. Aún después de muerto, seguía siendo ejemplo de vivir bien aquí. Con el viaje al Chocó, la comunidad busca aprender allá cómo vivir bien aquí. Es una búsqueda de identidad.

No se necesitan un psicólogo ni un psiquiatra; esta clase de especialistas no tienen nada qué hacer. Eso sería una interferencia. El jaibaná es el psicólogo de ellos. La base del éxito de cualquier terapéutica está en la seguridad del grupo en su expectativa de vida. Como es una histeria de adolescencia, después de los 18 ó 19 años, no les dará más.

Si la atención que se da a la gente es mendicante, se crea un mendigo. La política no puede ser la de apagar incendios. Tienen que ser procesos continuos y con seguimiento.

Ignacio Aizama

Ignacio considera que la pérdida de la fiesta de iniciación tiene que ver con el problema. Dice que la fiesta, tanto femenina como masculina, ha desaparecido. Las mujeres dicen que ellas ya no saben cómo se hace. Alfonso y Constantino, los dos mayores, dicen que desde que el finado Marceliano murió, ya no se hace, ya no acuerdan bien cómo es.

Ignacio agrega: “Jedona era una costumbre que mi papá Rosendo sí sabía cómo se hacía. Era para conjurar al niño o a la niña para que pudiera realizar los trabajos como hombres y mujeres. La fiesta la hacían el papá y la mamá, llamaban a toda la familia y hacían fiesta; los más fuertes se encargaban de cargar la muchacha y darle fuerza para que fuera buena en la cocina, en la huerta, rajando y cargando la leña, y para que no enferme y quede como desnutrido. Esta fiesta ahora no se hace fácilmente porque es muy peligrosa. Si alguien coge envidia, lo mata. Mientras unos hacen fiesta, el otro siembra una mata de plátano al revés y la persona se atrasa y se muere”.

UNA VERSIÓN PROPIA DEL ORIGEN DE LA ENFERMEDAD

En casa de Alfonso, en Honduras, Julia, una de las muchachas enfermas, está sola en su casa, ensartando collares; le pregunto por qué se salió de la reunión y dice que con tanto ruido le duele la cabeza y le gusta estar sola. Me pregunta si a las mujeres blancas les viene la menstruación abundante y con dolor.

Cuenta que, en 1993, la mamá enfermó y la llevaron a Florencia a la casa de Aníbal y María Lina, su hermana. Misael Tanúgama era el jaibaná que la estaba curando; cuando vio a Julia, le dijo que se quedara con él, que ella estaba bonita, y quería tocarla; María Lina dijo que se encerrara en otro cuarto, que ese hombre era malo, le coqueteaba a mujer joven y le hacía brujería. Misael le dijo a Romelia que dejara la muchacha, que estaba bonita; después dijo que él quería a la muchacha para su hijo Leonel, que era soltero. Julia dice que a ella no le gustaron ni el muchacho ni el suegro, y dijo que no.

A comienzos del año pasado, Misael subió a Honduras con su hijo y pidió a Alfonso que dejara la muchacha para el hijo; ella no aceptó porque una noche había soñado que él venía con una culebra grande, como la raíz de un árbol, y la llevaban a caminar por el arco iris a un paseo muy lindo, pero la culebra la aprisionaba mucho.

Misael, entonces, fue a la casa de Jaime a pedir a Amparo para su hijo y tampoco ésta quiso irse con él; entonces, él comenzó a decir que iba a dañar a estas mujeres para que no pudieran tener hijos, para que la comunidad no creciera, y que esas muchachas tan bonitas las iba a dañar para que no tuvieran marido. Julia dice que desde ese momento ella comenzó a menstruar muy fuerte y a tener dolor de estómago. Luego comenzaron los dolores de cabeza y ella y Amparo comenzaron con los ataques. Julia cuenta que Jaime quería matar a Misael cuando vino, y lo amenazó, pero no lo dejaron.

Julia relata que veía a Tanúgama diciendo que la envolviera la culebra y que ella se caía y no veía más. Cuando el jaibaná murió, ella se curó, con la ayuda de los jaibanás del Atrato, pero desde mayo volvió a caer, después de un día en que ella y Genarina estaban en Florencia y Aldemar Gutiérrez, yerno de Misael Tanúgama, les dijo que estaban gorditas con la carne de su suegro y que él se las iba cobrar.

