Luis Guillermo Vasco   Luis Guillermo Vasco
 
ENTRE SELVA Y PÁRAMO. VIVIENDO Y PENSANDO LA LUCHA INDIA
 

ACOMPAÑANDO LA ORGANIZACIÓN Y LA LUCHA INDÍGENAS > SERÁ UN DESCUBRIMIENTO

Elemento esencial para la formulación de las consideraciones anteriores lo constituyen los resultados de un debate que se viene adelantando desde mediados de los años 70, en relación con los interrogantes que se plantean acerca de si los indígenas que habitan en Colombia tienen y han tenido históricamente sus propias políticas y, en caso afirmativo, cuál es su carácter. Debate que constituyó uno de los ejes medulares de las contradicciones que llevaron, en ese momento, al fraccionamiento del movimiento indígena en el Cauca en sus dos vertientes: CRIC y Autoridades Indígenas. Uno de los documentos básicos y aclaratorios sobre esta acalorada discusión lo constituye un escrito de Bonilla (1982) sobre la política de los paeces a lo largo de su historia.

Los textos precedentes expresan mi firme posición con respecto a dichas problemáticas. Sin embargo, es importante resaltar que las políticas indígenas frente al mundo que los domina han sido resultado de sus experiencias de cinco siglos y del conocimiento que de ellas deviene. En los momentos previos a que se cumplieran los 500 años de la llegada de los conquistadores europeos a América, busqué recoger en un artículo para una revista de estudiantes de la Universidad Nacional las que considero son algunas de dichas experiencias y los conocimientos asentados en ellas.

SERÁ UN DESCUBRIMIENTO

[Publicado en Prisma. Revista Interdisciplinaria Estudiantil, Universidad Nacional de Colombia, No. 2, Bogotá, 1991, p. 13-18]

I

Vinieron a marchitar
nuestras flores.
Para que su flor viviese,
dañaron y sorbieron
la flor de nosotros.


Chilam Balam de Chumayel


1992... una fecha que restalla sobre la espalda americana, como un látigo. Quinientos años de la llegada de los europeos al continente americano (Abya-Yala, la tierra madura, lo llaman los cuna). Y vinieron para quedarse.

A su arribo, los aborígenes piensan que pueden compartir con ellos la inmensidad de estos territorios. Según su pensamiento “la tierra es de nosotros y para ustedes también”, “la tierra es todos”. “Dios hizo la tierra para todos”, dicen hoy. Piensan que los blancos también tienen un derecho y que ellos, los nativos, por ser los primeros pobladores, pueden otorgarlo. No saben que los recién llegados quieren toda la tierra para ellos y que Colón, no más desembarcar, se la ha apropiado ya para el Rey. Los aborígenes conocen así la propiedad privada, el egoísmo. Es un descubrimiento.

Cuando Cortés llega a México es revestido con los adornos del dios. Al arribar a Tenochtitlán, Motecuhzoma le cede su gran casa tribal para que se aloje y comparte con él y con sus hombres la gran cena común. La hospitalidad de los aborígenes se manifiesta en todo su valor. Poco después, Motecuhzoma va a visitar a sus huéspedes y estos lo toman prisionero. El jefe de los aztecas conoce así la traición. Es un descubrimiento.

Pizarro es recibido con honores en el territorio de los incas. El Inca Umanta Cuchun lo acoge sin reticencias. Cuando se sabe que desea metales preciosos, estos le son ofrecidos en profusión. Pero Pizarro lo quiere todo. Captura a Atahualpa y lo somete al tormento, le da muerte en el potro y ordena cortarle la cabeza, mientras ve subir el nivel del oro y la plata en los muros de piedra de sus habitaciones. Los incas conocen así el ansia de riqueza, la codicia de los españoles. Es un descubrimiento.

Malintzin habla náhuatl y maya. Amante de Cortés, no solamente traduce sino que adopta los valores y objetivos de los españoles. Su papel es fundamental para conseguirlos. Más tarde, Cortés la ofrece a uno de sus lugartenientes y, luego de conquistada la capital azteca, la da en matrimonio a otro de los conquistadores. La Malinche conoce así la conversión de las mujeres en objetos en manos de los hombres de más allá del mar. Es un descubrimiento.

