Que los guambianos llegaran a este momento y a la necesidad de realizar estos trabajos no fue algo que se diera en forma repentina, al contrario, fue la cabeza de un largo recorrido por el camino de la organización, que había comenzado desde la década de los años 30 del siglo XX con las primeras luchas de los terrajeros en contra del terraje y por retomar en sus manos las tierras usurpadas por las haciendas.
Esto implicaba la necesidad de efectuar el análisis de aquellas primeras formas de organización y de lucha adelantadas por los guambianos, solos o en relación con otros indígenas del Cauca, los paeces entre ellos. Algunos de los mayores adelantaban por su cuenta esta tarea y avanzaban en sistematizar sus experiencias de vida, a veces por escrito con la ayuda de familiares estudiantes y otras personas que hubieran adquirido la capacidad de escribir. De la misma manera se propusieron trabajar sobre documentos que guardaban en sus archivos, como los de la Cooperativa de Las Delicias, por ejemplo.
Para ir siguiendo este camino, con el siguiente texto busqué dar un panorama amplio, aunque no muy detallado, de lo que fueron los primeros pasos en la lucha de recuperación del territorio, en la cual los propios guambianos distinguen varios momentos o formas: por compra, a través del INCORA, por la lucha. Las bases sobre las cuales está redactado hay que buscarlas en los archivos de la cooperativa y en la cartilla Las Delicias, 15 años de experiencias (1978), que algunos dirigentes de esa cooperativa elaboraron en acompañamiento con Víctor Daniel Bonilla y teniendo en cuenta dichos materiales. El propósito de este escrito en su forma original fue el de acompañar la publicación del artículo “Historia de mi propio pensamiento para el desarrollo de nuestro pueblo guambiano”, del taita Ricardo Tunubalá Yalanda (1990), de cuyo contenido su título no deja ningún lugar a dudas.
Ambos textos ejemplifican algunas de las experiencias guambianas con la escritura y su empleo en relación con las diversas luchas que se han venido librando, tema que analizo a fondo más adelante.
GUAMBÍA COMIENZA A LUCHAR
[Publicado en Nueva Visión. Publicación de Estudiantes de Antropología, Departamento de Antropología, Universidad Nacional de Colombia, No. 4, Bogotá, 1990, pp. 4-6]
Una gran parte de las tierras guambianas, las del Gran Chimán, fue invadida por los blancos. Durante más de siglo y medio la comunidad luchó por recuperarlas, sin conseguirlo.
En 1853, un fallo del Tribunal en Sala de Tres Ministros reconoció que “la posesión y la propiedad de los terrenos cuestionados son de los indios de Guambía”. Dos años después, la Corte Suprema de Justicia dictaminó la validez del fallo, agregando que no se podía cumplir. Así se consolidó la dominación de los terratenientes sobre estas tierras, sin que por ello se detuviera la lucha de los guambianos.
Los blancos, al apoderarse de las tierras, no expulsaron de ellas a los guambianos, pues los necesitaban como mano de obra para el trabajo de las haciendas que establecieron en ellas, sino que los dejaron viviendo allí. A cambio de esta “concesión”, la de poder disponer de una pequeña porción de tierra para construir sus ranchos y cultivar unos cuantos productos de pancoger, pues los sembrados permanentes estaban prohibidos, los guambianos debían trabajar gratis en las haciendas un cierto número de días al mes. Era el llamado terraje.
Pero los guambianos sometidos a esta obligación, los terrajeros, fueron además separados del resto de la comunidad, pues ya no quedaban bajo la autoridad del Cabildo, sino sometidos al poder y la humillación provenientes de los hacendados y mayordomos. Así, la comunidad fue dividida entre terrajeros y comuneros (aquellos guambianos que continuaban viviendo en el resguardo bajo la autoridad del cabildo).
El año de 1936 encuentra a los terrajeros luchando por conseguir acortar la jornada de trabajo y disminuir el número de días de terraje. Los terratenientes los enfrentaron expulsándolos de las haciendas, condenándolos al hambre y a la emigración. Para obligarlos a salir, arrasaban sus sembrados, quemaban sus casas, mataban sus animales.
A finales de los años 50 y comienzos de los 60, estas expulsiones se agudizaron y los terrajeros comenzaron a pensar qué hacer para resolver su situación, pues no había entonces ninguna clase de organización. Con base en sus discusiones, lograron crear, en 1961, un Comité de Lucha integrado por 20 compañeros y comenzaron a informarse sobre la Reforma Agraria.
En 1962 llegó Acción Cultural Popular a través de Monseñor Gustavo Vivas y de Mario Polo García, y dictaron dos cursillos organizados por FANAL y UTRACAUCA; al terminar, los 28 asistentes formaron el Sindicato Gremial Agrario de Las Delicias, afiliado a las dos organizaciones anteriores. El Comité de Lucha, para no dividir, se vinculó al Sindicato.