Leonel Tanúgama, el hijo del jaibaná, consiguió una mujer kapunía, blanca, en Malvinas, que se llama Blanca, y vive con ella desde que las muchachas de Honduras no lo recibieron.
LA MUERTE DE MISAEL TANÚGAMA

Con estas bases, la gente de Honduras comenzó a acusar a Misael Tanúgama de ser el causante de la enfermedad. Y ya se conoce que esta clase de acusaciones conduce a amenazas de muerte para el señalado como culpable. Esta idea fue reforzada, como ya se vio, por los jaibanás que llegaron del Chocó.

Ante las acusaciones hechas por la gente del Chocó y los jóvenes de Honduras a Tanúgama, el señor Diomedes Caicedo, de Sindeagro, citó a una reunión a los dos cabildos y a todos los jaibanás embera del Caquetá, reunión que tuvo lugar el 28 de julio de 1984 y que contó con la presencia del señor Caicedo, doña Alicia Perdomo, de Pastoral Indigenista, Rafael Gallo, de la CAI, y los indígenas de las dos comunidades. En ella discutieron sobre el problema de la enfermedad de los muchachos. Misael Tanúgama desmintió la versión de que él fuera el causante de la enfermedad y, junto con los demás jaibanás presentes, decidió colaborar en la curación. Doña Alicia dice que existe un acta de esta reunión, pero no fue posible ubicarla.

Tanúgama cantó durante 3 días seguidos, antes de reconocer que no era capaz de curar esa enfermedad y que había que llamar a un jaibaná más poderoso. El señor Caicedo comenta que en una de estas noches en que Tanúgama cantó, los hermanos jóvenes de los enfermos de Honduras querían matar al viejo y ya tenían preparado un lazo para amarrarlo y quemarlo vivo, pues ellos consideraban que era la única manera de que el mal desapareciera. El señor Caicedo consideró que él no debía permitir que eso ocurriera en la sede de una entidad dedicada a la defensa de los derechos humanos y que ni él ni ninguno de los miembros de la asociación correrían riesgos por un acto de irresponsabilidad como ese; y lo impidió.

Algunas personas entrevistadas en Florencia comentaron que Misael Tanúgama pidió protección a la CAI y otras entidades en varias ocasiones, pero no le prestaron atención. “El era un anciano que para caminar tenía que ayudarse con un palo como bastón”. El 19 de agosto lo mataron de 5 disparos en el barrio Malvinas, cuando se dirigía a su casa. Como ocurre en todo el país, nunca se dio con los culpables, pero su muerte con arma de fuego hace pensar en un autor distinto de los indígenas,

Según cuentan, Misael Tanúgama llegó al Caquetá procedente de Obando (Valle) en l980 y se alojó en la maloca del barrio La Consolata, junto con los indígenas de Honduras que habitaban en ella. Dos meses después, la gente que vivía allí comenzó a enfermar y Misael, para evitar problemas, se fue a vivir a Malvinas con su mujer y sus hijos. Comentan que Tanúgama salió del Valle porque lo iban a matar, pues tenía la costumbre de enfermar a la gente. De todos modos, este es uno de los mecanismos a través de los cuales opera el proceso de segmentación que caracteriza la estructura de la sociedad embera.

Como consecuencia de la muerte del jaibaná, los miembros de las comunidades de Honduras y Malvinas denunciaron que estaban siendo objeto de amenazas por parte de la familia del muerto, sin que se les hubiera prestado la atención y protección necesarias.

En junio de 1995, Aldemar Gutiérrez, yerno de Tanúgama, macheteó a Jorge Aizama en la plaza mercado de Florencia. Jorge iba cargando al hombro un bulto de plátanos, cuando ese señor salió y le tiró un machetazo al cuello; Jorge se defendió interponiendo el brazo, en el cual recibió varias heridas profundas que obligaron a que fuera intervenido quirúrgicamente en el hospital, quedando con incapacidad parcial en el uso de esa extremidad. El agresor se fue de Florencia, con Mariela Tanúgama, su mujer, y con sus hijos, después de recibir una constancia de la CAI acerca de su calidad de indígena embera chamí.

