Luis Guillermo Vasco   Luis Guillermo Vasco
 

CHINA DE MAO. CHINA DE HOY
Conferencia en el 50 Aniversario del triunfo de la revolución China (0ctubre de 1999),

En 1958, el 31 de junio, Mao Tse-tung escribió un poema motivado por una noticia que había aparecido el día anterior en el periódico “Diario del pueblo”. Mao escribió una introducción breve a ese poema, que dice: “la noticia de la extinción de los caracoles en el distrito de Yuchiang me impresionó de tal modo que no pude dormir durante toda la noche. A la mañana siguiente soplaba una suave brisa y el sol brillaba sobre mis ventanas, y yo estaba aún contemplando el cielo del sur y escribiendo en mi alegría estos versos”:

Las aguas y las colinas lucían su verdor en verano,
cuando los mejores médicos estaban desconcertados por esta plaga.
Miles de pueblos estaban invadidos por las ratas y las malezas
y los hombres languidecían; un fantasma cantaba sus baladas
en diez mil casas desoladas.
Ahora, en un día, hemos saltado alrededor de la tierra
y hemos explorado mil Vías Lácteas.
Si el Vaquero pregunta por el dios de la peste,
le contestaremos con alegría y con tristeza que ha desaparecido arrastrado por las aguas.
Miles de ramas de sauce se mecen con el viento de la primavera;
los 600 millones de hombres de este gran país, tienen todos una nueva sabiduría
Tal como deseaban, las flores del melocotonero se han convertido en olas
y las verdes montañas en puentes.
En el Alto Wuling se levantan y abaten azadas de plata,
brazos de acero remueven la tierra y doman los anchos ríos.
¿Donde has ido, dios de la peste?
Hubiésemos quemado para tu despedida velas y barquitos de papel.”

¿Qué lleva a que en circunstancias en que se inicia ese gran movimiento que sería denominado el “Gran Salto Adelante”, Mao se desvele porque el vector transmisor de una enfermedad, la esquistosomiasis, haya sido eliminado en un distrito de China? ¿A qué se debe que celebre con un poema épico, que compara esa eliminación con el asalto de la tierra y de mil galaxias?

Para entenderlo hay que conocer las condiciones de la China pre-revolucionaria. Para entender que Mao celebre de esa manera la expulsión del dios de la peste, hay que conocer las características de esa sociedad que, como plantean los chinos, vivía aplastada bajo el peso de tres grandes montañas: el imperialismo, el feudalismo y el capitalismo burocrático. Hay que entender las condiciones de vida del pueblo bajo esas 3 grandes montañas, a las cuales se agregaba, para el caso de las mujeres, una cuarta: la dominación por los hombres.

Las 4/5 partes de la población china eran campesinos, reducidos durante siglos a la servidumbre, a la condición de meros accesorios de la tierra, necesarios sólo para que ésta produjera.

En la ciudades, casi toda la gran industria naciente era extranjera. Se la repartían y a la vez la disputaban las potencias imperialistas: Inglaterra, Japón, Alemania, Rusia, Francia, Italia, Estados Unidos, España y hasta Portugal.

En esas mismas ciudades vivían, en barrios suntuosos a los cuales los pobres no tenían acceso sino como sirvientes, los burgueses burocráticos y los dirigentes feudales aliados de esas potencias. Potencias que impusieron a China por la fuerza de sus armas el comercio y el consumo del opio, que embruteció al pueblo chino durante generaciones, que lo adormeció durante decenas de años, al tiempo que producía gigantescas ganancias a los europeos traficantes de ese opio, encabezados por Inglaterra.

Lugares en donde los parques, los barrios y zonas utilizados por los europeos ostentaban en sus entradas letreros que decían “no se permiten ni perros, ni chinos”; en donde los obreros trabajaban sin límite de tiempo: 12, 14, 16, 18 horas diarias, con salarios miserables. Sometidos incluso a castigos físicos de los capataces de los talleres y viviendo en barrios sin ningún tipo de servicios, que eran arrasados frecuentemente por las inundaciones.

El campo chino presentaba una situación aún peor, asolado alternativamente por graves sequías y grandes inundaciones, pero asolado sobre todo por la voracidad de los terratenientes y de los usureros, que a través del arriendo de las tierras y de los préstamos con altísimos intereses arrancaban a los campesinos en ocasiones hasta la totalidad de la cosecha, a veces incluso, aunque parezca imposible, más que la totalidad de la cosecha. Y los campesinos tenían que cubrir ese excedente con la entrega de sus hijos como esclavos, con la entrega de sus hijas como concubinas de los señores feudales.

Sometidos además a la autoridad del clan, esa forma de organización social con base en el parentesco en cuyo nivel superior se encontraban los terratenientes, que adicionaban a su autoridad política y a su poder económico, su poder como cabezas de la organización natural, el clan. A veces, incluso, los clanes eran encabezados por grandes matronas, por mujeres que aplicaban inflexiblemente la ley del clan, que era particularmente dura con las mujeres quienes, por violarla, por ejemplo hablar con un hombre extraño al clan sin permiso o salir de las tierras del clan, eran sometidas a crueles castigos. Mostraba una película china reciente que a veces las mujeres eran castigadas obligándolas a arrodillarse ante el altar del clan sobre púas de bambú que las dejaban inválidas para siempre.