Su programa de ocho puntos decía así:
1) recuperar las tierras que hemos perdido, 2) exigir respeto a las costumbres de nuestra comunidad, 3) exigir atención de las autoridades, 4) acabar con las formas de explotación directas o indirectas a que ha estado sometido el indígena, 5) alcanzar la participación en el gobierno, 6) elevar el nivel social y económico de nuestra comunidad, 7) exigir que nuestras ideas sean escuchadas y respetadas por los que ahora tienen el gobierno, 8) exigir respeto de los blancos por los atropellos que contra nosotros cometen.
En noviembre de 1962, el Comité de Lucha envió una carta al INCORA pidiendo que comprara las mejoras a los hacendados y devolviera la tierra a los guambianos. La firmaron 113 terrajeros. Pero no tuvieron respuesta.
En cambio, sí tuvieron audiencia las propuestas de FANAL para que los terrajeros se organizaran y compraran la hacienda a los terratenientes, repartiéndola entre quienes pudieran participar de la compra. De esta manera los integraban en FANAL y UTRACAUCA, organizaciones controladas por la Iglesia, y los hacían dependientes de la Caja Agraria en lo económico. Además, las tierras y sus compradores quedaban por fuera del resguardo y del cabildo, es decir, persistía la división de la comunidad.
En 1963, FANAL invitó a los miembros del Sindicato a su Congreso Nacional en Bogotá. Estos oyeron hablar allí del programa de cooperativas que esa organización impulsaba y, a su regreso, el 18 de abril, fundaron la Cooperativa de Las Delicias, con proyectos de consumo, comercialización, crédito, educación, transporte y asistencia social, de los cuales solo comenzó a funcionar la tienda de consumo. Además, la personería jurídica no llegaba.
Se firmó, entonces, un acuerdo con los asesores de FANAL para solicitar los aportes de los socios y el crédito de la Caja Agraria y comprometiéndose, además, 1) a que acudirían, con FANAL y UTC, hasta al gerente general de la Caja Agraria en Bogotá y aun al Presidente de la República “para interponer todos los recursos con miras a la consecución de dicho préstamo y cumplir con la familia Garrido”, 2) a que para “la dirección, administración y trabajos se tomará como base la forma impuesta en Israel”, para lo cual se solicitará un técnico “de esa hermana república”, 3) a que el 10% de las utilidades fueran para aumentar capital y el otro 90% para pagar el crédito, sin dar nada a los socios y, finalmente, 4) a que “tan pronto se reciba la escritura la finca se dividirá”.
Con esta base llegó la personería jurídica y en enero de 1964 pudo reunirse el Consejo de Administración. En febrero fue aprobado el crédito en Bogotá. Pero en el momento de comprar la finca, por carecer del dinero para hacer los aportes y por la desinformación, presiones y calumnias a que fueron sometidos, solamente quedaban, entre los 48 socios que prestaron el dinero, 8 de los 40 terrajeros que habían iniciado el proceso. El 13 de junio de 1964 se compró la hacienda San Fernando a los terratenientes Garrido.
Pero la cooperativa no progresó como se quería, los más acomodados fueron tomándose los cargos, fracasaron en varios programas, como en la compra de un bus, el programa de fresas, las huertas familiares; otros no se vieron, como el del puesto de salud. Pero lo peor fue que el Consejo de la Cooperativa, bajo la dirección de los asesores, prohibió que los más pobres pudieran trabajar parcelas personales dentro de la finca y acordó, con el fin de pagar el crédito en 10 años y poder parcelar la tierra más rápido, imponer 4 días de trabajo gratuito a la semana para cultivar sembrados colectivos con cuyo producto se iría pagando la deuda, quedando a la gente solo dos días a la semana para su propio trabajo. Todo mundo sintió que esto era un nuevo terraje, más pesado aún que el de la hacienda.
Así, se comenzó a pensar en otro sistema de lucha que favoreciera a todos los guambianos y no solo a los de la cooperativa, que eliminara del todo el terraje, que resolviera los problemas de las deudas y que pusiera a los guambianos en el control de su vida, sin depender de tantos asesores de fuera, y que permitiera ir uniéndose con los indígenas de otras comunidades.
En 1970, unos 200 guambianos y paeces, desde Guambía hasta Jambaló y Tierradentro, crearon el Sindicato del Oriente Caucano, recogiendo la experiencia del Comité de Lucha. Pero como en las comunidades lo relacionado con tierra corresponde a los Cabildos, comenzaron a establecer relaciones con ellos. Muchos, como el de Guambía —al que se propuso crear un consejo asesor del Cabildo, pero no aceptó—, no apoyaban; más bien estaban al servicio de los curas y los politiqueros
Poco a poco se fueron ampliando las relaciones y la idea de recuperar las tierras de los resguardos, de recuperar la autoridad de los cabildos y de no pagar más terraje se fue extendiendo. Fue así como en febrero de 1971 se convino hacer una reunión de cabildos en Toribío. A ella asistieron más de 50 guambianos de la Cooperativa, del Resguardo y del Chimán. Un compañero propuso la idea que había madurado en el Sindicato y entre algunos socios de la cooperativa de formar una organización propia indígena. Y se resolvió crear el Consejo Regional Indígena del Cauca.