Las tropas de Narváez llegan a la aldea de Caonao, en Cuba. Los pobladores acuden a observar con asombro a los recién llegados y a sus cabalgaduras. De pronto, los españoles quieren comprobar si sus espadas están bien afiladas y comienzan a destripar, a acuchillar y a asesinar a hombres, mujeres, ancianos y niños que, sentados plácidamente, los observan. “Iba el arroyo de la sangre como si hobieran muerto muchas vacas”, dice el cronista. Los habitantes de la isla conocen así la civilización de la matanza. Es un descubrimiento.

Pedro de Valdivia penetra en tierras de Chile y avanza con sus gentes. En presencia de un oficial del Rey, lee el requerimiento (en castellano, por supuesto), exigiendo a los araucanos someterse al Rey de España y a la obediencia de la Iglesia católica. Ellos no se doblegan. Doscientos aborígenes ven, y sienten, cortar sus manos y narices en castigo por su rebeldía. Los hijos de Araucaria conocen la doblez de la legalidad al servicio de los poderosos. Es un descubrimiento.

Refiriéndose a los pobladores de la Española, Fernández de Oviedo profetiza que “Dios los ha de acabar muy presto”, pues no quieren aceptar la sumisión al dios verdadero. Y, poco tiempo después, proclama triunfal el cumplimiento de la profecía: “Ya se desterró Satanás de esta isla; ya cesó todo con cesar y acabarse la vida a los más de los indios”. Los nativos conocen así la religión de odio de un dios que quiere ser el único. Es un descubrimiento.

Los séneca se alían con los ingleses. Poco después, un jefe indio quiere cambiar las pieles de animales salvajes recolectadas por su tribu. Sir William Johnson, cabeza de la diplomacia británica, le recomienda un comerciante de Schenectady. Este, como es costumbre, dobla los precios de sus artículos y a las pieles que llevan los indios les fija un precio inferior a la mitad de lo que valen. Con el envío de un cinturón de wampum y dibujos en el mango de un tomahawak, los séneca anuncian su venganza. Pocos días después atacan un asentamiento inglés, convirtiéndose en adelante en sus más violentos enemigos. Los séneca conocen así la explotación ejercida por los comerciantes europeos. Es un descubrimiento.

Cerca de 1540, Hernando de Soto llega con 200 jinetes al río Savannah, en lo que hoy es Georgia. En la otra orilla, una mujer va cargada en andas por los nativos. Ella invita a los españoles a cruzar el río y les hace varios regalos. Se quita del cuello un collar de tres hilos de perlas y lo entrega a de Soto. Éste la toma prisionera, obliga a los hombres que la acompañan a llevarlo a su campamento y lo saquea. Desparraman los huesos de los muertos para apoderarse de las ofrendas de sus tumbas. Violan a varias mujeres y se marchan. Desde entonces, los lakota llaman Wasi’chu a los blancos. Es decir, “los hombres codiciosos que se llevan la mejor tajada”. Los siux conocen así la explotación y el saqueo de los blancos, la sed de acumulación de riqueza material como valor por encima de la vida de la gente. Es un descubrimiento.

Los cheyene también los ven llegar. Se apoderan de sus tierras, los rodean de fuertes, exterminan a los animales de cacería, saquean sus recursos, asfixian las posibilidades de la vida india. Por eso, los llaman Vehos. Es decir, arañas, “aquellos que rodean y sofocan a la gente”. Los cheyene conocen así a un pueblo que niega toda posibilidad de vida al otro diferente. Es un descubrimiento.

Francisco de Ávila Cabrera, nacido en el Cuzco, se da a sí mismo el título de “extirpador de idolatrías”. Organiza un auto de fe en plena plaza mayor de Lima. Allí, mientras predica contra los paganos y sus cultos, ordena desnudar a Hernando Paucar y que, luego de raparle el cabello, le apliquen doscientos azotes. Luego, quema los ídolos, las momias de los jefes y chamanes, conservadas por más de 800 años, los ornamentos todos. Los indios del Perú conocen así la intolerancia religiosa. Es un descubrimiento.