LOS ÚLTIMOS ACONTECIMIENTOS

“Desde 1993, fecha en que comenzó la enfermedad, no ha habido ningún progreso de la comunidad, todo se ha tenido que vender para pagar los gastos; ya no hay marrano ni pollo de cría”. La comida también ha comenzado a escasear pues, por estar cuidando a los enfermos y pendientes del viaje al Chocó, se ha dejado de cultivar. Los animales se los han comido o los han vendido; este año, la comida básica ha sido la tradicional: plátano con sal, algo de maíz, carne de monte, pescado. Como ya se dijo, esta situación ha comenzado a cambiar a partir de agosto, con la realización de las rocerías de maíz.

En Honduras, la gente dice que se ha sentido bastante mejoría en los enfermos y que las muchachas sólo convulsionan de vez en cuando y ya no les dura mucho; Amparo es la más afectada, pues todavía le duran bastante los ataques. Jaime, su padre, dice que por ese motivo ya no la envían por leña al campo, por temor a que le den los ataques lejos de la casa. Sin embargo, la dejan en ella a cargo de sus hermanitos menores, incluyendo a un bebé de pocos meses de nacido.

En el mes de agosto, Aníbal, Ignacio y Mirto vinieron a Bogotá a vender artesanías por las calles o en los puestos fijos en donde suelen hacer sus negocios cuando vienen a la capital. Al llegar, Ignacio contó que Mirto se encontraba muy enfermo y por eso se habían venido. Después relataron que lo trajeron a Bogotá porque en la comunidad había un conflicto entre Mirto y Constantino, porque Clemencia se fugó de la casa de Aníbal, en donde estaba alojada durante el período de tratamiento y convalecencia de la enfermedad de Jairo, su hermano. Al parecer, Mirto y Clemencia tuvieron relaciones a escondidas y, cuando Constantino se dio cuenta, no las aprobó y lo culpó de la fuga de su hija.

El viaje de los Aizama a Bogotá coincidió con la celebración de la semana de CREA, a la cual estaba invitado el grupo de Danzas Embera Chamí de Humacas, en el río San Juan, Risaralda. Se estableció el puente para que Ignacio los conociera, y así, con la información que le dieron dos de los jaibanás presentes en el evento y con la que recogieron ellos en un encuentro con Eleazar Restrepo, embera chamí que vivió hasta hace poco en la casa indígena de Santa Cecilia (Risaralda) y está ahora en San José del Palmar, Chocó, a quien encontraron vendiendo tambores en la calle, decidieron buscar apoyo para viajar a Pueblo Rico y entrar en contacto con el cabildo de la zona.

Allí hicieron varias reuniones con el cabildo, expusieron la situación de salud de la gente de Honduras y Malvinas y plantearon la posibilidad de que la comunidad recibiera a los enfermos y sus acompañantes, 32 personas, para que los jaibanás de allí les hicieran el tratamiento necesario para su curación.

La respuesta del cabildo fue negativa, pues la comunidad de Docabú no está en condiciones para recibir un grupo tan grande, ya que las casas son pequeñas para albergarlos a todos y, en especial, por la situación de orden interno de la comunidad y la escasez de comida.

La propuesta alternativa para que enviaran tres jaibanás al Caquetá, con el fin de tratar a los enfermos mediante la realización de un benecuá o fiesta del maíz, fue aceptada por las autoridades tradicionales de Docabú, pero con un sentido de colaboración, ya que no aceptaron el ofrecimiento de recibir pago por su trabajo, hecho por Ignacio, pues su criterio es que el trabajo jaibanístico debe mantener su papel dentro de la sociedad embera chamí y no debe tratárselo como una mercancía más.

Allí mismo encontraron a algunos miembros de la familia Aizama, emparentados con Rosendo Aizama, así como a personas que lo conocieron y aún lo recuerdan, quienes contaron historias de cuando él vivió allí. Les mostraron cuál era la finca que él tenía y también les contaron por qué tuvo que salir del Chamí, primero para el cañón del Garrapatas y luego para los distintos pueblos del Valle.