Como resultado, se hicieron cambios en la Cooperativa; se decidió: 1) no pagar interés por los aportes de los socios, modo por el cual los más ricos se habían beneficiado del trabajo de los más pobres, 2) no repartir la finca cuando se acabara de pagar, 3) disminuir a 2 días el aporte semanal de cada socio, 4) repartir lotes familiares para mejorar la situación de las familias.
La Cooperativa se convirtió en el núcleo donde seguía creciendo la idea de recuperar las tierras y ampliar el resguardo. Y desde allí se organizaba la participación en el movimiento indígena que se extendía en el Cauca y en todo el país.
Muchas veces viajaron a acompañar en las recuperaciones de tierras que adelantaban otras comunidades. Así nació la conciencia de que si se quería recuperar en Guambía, era necesario recuperar primero el cabildo, es decir, nombrar un gobernador favorable a esta idea y que encabezara a la comunidad para conseguirlo.
Al fin, en 1979, se nombró gobernador a Javier Morales, quien aceptó realizar reuniones en todas las veredas para hablar del problema de la tierra. Entre tanto, se había encontrado el título del resguardo, el cual demostraba que todas las tierras del Gran Chimán pertenecían a la comunidad. Esto dio una fuerza muy grande a los guambianos acerca de la justeza de la lucha, pero el gobernador no se atrevió a dar el último paso y lanzar la recuperación.
Al año siguiente, el nuevo gobernador, Segundo Tunubalá, de Cacique, tomó la decisión de realizar la Primera Asamblea del Pueblo Guambiano para unir en una sola fuerza a todos los guambianos y recoger el apoyo de amplios sectores de la sociedad colombiana para la lucha. Esta se hizo en julio, en el Núcleo Escolar Indígena. En ella fue presentada por primera vez la bandera guambiana, con la cual los guambianos se afirmaban como pueblo.
A raíz de esta asamblea, se crearon en varias ciudades del país, como Popayán, Cali, Pasto, Medellín, Pereira, Bogotá, grupos de solidaridad con las luchas indígenas, conformados por obreros, pobladores y estudiantes, los cuales tuvieron un papel muy importante en difundir, apoyar y acompañar tales luchas.
Pocos días después, partiendo de la casa de la cooperativa de Las Delicias, más de 3.000 guambianos se lanzaron a la recuperación de la hacienda Las Mercedes, detentada por Ernesto González Caicedo.
El ejemplo de los guambianos potenció las luchas indígenas en todo el suroccidente y rápidamente se dieron nuevas recuperaciones en Jambaló y otros resguardos paeces, en los resguardos de los pastos —en el sur de Nariño— y en Guambía misma.
A finales del año, el movimiento había tomado fuerza en forma coordinada. Para aprovechar esta y presentar sus derechos ante todo el país, y para enfrentar la represión de las recuperaciones, se organizó una marcha de gobernadores indígenas del suroccidente hacia Bogotá, para exigir sus derechos al gobierno nacional.
Luego de un tiempo de organización, esta se llevó a cabo en diciembre con un éxito arrollador. Esta marcha fue fundamental para consolidar los resultados de las recuperaciones. A su regreso, los participantes fueron recibidos en triunfo en la hacienda de Las Mercedes, ahora en manos de los guambianos. El acto fue encabezado por Ricardo Tunubalá, quien acababa de ser elegido gobernador del Cabildo para el año de 1981.
En 1981, el gobernador continuó las recuperaciones ya iniciadas: Las Mercedes y Tranal, ampliando el área bajo control de la comunidad y organizando el cultivo de la tierra en común y la distribución de la producción. Así mismo, consolidando experiencias tan importantes como la guardia cívica, grupo de guambianos encargados del control de la situación general y de la seguridad y orden internos de la comunidad frente a las amenazas y peligros venidos del exterior y del saboteo de los enemigos internos.
Pero la efectividad de su trabajo comenzó a verse obstaculizada por los problemas internos del resguardo. Este, con la tierra dividida y subdividida en parcelas mínimas, era un hervidero de problemas de todo tipo entre los comuneros. Y el intento de solución de los mismos desgastaba el tiempo y los esfuerzos del cabildo; por ello, el gobernador planteó una congelación de tales problemas para dedicar todas las energías a la lucha, lo cual no fue aceptado por la comunidad. Así, las recuperaciones se vieron afectadas por esta dispersión de la atención y las fuerzas.
En este año, tomó cuerpo definido la política de no pagar las tierras recuperadas, por considerar que los terratenientes no eran sus legítimos dueños sino que pertenecían a la comunidad, como lo mostraba su tradición, apoyada por el fallo de la Corte Suprema y el título del resguardo. También se fortaleció la idea de que era la lucha organizada de la comunidad la que garantizaba el éxito de las recuperaciones y no la intervención del INCORA, la cual más bien creaba problemas y divisiones internas.
Así transcurrieron los primeros meses de la gobernación de Ricardo Tunubalá en 1981.
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