...A la Flor por la que respiro...
Que tanto ha llorado por mí...
Por la que tanto ha llorado mi corazón...
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Agradecimientos
A mi familia que soportó conmigo las ausencias, pero sobre todo la permanencia...
A la familia Muelas Hurtado, por abrirme las puertas de su casa y de su corazón,
A Barbarita, por enseñarme, cuidarme y acogerme,
A Aidée, por ser mi confidente y amiga, por sus innumerables cuidados y la despedida...
A sus hijos Fercho, Daniel y Willy por la diversión y los besos...
A Doña Jacinta, por su franqueza y sus atenciones,
A taita Lorenzo, por su amabilidad y su colaboración,
A Manuel, Cruz Elena, Juan Bautista, Doña Faustina, Pacho y Gregorio por su ayuda y su sonrisa. Por el lugar donde podía llegar y descansar...
A taita Segundo Montano, por ser el primero en darme la mano, por apoyarme todo el tiempo y por la despedida.
A Oveimar Muelas, por llegar en el momento justo,
A taita Esteban Calambás, por aceptarme en su comunidad,
A taita José Vicente Trochez, por volverme a aceptar.
A taita Ricardo Tunubalá, por su inigualable compañía y su sonrisa en los días mas fríos y tristes...
A Manuel Morales y José Domingo, por su amistad, y valiosa colaboración todo el tiempo.
A las profesoras Rosa y Narcisa, a los amigos Chucho Tombé, Chucho Tunubalá, gracias.
A mis otras amigas, Doris, Jacinta y Carolina, por la alegría de siempre y las continuas celebraciones.
A todos los miembros del Cabildo, por recibirme durante tantos meses, invitarme, llevarme y traerme, explicarme y volverme a explicar. Por confiar en mí.
A Vicente Paja.
En Educación, a Gerardo Tunubalá y taita Henry Tunubalá.
En Artesanías, a mama Eulalia Calambás... y por arreglar tanto mi mochila...
En Mama Dominga, a José Domingo y al Doctor Oscar, a Elsy y Alba.
En Sierra Morena, a mama Myriam y taita José.
En Producción, a Pacho Muelas, Manuelito Morales y Eduardo Sánchez
En la Oficina del Plan de Vida, a taita Álvaro Morales y Dora,
En Cultura, a taita Abelino Dagua y Kenny Dagua,
En Comunicaciones, Jeremías Tunubalá y Didier Chirimuscay.
En Justicia, gracias a taita Jesús Antonio Tombé.
A Luz Estela Marulanda y Oscar Agredo, por su tiempo y colaboración.
A taita Segundo Tombé, por atender a mis preguntas.
En mi recorrido: En Puente Real, mil gracias y muchos recuerdos a Doña Jacinta Tunubalá y su familia. Al abuelo Vicente, Ascensión, Dominga, Ingrid, Jorge, Benedo y Jesusa por recibirme y cuidarme tanto. Por la paciencia siempre que botaba las llaves. A taita Feliciano Ulluné, por sus explicaciones y su grata compañía.
En San Fernando, gracias a Taita Javier Calambás por tanta gentileza conmigo. A mama Nazarea, a Soledad por sus maravillosas manos y su amistad. A Julio, Floresmiro, Maria Ana y su esposo Anselmo Muelas.
En Cacique, gracias a la profesora Clemencia y toda su familia. A mama Dominga, a Javier y Antonio por recibirme y enseñarme la cueva donde vive Pishimisak. También gracias al profesor Felipe Morales por el agüita de manzanilla y sus confidencias. Gracias a taita Víctor Cuchillo, a taita Misael Aranda y Hermes Yalanda.
En Campana, gracias a Chucho Tombé por dejarme en su cuarto. A mama Narcisa Morales, a Nazarea y Abelino. A taita Javier Montano, a taita Miguel Antonio Montano y al profesor Segundo Tombé Ulluné.
En la Marquesa, a José y a su hermana, a taita Efrén y Pacho, por un tiempito en el paraíso...
En Tapias, a mama María Antonia (q.e.p.d), y a su familia, que me invitó a desgranar arvejas y me puso a pensar...
A doña Martha Chate y sus hijas por la amabilidad
En Trébol, gracias a María, Emilio y los niños. A Luz Dary, a Taita Chucho Gallo y doña Melba. A taita Mario, a Mama Antonia Calambás y Diego Guasamalli.
En Santiago, gracias a taita Lino y mama Maria Antonia, por la simpatía y a Claudia por la cama.
En Bujíos, gracias al profesor Misael Yalanda, a mama Myriam, a Claudia, José, Armando y a Fidel por su ternura.
A Mauricio por la buena energía...
En Visión Mundial, a María Antonia Yalanda e Isidro Almendra.
En Popayán, gracias a Cristina Cuchillo y su esposo por abrirme un campito en su casa. Gracias a Abraham Pino, a Armando Correa del Plante y Oswaldo Gonzáles del ICBF.
En Cali, gracias a la familia de doña Adiela Londoño, a sus hijas y a Patricia. También a los profesores Arizaldo Carvajal y Armando Soto de la Universidad del Valle.
A Luis Guillermo Vasco, por regalarme su valioso tiempo y por la dedicación.
A los que me esperaron y a los que no.
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