En China, las mujeres viudas no podían volver a casarse jamás, y enviudaban con gran frecuencia porque era común el hecho social de las mujeres llamadas esposas-niñas, mujeres que no más recién nacidas eran ya entregadas o, mejor aún, vendidas en matrimonio a hombres adultos y a algunos ya ancianos, a quienes, por lo tanto, les quedaban ya muy pocos años de vida; cuando estas niñas llegaban a los 13, 14 o 15 años, debían trasladarse a la casa de sus esposos ya ancianos, enviudando jóvenes; y ya no podían casarse porque se creía que eso traía las maldiciones de los dioses.

Sometidos también los campesinos, y especial y particularmente las mujeres, a la autoridad religiosa, a los sacrificios humanos de mujeres y niños, que bajo el mandato de esa autoridad se perpetraban a diario. Los niños eran enterrados vivos en los pilares de la construcción de los templos. Una película china de los últimos años comienza mostrando el sacrificio de dos mujeres jóvenes, que son despeñadas vivas por un desfiladero como ofrenda al dios de las aguas, para que termine con las calamidades que aquejan a la región.

Sometidos los niños que eran ahogados por sus padres, no más al nacer, por la incapacidad de aquéllos para sostenerlos, especialmente si eran niñas; criándose muchos de ellos para morir de hambre más tarde, cuando sus familias tenían que decidir, entre los varios hijos vivos, en cuál concentraban los últimos granos de las cosechas, para que ése sobreviviera, y dejar morir a los otros, porque tratar de alimentarlos a todos lo que significaba era la muerte de todos.

Familias que tenían que decidir a cuál de sus hijos vendían a los señores en el campo o en las ciudades, para obtener unos pocos granos de alimento y poder conservar la vida de aquellos que quedaban.

Aplastados también por las enfermedades, sin ningún tipo de atención médica, invirtiendo los escasos recurso que ocasionalmente podían dedicar a la salud en hacer ofrendas en los templos a los dioses de la salud.

Tratados los jóvenes sin tener ningún acceso a la educación, y obligados desde niños a trabajar de sol a sol en los campos para producir los productos que luego arrebataban los terratenientes.

Por eso, porque la opresión engendra resistencia, los chinos siempre lucharon. Su historia es también la historia de luchas y levantamientos. Sólo a partir de mediados del siglo pasado: la Guerra del Opio, la Revolución del Reino Celestial Taiping —que duró 13 años—, el levantamiento Yijetuan o Rebelión de los Boxers; pero el pueblo siempre fue derrotado con la intervención de directa de las potencias imperialistas, como ocurrió en la Guerra del Opio, o por la conjunción de esos imperialistas con los sectores dominantes feudales y capitalistas del país.

Porque el imperialismo no es un fenómeno externo, aunque allí esté su origen; es un sistema de dominación y explotación que penetra y enraiza en el interior de los países y opera también desde sus entrañas, como una parte de su propio sistema económico-social

Provincias enteras de China estaban asoladas por las pestes y las plagas, como esta región del poema de Mao por la esquistosomiasis. Pero también por las moscas, millones de millones de millones de moscas, que en algunas regiones y épocas del año, —como todavía ocasionalmente vemos en las fotografías de los periódicos y revistas que ocurre en el África—, cubrían literalmente el cuerpo entero de las gentes, que habían desistido, quién sabe desde cuántos siglos atrás, de espantarlas, de matarlas, ante lo vano de la empresa, ante la inutilidad de tratar de evitar que esas moscas cubrieran todo. Así está contado en relatos de viajes y en textos de escritores extranjeros que visitaron a China a finales del siglo pasado o a comienzos de éste, que jamás habían visto una cosa tal, que se desesperaban cuando las moscas a duras penas les permitían medio abrir los ojos para ver.

Las ratas, de nuevo millones de millones de millones de ratas, asolaban el campo chino y en algunas regiones, según se ha calculado, devoraban, a veces, hasta el 60-70% de las cosechas.

Así ocurría breve y resumidamente en la China inmemorial, como algún escritor europeo la llamaba, la vieja China inamovible e incambiable, eterna, aplastada y sin poderse moverse por el peso de esas tres montañas; a lo cual se aunaba, —explicaban en occidente los científicos sociales, que repiten todavía esa historia, generalizando—, su carácter esencialmente campesino y por lo tanto, como se nos enseña en las aulas de nuestras universidades: tradicional, reacio al cambio, conservador, rutinario, atrasado e ignorante, como se supone son los campesinos. Sin embargo, algunos europeos pusieron atención a la existencia de las permanentes rebeliones y luchas que se habían sucedido en China; alguno de ellos lo advirtió —justamente por eso aplicaron esta política de difundir el consumo del opio—, y dijo: “dejad que China duerma, porque cuando despierte, el mundo temblará”. Y China despertó.

*****

 
 
www.luguiva.net - 2010 ® contacto@luguiva.net
Bogotá - Colombia