Fue una primera manifestación de acercamiento del grupo del Caquetá con sus parientes y conocidos, la cual dio lugar a establecer lazos de solidaridad entre ellos, tal como lo manifestaron en documentos y actas entregadas por el cabildo y por los Aizama de Pueblo Rico a los Aizama del Caquetá, sus parientes. A continuación se transcribe uno de ellos:

GRAN RESGUARDO INDÍGENA DEL CHAMÍ DEPARTAMENTO DE RISARALDA
RECORDADOS HERMANOS DE LOS AISAMA
NOSOTROS LOS HERMANOS AISAMAS AVEMOS TODAVIA
LA DESENDENCIA DE MANUEL AISAMA PAPITO BENTURA NAYAZA
AVEMOS 1 MANUEL AISAMA INDALESIO AISAMA
ALVARO AISAMA RUFINA AIZAMA Y DEMAS HERMANOS
QUE VIVIMOS EN EL DEPARTAMENTO DE RISARALDA
SOMOS VARIOS HERMANOS QUE VIVIMOS EN EL MUNDO
RESIVAN EL SALUDOS LES DESEAMOS VUENAS SALUDES
LES CONTAMOS QUE HAVIDO DIFICULTAD DE MANDAR JAIBANA
DE ACA PORQUE AL SER MUI LEJOS ADEMAS LES DA
MIEDO SALIR ASIA OTRA PARTE
SOLISITARIAMOS QUE ACAN ESFUERZO DE YR TRAYENDO ACA
LAS ORGANISASIONES DEL CHAMI ES MUI DIFERENTE
ESPERAMOS QUE SI ESISTE ORGANIZACION QUE EL TRATAMIENTO DEL JAIVANA DEVERA TENER MUCHO RESPECTO CON LOS
COMUNIDADES SIN HACER DAÑO CON MALEFICIOS O CON YERVAS
CABILDO QUE NO MANEGE VIEN SERAN CASTIGADOS EN EL SEPO
O EN LA CARCEL ESPERAMOS QUE SE RESPETE LA VIDA DE LOS DEMAS

PARA CONSTANCIA SE FIRMA EL CABILDO MAYOR DE PUEBLO RICO
SILVIO QUERAGAMA PRESIDENTE DEL ASIOC
CABILDO MAYOR UNICO ALVARO CHARICHA AIZAMA
(En mayúsculas en el original)

Durante la permanencia de Ignacio y Mirto en Pueblo Rico, una mujer jaibaná, Elvia Aizama, cantó jai para curar a Mirto y, al parecer, ahora está curado y se encuentra trabajando como albañil en Florencia “en donde le pagan $5.000 diarios y está muy bien y contento”.

En visita realizada recientemente a Bogotá por los gobernadores de Honduras y de Malvinas, ambos manifestaron su inconformidad por la forma del apoyo dado por la DAI a la solución definitiva del problema con los enfermos. Se les hizo conocer la situación existente en la vereda Cueva Loca, municipio de la Victoria, Valle, en donde a finales del año anterior se presentó una situación de enfermedad muy similar a la que viven ellos.

Para atenderla, los hospitales de la Victoria y la Tebaida, así como la Secretaría de Salud Departamental del Valle, Unidad Técnica, se hicieron presentes en la zona y dieron atención inmediata a la población afectada, sin obtener resultados positivos. La comunidad, entonces, tomó la determinación de intervenir con su jaibaná para buscar la curación de los enfermos, entre los cuales se encontraba una de las hijas de aquel. Después de un tiempo, el trabajo del jaibaná tuvo éxito y logró producir la curación de los afectados, sin que se precisara la intervención o financiación de instituciones externas, pese a las muy difíciles condiciones de vida de esa comunidad, en especial en lo que a tierras se refiere, lo cual obliga a todos los hombres adultos a estar jornaleando en forma permanente.

Norbey Dovígama informó, en octubre de l995, que las jóvenes seguían convulsionando y que ahora había que sumar a Silvia Dovígama, de 12 años, a la lista de enfermas. Al verificarla en terreno, la afirmación resultó no ser cierta. A Silvia se le inflama la rodilla izquierda y le salen nacidos en las piernas, pero ella misma manifestó no haber convulsionado.