Los nativos de las Bahamas son vendidos a cuatro pesos la pieza. Quienes resisten, son colgados y quemados. Algunos escapan y son cazados con jaurías de perros furiosos. Se les lleva a las minas atados unos a otros por el cuello y a golpes. Son obligados a trabajar desnudos entre el agua. En el siglo XVI, las Indias Occidentales están ya despobladas. A su llegada a Honda, los españoles encuentran no menos de 30.000 habitantes. Un siglo después sólo quedan 1.500. El resto está perdido entre los socavones de las minas. Una mañana, 900 indios aparecen ahorcados por no poder resistir la dureza de los trabajos. Los primeros pobladores de América conocen así la esclavitud. Es un descubrimiento.

En América del Norte, los indios celebran solemnes tratados con los conquistadores, europeos primero, yanquis después. Cuando se descubre oro en el territorio de los cherokee, la ley decreta que es delito que exploten su propio oro. Y prohíbe que su gobierno se reúna como no sea para discutir la entrega de sus tierras y la aceptación de su traslado en masa a un Territorio Indio. A los blancos que los apoyan se les niega la entrada a la reservación. Finalmente, a mediados de un duro invierno, unos 14.000 hombres, mujeres y niños son obligados a emprender el viaje a pie hacia lejanas tierras. Por el camino, las dos terceras partes mueren de cansancio, hambre y frío, abriendo el llamado “Sendero de las Lágrimas”; caminándolo, en los años siguientes, decenas de miles de otros indios correrán su misma suerte. Los cherokee conocen así lo que es el genocidio. Es un descubrimiento.

29 de febrero de 1504. Colón está varado desde hace ocho meses frente a las costas de Jamaica. Los isleños se cansan y no le suministran más comida. El almirante conoce la inminencia de un eclipse lunar y amenaza a los aborígenes con robarse la luna si no continúan alimentándolo. Al caer la noche, la luna comienza a cubrirse de sangre, mientras va desapareciendo poco a poco. Los indios, aterrados, corren a llevar a Colón las comidas que solicita, a condición de que restituya el astro en el firmamento. Por eso, los guambianos de hoy, cuando recuerdan esta historia, dicen que Colón era un mago. Los pobladores de Jamaica conocen así el uso del saber como fuente de poder y de dominio. Es un descubrimiento.

II


Mientras existamos nosotros sobre la tierra,
todo seguirá igual.
Si desaparecemos, todo lo demás morirá.
Creen que no valemos nada,
pero nosotros no somos tontos.


Indígena yaruro


Los guambianos dicen que los colonos, todos aquellos blancos que desde hace 500 años arrebatan sus tierras a los indios, son los hijos de “Cristóbal Colono”, el primer europeo en llegar a América (Pachamama la llaman los quechua y aymara). Los guambianos saben. Es un conocimiento.

Los paeces de Jambaló dicen que toda la violencia que sufren las comunidades indígenas del Cauca y de Colombia es la misma guerra de conquista que comenzó hace 500 años y que continúa todavía. Los paeces saben. Es un conocimiento.

Los embera-chamí del río Garrapatas, en el Valle del Cauca, dicen españoles cuando hablan de los colombianos de hoy que penetran en su río, en su resguardo. Los embera-chamí saben. Es un conocimiento.

Los quechuas de la Confederación Campesina del Perú dicen que la conquista fue un aplastamiento y que hoy día los “actuales dominadores continúan ejerciendo ese atropello. Hoy continúan ese saqueo y esa explotación aunque han tomado nuevas formas”. El terrible genocidio no para; en Guatemala, en El Salvador, en Perú, en Brasil, en Colombia sigue todavía. Los quechua del Perú saben. Es un conocimiento.