EL NUEVO TRATAMIENTO

En el mes de octubre se llevó a cabo otra visita a Honduras y Malvinas para conocer la labor de los jaibanás que llegaron al Caquetá, mediante un apoyo de la Dirección General de Asuntos Indígenas, y para ampliar la recolección de información general.

Los nuevos jaibanás son de Viterbo y no de Pueblo Rico, como se había acordado inicialmente. Los gobernadores de Honduras y de Malvinas explicaron que en el Chamí, el Cabildo no les dio “solución al problema y ya llevaban tres días esperando. No podíamos esperar más y nos fuimos para Viterbo”. Al parecer, la gente del Chamí se encontraba en una reunión urgente para estudiar su problemática interna y les solicitó que esperaran una semana, a lo cual ellos se negaron. Por otra parte, está claro que ellos estaban más inclinados a buscar jaibanás en Viterbo, comunidad con la cual tienen relaciones previas por razones de parentesco y que es el lugar de pertenencia de los jaibanás que contactaron en marzo de este año.

Las personas de Viterbo que se encuentran en el Caquetá son: Paulino Tamaniza Aguirre, Gregorio Arcila Gértiga y Luis Eduardo Gértiga Vélez; los dos primeros son jaibanás y el tercero es ayudante de Gregorio. Se distribuyeron en las dos comunidades así: Paulino se quedó en Malvinas y los otros dos fueron a Honduras.

En los primeros días de su presencia, se hicieron trabajos de curación a los enfermos de convulsiones. En la escuela abandonada que está en la parte superior del poblado de Honduras, se realizó durante dos noches un trabajo de curación de la tierra, en el cual participó toda la comunidad. Allí encontramos los restos de las botellas del licor que se consumió durante el mismo: 48 medias de aguardiente.

Gregorio Arcila se quejó siempre del poco “ritual” (licor) que tenía para realizar cada canto —cada noche, él y su ayudante consumían 3 botellas y media de aguardiente— y de la mala alimentación que les daba la comunidad. Sus argumentos y su proceder reflejan una concepción algo extraña al pensamiento de los jaibanás más tradicionales: “Yo soy un dotor como el de ustedes y tengo que comer bien y me tienen que pagar lo que acordamos en mi comunidad; yo no uso corbata, pero soy como dotor de ustedes”. En medio de los cantos que pudimos presenciar, el jaibaná interrumpía para protestar por la “mala” alimentación y lo escaso del “ritual” y amenazaba permanentemente con dejar el trabajo iniciado y regresar a su comunidad, mientras exigía jugos de lulo y maracuyá porque tenía mucha sed.

Pudimos presenciar cómo la comunidad se preocupaba por el bienestar del señor Arcila y su acompañante: para ellos era la producción casi total de la leche, mataron un cerdo para darles carne y les traían remesa del pueblo. Los acompañaban en partidas de caza y pesca y en recorridos por el resguardo. Es decir que, durante su trabajo, los jaibanás se encontraban en condiciones muy por encima de aquellas cotidianas de la comunidad, en especial en lo que con alimentos tiene que ver.

La Comisión de Asuntos Indígenas del Caquetá realizó un proyecto de apoyo en alimentos para las comunidades de Honduras y de Malvinas, el cual fue aprobado por el ICB, pese a los requerimientos de Norbey Dovígama en el sentido de que no quería más limosnas para su comunidad; pero en el resguardo, durante nuestra permanencia, se quejó mucho por la escasez de alimentos para dar al jaibaná y a los enfermos y pretendía que Rafael Gallo sacara un crédito para ellos en un granero de Florencia, aduciendo que, tan pronto les entregaran los $4.500.000 del proyecto, cancelaban la deuda.

POSIBLES CAUSAS DE LA ENFERMEDAD

Al analizar las diferentes opiniones sobre las causas de la enfermedad, aparecen dos criterios contrapuestos: el de los embera chamí, que consideran que se trata de una enfermedad producida por la acción jaibanística, es decir, una enfermedad de indios, y el de profesionales y funcionarios, que plantean causas socio culturales enraizadas en las condiciones de vida de las comunidades.

Frente a esto, tenemos algunos criterios que difieren, al menos en parte, de la unilateralidad de los anteriores.