Los arhuacos de la Sierra Nevada de Santa Marta dicen que los blancos quieren celebrar la llegada del español, pero para el indígena “este día fue un momento de horror, de desolación y de violencia. Eso fue como una atarraya que nos ha atarrayado a todos los indígenas por completo. Fiesta de la raza, fiesta de la destrucción, fiesta de luto, fiesta de oscuridad, fiesta de derrotación. ¿Es ésta una fiesta?”. Los i’ku saben. Es un conocimiento.

En Bolivia, el Movimiento Indio Tupaj Katari dice que la discriminación racial y la explotación contra los indios continúan. La injusticia y la opresión, iniciadas por los españoles, son una realidad cotidiana sobre el pueblo indio. “El avasallamiento de los valores ancestrales y las culturas milenarias son producto de una minoría seudoccidentalizada que se mantiene en el poder por la fuerza”. Los quechua y aymara de Bolivia saben. Es un conocimiento.

Los cuna de Panamá dicen que la explotación dura todavía, aunque las máscaras que la ocultan han cambiado. “El látigo y la espada del español de la conquista y la colonia han pasado a manos del explotador criollo y de un imperialismo más rapaz y sanguinario. Hoy la empresa de exterminio tiene rótulos diversos: ‘integración’, ‘civilización’ y otros nombres surgidos de los ‘expertos’ en indios mejor conocidos como antropólogos, sociólogos y etnólogos”. Los tule de Panamá saben. Es un conocimiento.

Los coconuco del Cauca dicen que “nosotros aprendemos a través de la historia de nuestros abuelos y de las luchas que llevamos. Por eso sabemos que fueron primero los españoles que comenzaron a hacer latifundios despojando al indio, y que después sus hijos y los hijos de sus hijos siguieron haciéndose grandes terratenientes. Todos de la misma manera: por la fuerza o aprovechándose de nuestros padres y bisabuelos [...] Ahora sabemos que los terratenientes y oligarcas crearon las leyes, las escrituras y las administraciones y policías para hacer de nosotros esclavos y tenernos bajo el yugo y la ignorancia”. Los coconuco saben. Es un conocimiento.

Los p’urécha de México dicen que el despojo de la tierra que comenzó con la llegada de los españoles no cesa hasta nuestros días. “A este, han venido sucediéndose interminables manifestaciones de dominación y explotación no solo contra los recursos naturales de estas comunidades, sino también y en la misma medida contra sus hombres y su cultura”. Los p’urécha saben. Es un conocimiento.

Los siux dicen que “los indios son como el tiempo. Se sabe todo sobre el tiempo, pero nadie puede cambiarlo. Cuando se espera una tormenta, sale el sol. Cuando se anuncia que hará buen tiempo para salir a merendar al campo, comienza a llover”. Los siux saben. Es un conocimiento.

En los Llanos Orientales de Colombia, los indios dicen, afirmando mientras preguntan: “¿Por qué será que los blancos, mientras más nos conocen, más nos joden?”. Los indios de los Llanos saben. Es un conocimiento.

III

¿Quién dijo que estamos cansados
de ser indios?


Yabiliquinya, Cacique tule

Y porque saben, porque conocen todo esto, los indios de América dicen:
La sangre indígena no ha dejado de correr por este mundo desde que los españoles trajeron la soga, la espada y la ley contra los indígenas.

Nosotros somos los renacientes porque adelante de nosotros ha pasado mucho pueblo. Somos renacientes que reclamamos nuestro derecho a la tierra y a la vida como humanos. Somos pueblo y raíz de los países que nos quieren acabar sembrando el terror y la guerra como manera más eficaz (Pronunciamiento de los Cabildos Pastos de Nariño, 1988).
Y porque saben, porque conocen todo esto, los indios de América dicen:
Estamos aquí reunidos porque sabemos que ha llegado el tiempo de nuestra voz, de ser escuchados. Ya nadie hablará por nosotros, ni se sentará a discutir qué harán con nuestros pueblos.

Estamos vivos y tomamos nuestro destino en las manos. Después de todo, esta es nuestra tierra milenaria, y solo aquí están nuestros derechos. Aquí brilló siempre el sol de nuestra historia y seguirá brillando ahora por muchos siglos.