De acuerdo con nuestra observación, las condiciones materiales de vida y alimentación en Honduras no parecen estar por debajo de lo que es corriente entre los embera chamí, aun si se tiene en cuenta la degradación que la enfermedad ha producido, en especial en lo que tiene que ver con el deterioro de las actividades agrícolas, como la rocería. Es más, está por encima de la de muchos grupos casi por completo desprovistos de tierras o cuyas tierras están bastante agotadas y que dependen del trabajo a jornal para subsistir. Incluso, actividades como la caza y la pesca son frecuentes y proveen una buena parte de la subsistencia.

Otra cosa ocurre, como ya se anotó, en Malvinas, aunque tampoco la situación parece ser la de una crisis “de hambre”.

En cambio, desde el punto de vista de la reproducción cultural, el panorama no es tan claro. En Honduras hay una evidente falta de dinámica de aspectos relevantes de la cultura propia y, al decir de los mayores, esta es una situación reciente y que predomina sobre todo entre los jóvenes. En las reuniones hubo una permanente queja de los padres acerca de que sus hijos, sobre todo sus hijas, ya no quieren aprender ni realizar los trabajos tradicionales, no sólo la cestería y otros, sino también el traer leña y agua, participar en ciertas tareas agrícolas, moler el maíz en piedra, etc. También ponen problemas por el consumo de las comidas tradicionales, en especial el plátano con sal y ají, y para el uso de los vestidos propios de las mujeres, hacia los cuales manifiestan un claro rechazo.

Al mismo tiempo, los mayorías afirman que una de las causas de lo anterior hay que buscarla en las madres, quienes ya no quieren enseñar a sus hijas las tradiciones de los embera chamí.

Hay una cierta conciencia entre los mayores y aun entre algunos jóvenes, acerca de que la causa de esta situación está motivada en gran parte por la influencia de la vida en la ciudad, a la cual los jóvenes y las jóvenes van de visita con demasiada frecuencia y en donde pasan varios días, a lo cual se suma la influencia de colonos vecinos.

Pero no se trata de una actitud exclusiva de los adolescentes; la conversación con los adultos, así como las peticiones que estos hicieron en varias reuniones, muestran que también entre ellos hay una actitud hacia el abandonar las maneras propias de hacer muchas cosas y aun las cosas mismas, para buscar realizarlo al modo y con los procedimientos propios de nuestra sociedad. Esto es más notorio entre aquellos que son miembros del cabildo, los cuales tampoco pertenecen a las generaciones de los fundadores y sus primeros descendientes.

Es decir, que la dinámica del cambio cultural es mucho más compleja que sólo dos bandos: uno integracionista y otro que está por la tradición. Más bien, parece que la gente adulta está desgarrada por una contradicción entre los dos mundos y las dos tendencias; por un lado, quieren mantener y recuperar lo propio, aquello que sienten como la base de su identidad; por el otro, tienden con fuerza hacia el mundo del blanco y su cultura.

Por ejemplo, la idea de hacer un “pueblito”, un caserío, está impulsada básicamente por el Cabildo y el actual gobernador, y son ellos quienes ya han acercado sus viviendas, construyéndolas en el potrero, a pocos metros unas de otras. Algunos de los de más edad, viven aún un poco retirados, en sitios más pendientes, sin potrero y con rastrojos y sembrados cerca; incluso, cultivan ciertas plantas en la proximidad de sus casas, cuya construcción se acerca más que la de las otras a la vivienda tradicional embera. Por esta razón, son objeto de presión para que bajen a construir en la vecindad de los otros, cosa que no desean pero que, seguramente, terminarán por hacer.

Se argumenta que hay que estar juntos para poderse reunir con facilidad, en particular cuando llegan los “doctores” o para poder recibir ciertos servicios, como la escuela. Pero la ubicación actual de sus casas es, de todos modos, tan cercana, que pueden bajar en menos de 10 minutos con sólo que los llamen a gritos, como ocurrió mientras estuvimos allí. Además, acostumbran venir a dormir durante varios días en las casas de abajo cuando hay visitantes. Cabe anotar que, al parecer, la gente de abajo nunca va a quedarse a dormir en las casas de los de arriba.

Las condiciones de Malvinas hacen que allí la pérdida cultural sea más grande, acelerada y acentuada, sin que sea completa. Situación de la cual hay cierta claridad entre los miembros de Honduras, lo cual no impide que sigan permitiendo o incentivando los permanentes viajes de los muchachos hacia la ciudad, ante el menor pretexto, y a veces sin él, con alojamiento, como ya se dijo, en Malvinas.

De ahí que la gente de Honduras argumente, para justificar que se considere que Malvinas es una comunidad diferente, que estos ya han perdido la cultura y que por eso son otra gente; en cambio, ellos no quieren perderla.

Es claro que el camino por donde transitan es, a largo plazo, el mismo, aunque se encuentran en momentos diferentes del mismo. Lo que no logran percibir es que este fue el camino que siguieron quienes conforman hoy la comunidad de Malvinas, con su permanente oscilar entre Honduras y la maloca del barrio La Consolata, y, probablemente, el que seguirán algunos de ellos mismos con el tiempo, hasta su establecimiento definitivo en la ciudad. Por ahora, se presenta un rechazo hacia la gente de Malvinas porque han perdido la cultura, pero, también, aunque no se exprese, porque son un ejemplo, que consideran negativo, para los niños y muchachos del resguardo.

Llama mucho la atención que en Honduras la relación entre los niños es casi todo el tiempo muy agresiva y de darse golpes, aun entre los muy pequeños y las niñas. También los juegos son muy bruscos. Por eso, pelean a cada rato.

Pudo observarse que hay algunos papás que castigan brutalmente a sus hijos e hijas; en la reunión les han dado consejo y dicen que sí, pero después se les olvida y vuelven a pegarles. Dicen que van a corregir, pero no hacen caso.

Un día, uno de los padres golpeó a dos de sus hijas, de 7 y 8 años, con la hebilla de la correa. Una de ellas vino al día siguiente y mostró grandes moretones en las piernas y en los brazos. Elvira cuenta que una vez le pegaron a una niña con un palo y le dañaron el brazo, desde el hombro para abajo. Alfonso tuvo que tratarla durante meses para poderla curar.

Por el camino de regreso, le pregunto a Norbey si a él o a las muchachas enfermas les han pegado de esa manera; responde que no, que antes no era así, que eso es de ahora. Los papás dicen que hay que empezar a corregir desde que están chiquitos porque por eso son los problemas que hay en la comunidad y por eso los jóvenes se están volviendo como están ahora, aculturados y pareciéndose a los de Malvinas.

Las posibilidades de mantenimiento y reproducción cultural de las comunidades están claramente amenazadas, en especial la de Malvinas. Esto podría ser un factor que conduce a la crisis que se está viviendo, sobre todo si, como plantea el doctor Campbell, los jóvenes tienen conciencia de esta situación.

Eso explicaría, también, el interés intenso por establecer contactos con otros embera chamí para aprender de ellos, aunque esto es más claro en relación con los aspectos curativos, sean del trabajo del jaibaná o de las plantas medicinales. El afán del viaje programado, aunque en forma poco clara para ellos mismos, puede ser una expresión de la necesidad en este sentido. Es sabido que, entre los emberas, las visitas y contactos entre grupos son un factor substancial de dinámica cultural y, en este caso, son absolutamente imprescindibles para los propósitos de recuperación cultural y reproducción biológica.

Desde su llegada al Caquetá, los embera chamí de Honduras quedaron ubicados bastante alejados de otros grupos. La distancia, además de dificultar en sí misma las posibilidades de contacto, encarece los costos del transporte necesario para desarrollarlos. En consecuencia, los embera chamí de estas comunidades, en especial los de Honduras, han ido quedando aislados de otros grupos. De este modo, las fuentes para los procesos de recuperación y revitalización cultural les han ido quedando cerradas.

Estas visitas o contactos son uno de los factores que fundamentan el establecimiento de relaciones de intercambio matrimonial entre los distintos grupos. Durante ellos, hombres y mujeres conocen a otros que pueden ser sus cónyuges y entablan uniones que implican, como es obvio, traslados, movimientos territoriales. El aislamiento relativo priva a los embera del Caquetá de estas posibilidades y cierra el círculo de sus alternativas matrimoniales a la gente de las dos comunidades y a unos pocos y pequeños grupos embera chamí que se encuentran en otros lugares del Caquetá, sobre los cuales no tenemos claro si les están permitidos o prohibidos como potenciales matrimoniales.