Durante más de cuatrocientos cincuenta años trataron de destruir nuestra sociedad y cultura, de borrar nuestra memoria, pero no lo han logrado todavía ni lo lograrán...

Es el tiempo de nuestra palabra, de la recuperación de nuestra historia, de acabar con una situación colonial reconocida hasta por los documentos oficiales, y que está lejos de ser suprimida. No nos dejemos robar las palabras (Pacto del Valle Matlatzinca 1979).
Y porque saben, porque conocen todo esto, los indios de América dicen:
Nosotros los indígenas somos autónomos. Autónomos de ser indio. Autónomos a un lugar en la tierra. Autónomos a trabajarla y defenderla. Autónomos a nuestra propia vida. Autónomos a pensar como indio. Autónomos a nuestra historia, la fuente de nuestros Derechos...

Es autónomo el título reconocido del español y reconocido de los gobiernos colombianos, porque son títulos dejados por nuestros abuelos, porque es herencia del derecho de lo que fuimos pueblos, porque no fue voluntad del gobierno español, porque no fue voluntad del gobierno colombiano, sino exigencia porque pelearon y peleamos los indígenas [...] Esto para mantener el derecho. El derecho antiguo. El derecho autónomo. El Derecho Mayor. Esto para seguir existiendo como pueblos... (Comunidades Indígenas Pastos 1982).
Y porque saben, porque conocen todo esto, los indios de América dicen:
Siempre hemos existido en estas tierras de América y por eso tenemos derechos. Nuestros derechos son nacidos de aquí mismo, de la tierra, de la comunidad, desde antes que descubriera Cristóbal Colón; desde la época de los Caciques y gobiernos nombrados por las comunidades. Porque antes de llegar Cristóbal Colón, la gente existía en esta América. Porque los anteriores trabajaron, entonces existía derecho y esto ya era un país...

Por eso ahora que hemos abierto los ojos, estamos en este pensamiento de lucha: proclamar nuestro derecho a toda nuestra gente y a toda la América y al mundo entero. Para que se sepa. Para que se respete. Para que nos apoyen a defenderlo los amigos y compañeros...

Esta es la verdad, la más grande verdad, porque ninguno en el mundo puede negar que este continente fue ocupado, habitado, trabajado antes que nadie por nuestros antepasados, luego por nuestros padres y hoy por nosotros mismos. De ahí, de esta verdad mayor, nace nuestro derecho mayor.

Por eso, ahora que hemos abierto los ojos, estamos en este pensamiento de lucha: que todo trozo de tierra americana donde vivamos y trabajemos los nativos indígenas nos pertenece; porque es nuestro territorio, porque es nuestra patria (Cabildo del Pueblo Guambiano 1980).
Y porque saben, porque conocen todo esto, los indios de América dicen:
Yo solo no puedo librar toda esta lucha, porque cuando el indígena está solo vive achilado. Pero cuando el indígena está reunido, como estamos aquí, yo me siento más orgulloso, porque nadie me achila, porque nadie me domina. Si nos unimos todas las comunidades a través de la comunidad indígena, tanto como con los obreros y campesinos cultivadores, todos unidos lograremos recuperar todo lo que nosotros estamos pensando para progresar (Indio kametsa. En ANUC 1974a).
Y porque saben, porque conocen todo esto, los indios de América dicen:
Organizarnos los indígenas de Colombia sería la única salvación para librarnos de la persecución. Porque hace 481 años de que vinieron los españoles a despojarnos de nuestros intereses. Desde ese tiempo de la Colonia, organizaron planes para corrernos hasta los últimos rincones a los que tenemos vida y, a los que no pudieron, les quitaron la vida.

Y por ese estilo han seguido hasta nuestros días. No tengamos miedo, compañeros, de organizarnos: nosotros no somos traídos, nosotros somos los dueños de la América Latina, de la tierra colombiana (”Discurso del CRIC en la Plaza de Bolívar“. En ANUC 1974b).

IV

El gran jefe de guerra siux oglala, Crazy Horse,
nunca reclutó a nadie para que lo siguiera.
La gente reconoció que lo que él hacía
era lo más conveniente para todos.
Crazy Horse nunca tuvo tarjetas de visita.
Ni tarjetas de negocio.
Ni nunca recibió invitaciones a ningún coktail.
Cuando estaba apunto de morir
de un bayonetazo en la espalda
en Fort Robinson, Nebraska, Crazy Horse dijo a su padre:
“Di a la gente que ya no les sirve más depender de mí”.
Hasta que no podamos producir más gente como Crazy Horse,
todo el dinero y ayuda del mundo no nos salvarán.
De nosotros depende el escribir el último capítulo
del indio americano sobre este continente.


Vine Deloria Jr., Indio siux

1992... una fecha que restalla sobre la espalda americana, como un látigo. Quinientos años de la llegada de los europeos al continente americano (Abya-Yala, la tierra madura, lo llaman los cuna). Y vinieron para quedarse.

Ahora, cuando se cumplen cinco siglos de su desembarco, los españoles se aprestan a celebrarlo con gran pompa. Quieren así acallar su conciencia, repitiéndose a sí mismos que hicieron una gran obra civilizadora sacando a los pueblos de América de la ignorancia, del salvajismo, del paganismo. En lugar de esto, saquearon sus riquezas para engradecerse ellos, para cimentar las bases del sistema capitalista europeo. La colonización de América por los europeos fue un factor fundamental en el proceso de acumulación originaria de capital.

Y sus continuadores, los explotadores y dominadores de hoy, unidos a toda clase de imperialistas, les hacen coro y se alistan también para el regocijo. Quieren decir que son los continuadores de la misión civilizadora de los europeos, cuando con ello quieren afianzar el dogal con el cual tuercen el cuello de los indios, mientras cabalgan en sus espaldas.

Pero esto no debe extrañarnos. En 500 años los indios los han conocido muy bien. Sus caretas han caído y su rostro repugnante ha quedado al descubierto. Ya no es posible el engaño. Ha terminado la época del silencio. Ahora es la del grito. Y el combate. Frente a la fiesta de los españoles y de los explotadores de las naciones americanas, la consigna de nuestros pueblos debe ser la de la lucha contra ella, la denuncia de los crímenes cometidos y la de aquellos que se continúan cometiendo, el rechazo al saqueo que sigue hoy y que nos agobia.

Pero en esta tierra nuestra, muchos no están de acuerdo con las celebraciones del comienzo del “atarrayamiento”. Pero tampoco están muy seguros de rechazarlo por completo. Así, inventan pretextos para unirse sin sonrojo a la celebración, para participar de ella tranquilizando, a un tiempo, su conciencia, para hacerse partícipes de los beneficios del saqueo, de la explotación, del aplastamiento.

Así, hablan del “encuentro de dos mundos”, del “encuentro de dos culturas”, del “autodescubrimiento”. Creen que cambiando los términos la realidad se hace otra. Piensan que las palabras pueden borrar el río de sangre y lágrimas que ha corrido durante cinco siglos. “Iba el arroyo de la sangre como si hobieran muerto muchas vacas”... Y va aún.
Hoy, próximos a 1992, Europa quiere reconquistar a América Latina y llama al robo, a la esclavitud, al asesinato, “encuentro de dos mundos”. Como si no bastaran cinco siglos de negarnos.

La invasión no ha terminado, llega hasta nuestros días. Ha sido la pretensión de instaurar una ideología que alimenta y mantiene un sistema de sometimiento a nuestros pueblos. Un sistema que con sus distintas máscaras, a lo largo de cinco siglos ha querido negarnos ser, hablar, elegir; que sabe que peligra si mantenemos vivas nuestras raíces, si levantamos nuestra propia voz, si nos damos la mano y nos reconocemos como pueblos hermanos (Encuentro Latinoamericano de Organizaciones Campesinas e Indígenas, Bogotá, 1989).
El concepto de “encuentro” quiere vender la idea de que la venida de los europeos solo fue el encuentro tranquilo, pacífico, de dos mundos hasta entonces desconocidos mutuamente. Que luego de conocerse establecieron una relación de contacto, de intercambio para ambos conveniente. Y que esta colaboración sigue todavía. Habría sido un trato entre iguales. O, mejor, un trato beneficioso para los nativos pues el europeo, superior, les habría dado su ayuda, les habría tendido la mano, los habría elevado hasta su altura. Y quiere hacerlo todavía. ¡¡Mentira!!, fue el aplastamiento.