Así pues, este es un segundo aspecto en el cual las posibilidades de reproducción del grupo se encuentran bloqueadas o fuertemente obstaculizadas: el de su reproducción biológica. Tradicionalmente, los embera constituyen un grupo fuertemente endogámico. Preferiblemente, los matrimonios se realizan con miembros de su misma sociedad, aunque eso no descarta la posibilidad de que se realicen uniones entre embera y blancos o entre embera e indígenas de otras etnias.

De acuerdo con estas normas, los matrimonios o uniones entre parientes muy cercanos, lo cual incluye a los primos, están prohibidos. En la actualidad, casi todos los jóvenes que se encuentran en edad de desarrollar su vida sexual o casarse, están estrechamente emparentados entre sí y son primos hermanos y aun dobles primos, lo cual proscribe las relaciones sexuales y las uniones matrimoniales entre ellos. Es precisamente este grupo de edad el que engloba a la mayor parte de los enfermos.

Algunos de ellos acuden a diversos mecanismos para superar la situación, pero tales caminos producen nuevos problemas y conflictos. Bien se apela a tener relaciones sexuales con parientes cercanos, las cuales necesariamente tienen que ser encubiertas; cuando se conocen, producen enfrentamientos entre los parientes de los jóvenes o de aquellos con estos. Bien se tienen relaciones con blancos, las cuales se hacen esporádicas y conducen al madresolterismo y a la frustración. Las muchachas de Malvinas apelan también a relaciones ocasionales, lo cual las acerca a la prostitución y las expone al contagio de enfermedades de transmisión sexual.

Esta frustración sexual y la imposibilidad de la reproducción que conlleva es, posiblemente, otra causa de la enfermedad y explicación del por qué se presenta principalmente entre muchachos y muchachas del rango de edad que va de los 12 a los 18 años, edad sexualmente activa de acuerdo con las costumbres de los embera, entre los cuales existe una amplia libertad sexual prematrimonial, siempre y cuando se ajuste a las prescripciones y prohibiciones que señalamos más arriba.

Es usual que las mujeres jóvenes de Honduras pregunten a los blancos que suben al resguardo, en especial a las mujeres, cómo se hace para poder vivir bien con un hombre. Así mismo, las conversaciones con ellas derivan casi siempre hacia esa temática, la cual aparece con frecuencia en sus relatos acerca de las visiones que les provoca la enfermedad, como ocurre en el de Julia que se transcribió más arriba. Insistentemente, tanto adultos como muchachos, preguntan si en el río Garrapatas hay muchos hombres y mujeres jóvenes.

Igualmente, es posible constatar que los muchachos que están enfermos fueron aquellos niños que sufrieron los rigores de la huída cuando el asesinato de su dirigente, y del viaje a Bogotá y al Garrapatas, durante los cuales tuvieron que soportar cansancio, hambre, frío, pánico, desubicación espacial y temporal, pérdida de muchos de sus puntos de referencia, en una edad en que no lograban comprender qué estaba ocurriendo y mucho menos el por qué de ello. Estas circunstancias pudieron dejar en ellos un trauma que ahora ha venido a producir los efectos que se están presenciando con la enfermedad.

Todos estos factores aunados deben estar en la base de la existencia y duración de la enfermedad y su resistencia a la curación. Entre ellos, como resulta claro de las observaciones anteriores, se presentan algunos que tienen que ver con problemas y características personales particulares de algunos de los enfermos. Por eso, el diagnóstico que apunta exclusivamente a las causas socio culturales, debe ser ampliamente matizado, tanto como aquel que señala como único determinante la acción del jaibaná.

Lo que sí parece claro es que la existencia de la enfermedad ha enfocado sobre estas dos comunidades la atención de numerosas entidades oficiales y de otras de carácter particular, lo cual constituye un factor de retroalimentación de la misma, que conspira contra las posibilidades de su curación completa.
 
 
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