Este concepto de “encuentro” quiere vender la idea de que la venida de los europeos solo fue el encuentro tranquilo, pacífico, de dos culturas hasta entonces desconocidas mutuamente. Que de su conocimiento, un benéfico intercambio cultural habría resultado en la formación de culturas nuevas, mestizas, las hispanoamericanas. O mejor, que la superior cultura venida de más allá del mar habría tendido su mano a las sociedades aborígenes sin cultura, o con incipientes culturas rudimentarias, para elevarlas hasta su altura. Y quiere hacerlo todavía. ¡¡Mentira!!, fue el etnocidio.

Este concepto de “encuentro” quiere vender la idea de que la venida de los europeos solo fue el encuentro tranquilo, pacífico, de dos pueblos, de dos razas hasta entonces desconocidas mutuamente. Que de su cruzamiento habría surgido el mestizo americano, recogiendo lo mejor de las dos sangres. O, mejor, que las razas superiores del viejo continente habrían dado su aporte genético a los nativos pueblos americanos inferiores, tanto que en principio les fue difícil distinguirlos de los animales, elevándolos con ello a la condición de verdaderos hombres. ¡¡Mentira!!, fue el genocidio.

Otros hablan de “autodescubrimiento” y lanzan grandes campañas de propaganda para pregonarlo, financiadas con el dinero venido de manos de los europeos o de otros países de los nuevos colonizadores. Se trataría de:
Una reflexión sobre nuestra situación actual valorando y teniendo en cuenta nuestra historia como indígenas y como sector popular para de conjunto elaborar propuestas que permitan reconocer el derecho como pueblos y lograr injerencia en las políticas educativas, económicas y sociales (Ponencia en el Tercer Congreso Indígena Nacional, Bogotá, 1990).
En lugar de elevar su voz de denuncia, de rechazo, en lugar de encabezar y organizar la lucha contra las celebraciones, han recogido el término mismo de descubrimiento, colocándole una nueva máscara, el autodescubrimiento. Quieren decir: los indios y los pueblos de América no sabemos quienes somos, tenemos que descubrirnos a nosotros mismos. Solo entonces podremos gritarlo ante la faz del mundo. Y para hacerlo, tenemos que basarnos en ayudas externas, en dineros externos, venidos de Europa.

Pero no es así. Precisamente, al recoger el concepto de descubrimiento tienen como finalidad principal la de poderse incluir dentro de los programas de celebración de este, de participar de sus jugosos presupuestos, de no aparecer oponiéndose a ellos frontalmente, combatiéndolos.

Y todo ello a espaldas de las comunidades indígenas y populares.

Actividades burocráticas, reuniones de los jefes aquí y allá, costosos viajes, creación de comités, regionales y demás aparatos por doquiera. Y las comunidades ignorándolo.

Atarrayando programas de otros para hacerlos aparecer como de la “campaña de autodescubrimiento”, fingiendo así las inversiones. Y las comunidades ignorándolo.

Lanzando toda clase de declaraciones, comunicados, publicaciones. Y las comunidades ignorándolo.

Rechazando y condenando a quienes plantean la lucha y la denuncia. Y las comunidades ignorándolo.

Limitándose a pedir las exiguas sobras de una “injerencia en las políticas educativas, económicas y sociales”, en lugar de exigir una autonomía como pueblos. Y las comunidades ignorándolo.

Cuando ellas lo conozcan y lo sepan,

¡¡SERÁ UN DESCUBRIMIENTO!!


 
 
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